Yeho – Capítulo 4

Traducido por Allison

Editado por Ayanami


—Yeho

Él volteó, su cara era pálida. Sus pequeños hombros y su cara delgada, hicieron que el Emperador se sintiera molesto.

—Otra vez, no comiste.

—No tenía hambre. Si tengo que comer elegí tomar té, tres veces al día, incluso si fuera un hombre sano, es demasiado. ¿No es así Su Majestad?

—Entonces, al menos, deberías comer lo que prepare, gachas con ginseng. Incluso ordené que pusieran carne de codorniz.

—Hahaha, ¿les dijiste que lo hicieran? Ellos se burlarán de ti. ¿Qué clase de Emperador se ocupa de su comida?

—Yo, no lo hago si es mi comida.

—Eso lo hace incluso peor.

Él bromeó y tosió. El Emperador se sorprendió y puso su mano en su espalda.

—Ah, estoy bien. Es solo una pequeña tos.

—Escuche que ayer miraste la lluvia otra vez.

Yeho solo sonrió.

—Te dije que no dejarás la ventana abierta. Incluso si es verano, hace mucho frío. Acabas de mejorar después de estar enfermo durante el invierno. ¿Cuánto más tengo que decírtelo?

—Estaba feliz de que lloviera…hoy está claro porque llovió. Me siento bien viendo el cielo claro después del cielo polvoriento, además el aire es muy limpio.

—Incluso así.

—Estaba usando ropa gruesa. ¿Cuándo diluviará?

—¿Cuándo dejarás de hacerme esa pregunta? Ese tipo de lluvia fuerte, tomará más de 10 días en llegar.

—Oí que si el clima se calienta, ¿las magnolias florecerán?

—Eso me dijeron.

No me importa la estación de las flores. Pero, un día, Yeho preguntó sobre las magnolias, así que le pregunté al jardinero. Ahora, él está esperando a que las flores florezcan. Lo mire con cara enojada y dije:

—¿Tanto te gustan las flores de magnolia?

—Sí, son como mi hermana.

—Siempre hablas de tu hermana.

—Hahaha. Ella siempre estaba húmeda y mojada debido a su hermano amante de la lluvia. Todos los años la hacía pasar momentos difíciles. Ella perdió a su madre debido a mi madre y, por mi culpa fue echada a un lado. Aun así, nunca se quejó y cuidó de mí. Y, cuando los ojos de mi hermana estaban a punto de secarse, llovía otra vez.

El Emperador mantuvo su expresión severa. Él no mostraba un montón de sentimientos debido a su personalidad fría pero, también es porque fue entrenado para ser así desde que era el príncipe heredero. Yeho lo sabía y sonrió. El Emperador lo miró y sacudió su cabeza.

—No importa. Incluso si sonríes, incluso si hablas sobre lluvia y flores de magnolia, no te dejaré pasar esta vez. Les dije que prepararan las gachas de nuevo. Deberás comerlas.

—¡Oh no~! Al menos debí fingir que comía.

Tenía una cara perpleja, pero sonrió feliz. Mirando a Yeho así, el Emperador sonrió ligeramente. Este hombre es extraño. El Emperador murmuró para sí.

Pensé que era un hombre extraño desde la primera vez que lo vi. No, esa vez, pensé que era una mujer.

Mi padre, quien amaba a las mujeres, reunió a todas las mujeres hermosas de los reinos pequeños y, la última que llamó fue a la Princesa Sooyoung de un pequeño reino cuyo nombre no recuerdo. Mi padre estaba tan emocionado de que ella llegara, pero siempre posponían su partida. Finalmente, los amenazó con su débil cuerpo y, al final se prepararon para dejarla ir. Pero, incluso antes de que dejara el reino, mi padre murió. Me coroné, olvidando a la Princesa Sooyoung. Había organizado el imperio porque había algunos negocios que él había empezado y tuve que irme en una patrulla para mostrarle a las personas a su nuevo Emperador. Debido a esos días ocupados, su existencia desapareció de mi mente. Después de que me fui a la patrulla, debido a la muerte de mi padre, esa mujer se volvió mi concubina. Oí noticias de que estaba muriendo. Ella estaba débil cuando venían, vivía tosiendo desde que llegó. Nadie la llamó para saludar. Me dijeron que ella solo se quedaba en su pequeño palacio esperando la muerte. Recordé que antes de que mi padre muriera, él siempre la nombraba, así que me dio curiosidad y fui a verla.

Era extraño que nadie saliera del palacio cuando llegue. Debería haber sirvientes siempre para esperar pero, no había sirvientes que corrieran apurados. Le dije a los guardaespaldas que se fueran antes de venir, parecía que en el palacio no vivía nadie. Debido a eso estaba más sombrío. No había nadie dentro del palacio. ¿A dónde fueron todos los sirvientes? Debería regañar al jefe de la servidumbre. Entonces, escuché un débil tarareo, era una canción extraña pero familiar. Vi a una mujer sentada al lado de la ventana, tarareando una canción con los ojos cerrados. Un torpe maquillaje mostraba, claramente, su complexión pálida. Su pelo largo estaba amarrado pero suelto, su ropa no estaba muy ordenada. Fue algo extraño para mí, ya que solo veía mujeres con maquillaje agradable, su cabello ordenado con aceites y decoradas con muchas joyas. Cuando entre a la habitación, inmediatamente, sentí el frío, así que cerré las ventanas en seguida. En ese momento, escuché su voz diciendo que lo dejara así. Ella, probablemente, pensó que era una sirvienta, porque dijo su nombre. Su voz era más profunda que la de cualquier mujer, pero oí que vivía tosiendo. No pensé que fuera extraño. Me hizo fijarme en ella, más por su baja pero extrañamente suave voz. Pero la mujer no dijo nada más, así que le hablé a propósito. Ella abrió sus ojos con sorpresa y me miró porque no esperaba escuchar la voz de un hombre. Estaba sorprendido de que ella tuviese ojos café claro. El color era como el del venado bebé que atrape la última vez. Y su cabello tampoco era negro. Era como el color marrón de la madera oscura. Aunque su cara no era hermosa, las líneas eran muy finas. Nunca pensé que esta mujer fuera un hombre, hasta que él me lo dijo.

