Traducido por Maru
Editado por Sharon
—Sí, eran sirvientas de la mansión del ex conde, así que ni siquiera sabían qué hacer. Quería que se adaptaran al Castillo Imperial, mientras yo estudiaba…
Su tono indicaba que no sabía nada, por lo que el noble le dirigió una mirada de lástima. Su expresión parecía decir que sus doncellas estaban cometiendo algún error.
—Déjame saber si sabes algo. Si pasara algo… sería horrible. Las traje aquí, así que tengo que cuidarlas —le pidió, sintiéndose incómoda por la expresión que le dio mientras su frente se arrugaba. No sabía qué estaba pasando, pero tenía el presentimiento de que tendría que resolverlo rápidamente.
¿Cómo podría alguien no querer ayudarla cuando expresa tal preocupación por unas sirvientas, sin saber las circunstancias?
Además, contrariamente a los rumores del pasado lejano, Aria era favorecida por la gente del Castillo Imperial con amabilidad y benevolencia. Era natural confiar en todo lo que sabía.
Por supuesto, por eso había gente que se atrevía a hablar sobre Jessie y Annie, a quienes ella había traído.
—Bueno, en realidad…
Al escucharlo, la expresión de Aria se volvió fría de inmediato.
♦ ♦ ♦
—Hay rumores de que las sirvientas, que trajo la princesa heredera, están abusando de su posición. Llevan vestidos elegantes, tienen hora del té y juegan a ser aristócratas. También existe el rumor de que todos los gastos salen de su bolsillo… No son pocas las personas que las ven con ira.
Aria, que recordó lo que el noble había dicho hace un rato, tomó un sorbo del té nuevo que la doncella había servido con un gesto muy elegante y noble.
Mientras bebía té, las nobles damas del lado opuesto la imitaron. Se veían felices porque la prohibición a las visitas había sido levantada gracias a los planes de Lane y el malentendido de Asher.
—He estado esperando este momento… Me sorprendió no poderla ver, su alteza.
—Yo también. Ya es bastante difícil verla, así que me sorprendió cuando se emitió la prohibición.
—Lo mismo digo. Es un poco tarde, pero es un honor conocerla.
Algunas de sus doncellas favoritas estaban esperando a las ruidosas damas nobles. A diferencia de otras sirvientas que hacían las tareas del hogar, estaban elegantemente vestidas porque eran las hijas de familias nobles con poco poder. Se ofrecieron como voluntarias para convertirse en sirvientas de familias de poder.
Una de ellas estaba mirando fijamente a Aria beber. Cuando sintió la mirada de la princesa, la sirvienta desvió el rostro. Como si no se atreviera a ver a la princesa heredera, sonrió e inclinó la cabeza en señal de cortesía. Para ella era una rutina muy natural halagar a los demás. No estuvo mal cambiar su rostro hábilmente para su futuro.
—Qué niños tan hermosos son —dijo la sirvienta mientras miraba a la doncella, y una de las damas nobles sonrió con gran orgullo.
—¿Se ha dado cuenta, su alteza? ¿Cómo puedo ser tan feliz? Ella es mi favorita.
En el pasado, Aria había tenido poca interacción con las mujeres y había sido tratada con desprecio. Nunca había pensado en ello porque había sido miembro de una familia rica, pero era natural aumentar las conexiones personales colocando sirvientas lindas y damas nobles en el poder.
A pesar de que su estatus era noble, si era una niña de una familia impotente, podía ganar poder con el apoyo de una noble, y en cuanto a la aristócrata, podría aumentar su fuerza desde el interior.
—Sí, se ve inteligente y puede ser de gran ayuda para ti en el futuro.
—Si dice eso, me avergonzaré profundamente de mí misma.
La alabada dama se sonrojó un poco para encajar con su personaje.
—¿No es tu deseo que ella tenga un futuro feliz?
