Cenicienta – Historia paralela 1: Tengamos una cita

Traducido por Den

Editado por Sakuya


—Maestro, me han informado que el mantenimiento de la espada ha finalizado.

Escuché a Xavier susurrarle aquello a Volker.

Acababa de regresar a casa del trabajo y estábamos tomando el té juntos.

Se trataba solo del mantenimiento de la espada, ¿por qué estaba siendo tan reservado?

—¿Le encargaste la espada a un herrero?

—Sí. Ya acabaron.

Volker parecía reacio a hablar de ello. Se veía cansado, pero le dijo a Xavier que iría al día siguiente.

¿Era tan problemático retirar una espada?

—¿Es difícil ir a ver al herrero? Si estás demasiado ocupado, ¿por qué no voy yo? —sugerí.

—¡No! —dijo Volker con vehemencia.

—¡No puede! —añadió Xavier.

—No quería gritar, pero Dagtering es peligrosa.

¿Dagtering es peligrosa…?

—Si ese es el caso, ¿por qué no hacemos que vaya alguien más?

¡En mi mente, era nuevo imaginar a Volker haciendo cosas que no le gustaban o eran molestas! En cierto modo, me hizo un poco feliz.

—No, tengo que ir yo mismo. No quiero que alguien más tenga que sufrir con ese demonio.

—¿Puedo ir contigo Volker? —le pregunté. Podría ir a buscarlo después del trabajo y visitar juntos al herrero, caminando tomados de la mano…

—Pero… —intentó protestar.

—Creo que sería divertido pasear contigo por la ciudad, ¿no?

El día siguiente era su día libre, por lo que estaba bien regresar a casa un poco tarde.

Aunque parecía abatido, asintió.

Xavier tenía una expresión en su rostro que parecía decir: “Oh, cielos”.

♦ ♦ ♦

Al día siguiente, fuimos en carruaje al castillo. Llevaba un vestido práctico que no tenía muchas cintas o encajes para que nada se quedara enganchado en el taller del herrero. Quería causar una buena impresión como esposa de Volker. Mis accesorios también eran pequeños y modestos, y mi cabello estaba recogido en un elegante moño.

—Señorita, tiene un aire diferente al habitual —comentó Marie mientras el carruaje se sacudía—. ¡Es bueno entretener al maestro con una sensación diferente!

Marie siempre es confiable. Me  pregunto si tiene a alguien que le guste. Se lo preguntaré más tarde,pensé.

Cuando llegamos al castillo, saludamos a los guardias mientras nos dirigimos a la oficina de Volker. Él les había informado de mi llegada, por lo que me llevaron de inmediato. Pero… ¿por qué me están mirando así? ¿Hay algo mal?

Cuando llamé a la puerta de la oficina, hubo una respuesta inmediata desde dentro, y el segundo oficial, Nicolo, abrió la puerta y me dio la bienvenida.

—Buenos días, madame.

—Buenos días, señor Nicolo. Gracias por cuidar siempre de Volker.

Tan pronto como terminé de saludar a Nicolo, Volker se acercó y me levantó.

—Fredericka, estás aquí —dijo antes de darme un beso en los labios—. Tu belleza hoy es diferente a la habitual… Tan linda… Lamento molestarte hoy —Volvió a besarme ambas mejillas y los labios.

Volker, me gusta esto, pero Nicolo está aquí. Por favor, contente un poco. 

—Nicolo, me voy —dijo a su asistente. Ya estaba preparado para partir.

Volker levantó la mano para despedirse de Nicolo, antes de ponerla alrededor de mi cintura y guiarme hacia afuera.

Nicolo hizo una pequeña reverencia.

—Gracias por su arduo trabajo, señor. Por favor, tenga cuidado… —murmuró antes de que se cerrara la puerta.

¿Que tenga cuidado? ¿Quién es Dagtering? ¿Es así de peligroso? De repente me sentía preocupada, pero creía que con Volker a mi lado, todo debería estar bien.

