Bajo el roble – Capítulo 97

Traducido por Tsunai

Editado por Hime


Riftan entrecerró los ojos y se dio cuenta de la ropa que llevaba, mientras sus ojos la seguían de pies a cabeza. Sorprendido por su mirada, Max rápidamente agarró su ropa holgada y bajó los ojos con inquietud. La expresión feroz de Riftan se distorsionó cada vez más por la irritación y la furia.

—¿Qué diablos llevas puesto? ¡Maldita sea! ¡Tienes todo esto planeado!

Se frotó la cabeza con brusquedad, como si intentara aliviar un terrible dolor de cabeza.

—¿Por qué diablos eres tan terca? ¡He dejado claro que no deberías interferir!

—¡Riftan es el único que está siendo terco! Sigues diciendo que no sin una razón clara… dame una oportunidad, por favor. Si su-sufro… un poco para que todos lleguen sanos y salvos… ¿no vale la pena correr el riesgo?

—La Señora tiene razón.

Hebaron intervino de nuevo con un tono algo más calmado.

—No sabemos qué peligros esperar en esta expedición y no podemos perder más tiempo buscando un mago. El comandante puede aceptar correr el riesgo él mismo, pero no puede arriesgar las vidas de sus subordinados. Es un dilema.

—¿Estás diciendo que está bien que mi esposa corra ese riesgo?

—¡Podemos mantenerla a salvo!

—¡Mierda! Ni siquiera uno de vosotros…

Riftan, gritando ciego de ira, de repente se quedó en silencio. Su rostro estaba ferozmente contorsionado por la angustia. No podía arriesgar la vida de sus hombres simplemente por sus propias cuestiones. Los caballeros en la sala notaron este dilema y comenzaron a parlotear para convencerle.

—No te pedimos que expongas a la dama al campo de batalla. Una vez que lleguemos a Livadon, podremos encontrar un sumo sacerdote de un templo en la capital para que ocupe su lugar. Podemos dejarla en el templo por un tiempo y movernos solos al Louiebell.

—Cierto. Una vez que lleguemos al puerto al otro lado de la frontera, viajaremos en barco, lo que será mucho más seguro.

—¡El problema es el viaje para llegar al puerto! La ruta a Livadon está salpicada de innumerables hábitats de monstruos repartidos por montañas y bosques. Si tomamos a una mujer noble que ni siquiera puede defenderse, sólo arrastrara con ella.

Respondió Riftan con fiereza.

—¡Eso no es cierto! ¡También puedo lanzar m-magia defensiva…!

—¡¿Qué y cuánto puedes hacer con la poca magia que has aprendido en tan sólo unos meses?!

—Si no puedes creer en ella, deja que te lo demuestre.

Todos dirigieron su atención al caballero de piel oscura que todavía estaba de pie contra la pared, con los brazos cruzados sobre el pecho. Se encogió de hombros como si no fuera gran cosa y continuó.

—Lo que quiero decir es que probemos las defensas de la Dama. Si es lo suficientemente fuerte como para desviar nuestros ataques, entonces estaría bien contra los ataques de la mayoría de los monstruos.

—Es una gran idea.

Gabel rápidamente lo apoyó.

—Estoy de acuerdo con Edén. Si las defensas de la dama no están a la altura, entonces dejaremos esto. La dama también debería dejar de esforzarse.

Los hombros de Max se hundieron. Lo afirmó con tanta confianza pero, en realidad, no estaba segura de que sus barreras fueran lo suficientemente fuertes como para resistir un ataque de un caballero Remdragon. Ella se retorció internamente cuando los caballeros llegaron a una decisión unánime.

—Sin embargo, si la dama tiene éxito, el comandante no tendrá más objeciones. Sería una tontería dejar a un mago que sabe curar y tiene habilidades defensivas básicas, formando una expedición compuesta únicamente por caballeros para dirigirse a Livadon. Por favor, no imponga tales riesgos a sus subordinados.

