Traducido por Tsunai
Editado por YukiroSaori
Sin embargo, no importa cuánto tiempo esperó, su entorno permaneció quieto y en silencio. Max miraba a su alrededor constantemente y se mordía los labios nerviosamente. Rem también se estaba poniendo ansiosa mientras se quejaba con nervios y se tambaleaba hacia atrás.
—¿Hasta dónde hemos llegado…?
Miró hacia las oscuras montañas, esperando que los caballeros llegaran pronto, cuando escuchó el crujido de hojas sobre sus hombros. Max se dio la vuelta ante el sonido. Pudo ver algo que se escondía rápidamente entre los arbustos, y sintió cómo la piel se le erizaba por todo el cuerpo. Agarró las riendas, sudando frío, y espoleó a su caballo de inmediato. Entonces, el monstruo que observaba desde el escondite salió veloz como una flecha. Era un goblin.
Max condujo su caballo lo más rápido que pudo, escapando del monstruo que los perseguía con un garrote. Rem atravesó hábilmente las raíces largas y rugosas que sobresalían de los árboles, tan gruesas como piernas humanas. Afortunadamente, el goblin que los perseguía tropezó con una raíz y rodó montaña abajo, pero ella siguió mirando por encima del hombro una docena de veces para comprobar si había algo más persiguiéndola mientras avanzaba.
Parecía que los monstruos se escondían detrás de árboles y rocas, esperando la oportunidad para matarlas y devorarlas. Corrieron durante mucho tiempo, a una velocidad como si estuvieran siendo perseguidos por algo, cuando Rem se hundió y se sentó entre los árboles, exhausta.
Ella jadeó y miró a su alrededor antes de descender de la silla tambaleándose. Su corazón se aceleró como si estuviera a punto de estallar y sus nervios estaban tan tensos que parecía que estaban a punto de romperse.
¿Qué hago ahora…?
Max se secó el sudor que le caía sobre los párpados, sin dejar de mirar a su alrededor a través de la espesura de la montaña con los ojos hundidos. La dirección hacia donde fueron solo hizo que todo se volviera cada vez más confuso.
Estaba al borde de las lágrimas mientras se mordía los labios. Se preguntaba qué pasaría si los caballeros nunca la encontraban. ¿Tendría que pasar la noche despierta y sola en una montaña llena de monstruos? El recuerdo de las arpías dándose un festín con los cadáveres de los semidragones resurgió, y Max se estremeció. Abrumada por el miedo, hundió la cara en las rodillas y soltó un sollozo. La sangre de todo su cuerpo pareció congelarse ante la idea de morir de ese modo.
Ahora Max entendía por qué Riftan era tan categórico y estaba en contra de que ella abandonara el castillo. El mundo era mucho más aterrador y duro de lo que jamás había imaginado.
Este no es el momento para esto…
Luchó por calmar sus emociones. Sentarse a llorar no cambiaría nada. Se secó las lágrimas con los puños y volvió a examinar cuidadosamente el área a su alrededor. A su derecha se alzaba una empinada ladera, mientras que, del otro lado, una pendiente más suave bordeada de árboles se extendía junto a las escarpadas paredes de roca.
El plan era moverse al noroeste de la montaña. Sin embargo, debido al bloqueo de la carretera giraron hacia el noreste con la intención de cruzar la montaña. Si ella también comenzaba a dirigirse en esa dirección, tal vez podría encontrarse con los caballeros de nuevo…
No. Tengo que moverme incluso si no puedo encontrarlos.
Max alzó la vista hacia el cielo grisáceo a través del follaje exuberante, luego se levantó y tomó las riendas de Rem. Si los caballeros no lograban encontrarla, tendría que pasar la noche sola en la montaña. Aunque estuviera sola, debía escalarla.
Sabía que había un pueblo al otro lado. Si lograba llegar hasta allí, podría reunirse con los demás.
Incluso si su sentido de la orientación no fuera fuerte, si pudiera llegar a la cima de la pendiente, podría obtener una vista panorámica de la base de la montaña y determinar fácilmente dónde estaba ubicada la aldea. Una vez que decidió qué hacer, logró reponerse.