—Primero vayamos donde Dagtering, retiremos la espada y luego podremos pasear tranquilamente por la ciudad.

La preocupación de Volker parecía haber desaparecido por completo, y parecía que tenía más ganas de caminar por la ciudad que de recoger su espada.

Lo acompañaba con esa intención, pero no pensé que Volker tuviera esa faceta.

—Lo espero con ansias —dije.

A lo largo del trayecto, hablé emocionada de las tiendas y los lugares que quería visitar, y mientras él me escuchaba alegremente, el carruaje llegó a su destino. Luego, bajamos del vehículo.

—¡Diviértase comprando, señorita! —dijo Marie sonriendo, cerrando la puerta del carruaje detrás de nosotros y despidiéndose mientras el carro se alejaba.

¿Eh? ¿El carruaje no nos iba a esperar para volver a casa?

—¿No tenías la intención de quedarte a pasar la noche hoy en la ciudad? —dijo Volker con una brillante sonrisa de lobo.

Ah, ¿lo has estado esperando tanto?

¡V-Volker! 

Estaba un poco avergonzada, pero me aferré alegremente a su brazo mientras escondía tímidamente mi rostro.

Se rió ante mi reacción.

Volker entró en el taller, que no tenía ningún cartel, sin dudarlo. ¿Está bien entrar?, me pregunté mientras lo seguía en silencio.

El interior estaba desordenado y no había nadie alrededor. No parecía una tienda que tuviera mucho comercio porque no había aprendices. Más bien, era bastante inusual. Castley estaba involucrado en el negocio metalúrgico dado que era más rentable que la herrería.

—Dagtering, he venido a retirar mi espada —gritó Volker por encima del montón de cosas.

—No le voy a dar espadas a un hombre que coquetea frente a mi tienda —gruñó alguien desde atrás.

Aunque el tono fue brusco, una mujer apareció desde detrás del mostrador. Llevaba una ropa de trabajo tosca, pero su apariencia era impresionante. Tenía un brillante cabello largo atado en una coleta, ojos rasgados de color zafiro con una mirada afilada como una espada. Era tan sensual que no pude apartar mis ojos de ella.

Pero había algo detrás de esa agudeza. No podía dejar de mirarla.

—Brennan, escuché que te casaste. ¿Es ella? ¿Qué truco usaste para atraparla?

Cuando me señaló, de repente me di cuenta de que había estado boquiabierta y no había saludado.

—Dagtering, no digas cosas raras —dijo Volker, luego se dirigió hacia mí—. Fredericka, esta es Dagtering. Tiene una horrible actitud y es una malhablada, pero es buena con las espadas.

—S-Soy Fredericka, encantada de conocerla —hice una cortés reverencia—. Gracias por cuidar la espada de Volker.

—Oye, Brennan, estoy segura de que estás feliz de tener una joven esposa, pero es molesto verte coqueteando en público. Debería estar prohibido.

Bueno, no podía negar que habíamos estado en nuestro mundo. Pero, de hecho, habíamos estado de pie en medio de la puerta, por lo que sería molesto. Deberíamos tener más cuidado.

—Lo lamento mucho. Eso fue una molestia, ¿verdad? Seré más cuidadosa. Saldré afuera a reflexionar hasta que Volker termine. Lo siento mucho —dije apresuradamente.

Pero Dagtering me agarró la mano. Aunque sus manos eran ásperas y no tan suaves como las de una dama de la nobleza, me sentí cómoda.

—Espera, espera. Eres una cosita tan linda, ¿no es así, Fredericka?

Sus ojos color zafiro se entrecerraron y esbozó una sonrisa, que me pareció familiar, pero Volker me apartó de ella.

—No seas estúpida. Fredericka es linda incluso si la miras desde lejos. Si miras demasiado, te quedarás ciego.