Gabel miró a Riftan con una inquebrantable resolución. Riftan, por turnos, miró a Max y a los caballeros con una afilada mirada, sin encontrar más justificación para objetar, y torció los labios. Permaneció en silencio durante lo que pareció una eternidad antes de finalmente obligarse a hablar de nuevo.

—Bien… pondremos a prueba tus habilidades. Ven afuera.

Se dio la vuelta y salió por la puerta. Hebaron dio unas palmaditas en los hombros tensos y congelados de Max.

—Si la Señora tiene éxito, el comandante ya no podrá oponerse. Por favor golpéalo en su nariz.

Debía tener éxito. Pero ¿qué pasaría si ella le diera mucha importancia a esto sólo para fracasar en vano como la última vez? Max tragó el nudo seco que tenía en la garganta.

No, mis barreras… no se rompen tan fácilmente.

El otro día, Medrick blandió una piqueta que usaba para arar como prueba y se desvió sin problemas. Sin embargo, la piqueta de un anciano flaco y el golpe de un caballero entrenado son muy diferentes.

Siguió a los caballeros al campo y observó su físico. Todos tenían antebrazos fuertes y abultados y piernas musculosas como las de un semental. Riftan los llevó a un espacio vacío detrás del campo de entrenamiento y se volvió hacia ella después de encontrar un área decente.

—Ahora, lanza tu escudo.

Los caballeros se abalanzaron hacia adelante cuando vieron a Riftan agarrando el mango de su espada que estaba asegurada a su cadera.

—¡Espera, espera un segundo! ¡De ninguna manera! ¡Se rumorea que sólo unos pocos magos en el mundo son capaces de bloquear el ataque del comandante!

—¡Guau! ¡Eso es realmente demasiado! ¡Ni siquiera Ruth puede desviar el ataque del comandante!

—Ni siquiera intentas apartarte… Por supuesto, voy a contenerme y controlar mi ataque.

Todos los caballeros, incluso Max, lo miraron con incredulidad y la duda era claramente evidente en todos y cada uno de sus ojos. Todo el mundo sabía que, a menos que fueras un idiota, Riftan tenía toda la intención de romper sus defensas, sin importar lo fuerte que lo hiciera ahora.

Hebaron abucheó ruidosamente.

—Eso es inaceptable. ¡Si no lo probamos con el ataque de un caballero que no sea el comandante, no aceptaré los resultados!

—¡Me opongo a eso! Es obvio que cualquiera de vosotros intentará reducir la fuerza de su ataque.

—Y bien, ¿qué pasa si somos suaves con nuestro ataque? ¿Cuántos magos en este mundo pueden bloquear un ataque total de un Caballero Remdragon? ¡Poder bloquear el nivel de ataque de un troll es suficiente!

Una vez más, Gabel se interpuso entre los dos perros enojados ansiosos por morderse la cabeza.

—No desperdiciemos nuestra energía en estas discusiones inútiles. Qué tal esto; Dejamos que la dama elija un caballero para probar su barrera. Puedes medir la fuerza del caballero con tus ojos.

Riftan se volvió hacia Max, pero ella rápidamente evitó su mirada expectante. De ninguna manera lo elegiría. Si lo hiciera pensarían que estaba loca. Max miró a los caballeros reunidos uno por uno e hizo todo lo posible por no mirar en dirección a Riftan, cuyos ojos le estaban haciendo un agujero y prácticamente le gritaban que lo eligiera.

Hebaron era más grande y ligeramente más alto que Riftan. En cuanto a los otros caballeros, todos tenían hombros enormes y antebrazos abultados. Entrecerró los ojos mientras los examinaba más de cerca, luego se volvió hacia Gabel, cuyo físico era el más delgado entre los caballeros.

—Y-yo… sólo tengo que nombrar a la persona, ¿verdad?

—Sí, puedes elegir a cualquiera como oponente.

—Entonces… me gustaría elegir… Sir Laxion… se mi oponente, por favor.

La comisura de la suave sonrisa de Gabel se torció levemente.

—¿Puedo preguntar por qué la dama me eligió?

—Porque eres el que me da m-más… seguridad.

