Bebé tirana – Capítulo 13: Ya estoy deseando que llegue ese día

Traducido por Den

Editado por Yonile


—Venga aquí, Su Alteza.

—Ven, Mabel.

El abuelo y el emperador me tendieron los brazos al mismo tiempo. Miré boquiabierta alternativamente a los dos hombres.

—Hmm…

Si elijo a uno, me temo que sucederá algo grave que no podré manejar.

¿Debería llorar? 

Mientras fruncía el ceño y me preparaba para llorar, Oscar entró corriendo por la puerta abierta.

—¡Mabel! Ugh…

Se sorprendió cuando se dio cuenta de la gran tensión que había entre los dos hombres. En ese instante, dejó de correr y retrocedió.

Entonces se me ocurrió algo mejor que llorar.

Estiré los brazos hacia él sin siquiera mirar al emperador y al abuelo.

—¡Inai! (¡Ven aquí!)

A pesar de que se sentía incómodo por las miradas sobre él, se acercó a mí y me cargó.

—Llego un poco tarde porque tenía muchas tareas, Mabel. ¿Esperaste mucho?

—Ung.

Me sentía muy cómoda estando en sus brazos.

El ímpetu de los dos hombres se desvaneció al ver que no podían estar celosos de un niño de seis años.

Uf. Qué difícil es vivir… 

♦ ♦ ♦

Sagrado Imperio Abelardo. 

Montego, que había estado detenido en Ermano todo este tiempo, finalmente regresó a su tierra natal.

El castigo que recibió fue leve en comparación con el cargo de intento de secuestro de un miembro de la familia imperial. Sin embargo, las medidas de seguimiento fueron severas. En el futuro, no podrá poner un pie en Ermano.

Después de cruzar la frontera, Montego se dirigió directamente al templo donde se hospedaba el rey santo.

—Ven aquí, Montego.

Un joven se hallaba casi tendido en el trono: el rey santo, Michael Abelardo. Aquel con el apellido Abelardo, que sólo el rey santo puede recibir.

Estaba envuelto con un velo debido a que no se mostraba en público. Por ello, circulaban numerosos rumores.

Debido a que todo era manejado a través de un representante, se desconocía su apariencia, edad y todo lo demás.

Contrariamente a la imagen pública de que es un anciano canoso que pronto morirá, el rey santo tiene el aspecto de un hombre joven de 20 años, como mucho.

Tenía cabello rubio platino brillante, cercano al plateado, y unos ojos carmesíes que hechizaban a la gente.

El joven de expresión indiferente era tan hermoso que los ojos de Montego se ensancharon.

El sacerdote tragó un poco de saliva y se inclinó ante el monarca, que era mucho más joven que él.

Esa no es su verdadera apariencia. 

En realidad, era mucho mayor que Montego. Nadie sabía con exactitud cuántos años tenía.

No obstante, el clérigo conocía su personalidad. Sin duda no lo perdonaría por fracasar en su misión.

—¿Y la semilla de Dios?

Ante la pregunta de Michael, Montego inclinó aún más la cabeza.

—Fallé…

—Ya veo. Está bien.

—¿Sí?

—Dije que está bien.

Sorprendentemente, no hubo ninguna reprimenda furiosa como esperaba.

Mientras Montego lo observaba confundido, Michael ladeó la cabeza como si estuviera molesto.

—De todos modos, nunca esperé que la trajeras. Porque eres tan incompetente.

—¡Eso…!

—No tienes nada que decir, ¿verdad?

Montego negó con la cabeza. No podía estar a la altura de las expectativas del rey santo, por lo que sólo podía soportar tal insulto.

—Parece que no lo entiendes, así que te lo explicaré amablemente. La única razón por la que te envié fue para tantear la reacción de Ermano —Ante ello, permaneció en silencio—. ¿Qué tan bien protegen la semilla de Dios? ¿Cómo podrías traerla a Abelardo? Fue como un ensayo.

—Ya veo —El sacerdote asintió con indiferencia.

Todos en el templo sabían que la personalidad de Michael era terrible, por lo que no era nada nuevo.

Sin embargo, era injusto que lo convirtiera en el cebo.

—Entonces, ¿qué planea hacer?

—Hmm —Michael, que había estado pensando en silencio con la barbilla apoyada en su mano, sonrió alegremente y dijo: —Tengo algo en mente.

—Ya… veo…

Si solo te fijas en su hermosa apariencia, sin duda parece un ángel, pero no quiero saber lo malvado que puede llegar a ser, pensó Montego.

♦ ♦ ♦

El incidente ocurrió en el día más cálido, bajo el sol y ¡justo después de haber tomado un baño!

Me tapé la boca con ambas manos al sentir un repentino dolor en ella, y rompí a llorar.

—U… ¡Uuang!

—Oh, cielos. ¿Qué ocurre?

La niñera, que acababa de cambiarme de ropa, se sobresaltó y volvió a quitarme las prendas. No me molestó que hiciera eso.

Lloraba porque me dolía mucho la boca.

Ni siquiera tenía intención de llorar, solo me asustó el dolor repentino y al final lo acabé haciendo.