Nadie se quedará ciego.

Estaba a punto de recordar algo…

Cuando parecí triste en los brazos de Volker, Dagtering se echó a reír.

—¡Ja, ja! Eres muy linda. Ven aquí, te daré unos dulces.

Cuando Dagtering me hizo señas para que me acercara, miré a Volker de reojo, como preguntando si podía. Él me acarició la cabeza, luciendo reacio.

Luego ella señaló con su pulgar la vaina de la espada de Volker que estaba apoyada en la mesa de trabajo contra la pared. Él la recogió y salió por otro lugar, diciéndome que iba a comprobar si estaba bien afilada.

—Asusto a la mayoría de las mujeres porque parezco enfadada. Es la primera vez que alguien tan linda como tú me mira a los ojos y me saluda.

Me entregó una bandeja de bolitas de dulces. Cogí una rosa y me la llevé a la boca. Era dulce.

—No parece enfadada en absoluto. Sus ojos son hermosos. Oh, ¡estos dulces están deliciosos! —dije.

Puede parecer de mala educación, pero Dagtering se rió cuando traté de enfatizarlo, y me metió más golosinas en la boca.

—¿Por qué una chica tan linda como tú se casó con Brennan?

¿Qué hay de malo con Brennan?

Pude sentir tensas mis mejillas.

—¿No es demasiado serio y aburrido? Es un adicto al trabajo. Además, todavía eres joven, no deberías estar casada con un viejo como él…

No pude soportarlo más, por lo que mordí los duros caramelos. Se rompieron con facilidad porque ya habían comenzado a derretirse en mi boca. Pero el choque recorrió mis dientes.

—Perdone, señorita Dagtering.

Después de tragarme a la fuerza todos los dulces, levanté la mano y la interrumpí, sabiendo que era de mala educación. Pero no pareció importarle; solo ladeó la cabeza sorprendida.

—Como su esposa, creo que la seriedad y dedicación al trabajo de Volker son virtudes. También es ingenioso y considerado. Es un marido perfecto que es un desperdicio que esté conmigo… —Traté de sonreír, pero no sabía si lo logré. Podía sentir cómo se me calentaba la cabeza. Intento mantener la calma, sin embargo, me temo que voy a perder el control—. Volker debería haberse casado con una esposa más agradable, pero eligió a una chica descarada como yo…

Oh no, la sangre se me estaba subiendo a la cabeza. Mis glándulas lagrimales se estaban abriendo y comenzaron a llenarse de lágrimas. Respiré hondo y traté de hablar, pero mis labios temblaban y no pude decir nada.

Sé que la señorita Dagtering no lo decía en serio, que solo estaba bromeando. Han sido amigos durante mucho tiempo, pero… cuando alguien habla así de Volker, yo… ¡Me pongo triste!

Me eché a llorar.

Soy una gran decepción. Soy la esposa de un general, no debería llorar por una broma. Estoy segura de que la señorita Dagtering también está sorprendida. 

—L-Lo siento, yo… —dije entre sollozos mientras trataba de secarme las lágrimas y calmarme. Pero ella me abrazó y colocó mi rostro en su refinado busto. Mi cara se puso roja.

¡Oh cielos! ¡¿Q-Qué está haciendo?!

Mi rostro estaba presionado contra la carne blanda. ¡¿Qué es esta abrumadora felicidad?!

—Lo siento, fui insensible. Cuando supe que se había casado de repente, pensé que te habían obligado a hacerlo. Pero veo que realmente lo amas. Ustedes lo meditaron con seriedad —pausó un instante para luego proseguir—. Brennan es un buen tipo —dijo, acariciándome la cabeza—. Tienes un buen marido.

Las lágrimas de tristeza cesaron porque sus tiernas manos me consolaron. Pero luego comenzó otra clase diferente de llanto.

—Higu~~ Lo siento, señorita Dagtering —hipé mientras hablaba.