Max podía sentir la mirada helada de Riftan pinchando su mejilla, pero continuaba ignorándolo. Gabel la miró con ojos cómplices y luego dio un paso adelante con un profundo suspiro.

—Está bien. Lo verificaré.

Desenvainó su larga espada atada a su cintura y se puso en posición. Bajo una presión inusual, Max captó la realidad de la situación y se apresuró a levantar su maná. Se concentró en poner toda su concentración para maximizar su maná. Mientras practicaba, aumentó el flujo y la velocidad de su maná y el suelo debajo de ella tembló débilmente. Pronto, la tierra a su alrededor comenzó a elevarse en el aire. Max reforzó la barrera con la fórmula mágica que Ruth le enseñó, haciendo que las paredes hechas con tierra fueran más gruesas y duras.

—¡Está l-lista!

—¡Entonces aquí voy!

Max hizo girar su maná a toda velocidad y lo empujó a su máxima capacidad. Su corazón latía nerviosamente y un sudor frío le corría por la espalda cuando escuchó a Gabel patear el suelo y correr hacia ella, seguido de un fuerte golpe. El muro defensivo de la barrera se sacudió violentamente.

Miró la barrera con una expresión nerviosa plasmada en su rostro. El ataque fue seguido con dos golpes más, pero la pared no se rompió ni se movió en absoluto. Max no podía creer lo que veía; su barrera todavía estaba firme frente a ella. Volvió la cabeza hacia Riftan y mostró una expresión triunfante.

Al contrario de su expresión, él simplemente se quedó allí, alto y autoritario, y la miró con una expresión compleja que ella no podía definir con palabras. Max sonrió nerviosamente ante la oscuridad que se apoderaba de sus rasgos. A pesar de la atmósfera sofocante que rodeaba a Riftan, Hebaron se acercó a él y se rió.

—¿Es eso suficiente para convencer al Comandante?

Riftan simplemente se dio la vuelta.

—Haz lo que quieras…

Luego, se alejó enfadado. Hebaron simplemente se encogió de hombros ante la amarga actitud de Riftan.

—No dejes que esto te afecte. Después de todo, es una persona razonable y pronto se recuperará.

Ojalá Hebaron tuviera razón, rezó Max mientras observaba a Riftan retirarse con ojos desesperados. Su corazón se sintió pesado a destiempo por desobedecer a su marido tan descaradamente, pero rápidamente se alejó de esos pensamientos pusilánimes. Dio su permiso. Ella podía soportar cualquier cantidad de frialdad e ira de su parte, siempre y cuando pudiera ir con él.

♦ ♦ ♦

Se embarcaron en los preparativos para partir hacia la expedición. Max también rápidamente volvió corriendo a su habitación para empacar sólo lo necesario. Rudis la ayudaba a empacar mientras actuaba como una madre llena de preocupaciones, incluso tuvo que pelear con ella, quien intentó meter quince conjuntos en su bolso de cuero. Y Rudis no estaba sola. Rodrigo y todos los demás sirvientes le trajeron toda clase de cosas, preguntándole si le gustaría esto o aquello. Incluso la costurera que le hizo todos los vestidos vino con un sombrero y un velo, diciendo que era para proteger su rostro de las quemaduras solares, pero Max solo recogió algunos elementos esenciales. Logró llenar su bolso con un par de pantalones resistentes, tres mudas de ropa interior, un par de calcetines y dos túnicas que solían usar los aprendices.

Max también llevó una bolsa de hierbas medicinales, algunas de las herramientas médicas de Ruth y tres piedras de maná. Aunque sabía que no era un viaje de placer, no podía dejar atrás un pequeño cepillo de pelo color marfil y media pastilla de jabón envueltos en una bolsita, colgados en su cinturón. Quería llevar libros sobre medicina natural o magia, pero le resultaría una carga llevar artículos tan caros, por lo que solo empacó unos pocos pergaminos con las notas de Ruth.

—¿Debería la señora emprender un viaje tan peligroso?

Rudis, que estaba trabajando para arreglar las correas de su bolso, habló con voz temblorosa. Max estaba encantada por su preocupación; su habitual doncella tranquila y firme, que nunca mostró un atisbo de sus emociones personales, finalmente se expresaba por primera vez.

