Traducido por Kavaalin
Editado por Nemoné
Y trescientos años después, finalmente había recibido la carta, escrita en su interior estaba la respuesta que tanto buscaba.
Pero, ¿era esto realmente todo lo que había deseado?
El elfo pensó en los textos históricos que había investigado, en los registros sobre Yang Wolfin.
La más longeva y ampliamente aclamada como la mejor gran maestra. Autora de innumerables libros, pasó su vida inventando y mejorando más de cincuenta tipos de hechizos y pociones curativas, superando la contribución de cualquier mago en la historia.
Se había enfocado en un proyecto sumamente específico, el de medir el poder mágico y la resistencia. ¿Por qué estaría tan centrada y motivada en investigar algo tan aburrido y con tan poco uso? Eso era algo que permanecía como un misterio para todo el mundo.
Vivió durante doscientos setenta y dos años, superando con creces el límite de la esperanza de vida de cualquier humano normal. La gente decía que esto era una recompensa de los cielos por haber salvado tantas vidas.
Siendo alguien tan genial, las últimas palabras antes de su fallecimiento fueron: En realidad, estoy empezando a olvidar sus rostros.
Nadie sabe quiénes eran ellos.
Había dicho ‘‘no sientas pena por mí’’.
Pero, Anna, ¿estás satisfecha con este final?
Por culpa de mi obstinación, reescribí tu y sus trayectorias de vida, lo que yo quería puede que no fuera sólo que todos sobreviviéramos.
Quiero saber, si es que vivieron vidas que pudieran declarar como felices.
El elfo levantó el pergamino, mirando la pequeña marca de la estrella.
Esta estrella, ¿me dará las respuestas que quiero?
—¿Quieres ir?
Los pensamientos del elfo volvieron al presente, el caballero lo miraba con ojos expectantes.
—¿Quieres ir a ese lugar? —El caballero preguntó de nueva cuenta.
—No sé —El elfo sacudió la cabeza—. Estoy un poco… asustado.
El caballero no preguntó de qué estaba asustado, solo entrelazó sus dedos y agarró las manos del elfo con fuerza.
—Todavía no ha terminado, Ellen —le dijo—. Tu historia aún no ha terminado.
—No importa lo que depare el futuro, lo presenciaré hasta el final.
Después de terminar de hablar, se dieron vuelta y caminaron en dirección desde donde venían.
La señora Cavendish había terminado de regar la última planta, levantó la cabeza y vio la siguiente escena.
En la puesta de sol, dos jóvenes entrelazaban sus manos, caminando uno al lado del otro en el pequeño sendero del jardín.
—Oh —la anciana dijo un poco sorprendida—. ¿Debería preguntarle al abuelo… si se deberían ajustar los arreglos de las habitaciones?
♦ ♦ ♦
La cena se realizó en la casa del gran maestro.
El enano finalmente se había armado de valor y soltado al gran maestro las preguntas que le había lanzado antes al sireno, por lo tanto, este acalorado debate duró hasta la hora del postre. Pero muchas veces, quien respondía no era el gran maestro, sino que la señora Cavendish. Claramente, en otras áreas que no fuera la magia curativa, ella era la verdadera experta.
Esto explicaría en gran medida por qué el amable señor Cavendish podía manejar cualquier situación. Si hubiera algo más aterrador en el mundo que un gran maestro, eso sería la pareja de un gran maestro.
Después de la cena, su esposa le ordenó al gran maestro que lavara los platos y la señora asumió el papel de guía, llevándolos hasta la torre central. Desde el exterior, sólo aparentaba tener unas pocas habitaciones iluminadas en la torre. Cuando entraron, se dieron cuenta de que era más espacioso de lo que habían pensado, incluso podían escuchar el eco de sus pasos.
—Es demasiado grande, sin magia, la limpieza sería demasiado trabajo —la señora Cavendish dijo mientras sonreía.
Mientras avanzaba, las lámparas de pared en ambos costados se encendían en silencio, la luz brillante irradiaba inmediatamente por este antiguo edificio emitiendo una sensación de soledad.
—¿Un hechizo de luminosidad…? —El enano preguntó en voz baja.
—Sí —La maga se detuvo, tocando ligeramente la esfera brillante en la pared con su dedo—. Se encenderá durante aproximadamente un minuto cada vez que se inyecte energía mágica en la piedra luminosa artificial, es uno de los inventos de la maestra Yang.
