Ventas de puerta en puerta a las 10PM – Capítulo único

El timbre sonó de repente, pillándome totalmente desprevenida.

Extrañada, miré el reloj que señalaba las 10 PM y, preguntándome quién era, me acerqué a la puerta para abrirla. Tiré de la manilla para entreabrirla y miré, cautelosa, hacia fuera.

Había un gato negro sentado en la entrada.

—¿Necesita algo de salsa de soja?

Solo cuando lo mencionó, me percaté que, en una de sus patitas, tenía una gran botella llena del condimento. Lo curioso es que es justo lo que me hacía falta; hace unos tres minutos, cuando estaba preparando la cena, me di cuenta que se me había agotado ese ingrediente.

—¿Cuánto cuesta?

Cuando le pregunté, me dijo que me lo intercambiaría por una bolsa de tiras de bonito seco así que, sin pensármelo dos veces, agarré una y se la di recibiendo a cambio la botella.

—Gracias. —Me miró de reojo y continuó—: Por favor, continúe con su patrocinio.

Y así, cargando su preciada mercancía, se marchó.

♦ ♦ ♦

Al día siguiente, el timbre volvió a sonar. En ese momento miré el reloj; volvían a ser las diez en punto.

Me dirigí a abrir la puerta y cuando lo hice, encontré al mismo gato negro de ayer en la entrada.

—¿Qué tal algo de jabón? —dijo con entusiasmo mientras sostenía jabón envuelto en un trozo de papel. Al ver lo que traía consigo, recordé que era algo que echaba en falta para el baño que me disponía a tomar, hace unos minutos.

Esta vez, sin decir nada, fui a la cocina, agarré un paquete de tiras de bonito seco y rápidamente regresé a la entrada y se las dí.

—¡Gracias! —respondió igual que ayer—. ¡Por favor, continúe con su patrocinio! —Y me dio el jabón a cambio.

Todas las noches, sin ninguna excepción, a las 10PM oía el sonido del timbre que me indicaba la llegada del gato negro.

Cada vez que abría la puerta, me lo encontraba sosteniendo lo que me hiciese falta, ya sea salsa de soja, jabón, pilas o sellos y, aunque no fueran grandes cosas, no dejaba de ser un misterio para mí el cómo sabía lo que necesitaba, pero aún así, como si fuese natural, siempre le daba una bolsa de bonito seco a cambio.

Esos días continuaron por un tiempo, tanto así, que sin darme cuenta, ya había dejado las bolsas de bonito seco al alcance de mi mano en la entrada.

Un día de estos, no me apetecía salir de la cama. Me cubrí bien con el edredón y ahí me quedé, viendo el tiempo pasar.

Había pasado ya un mes desde que vine a esta ciudad y, durante todo ese tiempo, el espíritu de la soledad me acechaba, sin atreverse a abalanzarse sobre mí. Sin embargo, hoy decidió atacar, dejando un vacío enorme en el pecho que parecía imposible de llenar.

Ojalá alguien estuviera a mi lado.

Un día, no quise salir de mi cama, por lo que ahí me quedé, cubierta por el edredón mientras veía el tiempo pasar. Había transcurrido un mes desde que me mudé a esta ciudad y junto con el paso del tiempo, un fantasma de soledad apareció. Sin ser lo suficientemente grande para hacerme algo, me seguía paciente, hasta que cuando creció y pudo abalanzarse sobre mí. El sentimiento de soledad se quedó. Solo deseaba que alguien estuviera a mi lado.

Al escuchar el timbre solo levanté la cabeza para mirar la hora, el reloj marcaba las 10 PM. Dudé por un momento, pero al final, me levanté poco a poco para abrir la puerta.

Y como de costumbre, el gato negro estaba allí.

Sin embargo, algo había cambiado, era diferente.

Hoy no llevaba nada consigo. No podía sentir su vigor habitual; tenía la cabeza gacha, parecía ser un gato diferente… parecía una persona diferente.

Cuando lo miré, desconcertada, se avergonzó un poco.

—Uhm, ¿necesita… un gato negro? —dijo en voz baja

Sin notarlo, tenía una bolsa de bonito seco en la mano para él. Me acerqué lentamente, se lo entregué y con ambas manos lo levanté suavemente. Al abrazarlo pude sentir como un misterioso calor recorrió mi cuerpo.

—Gracias por su continuo patrocinio —murmuró el gato entre mis brazos.

Me sentí un poco menos sola.

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