—Sí, no hay nada mejor que cuando un niño que me gusta es feliz.
Era lo mismo para Aria. Y para ella, esos niños eran Jessie y Annie. Esperaba que las chicas que la habían ayudado a llegar a esta posición fueran felices.
Por supuesto, era más cariñosa con Jessie, que nunca había cambiado, pero no tenía la intención de abandonar a Annie, que tenía el mismo tipo de carácter que ella. Debía ayudarla en el futuro porque su personalidad no la hacía dudar en satisfacer sus propios intereses.
—Supongo que todas somos iguales.
—Así… es.
—Estoy segura de que piensan igual, ¿verdad? —dijo Aria, y ella asintió con la cabeza como si fuera correcto.
—Sí.
—¿Qué pasa contigo?
—¿Si? Oh, sí. Por supuesto.
—¿Qué opinas tú?
—Por… supuesto, yo también.
Mientras continuaba la misma pregunta, las damas la miraron con extrañeza. Era una conversación demasiado simple e inapropiado para la nobleza.
—¿Pero por qué están cotilleando sobre mis chicas favoritas? —les preguntó Aria con rostro serio.
—Ah…
—¿Sí?
Hubo un momentáneo silencio en el vestíbulo. Hacía mucho tiempo que los rumores sobre las doncellas de la princesa heredera habían pasado más allá del Castillo Imperial.
No había nadie que no maldijera a Jessie y Annie, que deshonraban el nombre de Aria, que se ganó el amor de todos y ascendió al trono. Lo mismo sucedía con las damas nobles que ahora estaban aquí.
Sorprendidas por los comentarios repentinos y los ojos fríos de Aria, las damas cerraron la boca con los ojos bien abiertos. Debido a su expresión fría, parecían incapaces de pronunciar palabra.
Algunas incluso parpadearon, pensando si se trataba de la verdadera princesa heredera. A pesar de que no podía entender cómo les dirigía una mirada tan horrible, no pudieron decir algo adecuado. Ese cambio repentino en la expresión de Aria fue suficiente para sorprenderlas.
Aria, que había estado pasando un rato tranquilamente, tomando un sorbo de té, volvió a hacer una expresión amable y gentil como si nunca hubiera tenido una cara fría. Ella no debería enfadarse de prisa. Esto era solo una advertencia, por lo que debía contenerse.
—Oh, cometí un error. No digo que lo hicieran. Escuché algunos murmullos, así que me preguntaba por qué solo se hablaba de mis doncellas cuando todas estáis haciendo una inversión tan generosa en ellas. ¿No es extraño?
—Ah…
Por supuesto, la respuesta fue arreglada. Así como Aria había sido humillada sin ninguna razón en el pasado, la razón por la que Jessie y Annie tuvieron que escuchar murmullos era por sus orígenes humildes.
Es más que simplemente ignorar a Jessie y Annie No puedo dejarlo ir. No, no lo dejaré pasar. Si pretendo ser buena como Mielle, no me servirá de nada.
Aria dejó la taza que tenía en la mano. Luego se secó la boca con un pañuelo que le entregó su doncella para marcar el final de la breve reunión.
—No me siento bien. Tengo que levantarme ahora.
Finalmente hemos conocido a la princesa heredera después de esperar durante mucho tiempo…
No podían creer que fuera a terminar la reunión a pesar de que todavía no habían comenzado a hablar. Todas la miraron sin expresión al verla retirarse después de diez minutos.
Sin embargo, ¿qué podemos decir cuando la princesa heredera dice que no se siente bien?
Además, ellas vieron el rostro de Aria más frío que el hielo, aunque solo fue un momento. Parecía una ilusión, pero era una cara muy fría que no querían volver a ver.
Tal vez no se sienta bien, y por eso no puede manejar sus expresiones.
Las damas lograron entender que no era una reprimenda, y le desearon suerte.
—Espero que se mejore pronto.