—N-No te preocupes. Voy con los caballeros más poderosos de Occidente. No pasará nada malo.

Rudis vaciló y luego le tomó la mano.

—Por favor, cuídense.

Max observó la profundidad de sus oscuros ojos castaños y asintió vigorosamente. Rudis sonrió con tristeza. Volvió a tomarle la mano con firmeza y luego dio un paso atrás. Max se acercó a los gatos que maullaban lastimeramente, los abrazó y besó antes de finalmente salir de la habitación.

La doncella que esperaba junto a la puerta cogió la bolsa de su mano y se ofreció a llevarla. Max se sentó en la silla atada a Rem después de que el grupo de sirvientes la escoltara afuera con una despedida entre lágrimas. Todos los caballeros estaban alineados en el campo de entrenamiento, listos para partir. No parecía que solo les tomara dos días de preparación ya que parecían bien preparados para la expedición.

—¿Habéis cogido todas las cosas que necesitáis?

Mientras se acercaba a las filas de los caballeros, Gabel, que estaba inspeccionando las líneas de batalla, le habló. Max asintió. Examinó el tamaño de la bolsa que había atado a la silla de Rem y luego señaló algo detrás de ella.

—Oye, la Señora Calypse está aquí.

A instancias suyas, dos muchachos surgieron de entre los escuderos que estaban detrás de las filas. Los ojos de Max se abrieron cuando vio a Yulysion y Garrow corriendo hacia ella, arrastrando un semental gigante.

—Nos dijeron que la Señora también vendría. Nos ofrecimos voluntarios para ser sus escoltas durante todo el viaje.

Explico Yulysion colocándose rápidamente detrás de ella.

—Pero… Yulysion y Garrow todavía son aprendices. ¿Está bien que participen en esta expedición?

—Los escuderos en su origen, eran seleccionados entre los aprendizajes antes de su ceremonia de nombramiento de caballeros. No se preocupe, hemos adquirido mucha experiencia en los últimos meses.

Garrow sacó pecho, con orgullo y confianza, a la vez que Yulysion asintió con fuerza a su lado.

—Nunca pondré en riesgo la vida de mi señora, como la última vez. Te mantendremos a salvo pase lo que pase, ¡No tienes nada de qué preocuparte!

Max sonrió a los dos chicos que se habían vuelto aún más respetables durante el tiempo que estuvieron separados.

—Gracias. Pondré mi fe en vosotros.

—Rovar y Livakion son los mejores escuderos. Por favor, tenlos a los dos a tu lado dondequiera que vayas. Además, nunca debes abandonar las filas a voluntad. Si hay algún problema, infórmenos a mí o a otro caballero.

Gabel la instruyó con rostro serio y Max asintió con firmeza.

—Lo tendré en mente. Por cierto… ¿Dónde está Ri-Riftan?

—El comandante está allí.

Max miró hacia donde señalaba Gabel y vio a Rodrigo, dos caballeros mayores con cabello gris, y su esposo. Estaban discutiendo con sus otros caballeros más jóvenes.

—El comandante está delegando la supervisión del castillo. El mantenimiento del gran salón será responsabilidad de Rodrigo, mientras que Sir Obaron y Sir Sebrick supervisarán las instalaciones militares y de entrenamiento.

Riftan entregó un manojo de llaves a Rodrigo y a los caballeros mayores, luego caminó hacia el frente de la fila. Max lo siguió atentamente con la mirada mientras él se sentaba encima de Talon. La mirada de Riftan de repente voló hacia ella. Max se tensó, temiendo que de repente cambiara de opinión y le ordenara que abandonara esta expedición, pero Riftan simplemente condujo a Talon hacia las puertas sin decir una palabra.

—¡Vamos!

