Dama a Reina – Capítulo 24: En la lluvia

Traducido por Kiara

Editado por Yusuke


—Estoy montando —respondió Patrizia con una cara inexpresiva.

Ella vino aquí para aliviar de su estrés, pero ahora el detonador de su estado estaba justo frente a ella. Que regalo de mala suerte ser mordido por un caballo y encontrarse con el emperador el mismo día. Se dio la vuelta para irse, cuando Lució la detuvo.

—Espera —dijo.

¿Por qué la estaba deteniendo? Ella se volvió para mirarlo y le preguntó directamente:

 —¿Qué sucede?

—Tu mano.

Oh, cierto, estaba sangrando. Ella no quería parecer débil frente a este hombre, por lo que se despidió casualmente.

—Está bien.

—No se ve bien. —La expresión de Lucio era rígida, y Patrizia encontró difícil leer sus pensamientos. Si estaba herida o no, sabía que a él no le importaba, después de todo, ella no era su amada Rosemond.

—Fue solo un mordisco ligero. No es nada.

Él la miró sin ninguna respuesta. Por un momento, Patrizia se preguntó si la estaba escuchando o no, pero un momento después se bajó del caballo. Ella parpadeó sorprendida cuando él comenzó a caminar hacia ella y ella retrocedió automáticamente, pero fue inútil.

—Me pregunto cuándo ha cambiado el significado de luz —murmuró.

Patrizia apartó los ojos de él y oyó a Lucio dar un profundo suspiro. Ella esperó a que él se fuera, pero él no parecía tener la intención de hacer nada que ella deseara.

De repente, un familiar pañuelo blanco apareció en la vista de Patrizia. Ella sonrió, fingiendo que no estaba preocupada.

—Veo ese pañuelo a menudo —expresó ella.

Él, sin decir palabra, atrajo su mano hacia él. Ella trató de alejarla, pero él no renunció a su mano.

—Duele —se quejó Patrizia.

Lucio aflojó suavemente su agarre, y ella observó mientras él envolvía el pañuelo blanco alrededor. Era sorprendentemente competente en esto.

—Eres bueno en esto —dijo Patrizia, antes de darse cuenta de que las palabras habían salido de su boca.

—Lo he hecho antes —respondió él en voz baja.

—¡Ah…! —Patrizia jadeó. Él le había apretado la mano de la manera incorrecta, enviando rayos de dolor a través de su brazo.

—Oh… —Lucio notó su reacción y parecía avergonzado—. Lo siento. —Se disculpó rápidamente.

—Está bien —dijo Patrizia. De hecho, ella no estaba bien, pero no quería decirle la verdad. Ya era suficientemente malo que la sorprendieran viéndose impotente frente a este tipo, y no podía parecer peor. Se las arregló para contener el dolor mientras lo veía vendar su mano temblorosa.

—Está hecho —anunció un poco más tarde. Patrizia cuidadosamente retiró su mano. El área cubierta por el pañuelo se sentía caliente. Lo miró por un momento y luego habló.

—El pañuelo…

—¿Hmm?

—Dijiste que era importante —dijo preocupada—. La sangre no saldrá fácilmente. No tenías que hacer esto.

—¿No hay un paciente necesitado frente a mí? —Lucio respondió.

La boca de Patrizia se cerró ante la firmeza de su tono.

—No soy lo suficientemente cruel como para darme la vuelta cuando veo a una persona herida —dijo.

Ella todavía no encontró una respuesta. Era extraño, no tenía idea de qué decir. Después de unos largos momentos, finalmente logró algunas palabras.

—Lo lavaré para que esté lo más limpio posible.

—Eso es suficiente. No te molestes con cosas inútiles.

—Pero me sentiré mal porque estaré en deuda. —Patrizia suspiró—. Es complicado.

Ella quería decirle que esta complicación se debía a él. Nadie más en este mundo sabía que la fuente de su miseria era él.

—Gracias de todos modos, Su Majestad.

—No tienes que decir eso. Te lo debo por la última vez.

¿Se refería a la noche de lluvia? Ella parpadeó al recordar su expresión esa vez. Parecía visiblemente molesto bajo la luz de la luna llena.

En ese momento, comenzó a llover. Aparentemente, el cielo despejado se había nublado en algún momento. Patrizia miró hacia el cielo oscuro mientras las gotas de lluvia salpicaban sus mejillas. Excelente. Por supuesto que comenzó a llover ahora. Ella debe estar teniendo mucha mala suerte hoy.

—Ah… —Ella jadeó cuando Lucio la arrastró a su lado. Antes de que ella pudiera preguntar qué estaba haciendo, él habló.

—Está lloviendo demasiado fuerte para regresar ahora. Hay un lugar donde podemos protegernos de la lluvia cerca, así que vamos allí.

El Palacio Imperial estaba un poco más lejos, pero el problema era que no podía llevar su caballo allí. Ella no tuvo más remedio que obedecerle.

Llegaron debajo de un gran árbol. La mandíbula de Patrizia se abrió, ya que nunca había visto uno tan grande antes. Debe ser una obra de grandeza centenaria.

—Este árbol es enorme. —Se maravilló.

—Tiene mil años. Es un árbol de la época del primer emperador —dijo Lucio.

Su explicación sólo sirvió para aturdirla más. El árbol era un anciano de mil años, pero ahora sirvió como refugio de la lluvia para dos personas y dos caballos. Patrizia se sentó sobre sus raíces masivas, y Lucio tomó el lugar a su lado. Ella no lo detuvo.