Max alzó la vista hacia el sol, fijando vagamente una dirección a seguir, y luego instó a Rem a escalar la montaña una vez más. Se asombraba de su propia resistencia. Las plantas de sus pies ya no ardían de dolor y, aunque los músculos de sus piernas estaban rígidos como madera y temblaban, avanzó sin detenerse. No sabía en qué momento otro goblin podría volver a perseguirla. Nerviosa, miró hacia atrás varias veces, pero decidió conservar su energía y centrarse en el camino frente a ella.
Guió a Rem y caminó a través del bosque densamente poblado durante mucho tiempo antes de que los árboles finalmente se separaran, revelando una suave colina frente a ella. Max miró a su alrededor, confundida, preguntándose si ya había llegado a la cima. Hermosos y espesos árboles se alineaban en la pradera suavemente curvada como una cerca, y los afilados picos de montañas distantes se elevaban a izquierda y derecha. Parecía que había llegado a la cima de la montaña.
Max miró al cielo, intentando orientarse, y luego se sentó un momento mientras dejaba que Rem pastara en la hierba. Quería quitarle la silla y permitirle descansar adecuadamente, pero apenas podía mover un dedo. Sentada con las piernas estiradas, respiró hondo y, finalmente, se obligó a levantarse para quitarle la carga, con la esperanza de darle un respiro.
La yegua sacudió la cabeza de un lado a otro y relinchó ruidosamente, luego continuó pastando tranquilamente en la hierba alta. Max se sentó junto a ella y sacó del bolso las patatas y la cecina que le habían sobrado. Estaba demasiado cansada para sentir hambre, pero necesitaba reponer algo de energía, así que empujó la comida hacia su estómago apretado y luego sacó unas hierbas secas y raíces para masticar.
Después de descansar unos quince minutos, sintió que parte de su energía comenzaba a regresar. Reunió las fuerzas que le quedaban y continuó guiando a Rem, avanzando por la montaña. A cada paso, la espalda le dolía y los muslos le ardían como si le clavaran cuchillos, pero si podía soportar ese dolor, quizá lograría descender antes de que cayera el sol.
Necesito dirigirme al noroeste de este valle montañoso…
Max continuó mirando una y otra vez hacia el cielo pálido y nublado para comprobar su dirección, cuando un leve murmullo de agua fluyendo llegó a sus oídos. Se giró en busca del origen del sonido y, tras caminar un rato, encontró una pequeña cascada escondida entre los árboles.
Corrió entre las rocas, ignorando el dolor en sus piernas ante la sola idea de lavar su rostro abrasado con agua fría. También quería que su caballo pudiera beber en abundancia. Llevó a Rem hasta un claro junto al agua y se agachó sobre una roca, lavándose la cara a grandes salpicones, sin preocuparse por mojarse el pelo o la ropa. Rem también sumergió el hocico en el arroyo y bebió con avidez. La sensación del agua fresca sobre sus párpados, que ardían como brasas, nunca le había parecido tan reconfortante.
Se ahogó en éxtasis mientras se salpicaba agua en la sudorosa nuca. Quería saltar al agua y empapar todo su cuerpo.
No es momento de darse un baño tranquilamente…
Max tuvo que resistir el desesperado y tentador impulso de quedarse, obligándose a alejarse. Con cierto remordimiento, intentó calmar a Rem, que se rebeló cuando trató de llevársela. De pronto, un caballo blanco, con la mitad del cuerpo sumergido en el agua, llamó su atención al mirarla fijamente.
Se preguntó cómo había llegado un caballo a una montaña como esa. Max vaciló y miró a su alrededor para ver si había alguien más cerca, pero todo estaba en silencio. Se preguntó si sería un caballo salvaje. Cuando volvió a mirar al equino, este estaba a poca distancia, algo cerca de su nariz.
Los hombros de Max se estremecieron por la sorpresa y el caballo salvaje resopló y la empujó ligeramente de manera amistosa, aparentemente sin querer hacerle daño. Levantó la mano, vaciló y luego acarició su melena azul plata. El caballo salvaje relinchó como si su tacto le deleitará. Max sonrió ante la encantadora reacción y extendió ambas manos para acariciar al caballo salvaje.
El caballo era hermoso, como si hubiera salido directamente de una fantasía. Su pelaje blanco era tan suave y brillante como el terciopelo y sus largas patas estaban en perfecta simetría. Mientras admiraba con admiración su figura indescriptiblemente elegante, de repente algo extraño llamó la atención.