Cuando su fuerte voz de mando resonó, los guardias estacionados en lo alto de las murallas tocaron poderosamente sus cuernos, indicando a los caballeros que mantuvieran su línea y marcharan a través del foso del castillo de manera organizada. Max agarró las riendas y condujo a Rem a lo largo de la línea. A medida que el Castillo Calyspe se alejaba cada vez más de ella, una sensación de miedo y una extraña excitación crecían en su interior. Se preguntó qué les esperaba en un futuro próximo. Garrow, que montaba a caballo junto a ella, pareció haber notado su ansiedad y abrió la boca, hablando con calma.

—No hay nada de qué preocuparse. Pasamos toda la primavera recorriendo las montañas alrededor de Anatol limpiando monstruos, no habrá ningún uso de las armas por el momento.

Mientras cruzaban la plaza de la ciudad de Anatol a caballo, la gente acudía en masa a un lado del camino y los miraban asombrados marchar hacia la batalla. Max se sentía como un cachorro inocente perdido en una manada de lobos.

—Señora, muévase al centro de las filas una vez que pasemos por las puertas.

Mientras se preguntaba cuántas horas más tendrían que viajar así, sin aliento y sudando, Yulysion le sonrió alentadoramente.

—Hoy cruzaremos dos montañas. Una vez que dejemos Anatol, el camino será más fácil de recorrer, así que por favor aguante.

Max asintió, preguntándose cómo el joven podía viajar a esa velocidad y no morderse la lengua en el proceso. Sus muslos ya estaban entumecidos y sus caderas hormigueaban, pero no podía murmurar una palabra de queja después de insistir con tanta obstinación en que tenía que ir con ellos. Max luchó mientras cabalgaba para seguir el ritmo de los caballeros.

Afortunadamente, a medida que el camino se hizo más empinado, se vieron obligados a disminuir la velocidad del movimiento. Logró recuperar la compostura e inspeccionó su entorno. Exuberantes árboles verdes los flanqueaban a ambos lados del estrecho sendero de los valles montañosos. Rocas afiladas y dentadas talladas por la naturaleza se inclinaban al pie de la montaña, y podía oír el débil correr del agua de un arroyo cercano. Como llevaban un tiempo viajando, finalmente decidieron tomarse un descanso allí.

A Max le costó mucho desmontar de su caballo mientras sus piernas temblaban, luego llevó a Rem hacia el agua. Los caballeros comieron pan y carne seca mientras los caballos bebían agua sedientos, como si estuvieran vaciando el arroyo. También bebió agua de su cantimplora, humedeciéndose los labios resecos, y comió un trozo de carne seca que era dura como un trozo de madera. Descansaron unos veinte minutos antes de volver a subir a sus caballos e inmediatamente regresaron a la carretera.

Max apretó los muslos contra la silla para corregir su postura que se desplomaba. La marcha infernal sólo terminó cuando llegaron al final del estrecho y remoto sendero, encontrando un lugar un tanto apacible para acampar.

—Acamparemos aquí hoy.

Cuando la voz de Riftan resonó con fuerza, Garrow se bajó de su caballo y murmuró en voz baja.

—Incluso después de un día completo de viaje, todavía estamos en territorio Anatol…

Max se sintió tan aliviada de poder finalmente descansar del viaje a caballo que no le importó pasar una noche en las montañas. Casi se cayó de la silla cuando desmontó. Si no fuera por Yulysion, que se apresuró a ayudarla, habría encontrado su rostro contra el suelo húmedo.

—Debes estar cansada. Por favor siéntate aquí y descansa. Montaré la tienda de inmediato.

Yulysion la agarró por los hombros y suavemente la sostuvo para que se sentara sobre una roca plana. Ella apenas logró murmurar un agradecimiento debido a su nivel de cansancio.

Los dos muchachos rápidamente quitaron las sillas de sus caballos y desempaquetaron, sin mostrar ningún signo de cansancio. Los otros caballeros también estaban ocupados haciendo un hoyo para las hogueras, encendiéndolas y proporcionando comida y agua a los caballos. Max sabía que tenía que ayudar, pero en realidad no podía levantar una mano en ese momento. Presionó sus palmas enrojecidas contra la fría superficie de la roca, enfriándolas por la tensión de agarrar las riendas durante demasiado tiempo.

