Yeho – Capítulo 10

Traducido por Sharon

Editado por Ayanami


Me tragué un gemido y agarré las sábanas con fuerza. Mis ojos miraron hacia el techo por sobre su hombro, mientras mi cuerpo temblaba. Su respiración baja y pesada, además de su piel húmeda tocando la mía, me hicieron sentir triste y miserable.

Cerré mis ojos, giré la cabeza y mordí mis labios. Algo cálido, mojado y dulce tocó mi cuello.

Me sentí aún más triste cuando esa calidez alivió mi corazón. Moví mi cintura inconscientemente, al escuchar mi nombre con esa voz grave y el calor se empujó dentro de mi cuerpo.

—Ugh…

Después de dejar escapar un pequeño gemido, aflojé mi cuerpo. Seguí mirando hacia otro lado, mientras su frente mojada tocaba mi cuello.

—Yeho… —llamó de nuevo mi nombre.

De alguna forma, al escucharlo, tuve ganas de llorar. Su grande y caliente palma tomó mi delgada mano.

—Escuché que te saltaste la cena —dijo, mientras tocaba mi mano.

—Comí demasiado durante el almuerzo…así que no me regañes más…

A penas pude responder con mi voz ronca, mientras miraba la silueta difusa de la luna a través de la cortina. Recordé que se enojó con el chef debido a que me salté una comida.

Se rió ante mis palabras y se puso de pie. Su cuerpo cálido se separó de mí y el aire frío de la noche rodeó mi cuerpo. Temblé y una manta me cubrió hasta los hombros de inmediato. Además de una gran mano.

—Lo sé, escuché eso también. Terminaste la mayor parte de la comida. Aun así, por lo menos deberías haber tomado una cucharada. Probablemente, ahora tendrás hambre.

Ante sus palabras de broma, no me reí. Sólo cerré mis ojos y me encogí de hombros. Entonces, él removió su mano de mi hombro y se rió de nuevo pero, ya no sonaba tan alegre.

Por dentro, suspiré profundamente y me encogí aún más. Su boca se abrió de nuevo.

—La semana que viene comenzará la temporada de siembra. Ese día haremos la ceremonia. Tendrás que aparecer junto con la Emperatriz.

Debido a lo que dijo, me senté. La sábana que cubría mi cuerpo se deslizó hasta mi cintura, pero no lo noté.

—Su Majestad, ¿a qué se refiere…?

—Eres mi Señora y otras Concubinas vendrán a celebrar. No tendría sentido que no estuvieras.

—… ¿Es una tradición del Imperio del Norte?

Después de escuchar mi pregunta, me sonrió, mostrando sus brillantes dientes blancos.

—Si así fuera, ¿entonces la Señora que se preocupa por la etiqueta más que su profesor de modales saldrá? Sí. Además, la Señora es el puesto más alto entre las Concubinas. La Emperatriz se parará a mi lado derecho y tú estarás en el izquierdo. Las otras Concubinas se ubicarán según su rango.

Al escuchar su respuesta, bajé la cabeza.

Cuando me convertí en la Señora hace veinte días, las miradas que recibí fueron muy agudas. Me pregunto cuán incómodo me sentiré ese día.

Tenía un vestido aún más elegante que el de la Emperatriz y me arrodillé en el Palacio Purificado por los Cielos que es donde el Emperador reside y recibí el título. Entonces, fui al Palacio que Abraza la Tierra, donde vive la Emperatriz. Entré al salón, donde todas las Concubinas estaban paradas en una línea y le mostré mis respetos a la Emperatriz. Mi rostro estaba cubierto con varios velos, pero el sólo pensar en que alguien podría notar que soy diferente a otras mujeres, me volvió más tímido.

Pensar en que tendré que pararme frente a todos durante la Ceremonia de la Temporada de Siembra me congela el corazón. Además, esta vez, tendré que usar un vestido tradicional, no uno de bodas y no podré cubrirme con un velo.

Pensando en mis preocupaciones, suspiré profundamente.

— ¿No quieres salir? —preguntó. Sin levantar mi mirada del suelo, sacudí la cabeza.

—No…

—…Dime si no quieres salir.

—No es eso —respondí una vez más y cubrí mi piel desnuda con la sábana. Es obvio que habrá rumores si no salgo.

Si fuera el espíritu malvado del Palacio Flower Fence, no me importaría, pero ahora soy la Señora. No soy la Princesa de un Reino pequeño a quien no le importa si está viva o muerta.

Soy la Señora que se mantiene en lo profundo del Palacio Purificado por los Cielos…el tipo de Señora que tiene que ser cuidadosa con cada movimiento que hace y pensar dos veces antes de hablar.

Mis fallos no son sólo míos. Puedo convertirme en su punto débil si no tengo cuidado. Así que no puedo salir. Hay otras cosas en las que tengo que pensar, mientras estoy afuera. Tengo que llamar a Soa de inmediato para hacer el vestido para ese tipo de ceremonia y aprender lo qué debo hacer para no equivocarme.

Mientras pensaba, fruncí el ceño, él suspiró al decir:

—Si no quiere salir, entonces dímelo.

Le miré confundido.