Ella parpadeó confundida, desconcertada. Una larga cola oscilante envuelta en escamas se encontraba entre las caderas del caballo sumergido.
—¡Sal de ahí ahora!
Un grito atronador surgió detrás de ella. Max levantó la cabeza, pero antes de que pudiera girarse para ver quién era, sintió una fuerza que la tiraba hacia atrás. Ella perdió el equilibrio y se agitó salvajemente. El caballo salvaje mordió su capa y la arrastró brutalmente al agua.
Hizo todo lo posible por liberarse, pero la fuerza que la arrastraba era tan intensa que no pudo evitar hundirse en el agua. Atónita, luchaba desesperadamente mientras se tambaleaba, pero por más que moviera las piernas, no lograba tocar el fondo con los pies.
Santo Dios… ¿es tan profundo?
Sacudió la cabeza con fuerza y con terror, cuando sintió un fuerte brazo intentando levantar su cuerpo de regreso a la superficie y Max instintivamente se aferró a este. Cuando su capa se rasgó, pudo escapar de la fuerza que la arrastraba hacia abajo.
Tan pronto como estuvo fuera del agua, jadeó salvajemente y se aferró desesperada a su salvador. El resonante y enojado relincho del caballo salvaje se escuchó detrás de ella, y de repente los alrededores se volvieron completamente silenciosos.
Se volvió para mirar por encima del hombro. El valle estaba serenamente tranquilo, como si todo hubiera sido mentira. No se veía ningún caballo salvaje por los alrededores. Incapaz de entender lo que acababa de suceder, miró a su alrededor desesperada y confusa, luego escuchó una dura maldición justo encima de su cabeza.
—¿¡Qué diablos estabas pensando!?
Max levantó la cabeza con cansancio y se encontró con los feroces ojos de Riftan, envueltos en furia. La sacó del agua, la agarró con fuerza por los hombros y la sacudió de un lado a otro.
—¡Tocar un monstruo así! ¡¿Estás loca?! ¡Ese era un kelpie! ¡¿Tienes alguna idea de lo que casi pasó?!
—Y-Yo no lo sabía. Pensé que era solo un caballo salvaje…
Las palabras apenas lograron salir de sus labios. Él continuó mirándola con ojos penetrantes y luego la abrazó con tanta fuerza que casi la asfixió. Todo el cuerpo de Max se sintió como si estuviera aplastado bajo el peso de su dura armadura, pero el dolor fue adormecido por un alivio extremo. Ella murmuró su nombre, luego le rodeó el cuello con los brazos y rompió a llorar. Riftan tembló acariciándole la cara y el cuello sin cesar, comprobando si había alguna herida.
—¿Estás bien? ¿Estás herida en alguna parte?
—N-No.
Riftan recorrió su figura de pies a cabeza. Max no podía creer que él estaba frente a ella en ese momento y agarró el dobladillo de su bata mientras le limpiaba las lágrimas de los ojos. Riftan la abrazó con fuerza y la sacudió.
—Te dije que nunca abandonaras las filas. ¡Te lo advertí tantas veces! Maldita sea, ¿sabes… sabes lo aterrado que estaba? ¿Tienes idea de cómo me sentí cuando Gabel me dijo que no estabas?
—Lo siento. R-Rem se asustó…
Max intentó explicarle cómo se había perdido y había deambulado sola por las montañas, pero Riftan no parecía escucharla. La sostuvo entre sus brazos durante un largo rato y solo la soltó cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer sobre su cabeza. Entonces, la ayudó a levantarse y habló con voz tensa.
—¿Puedes caminar?
Max asintió. Para ser sincera, estaba a punto de desmayarse por el cansancio en ese mismo momento, pero si era Riftan quien preguntaba, caminaría toda la noche si fuera necesario.
Los condujo fuera del valle, sosteniendo las riendas de Rem en una mano y la de ella en la otra. Max luchó por seguirle el ritmo mientras sus botas se mojaban y se llenaban de lodo.
—¿Dónde están los… otros caballeros?
—Les dije que cruzaran la montaña y siguieran adelante.
La expresión de Max se ensombreció.
—¿Dejaste a los caballeros… por mi culpa?
Riftan sacó a Talon de detrás de un árbol mientras se giraba para mirarla. Su rostro estaba rígido y su expresión parecía confusa.