—Entonces, ¿ha estado en uso durante tantos años? Qué dispositivo tan asombroso.
—Así es, cuando apareció por primera vez, todos los estudiantes se peleaban por encenderlas, por lo que los pasillos se mantenían iluminados durante toda la noche.
—Debe haber sido un espectáculo digno de ver.
—Sí —murmuró—. Pero han pasado algunos años desde que tuvimos recién llegados. Los mayores… ya están cansados de tales juguetes.
—Yo no me cansaría —dijo el enano en voz baja—. Si fuera yo, no me cansaría de ello, incluso si lo viera miles de veces.
—¿Cómo lo hacen? —preguntó el sireno—. ¿El hechizo de luminiscencia?
La señora Cavendish les dijo el encantamiento mientras sonreía gentilmente.
El joven corrió al frente del grupo y recitó cuidadosamente el encantamiento en la esfera. La esfera brillaba, pero a diferencia de la luz naranja amarillenta de la señora Cavendish, brillaba de un color azul violáceo fantasmal.
—Elemento agua y caos —dijo la señora Cavendish—. Por supuesto, porque eres una sirena.
—Mmm, el azul es agua, el rojo es fuego, el amarillo es tierra, el verde es viento —El enano contaba con sus dedos—, el blanco es luz, el púrpura es caos… ¿verdad?
—Sí, fue diseñado para coincidir con los símbolos en los libros de texto —La maga volvió a sonreír—. Dado que las combinaciones de talentos son diferentes, cada mago tiene sus propios colores únicos.
El enano dudó por un momento, parecía querer intentar conjurar el hechizo, pero al final no habló, sólo siguió al grupo, mirando en silencio las luces.
—Ya llegamos —La señora Cavendish se detuvo, insertando la llave en la cerradura—. Escuché del abuelo que al señor capitán le gustaría quedarse aquí. Aquí era donde solía vivir la maestra Yang.
—Gracias… —El elfo guardó silencio por un momento, como si estuviera tratando de encontrar las palabras correctas para responder—. Muchísimas gracias.
—Por favor, esperen un momento. La habitación no ha sido utilizada en cincuenta años, por lo que necesita unos retoques —La señora Cavendish parpadeó, entró en la habitación y cerró la puerta detrás de ella.
La maga tocó el candelabro de la habitación con su bastón, inmediatamente después las velas se encendieron una tras otra. La sala se ventilaba y desempolvaba regularmente, realmente no había mucha necesidad de limpieza.
Gruesos tomos llenaban los estantes. Frente a la ventana había una mesa, dos camas individuales, una a la izquierda y otra a la derecha, colocadas contra la pared.
Esta era la habitación de la maestra Yang, también era la habitación donde la señora Cavendish había crecido. Muchas veces se había acurrucado en esas mantas y se había quedado dormida mirando a su pequeña silueta dibujada por la luz.
La maestra que era muy buena para cuidar a las personas, usaría el bolígrafo con el que firmaba documentos y dibujaría una estrella en el dorso de su mano cuando se negara a dormir.
—Ahuyentará tus pesadillas —diría la maestra Yang—. Una estrella me dijo esto cuando era joven.
Pasarían muchos años antes de que experimentara la verdad de tal declaración.
La maestra Yang, con sus más de doscientos años, también había sido joven una vez y, también había tenido a alguien que la había protegido tan gentilmente a medida que crecía.
Si no estaba equivocada, entonces la maestra Yang era Anna Teal, quien había ingresado en la Legión del Unicornio cuando sólo tenía catorce años, la aprendiz de maga de la que no se ha tenido noticias desde entonces. La estrella de la que hablaba era la persona para la que había dejado la carta, el actual capitán de la Legión del Unicornio, Ellen, el sabueso del alba.
Pensando en ello, el elfo debería tener alrededor de trescientos o incluso cuatrocientos años.
Con tantos años, ¿él sería igual que la maestra Yang, viendo crecer, envejecer y, al final, morir, a sus conocidos? Si eso era cierto y aun así elegía sostener la mano de un humano normal, cuánto valor requeriría eso…
La maga suspiró ligeramente, agitando su bastón, en silencio las dos camas se trasladaron al centro de la habitación una contra la otra, dejando sólo una pequeña brecha falaz. Seguidamente, abrió la puerta, colocando la llave en la mano del elfo.
—Espero que pasen una buena noche de sueño. Shelly, Julian, su habitación está por aquí.