—He preparado una cama. Señora, tiene una pinta bastante lamentable, pero puede entrar y descansar…

—Yo me ocuparé de ella.

Max se estremeció ante la voz baja que lo interrumpió. Levantó la vista y vio a Riftan mirándola, todavía con el mismo rostro inexpresivo.

—Ve y cuida vuestros caballos.

Le preocupaba que él la regañara por estar en un estado tan caótico e incapaz de contribuir, pero Riftan simplemente la ayudó a levantarse y la guió hacia la tienda levantada debajo de un árbol, sin ninguna reprimenda.

—Te traeré la comida cuando esté lista, así que acuéstate mientras tanto.

—Estoy b-bien. Yo también debería ayudar…

Max inmediatamente cerró los labios cuando Riftan le lanzó una aterradora mirada. Bajó el toldo de la tienda y se alejó. A decir verdad, no tenía energía ni para mover un dedo, así que simplemente se deslizó impotente sobre las gruesas mantas, preocupándose por lo que le esperaba al día siguiente. Sabía que su trasero y sus muslos estarían magullados de color negro y azul por la mañana, por lo que se preguntó cómo iba a sobrevivir durante toda la expedición. Ella rápidamente sacudió la cabeza y descartó esos pensamientos depresivos.

No. Sólo un día más y entonces estaremos fuera de las montañas Anatol.

Según el mapa, habría muchas llanuras en su camino a Livadon una vez que pasaran Anatol. Además, su cuerpo se adaptaría lentamente a montar a caballo, especialmente cuando los senderos se volvieran menos engorrosos. Ella no debería darse por vencida tan fácilmente. Mientras intentaba motivarse, Riftan regresó a la tienda.

—Sería mejor que te dieras un masaje antes de comer. Quítate los pantalones.

Se inclinó para entrar a la tienda y se sentó en una esquina, sacando una pequeña botella de aceite de una bolsa. Max lo miró, sin estar segura de lo que acababa de oír.

—Justo ahora… ¿qué acabas de decir…?

—Quítate las botas y los pantalones. No podrás volver a montar a caballo mañana a menos que se aplique este medicamento.

Riftan respondió con indiferencia y se quitó el guante, las polainas y los brazales como si fueran engorrosos y los dejó en la esquina. Mientras tanto, Max seguía mirándolo fijamente sin comprender. Frunció el ceño al verla inactiva y puso sus manos en sus botas para quitárselas. Ella protestó y se agachó en el rincón más alejado de la tienda presa del pánico.

—Yo… ¡estoy b-bien! ¡No hay necesidad!

—Parece que estás a punto de desmayarte en cualquier momento, ¿qué quieres decir con que estás bien?

Riftan se acercó y atrapó a Max, quien intentaba con todas sus fuerzas escapar; colocándola nuevamente en su lugar. Sus músculos palpitantes gritaron cuando él agarró su muslo. Cuando ya no pudo contenerlo y gimió de dolor, Riftan frunció el ceño y comenzó a desabrocharle los cordones de las botas que estaban muy apretados alrededor de sus pantorrillas, haciendo que la cara de Max se tiñera de rojo brillante.

—E-entendido. Yo… ¡lo haré yo misma! D-dame el aceite, puedo hacerlo… sal fuera por un momento.

—Ni siquiera tienes fuerzas para mover un dedo.

—Eso n-no es cierto. Puedo hacerlo yo misma así que…

—Al menos escucha a tu marido, aunque suene ridículo.

Ella dejó de protestar y se dio cuenta de que su paciencia estaba llegando al límite otra vez. Riftan le quitó las botas y las arrojó a un rincón, luego puso sus manos sobre los cordones de sus pantalones. Max miró hacia la entrada de la tienda y sintió ganas de llorar.

—¿Q-qué pasa si alguien entra…?

—Les dije que no se acercaran a la tienda, así que no te preocupes.

Él exhaló sin rodeos y sin piedad le quitó los pantalones sudados. El aire fresco que tocó su piel desnuda hizo que su rostro se sonrojara como una remolacha.

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