Al escuchar mi llanto, Lalima y Xavier corrieron hacia la cama.

—¡Su Alteza! ¡¿Qué ocurre?! ¿Se siente mal?

—Lalima, no seas escandalosa. Su Alteza está asustada —Xavier me tranquilizó dándome unas palmaditas mientras hablaba con Lalima.

Afortunadamente, el dolor fue disminuyendo poco a poco, no obstante, la ansiedad no desapareció por completo.

—¿Se siente mejor ahora?

Negué vigorosamente con la cabeza ante la pregunta de la niñera.

—¡Ula! (¡Duele!)

—¿Duele mucho? ¿Echamos un vistazo?

La niñera me abrió la boca con suavidad. Cuando miró dentro, rió.

¿Niñera…? 

¿Por qué te ríes así cuando estoy enferma? ¿Cómo puede una niñera hacer eso? La miré con lágrimas en los ojos y una gran sensación de traición.

¡No confiaba en el emperador ni en Oscar, pero sí en ti! ¡¡Te mostré todo y confié en ti!!

Madame, ¿por qué Su Alteza la princesa lloró de repente?

—Ho ho —Ante la pregunta de Xavier, la niñera se rió de nuevo—. Su Alteza está sufriendo de dolor de muelas en este momento.

Agarré su mano, sorprendida.

—¿Ode elas? (¿Dolor de muelas?)

—Sí. Tiene dientes.

—¿I’ete? (¿Diente?)

—Sí. Le están saliendo los dientes.

—¡I’ete! (¡Diente!)

El sentimiento de traición hacia ella había desaparecido hace mucho tiempo.

¡Diente! ¡Un diente! ¡Finalmente tengo dientes! ¡Estoy empezando a tener dientes! 

—Ja, ja, ja. ¡Su Alteza es tan linda! Está tan feliz aunque no sabe lo que es un diente.

Lalima se río, pero la ignoré, decidiendo pasarlo por alto esta vez.

Tener dientes significaba que pronto podría hablar. ¡Pronto podré pronunciar correctamente y no me tratarán como un animal!

La niñera y el resto sonrieron mientras yo me alegraba y sacudía mis hombros.

—Está bien, vamos a prepararnos.

Después de ordenar mi ropa, la niñera empujó a Xavier y Lalima.

Ambos ladearon la cabeza.

—¿Para qué?

—Su Majestad se debe haber enterado, por lo que debemos prepararnos para recibirlo.

Por un momento, se hizo el silencio. Xavier y Lalima se congelaron y me sentí desconcertada.

Nadie ha ido a informar, pero ¿cómo puede venir de visita el emperador?

Bostecé desinteresada. Sin embargo, cuando creía que estaba mejor, me dolieron las encías de nuevo.

—U… Un…

No lloraré. No lloraré.

Este es un sacrificio por un bien mayor. ¡Este tipo de dolor por mis competencias lingüísticas no es nada! Pero, como era de esperar, dolía mucho.

—Uing.

Cuando comencé a llorar una vez más, la niñera me tomó en sus brazos y me dio unas palmaditas.

—Está bien, Su Alteza. Es una prueba de que está creciendo.

Lo sé, pero no sabía que dolería tanto. El dolor de dientes es terrible.

No me van a crecer uno o dos, así que ¿cuánto tiempo tengo que soportar esto?

Afortunadamente, después de sollozar por un tiempo, el dolor disminuyó.

—Oh, cielos. Su Alteza, resistió muy bien.

La niñera me acarició con dulzura la cabeza.

Es vergonzoso escuchar elogios por aguantar el dolor, pero con el transcurso de los meses, ahora ya estoy acostumbrada.

—Ahora que lo pienso, ha pasado mucho tiempo desde que Su Alteza lloró —dijo Lalima como si de repente recordara, mientras estaba de cuclillas frente a mí con las mejillas apoyadas en las manos.

—Para empezar, normalmente no suele llorar —respondió Xavier.

Me dolió la conciencia.

En realidad, no lloraba mucho, y cuando necesitaba ayuda, solía llamar a la gente con un balbuceo.

¿Cuándo fue la última vez que lloré, además de hoy…?

—Pero me alegro que llore. ¿Su Alteza no es demasiado linda llorando?

Lalima hizo un comentario impresionante. La miré desconcertada.

¿Eh? ¿Lalima…? 

Lo que es aún más ridículo es que incluso Xavier estuvo de acuerdo con sus palabras.

—Normalmente te equivocas, pero estoy de acuerdo contigo. Su Alteza no llora a menudo, por lo que es especial cuando lo hace.

Xavier… ¡también tú…! 

Cómo era de esperar, sólo podía confiar en la niñera. Agarré el dobladillo de la falda de ésta y la miré ansiosa. Ella me devolvió la mirada y sonrió suavemente.

—Su sonrisa es la más bonita, Su Alteza.

¡Después de todo, la niñera es la única…!

—Aunque es linda cuando llora.

De esta manera, fui traicionada por los tres.

Están disfrutando de verme llorar, como pervertidos.