—Está caluroso. Estoy bien con las gachas frías.

El sirviente tenía las gachas en una bandeja. Cuando Yeho lo dijo con una cara perpleja, el Emperador salió de su ensueño.

—No está bien. Tus pulmones son débiles, el doctor dijo que no es bueno dejar que tu cuerpo se enfríe.

Yeho sonrió débilmente y comenzó a comerse las gachas. El Emperador sonrió, mirándolo comer poco a poco. El cuerpo que era delgado como un palillo había ganado un poco de peso. Su complexión era mejor. Él, ya no parecía un paciente. El Emperador se sintió extraño, al sentirse feliz por eso. Este hombre es, definitivamente, extraño. El hombre llamado Yeho me hacía feliz en lugares extraños.

Él confesó ser un hombre, pero no dió ninguna excusa ni rogó por su vida. Él dijo que por el pecado que cometió de engañar al Emperador y, por haber entrado al palacio de las concubinas con su cuerpo de hombre, merecía morir. Pidiéndole que lo matara, con esa cara moribunda, no hizo que el alma del Emperador se enojara o se arrepintiera. Sí, eso fue extraño. Él no sacó su espada como es usual cuando le hablan de manera ruda. En cambio, respondió a sus palabras. Quizás fui embrujado por sus claros ojos café, los cuales no combinaban con su cara huesuda. O quizás, fue el arrullo tarareado mezclado con el sonido de la lluvia. De todos modos, no quise usar mi espada en él. Justo como dijo, engañó al Emperador y entró al patio de las concubinas con un cuerpo de hombre. Era obvio que debí matarlo o enviarlo a la armada real. Pero no quería hacer nada de eso.

Él, era raro. El Emperador pensó eso otra vez y tocó su largo cabello. Sus ojos marrones miraron al Emperador, como predijo, el Emperador sonrió.

—Tu cabello se iba a meter en las gachas.

Yeho bajo la cuchara y juntó su cabello a un lado.

Extraño la sensación de sus cabellos deslizándose por mis dedos pero…

—Siempre es así no puedo ordenar mi cabello. No es adecuado.

Yeho se apresuró y amarró su cabello de manera descuidada. El Emperador estaba curioso por su prisa. Él, le ordenó unos cabellos que sobresalían.

—¿Qué importa que no sea adecuado? Parece que te molesta, pero a mí me gusta tu pelo. No me gusta el pelo arreglado con aceite. Se ve grasoso. Los oficiales de gobierno y las concubinas son todo lo mismo. A veces, siento que estoy mirando muñecas. ¿No pones aceite en tu cabello?

—Entonces, tendría que lavarlo para quitarlo. Si no lo limpio todos los días, junta polvo y eso me causa tos.

—¿Es así? Es por eso que tu pelo luce como plumas.

El Emperador tocó su cabello brillante aunque un poco seco. Dependiendo de la posición del sol, su cabello se veía rojo o café. Miró cuidadosamente su cabello y dijo.

—Tu color es único.

—¿Es así?

—Sí. Se ve negro pero cambia cuando le da la luz.

—Mi madre era igual. Ella lo tenía de color café madera oscuro.

Yeho sacó su cabello de las manos del Emperador.

—Es el momento, Su Majestad. Debería irse. Es tiempo de atender sus asuntos de gobierno.

El Emperador frunció el ceño.

—Parece que conoces mi horario mejor que yo.

—Es porque puedo ver al eunuco dudando acerca de si debería entrar o no.

Él respondió y comenzó a comer otra vez.

—Si vas a trabajar entonces, yo terminaré este tazón.

El Emperador se levantó.

—Volveré y revisaré después de que termine mi trabajo. Además, volveré un poco más tarde para ver qué cerraste la ventana.

—¿Vas a volver?

Yeho preguntó con sorpresa, y el Emperador asintió.

—¿Por qué? ¿No puedo?

—No es eso…Su Majestad. Pienso que vienes muy seguido… ¿las personas no dice nada malo?

Yeho frunció el ceño por la preocupación.

—¿Por qué? ¿Oíste algo?

—No, no es eso pero…

Yeho arrastró la última palabra, el Emperador puso su mano en su hombro y sacudió su cabeza.

—Te preocupas demasiado. Termina tus gachas.

Le ordenó estrictamente y dejó la habitación sonriendo.

Ayanami
Qué lindo~♥ (⁄ ⁄>⁄ ▽ ⁄<⁄ ⁄)

5 respuestas a “Yeho – Capítulo 4”

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