—Espero ver a la princesa heredera saludable la próxima vez.
Después de una reunión tan breve, Aria regresó directamente a su habitación.
Tan pronto como se sentó a la mesa, Ruby sacó el té de inmediato. Sin embargo, su expresión era extraña, aunque habría escuchado toda la historia. Aria no había estado mucho tiempo con ella, pero había comprendido su carácter en pocos días.
—¿Lo sabías? —le preguntó, y Ruby respondió rápidamente. Parecía estar esperando por esto.
—Sí.
—Yo era la única que no sabía a pesar de que se trataba de mí. ¿Hay otra princesa heredera que sea más tonta que esta?
—No sabía cuándo decírselo. He estado esperando el momento adecuado.
La respuesta de Ruby a la autocrítica Aria no dudó. Sentía que estaba observando a una Annie más inteligente que quería aprovechar esta oportunidad para convertirse en su fuente dei información.
No era mala idea tener una sirvienta que tuviera sus raíces en el Castillo Imperial. No, necesitaba una que le diera rápido las noticias incluso más desagradables. Sí, Ruby sería perfecto para eso ya que estaba buscando una oportunidad para meterse desde el principio.
—Cuéntame —le permitió, y Ruby, cuyos ojos brillaban, comenzó a contarle todo lo que sabía, para satisfacer su propio interés.
♦ ♦ ♦
—¿Aria? —comentó Asher extrañado cuando salió de su oficina una vez terminado su trabajo. Ella se movió a su lado y le sonrió.
—Estás fuera ahora.
En lugar de preguntarle por qué había venido a su encuentro, cuánto tiempo había estado esperando o por qué no había indicado cuándo había venido, Asher eligió abrazarla por la cintura.
—Ojalá hubieras enviado a alguien para avisarme con anticipación.
—Acabo de llegar. Y a veces no es malo para mí esperarte.
Asher se quedó sin habla al escucharla, y la miró en silencio.
¿Hay algo más que pueda decir sobre mi encantadora esposa?
—¿Fue malo que esperé a voluntad? —le preguntó, parpadeando deliberadamente con sus ricas pestañas. Se veía tan bonita.
—Ah…
Asher hizo un breve gruñido y respondió poniendo sus labios en los de ella.
—¿Y si alguien nos ve? —refunfuñó Aria, dándole un ligero golpe en el pecho.
No era como si lo fuera a odiar aunque los viesen. En primer lugar, fue rápido, y cuando los dos se juntaban, nunca se preocupaban por los ojos que los rodeaban, así que ninguno de los sirvientes siguiéndolos parpadeó ante la muestra de cariño.
—Como he dicho, me gustaría que todos en el imperio vieran y reconocieran esto si es posible.
¿No fue Asher quien cruzó la capital en un carruaje deslumbrante? Recordando esa escena, Aria enterró su rostro en el pecho de su esposo y rió en voz baja. Era una sonrisa que decía que estaba complacida.
Con su hermosa figura, Asher la besó en la cabeza. No era una conversación con un tema importante, pero el tiempo que pasaban juntos era igual de precioso.
Disfrutando de su compañía, los dos se dirigieron al comedor. Había un largo camino hasta allí desde la ofician de Asher, por lo que todos podían verlos caminando de la mano por el Palacio Imperial.
No era apropiado para el príncipe heredero y la princesa heredera, quienes siempre debían mantener su elegancia y tradición, pero a nadie le importaba porque ya se había vuelto común verlos de la mano mientras caminaban.
—Entonces, no respondiste lo que te pregunté —le dijo a medio camino, apretando su mano ligeramente.
—¿Qué?
—Te pregunté si te sentías mal porque actué por mi propia voluntad.
—Oh, te refieres a la primera pregunta que me hiciste.
No tenía por qué responderla, pero Aria necesitaba escucharlo. Después de todo, había ido hasta la oficina para eso mismo.