¡Como venganza, no lloraré, no importa lo doloroso que sea!

Mientras apretaba los puños jurando vendetta, la puerta se abrió.

—¡Mabel!

Era el emperador, que respiraba con pesadez.

En ese momento, recordé la conversación entre la niñera y el resto: «El emperador llegará pronto, por lo que tenemos que prepararnos para recibirlo…» ¿No fue una broma? ¿Lo decía en serio?

Pero estos tres son los únicos que saben que tengo dolor de dientes, así que debe haber alguien ahí fuera para comunicar la noticia.

Con mis habilidades de razonamiento, llegué a la conclusión de que el culpable fue Lissandro Donovan. Por lo general, se esconde porque me enfado cada vez que lo veo, no obstante, siempre me está observando.

—Finalmente te están creciendo los dientes; esto es un evento nacional.

—¿Eh…?

Una vez más, el emperador comenzó a decir tonterías que no podía entender.

¡No lo creo! 

—T-Te están saliendo los dientes. ¿Qué debería darte esta vez?

Estaba intentando regalarme algo de nuevo.

En un instante, todos sus obsequios se me vinieron a la mente: el Bosque Imperial del Norte, el Castillo Ponce, la tesorería privada, el Principado de Vistante… Hay más, pero son tantos que realmente no puedo recordarlos.

En cualquier caso, todo eso ya era demasiado, y sentía que no podía aceptar más cosas. Así que agarré apresuradamente su mano y grité:

—¡Snwack! (¡Snacks!)

—¿Snwack…?

—¡Ero snwack! (¡Quiero snacks!)

Asentí con vehemencia. Era un buen presente para ser tan precipitadamente.

Los snacks para bebés están bien.

Sin embargo, el resultado de haber subestimado al emperador fue…

—Snacks, snacks… Está bien. Te daré al chef real.

¡Pedí snacks, no una persona…!

♦ ♦ ♦

Esteban arrugó sin piedad la carta de Abelardo. Pero quizás eso no fue suficiente puesto que pronto se encontró con una terrible muerte al ser desgarrada.

—Su Majestad, debo enviar una respuesta… —habló con cautela Gustav, que observó la escena con el rostro pálido.

—Diles que se vayan al diablo.

—Ja, ja.

El ayudante sonreía, pero sus ojos lloraban desconsoladamente.

Siempre es así. Luego soy yo quien se encarga de arreglar todo…

Esteban miró fijamente la carta hecha pedazos. El contenido de la carta del Sangrado Imperio Abelardo era una especie de declaración de guerra.

El rey santo, Michael Abelardo, asistirá a la primera fiesta de cumpleaños de Mabel Winter Gardenia Ermano.

Pensé que después de que Montego tratara de secuestrarla se habían dado por vencidos, ya que todo estaba tranquilo, pero resulta que me ha estado engañando.

Incluso mientras el emperador estaba preocupado, siguió rompiendo de forma brutal la carta. Lo que una vez fue una carta, se transformó en partículas porque rasgó todo lo que podía rasgar.

Quizás sea algo bueno. 

Si es una declaración de guerra, basta con responder. Esteban tenía tanto una razón para proteger a Mabel como la capacidad para hacerlo.

Era mejor estar en guardia que estar confundido, indefenso y sin saber nada.

—Gustav.

—¿Si, Su Majestad…?

Algo que una vez fue una carta ahora es partículas, pensó Gustav, mirándolo sin comprender.

Su cabeza estaba llena de preocupaciones sobre cómo transmitir la respuesta de manera eufemística [1], lírica, elegante y fluida para que no sonara ofensiva.

El asistente miró desesperado al emperador, que redactó personalmente la carta que le estaba entregando.

—Envíala a Abelardo.

—E-Esto es…

Una carta que decía que “se fueran al diablo”.

¿Estallará finalmente la guerra con Abelardo?

La expresión de Esteban se volvió más amenazante cuando un Gustav tembloroso no aceptó la carta.

—Te reduciré el sala…

Antes de que pudiera terminar de hablar, tomó la carta apresuradamente. Se producirán grandes sucesos al mencionar la palabra “reducción”.

Gustav hizo una expresión peculiar cuando vio el contenido de la carta. Porque lo que había escrito era una bienvenida muy pacífica: «Le damos la bienvenida y esperamos la visita del rey santo»…

—¿Realmente puedo enviarla así?

—Sí.

Gustav salió corriendo de la oficina antes de que Esteban cambiara de opinión. El emperador observó la silueta de su ayudante que se alejaba con la barbilla apoyada en su mano.

Sólo faltaban dos meses para la primera fiesta de cumpleaños de Mabel.

No tengo más remedio que prepararme durante el resto del mes, ya que el rey santo, cuyo rostro es difícil de ver en público, asistirá. 

—Ya estoy deseando que llegue ese día.

Sonrió al imaginar el asombro de los bastardos de Abelardo ante su respuesta.


[1] Ser eufemístico es manifestar de forma suave o decorosa ideas cuya recta y franca expresión sería dura, malsonante u ofensiva.

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