—Me alegro de que tus lágrimas se hayan detenido —se rió, dándome palmaditas en la espalda.

¡Muchas gracias! 

—Qué niña tan indefensa —dijo cuando la abracé.

Perdón por la molestia… 

Me entregó una toalla fría para refrescarme los ojos y luego un crujiente pretzel. Quería comerlo sola, pero ella quería alimentarme.

—Pareces una ardilla o un conejo —se rió mientras masticaba el pretzel que me ofreció.

¿Un pequeño roedor? ¿Son mamíferos?

—Dagtering, la espada está bien. Fredericka, lo siento, yo… Ah…

Al ver que su pequeño roedor estaba siendo alimentado, se formó un profundo surco entre las cejas de Volker. Era la clase de expresión que haría un hombre si descubriese a su esposa teniendo una cita secreta con su amante.

Corrí hacia Volker y lo abracé como si estuviera abrazando su espada.

—¡Vamos a nuestra cita!

Volker pagó el mantenimiento con una expresión feliz, pero también complicada, y nos dirigimos hacia la puerta de la tienda. La señorita Dagtering me estrechó la mano antes de irnos. Me fui con todas mis fuerzas.

Caminamos por la calle tomados de la mano.

—Fredericka… —me llamó, luciendo enfadado. Al parecer estaba molesto porque la señorita Dagtering me alimentó.

—¿Sí? ¿Qué sucede, Volker? —lo miré con una sonrisa inocente en mi rostro, pero me dirigió una mirada llena de tristeza.

—Pensé que era el único que podía alimentarte…

¿Acabo de escuchar correctamente? No era por la extraña escena de adulterio, sino que el dueño estaba sorprendido de que su pequeño roedor fue cariñoso con otros y les permitió alimentarlo. ¡¿Señor esposo, por qué es así?!

Ahora que lo pienso, nunca hemos hecho algo así… ¡Ya sé! Digamos esto…

—Juro que no dejaré que nadie más que tú, Volker, me alimente. ¿Por qué no vamos ahí? —Señalé una linda cafetería. Era mejor sobreescribir la información lo antes posible—. Vamos a comer algo dulce, y puedes darme de comer —lo arrastré conmigo.

Empujé la puerta y sonó el timbre. Un camarero vino al instante.

—Bienvenidos. Mi nombre es… —Su sonrisa se congeló cuando vio a Volker.

Ciertamente, no es una tienda donde los generales como Volker vinieran con ropa militar sino con un abrigo, y mucho menos cuando son cafeterías con productos como: “esponjosos panqueques de miel de oso” o “helado tricolor con forma de gato” o “juego  de postres de la sombra del bosque”, en el menú.

Lo siento, la próxima vez vendremos vestidos de civil. ¡Volker también se ve genial con ese tipo de vestimenta! ¡También vendré con Priscilla y Delphina!

—Buenos días, ¿tiene una habitación privada para dos? —le pregunté alegremente.

—Er, sí, justo al fondo —dijo, recuperando la compostura. Su sonrisa no volvió a flaquear mientras nos conducía hacia la sala privada.

Tuvimos que atravesar el abarrotado comedor principal para llegar a la habitación, por lo que no pudimos evitar pasar por unos alrededores ruidosos. Si se tratara de una casa de huéspedes o un restaurante exclusivo, habría una entrada reservada para los aristócratas, pero como era una pequeña cafetería en medio de la ciudad, no tuvimos más remedio que seguir adelante y morir en el intento de llegar hasta nuestra mesa.

—Traeré el menú inmediatamente —dijo el camarero con una reverencia, y se alejó a paso apresurado.

Volker se sentó con cuidado ya que las sillas eran pequeñas. Tuvo que cambiar de asiento varias veces para sentirse cómodo.

—¿Es una sala privada o una semi-privada? —susurró, como si estuviera hablando en secreto. También estaba inusualmente encorvado. A veces era tan lindo que no podía dejar de sonreír.