—Hebaron hará un buen trabajo al frente de los caballeros. Les dije que nos uniremos a ellos tan pronto como te encontrara.
—P-Pero… ¿cómo me encontraste?
—Seguí tus huellas.
Riftan respondió de manera breve y concluyente, luego señaló sus pies con los ojos. Max miró al suelo con expresión perpleja, sus ojos se abrieron cuando notó sus huellas marcando el camino de tierra. El terreno era irregular y había raíces asomando por todas partes, pero podía ver las huellas débiles aquí y allá al mirar de cerca.
Al ver lo sorprendida y asombrada que estaba por cómo pudo seguirla, Riftan señaló las marcas de herradura junto a sus huellas y los arbustos aplastados y las ramas rotas que Rem había hecho al pasar.
—En realidad, esta chica me ayudó mucho.
—¿No pensaste… que podrían haber sido huellas dejadas por un m-monstruo?”
—Al menos puedo ver la diferencia entre uno y otro.
Riftan respondió con frialdad y la miró con el rostro endurecido.
—Es un gran alivio haberte encontrado antes de que empezara a llover a cántaros. De lo contrario, las huellas habrían desaparecido y encontrarte no sería tan fácil.
El cuerpo de Max se estremeció. Si Riftan hubiera llegado un segundo tarde en ese momento, habría sido devorada.
Pero el camino estaba bloqueado, ¿cómo diablos me siguió tan rápido? ¿No me digas que ha trepado por el montón de rocas? Mientras Max lo miraba con curiosidad, Riftan saltó a una tabla y le tendió la mano.
—Necesitamos encontrar un lugar donde refugiarnos antes de que llueva con más fuerza. Apresúrate.
Max tomó su mano extendida y lo siguió en silencio por los senderos de la montaña. Riftan condujo los dos caballos por la escarpada pendiente y se deslizó con gracia como un animal salvaje en su hábitat. Incluso si ella lo presenciara con sus propios ojos, todavía era increíble cómo se movía tan silenciosamente a pesar de la pesada armadura que llevaba. Max observó en trance cómo la fina capa de lluvia empapaba su pelo oscuro y corría por su grueso cuello mientras limpiaba las gotas de lluvia que se filtraban en sus párpados.
La ligera llovizna creó una blanca niebla que se posó sobre sus anchos hombros, y su armadura gris oscura brillaba bajo las gotas que caían. Su rostro, siempre alerta, hacía que el entorno pareciera brillar suavemente. Riftan no mostraba ni la más mínima fatiga. Sus largas y robustas piernas avanzaban con firmeza por el camino embarrado, sin señal de cansancio, y cuando ella se tambaleó, sus fuertes antebrazos se apresuraron a sostenerla.
Max estaba totalmente asombraba por los poderes físicos de Riftan, su fuerza no era simplemente distinta, era como si fuera una especie completamente diferente.
—Descansemos allí un rato.
Riftan contempló sus hombros caídos y se giró para guiarlos bajo un árbol gigantesco. Un quejido se escapó de Max mientras luchaba por seguirle el ritmo. Ató a los caballos bajo una rama cubierta de hojas exuberantes, mientras sujetaba su figura tambaleante con un brazo.
Ella estaba demasiado agotada para siquiera protestar. Caminó hasta la base del árbol y se inclinó para inspeccionar la cavidad en el grueso tronco, cuya circunferencia era tan ancha que seis hombres con los brazos extendidos no podrían rodearlo. Tras colocarla dentro de ese refugio, Riftan se sentó junto a ella.
Max se desplomó apática como un repollo salado y miró a lo lejos a través de la llovizna. Su cabeza seguía inclinada hacia un lado como si se hubiera convertido en una piedra pesada y su cuerpo temblaba mientras sudaba a mares, aparentemente confundida sobre si sentir frío o calor. Riftan se quitó hábilmente el peto y lo apartó hacia un lado, luego la acercó a su pecho.
La tensión y el miedo que Max sentía se derritieron por completo con el calor del cuerpo de Riftan, que ella percibía a través de su ropa mojada. Aunque estaban agazapados bajo un árbol como animales salvajes resguardándose de la lluvia, Max se sentía tan segura como si estuviera protegida por una fortaleza de hormigón. Se acurrucó lo más que pudo contra su costado y apoyó la cabeza en sus hombros duros y marmóreos. Riftan se desató los brazaletes y se quitó los guanteletes, los colocó en el suelo y la rodeó con el antebrazo, frotando sus hombros y la columna con sus palmas calientes.