—No puedo estar de mal humor, no importa lo que hagas ni lo que digas.
—¿Qué pasa si me convierto en la mujer malvada de nuevo actuando como quiero, en lugar de ser la princesa heredera generosa y benevolente, como decían los rumores del pasado?
—¿Te refieres a tu verdadero yo? Amaría eso. De esa manera, nadie se interpondrá en nuestro camino.
Por supuesto, era un requisito previo que no arruinara los asuntos del estado, pero parecía ser cierto que quería que Aria se convirtiera en la mujer malvada de los rumores y solo lo viera a él.
—No debes cambiar de opinión… —le dijo significativamente. Su otra mano le hizo cosquillas en los dedos y lo instó a prometerlo.
—Aria.
Sin embargo, las acciones de Aria provocaron una crisis en lugar de una respuesta definitiva de Asher. Quería saltarse la cena y volver a su habitación de inmediato.
—A veces, comer en la habitación no es una mala idea.
Aria estaba esperando esta actitud, y con una sonrisa suave, se apoyó del brazo de Asher. Él envolvió su cintura rápidamente y ambos cambiaron de destino.
♦ ♦ ♦
Después de descubrir que Jessie y Annie participaban en chismes ociosos, Aria comenzó a actuar con ellas de una manera llamativa. Había estado ocupada y se había separado intencionalmente de ellas, pero se había vuelto tóxico, por lo que era natural que ella viniera con ellas.
Además, a diferencia de cuando acababan de entrar en el Castillo Imperial, ya estaban algo adaptadas y no tenían necesidad de separarse porque tenía algo de tiempo libre.
—No tiene que conseguirme un vestido como este… —comenzó Jessie que no parecía estar familiarizada con sus hermosos rasgos. Su rostro estaba lleno de incomodidad. Era una mujer que conocía su lugar, por lo que tendía a estar abrumada por el lujo.
Pero Aria no lo creía así.
—Jessie, es natural que no puedas adaptarte de la noche a la mañana. ¿Pero no tienes que adaptarte para Hans?
—¿Hans…? —parpadeó Jessie, sin comprender. ¿Qué tenía que ver su prometido con el atuendo tan llamativo?
—Sí, Hans —concordó Aria—. Aunque eres de origen humilde como yo, mereces vestirte como la amante de Hans, quien pudo entrar al Castillo Imperial al tener sus habilidades reconocidas.
—Pero Hans…
Incluso si sus habilidades eran sobresalientes, un plebeyo era un plebeyo. Era reconocido solo por sus habilidades. No importa lo rico y poderoso que pueda ser, el lujo excesivo no gana más que burlas.
—¿Por qué debería vestirme como una mujer noble, que ni siquiera es una plebeya en riqueza y poder, sino amante de un hombre que es reconocido solo por su habilidad? —preguntó sin entender, y Aria la miró como si fuera tonta.
—Jessie, ¿por qué crees que Hans seguirá siendo un plebeyo toda su vida?
—¿Sí?
Jessie abrió mucho los ojos como si no supiera lo que eso significaba. El plebeyo siempre había sido un plebeyo, y así sería a menos que pudieran cambiarlo por medio de un matrimonio, algo imposible para los hombres.
Pero Aria no tenía intención de dejar que Hans permaneciera en ese estado. Era natural que los plebeyos mantuvieran su posición, pero según la ley, podrían convertirse en nobles en cualquier momento si se les concedía tierras por logros.
Por supuesto, esto había sido solo en los primeros días del imperio cuando la situación había sido inestable y propensa a la guerra, y era casi imposible ahora que los aristócratas con poder y dinero tenían fuerza, pero no era completamente imposible si contaba con el apoyo de una figura poderosa como Aria.
De no haber sido por los rumores, no habría pensado en convertir a Hans en un noble, pero ahora pensaba que sería lo mejor porque sabía lo injusto y amargo que era ser discriminado por el origen.