—Sí, las habitaciones privadas de una cafetería como esta son así. Pero la gente no puede ver quién está adentro a menos que miren. No hace falta que hables de esa forma.

Bueno, si quieres alimentarme, este es un buen lugar para hacerlo, ¿no? Volker gruñó cuando me reí. Ah… tengo la sensación de haber visto esto antes… Oh, papá hace eso a veces, ¿no?

Cuando nos presentaron el menú, Volker lo leyó y levantó una bandera blanca. Ordenó un café y yo té y “panqueques blancos del conejo blanco”.

Los dulces que llegaron eran un muñeco de nieve hecho de helado de vainilla y un increíble merengue con forma de conejo blanco que parecía caminar hábilmente sobre sus dos patas encima de un montón de panqueques cubiertos con crema batida.

¡Cielo santo!

Imaginé que este conejo era un residente del mismo mundo que un carruaje de cuento de hadas. Se veía muy dulce y yo estaba blanda y fofa bajo la mesa, pero lo ordené, por lo que tengo que comérmelo.

—Lo siento, por favor, ponlo delante de él —Le dije al camarero cuando colocó el plato frente a mí.

Después de todo, vine aquí para que Volker me alimentara.

El camarero nos miró a mí, a Volker y a los panqueques de conejo blanco con los ojos bien abiertos.

Volker se cubrió la cara con la mano.

Oh, cielos.

Me levanté, tomé el plato y lo coloqué delante de Volker. El camarero sonrió y se fue rápidamente mientras decía:

—Disfruten de la comida.

Después de despedirlo con una sonrisa, me incliné más hacia Volker.

—Lo siento, Volker. Puede que lo haya… malinterpretado.

En ese momento escuché una voz femenina que decía:

—¿El novio? ¡¿Estás bromeando?!

¡Oh, cielos! Las chicas difunden los rumores más rápido que la velocidad de la luz…

—Está bien, incluso podría cambiar la idea de que soy un general conservador y obstinado —dijo suspirando.

¡Oh, Volker es tan amable! Hm, pero luego puede empezar a ser conocido como “General de los Dulces” o “General Antojoso”… 

De repente me deprimí.

Volker puso el plato en el centro de la mesa y cortó el panqueque y el merengue en trozos pequeños con el cuchillo y el tenedor.

—Abre la boca, Fredericka.

Ah~ No puedo estar triste; ¡acaba de comenzar el gran evento de hoy! 

Me incliné hacia delante y abrí la boca.

—¡Sí! Ah… ¡Ung!

¿No es demasiado grande, Volker? 

El extremo quedó atrapado en mi boca, y la crema se deslizó por mi labio. Mastiqué e intenté tragar, pero no pude evitar que la nata patinara por los bordes de mis labios.

—Volker, ese era demasiado grande —me limpié la crema de la boca con una servilleta. Estaba un poco avergonzada y preocupada de haber parecido como una niña frente a él. Pero cuando lo miré, mientras tenía la servilleta sobre mi boca, se inclinó hacia adelante mirándome fijamente. Tenía las orejas rojas.

¿Qué pasa? 

—Lo siento. ¿Fue difícil de tragar? Lo haré un poco más pequeño —Cortó los panqueques rápidamente. Puso con mucho cuidado la crema y me presentó el trozo más pequeño que antes.

—Ah, ¡ng mgu! —Esta vez pude comerlo sin que se cayera la nata. ¡Increíble! Le dirigí una amplia sonrisa, pero parecía un poco triste. ¿Por qué?


Den
¡Aquí Den! Me complace anunciarles que Sakuya y esta servidora estamos de vuelta y les traemos las historias paralelas de esta linda y cómica pareja. ¡Disfruten <3!

2 respuestas a “Cenicienta – Historia paralela 1: Tengamos una cita”

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