—Te dije que no es eso. ¿Por qué sigues preguntando? —le pregunté y él frunció el ceño.

—No luces bien.

— ¡Ah…!

Toqué mi rostro.

—Es porque tengo que pensar en los preparativos. Ya que no se nada, tengo que ver qué clase de vestido tradicional deberé usar y aprender las tradiciones del Imperio del Norte.

Él descansó su rostro en su mano.

—…Aunque no te gusta, ¿verdad?

Me está molestando un poco. Le dije que no es por eso, ¿por qué sigue preguntando?

—No es que no quiera salir. ¿Por qué sigues preguntándome eso?

—Quiero escucharte decir que no quieres.

Cerré mi boca y abrí mis ojos. Entonces, él puso una sonrisa fría en su rostro pero, de alguna forma, era solitaria.

—Después de ese incidente, nunca te escuché decir no.

Supe de inmediato a qué se refería. Fue el día en que le dije que quería dejar el Palacio. El día en que le dije que quería ir con mi hermana. El día que me sostuvo por primera vez.

Recordé ese día y evité su mirada.

—Has esto, has aquello, soy el que siempre quiere algo de ti. Aunque muestras que no quieres, pronto te rindes y lo aceptas. Ni siquiera dices que no quieres comer. Sé que les ordené darte una gran cena. No la comiste, pero no dijiste que no querías comerla. Castigué al chef y de inmediato comiste hasta enfermarte. ¿Piensas que no lo sé? Hoy es igual, nunca muestras nada, no dices que es demasiado, ni te niegas. Tampoco dijiste que te sentías mal. Como no me dices, no puedo mostrarte que ya lo sé.

Mientras lo escuchaba en silencio, evité sus ojos. Vi la silueta borrosa de la luna a través de la cortina cerrada. Él miró mi rostro y continuó.

—Has esto, has aquello, ama esto, odia aquello. Dilo, no hagas sólo lo que tienes que hacer, di lo que quieres hacer. ¿Por qué ya no ves la lluvia? ¿Por qué no me preguntas sobre las magnolias como solías hacerlo? ¿Siquiera viste el árbol de magnolias en el jardín?

…No pude verlo. Soa me dijo sobre él.

Él movió un gran árbol de magnolias y lo plantó en el jardín. Ella se rió diciendo que, como era demasiado grande los trabajadores tuvieron muchas dificultades. Pero yo, ni siquiera pude pensar en poner un pie afuera. Estoy demasiado aterrado de que alguien pueda verme caminando por el jardín.

Lo mismo sucede con la lluvia. Tengo miedo de lo que las personas puedan decir sobre mí, si la Señora abre la ventana y muestra su cuerpo sin preocupaciones. Sólo me quedo en el cuarto y escucho historias de Soa.

En el Palacio Flower Fence, no tengo que preocuparme de nada, pero aquí es diferente. Hay muchos ojos en forma de criadas, sirvientes y guardias. Sé muy bien que necesito ser muy cuidadoso con tantos ojos.

—Yeho —me llamó. Tomó mi brazo, probablemente se sintió angustiado al verme observar la luna.

—Es demasiado frío para mi cuerpo durante las lluvias —murmuré con la cabeza agachada. —Por eso, no pude ver el árbol de Magnolias, Su Majestad, lo lamento.

—Sigues sin negarte.

Soltó mi brazo, se puso de pie y se fue después de colocarse una bata. No me atreví a ver su espalda y sólo permanecí quieto.

Con una fría voz llamó al eunuco, yo sólo arreglé la sábana. Después de que el eunuco le ayudó a ponerse un hermoso atuendo, anunció que iría al salón de reuniones.

¿Por qué el salón de reuniones?, me pregunté.

Le será incómodo dormir en ese lugar, ya que es para asuntos de gobierno. Todavía tiene tiempo de ir al Palacio que Abraza la Tierra o si no le gusta ese, podría ir con cualquier otra Concubina.

Aunque estaba pensando esto,  no pude decirlo en voz alta. No pude decir nada, mientras se dirigía al salón de reuniones.

Suspiré en silencio, me acosté y jalé la sábana para cubrir mi cabeza.

No haré como quiere. Me prometí que me ocultaría en este Palacio, aunque soy demasiado estúpido como para deshacerme de mis celos. No veré la lluvia y me rendiré con las magnolias, pero no puedo soportar el verlo en el cuarto de otra mujer.

La razón por la que no digo lo que tengo en mente, es porque él podría dejarme.

La razón por la que no me niego, es porque podría enfermarse de mis quejas.

La razón por la que tengo en cuenta la etiqueta, la razón por la que me rendí con tantas cosas y me oculté aquí, es porque si hago eso, nadie podrá echarme. Así podré permanecer a su lado por más tiempo.

Ahora, ni siquiera puedo decir que me quiero ir. No puedo respirar sin él, así que ¿cómo podría dejarlo? Debería haberle abandonado cuando pude.

Este sentimiento que al principio era superficial, antes de que me diera cuenta se volvió tan profundo y evita que huya.

Así que, cada noche, lloro en silencio. Cuando él se va a dormir, me coloco en la esquina de la cama y cubro mi rostro para llorar.

Incluso ahora estoy llorando.

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