—Tenemos que seguir avanzando tan pronto como deje de llover. Cierra los ojos y descansa un poco.
—¿Estarán bien todos los demás caballeros? Los goblins podrían atacar de nuevo…
—Los goblins odian el agua, así que mientras siga lloviendo, no pasará nada malo. A estas alturas todo el mundo debería estar descendiendo de la montaña.
Riftan metió la mano dentro de su túnica y calentó su cuerpo helado.
—No te preocupes por nada y duérmete.
Max suspiró satisfecha ante el intenso calor que parecía calar hasta lo más profundo de sus huesos. Riftan continuó abrazándola con fuerza, mirando en silencio hacia las montañas. Ella lo observó con los ojos entrecerrados, siguiendo las gotas de agua que caían de su cabello. Pronto, el cansancio se apoderó de ella y sus párpados se cerraron lentamente. El viento silbaba a lo lejos y el sonido de los árboles temblando resonaba con fuerza.
Riftan levantó a Max, que estaba muy somnolienta, y la colocó en su regazo. Naturalmente, ella apoyó la cabeza contra su pecho. Como si tratara de hacerla sentir un poco más cómoda, le quitó los zapatos y calcetines mojados y los arrojó a la esquina, luego le masajeó los pies hinchados con sus palmas calientes. Max quedó sumergida en el cansancio y se quedó dormida en un instante.
Cuando finalmente recuperó el conocimiento, la lluvia había amainado. Miró la llovizna que caía ante sus ojos somnolientos y luego levantó la cabeza. La de Riftan estaba apoyada contra el tronco del árbol, y sus ojos permanecían suavemente cerrados. De repente, su corazón se encogió al verlo sentado, descansando como una estatua y respirando apenas. Max acercó la mano a su nariz, sintiendo su respiración suave y débil.
Suspirando aliviada, Max le apartó con cuidado el flequillo que le picaba los ojos. Aunque nunca lo demostró exteriormente, ciertamente debía estar extremadamente agotado. No era descabellado suponer que lo estaba, considerando que nunca descansó lo suficiente y marchó sin cesar durante los últimos días.
Ella sintió lástima por él y acarició afectuosamente su tensa mejilla. En ese momento, los ojos de Riftan se abrieron de golpe. Max se sorprendió de lo claros que eran sus ojos y retiró la mano. Él la miró en silencio con sus ojos, tan profundamente oscuros que era difícil distinguir sus pupilas de sus iris, y bajó la cabeza para devorar sus labios.
La cabeza de Max se sacudió. Su lengua áspera exploró suavemente la cueva de su boca y su cálida palma se deslizó hasta su cuello como una serpiente. Se sintió como si de repente la hubiera mordido un perro que yacía tranquilamente a sus pies. Ella gimió ligeramente y agarró su antebrazo, luego él exhaló un suspiro acalorado sobre sus labios húmedos y apretó sus pechos. Riftan empujó su espesa lengua más profundamente, barriendo el paladar y la lengua, y chupó con avidez la saliva que se acumulaba en su boca.
Estaba sin aliento como cuando cayó al agua. Como era de esperar, Riftan también jadeó salvajemente. Era impropio del mismo hombre que trepaba silenciosamente una montaña empinada con una armadura pesada y respiraba sin hacer ruido.
—La lluvia ha parado.
De repente rompió el beso y miró hacia el bosque. Le tomó un tiempo antes de que pudiera procesar lo que él acababa de decir mientras sus párpados todavía temblaban. Riftan, quien parecía estar en conflicto por un momento considerable, dejó escapar un suspiro y la bajó de su regazo.
—El sol se pondrá pronto si no nos damos prisa. Pongámonos en marcha.
Salió del árbol y recogió las piezas de armadura que se había quitado. Solo entonces Max salió de su aturdimiento. Riftan tenía razón, no podían permitirse el lujo de quedarse así. Estaban solos en una montaña llena de monstruos.
El calor que subía en su cuerpo disminuyó en un instante y Max rápidamente recogió sus zapatos. Hizo una mueca mientras deslizaba sus pies a la fuerza en las botas húmedas y salía. Riftan ya tenía puesta su armadura y se acercó a ella con su caballo.
—¿Puedes caminar?
Como si no solo actuara como si estuviera a punto de devorarla, también era capaz de tener una expresión serena.
Ella lo miró con mal humor y asintió lentamente.
—Sí, descansé lo suficiente.
—Mantente cerca mientras me sigues. Un poco más abajo el camino se hará más fácil.
Riftan se dio la vuelta y caminó silenciosamente por el camino mojado y embarrado bajo la lluvia. Max lo siguió de cerca, cuidando de no resbalar. La lluvia atenuaba el calor, pero la brisa fresca resultaba incómoda debido a que su cuerpo estaba empapado. Ella se estremeció y se abrazó, intentando quitarse el frío. Riftan notó su estado y examinó atentamente el entorno.
—Pronto encontraré un lugar para establecer un campamento, así que aguanta un poco.
Max miró con preocupación alrededor de la oscura montaña con una expresión ansiosa en su rostro.
—¿Vamos a.… pasar la noche en la m-montaña?
—Pronto oscurecerá mientras bajamos.
—P-Pero… ¿no es mejor ir al pueblo aunque sea tarde…?
El rostro de Riftan se endureció con severidad.
—Es muy peligroso bajar una montaña en la oscuridad. Es mejor buscar un lugar seguro para pasar la noche y esperar el amanecer.
Max asintió seriamente con el rostro rígido. Aunque estaba algo preocupada por pasar la noche sola en las montañas, no tuvo más remedio que obedecer sus palabras. Inclinó la cabeza con mal humor. Quizás, si Riftan estuviera solo, ya habría llegado a la aldea. Su corazón se hundió como una roca pesada al pensar que ella era la causa de su retraso.
—¿ Y-Yo me estaba… dirigiendo en la dirección equivocada? Quizás he llegado al lugar equivocado y me he alejado mucho del destino…
Saltando ágilmente sobre las grandes raíces de los árboles, Riftan se detuvo para mirarla.
—¿Estabas pensando en bajar la montaña sola?
—Si bajara a esta montaña… habría un pueblo así que…
Max murmuró y se calló, temiendo que se enfadara con su decisión, mientras Riftan la miraba con los ojos entrecerrados. Pero en lugar de gritarle, Riftan volvió su atención al bosque oscuro y habló con calma.
—Encontraste la dirección correcta. Si hubieras bajado por este camino, habrías llegado al pueblo.
Su corazón, que se había hundido en la depresión, se ablandó un poco ante sus palabras. Continuaron caminando en silencio, la oscuridad cayendo lentamente sobre ellos. Antes de que el sol se pusiera por completo, Riftan encontró una pequeña cueva. La inspeccionó, asegurándose de que estuviera libre de insectos, murciélagos y serpientes antes de indicarle que entrara. Max miró alrededor con preocupación el espacio oscuro y cavernoso, luego se acomodó dentro y se sentó sobre sus rodillas.
—Voy a quitarles las sillas a los caballos. Espera un momento.
Max asintió y abrazó sus rodillas. Observó cómo Riftan se agachaba para salir, ataba los caballos alrededor de un árbol donde pudieran verlos claramente y regresaba a la cueva con su equipaje.
—Está un poco húmedo pero no demasiado. Quítate la ropa y ponte esto.
Sacó una manta de su bolso de cuero y la sostuvo frente a ella. Los ojos de Max se abrieron ampliamente.
—¿A-Aquí?
—Por la noche la temperatura cae en picado. Sufrirás de hipotermia si continúas usando ropa mojada.
Él le entregó la manta con firmeza y se giró para quitarse la ropa. Max miró con inquietud el oscuro techo de la cueva y el bosque que, ahora, parecía teñido de un azul frío. Luego, incapaz de soportar los crecientes escalofríos, se quitó la túnica empapada y los pantalones que se pegaban a su piel. Se envolvió con la manta, sintiéndose inmediatamente más cómoda. También se quitó las botas y las dejó a un lado, enrollando la manta alrededor de los tobillos.
—Ya terminé.
Riftan la miró por encima del hombro y luego sacó algo más de su bolso. Max se sentó en silencio a su lado. Riftan se arrancó las mangas de su túnica, hizo una bola con la tela y golpeó dos trozos de pedernal sobre ella para provocar un fuego.