Ambos observaron en silencio las gotas de lluvia golpeteando las hojas. Patrizia pensó que el silencio no era tan extraño, y el claro sonido de las gotas de lluvia cayendo al suelo del bosque aliviaba cualquier tensión incómoda.

Fue Lucio quien finalmente rompió el silencio.

—La razón por la que viniste a montar a caballo hoy… ¿es por el torneo de caza?

—Sí —respondió ella rápidamente.

—Eso es sorprendente. No imagine que participarías.

—Debes estar triste. Lady Phelps no puede participar.

La frente de Lucio se frunció ligeramente.

—¿Estas siendo sarcastica?

—No. Realmente lo siento —insistió Patrizia.

Vieron caer la lluvia durante unos segundos más, antes de que Lucio volviera a hablar.

—No sabía que sabías cazar.

—Me da vergüenza decirlo porque no soy tan buena… solo puedo usar un arco por corto tiempo.

—¿Te gusta la caza? —preguntó de repente.

Patrizia respondió con una voz nivelada.

—No, realmente no me gusta. No me gusta matar. —Después de completar su respuesta, se sintió obligada a hacerle la misma pregunta también—. ¿Y a usted, Su Majestad?

—No está tan mal —dijo en breve.

Su expresión era oscura, y Patrizia sintió una historia, pero al final no le importó. Ella prefería mantener la distancia en lugar de encontrar una razón para simpatizar con él. Cuanto más se acercara a él, más lejos estaría de su familia.

—Escuché que el emperador anterior lo disfrutaba, pero supongo que te quedabas detrás con tu madre —dijo Patrizia.

Lucio no dijo nada, y un silencio tenso flotaba en el aire. Patrizia se sintió incómoda porque ella fue la última en hablar, no él.

Ella volvió su mirada hacia su mano herida. La sangre roja ya había dejado de filtrarse a través del pañuelo blanco y, sin embargo, estaba de alguna manera bajo la ilusión de que todavía estaba sangrando. Se preguntó si alguna vez podría limpiar esta mancha de sangre.

—Entonces… —dijo Lucio.

—¿Sí?  —preguntó Patrizia.

—Ese día.

Ella miró su rostro serio con una mirada perpleja. Parecía cauteloso, vacilante.

—El día de la visita de los representantes.

Ah, ese dia. ¿Se refería al momento en que Patrizia golpeó la mejilla de Rosemond? Patrizia asintió levemente.

—Dime —dijo ella.

—¿Qué te hizo lady Phelps ese día?

La boca de Patrizia se movió pero no dijo nada. ¿Por qué estaba trayendo eso ahora? Ella no hizo nada malo, pero era un tema incómodo tocar con él. Sin embargo, no podía ignorarlo abiertamente, por lo que habló sin revelar sus sentimientos lo más posible.

—¿Por qué… por qué quieres escuchar?

—Solo estoy preguntando.

—Creo que escuchaste algo. O… ¿hay alguna otra razón?

—No es así, así que no tienes que ser demasiado sensible. Si no quieres decirme, no tienes que hacerlo.

—¿Quieres escuchar la verdad? ¿O palabras tranquilizadoras?

—Lo primero —respondió brevemente, y Patrizia se mordió los labios con fuerza. Ella miró hacia el cielo. La lluvia del cielo seguía siendo fuerte y no mostraba signos de detenerse. Eso significaba que tenía que pasar más tiempo con este hombre de lo que esperaba.

Patrizia pensó por un momento y lentamente abrió la boca.

—No quiero decírtelo.

—¿Por qué?

—Sabes porque —continuó con una sonrisa—. Incluso si me escuchas, no pienso que seas capaz de proporcionar un castigo directo para ella.

Él no habló y ella continuó.

—¿Me equivoco?

—Depende de las circunstancias.

Patrizia guardó silencio y luego volvió a hablar.

—¿Puedo interpretar que significa que la castigarás si es un asunto serio?

—Podemos hablar sobre eso.

Ella no esperaba castigo en primer lugar. Sabía que no podía convertirse en un problema público, pero sentía curiosidad por su reacción ante la historia.

—Entiendes que el Imperio Christa prohíbe la carne de cerdo —comenzó Patrizia.

Él asintió en respuesta.

—La baronesa Phelps reemplazó la carne de res preparada por filete con carne de cerdo.

Sí, eso era todo. Lucio ya lo sabía, pero fue impactante escucharlo nuevamente. Tenía que admitir que su Rosemond había hecho algo terrible y vil. Acciones peligrosas como esa podría conducir al fracaso diplomático entre países.

Patrizia lo enfrentó.

—¿Ya lo sabías?

Estaba perpleja por su inusual interrogatorio. ¿Quería confirmar lo que ya sabía? ¿O ya estaba al tanto de sus fechorías por adelantado?

—No pareces sorprendido —dijo con voz indiferente.

—Lo estoy.

Patrizia se mordió el labio por un momento, luego pronto le hizo una pregunta.

—Ahora, ¿mi declaración tiene algún efecto en ti?

No dijo nada, pero Patrizia sintió intuitivamente que estaba en un estado de confusión. No estaba segura de qué era, pero algo le había impactado.

3 respuestas a “Dama a Reina – Capítulo 24: En la lluvia”

  1. Es un imbecil 😤😤😤

    Detesto que sea tan idiotas y se hagan más solo porque una mujer les abre las piernas, y al final resulten burlados 🙄🙄🙄

    Muchísimas gracias por el capítulo 🌸💜🌸

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido