Traducido por Den
Editado por Sakuya
—Señora Brennan.
Cuando estaba de compras con Marie y Sam, un escolta y sirviente del castillo de repente me abordaron por detrás. Al darme la vuelta me topé con la ancha espalda de Sam, que me impedía ver quién era.
—Disculpe las molestias, soy Samuel Mogg de la Segunda Orden de los caballeros reales. Escolté al príncipe heredero en la última fiesta de té que organizasteis.
Una vez se presentó, Sam se relajó un poco y se apartó. De esa manera al fin pude ver quién me hablaba.
—Un placer, señor Mogg. Gracias por lo del otro día. Mi marido siempre estará en deuda con usted —lo saludé alegremente con una pequeña reverencia. Lo había reconocido. Aunque era el subordinado de Volker, estaba un poco nerviosa.
—Estoy en deuda con el general, así que no hace falta que sea tan cortés —aclaró avergonzado.
Cuando levanté la cabeza, se llevó una mano al pecho como si estuviera aliviado.
Pude ver que era una persona amable y amigable.
Siempre saludo a los caballeros con los que me topo en el palacio, pero como rara vez conversamos, en realidad no sé sus nombres.
Ahora que lo pienso, no debería ser así. Después de todo, soy la esposa del general. Debería ser capaz de apoyar a mi marido en público y en privado, y entender su trabajo hasta cierto punto.
—Esperaba que pudiera convencerla de venir al complejo de la Guardia Real uno de estos días. Estoy seguro de que le resultará interesante —me sugirió el señor Mogg con una sonrisa justo cuando estaba pensando en preguntarle a Volker sobre el trabajo de la Guardia Real.
¡Eso es! Apreté el puño mentalmente. Y me di cuenta de que en realidad lo estaba haciendo en la vida real porque el señor Mogg se había sorprendido.
♦ ♦ ♦
Volker estaba en silencio. Tenía los ojos cerrados y el ceño fruncido. Además, se encontraba de brazos cruzados. Parecía acongojado.
Estaba reflexionando al respecto. Y mucho, ¿no? Pero ¿por qué? Solo quería visitar los barracones, no era tan malo. Si no era buena idea, podía decirlo. O ¿se quedó dormido por el cansancio?
No obstante, siempre existe la probabilidad… No es raro que la gente se duerma de repente cuando se trata de algo… tan… trivial… Ugh, ¿es trivial?
¿De verdad se quedó dormido…?
—¿Volker? —lo llamé mientras tiraba de su manga.
—¿Hmmm? —respondió abriendo un ojo.
¿Por qué es tan genial?
—¿No está bien? —pregunté arrodillándome frente a él y colocando las manos en sus rodillas mientras lo miraba. Su expresión se suavizó, pero aún no había dado una respuesta afirmativa—. ¿Es demasiado presuntuoso de mi parte querer conocer el trabajo de mi marido?
Me gustaría agradecer a los demás caballeros, aparte del señor Mogg, por su ayuda y también me gustaría saludar a aquellos que cuidan a Volker a diario. He visitado su oficina muchas veces, sin embargo, solo he hablado con Nicolo, el segundo oficial. Siempre me iba con Volker antes de que pudiera ver a alguien más.
Cuando lo pienso, solo podía suponer una cosa: ¿soy molesta?
Tal vez sea una molestia que una mujer despreocupada deambule por los barracones y el campo de entrenamiento. Aunque diga que no me preocupe, los caballeros pueden sentirse incómodos. Después de todo, es la esposa del general quien los visita. Se les sumarán deberes a los que ya tenían, y no querrán parecer irrespetuosos.
No creo que Volker quiera molestar innecesariamente a sus preciados caballeros.
Quizás Mogg solo me estaba alagando cuando me invitó.
Pero cuando lo mencioné, sentí que era el momento perfecto.
Ah~, es tan molesto que no pueda deshacerme de mi lado infantil. Debo convertirme en una mujer adulta y tranquila. Tengo que parecerme a Priscilla. Las mujeres adultas no hacen peticiones egoístas que molestan a sus hombres.
Decidí pensar en otra manera de entender el trabajo de Volker y descarté la idea de «hacer un tour».
—Lamento haber dicho algo tan egoísta como visitar a la Guardia Real… Siento molestarte cuando estás cansado —dije con una sonrisa y me levanté.
Estaba a punto de darme la vuelta cuando tiró de mí.
—¡Oh!
Caí encima de su regazo y al instante me rodeó con sus brazos.
—Lo siento mucho, ¿te lastimé? —pregunté de prisa. Por muy pequeña que fuera, debe haber dolido que cayera de repente sobre su regazo. En realidad, también me dolió un poco. Los muslos de Volker están muy bien formados, sus músculos son muy duros.
—No, no es nada… Pero hablemos.
Hablar en su regazo…
Siento que me siento en sillas con menos frecuencia desde que conocí a Volker. Me sentí un poco apenada por alguna razón.
Me retorcí un poco y Volker me sujetó con más fuerza.
—No me importa que me visites. De hecho, me hace muy feliz que te interese mi trabajo. Sin embargo… te hallarás entre bestias ansiosas de mujeres. Y no puedo soportar eso.
Aunque no podía ver su cara, sabía que se sentía acongojado.
—La mayoría de los caballeros son aristócratas, ¿cierto? Conozco a algunos, así que no todos pueden ser bestias, ¿no?
¿Se refería a los conocidos de Eugene? No obstante, el señor Mogg, a quien conocí hoy, era muy caballeroso.
—Esa es la cara que alguien ajeno a la Guardia Real conoce. Y que les enseñamos a mantener. Pero es básicamente un lugar de trabajo lleno de hombres sudorosos —dijo mientras enterraba la nariz en mi hombro—. Hueles muy bien —comentó.
Aún no me he bañado, así que por favor, no hagas eso.
Cuando me encogí de hombros, los brazos alrededor de mi cintura se aflojaron y me rodearon por debajo del pecho
—La nuca está bien, pero enterrar mi cara entre tus pechos me hace muy feliz —expresó mientras trazaba mi clavícula con un dedo y lo deslizaba por el centro hasta mi escote.
¿Qué clase de gustos maniáticos estás exponiendo? Hasta yo sudo. Necesitamos analizarlo después de un baño.
—Mira aquí.
—¿Eh? ¿Volker? —Me levantó para que estuviera de cara a él.
¿Por qué de repente es tan vergonzoso?
Besó mis mejillas calientes.
—Fredericka es muy linda. —Sentí su aliento contra mi piel. Mientras, no dejaba de besar la punta de mi nariz y mis labios.
—Vol…—intenté protestar, pero deslizó su lengua dentro y me dejé llevar.
El placer brotó desde abajo. Me invadió una dicha que me envolvió por dentro, aplastando mi corazón.
Quería tocarlo más. Me froté contra él y se rio.
—Fredericka, ven aquí… Pon una pierna aquí —dijo, ayudándome a ponerme a horcajadas en su regazo. Así pude acercarme a él, que hundió su rostro en mi pecho.
¿No te da vergüenza hacer esto?
Pero podía sentir su respiración y su vocecita de felicidad.
Si estaba contento, entonces estaba bien. Me gusta hacerlo feliz.
—Debes preferir los pechos —comenté. Me habían dicho que los hombres se dividen en dos grupos: los de los pechos y los de las caderas. Parece que a Volker le gustan los pechos. Me alegro de tenerlos grandes.
—Hm, en realidad no. No tengo ninguna preferencia en particular. Solo quiero hacer esto porque son tus pechos. Su tamaño, forma y sensibilidad son maravillosas. Y no siempre es porque quiera tener sexo, sino más bien como algo sagrado… como algo maternal. No, eso no quiere decir que te veas mayor. ¿Cómo debería decirlo…?
Parecía molesto por no poder encontrar las palabras con las que quería transmitir sus pensamientos. Lo abracé contra mi pecho, rara vez veía este lado de él.
—No estoy segura, porque pueden ser una molestia, pesan mucho y la ropa tiene que estar confeccionada de tal modo que las sujete. Pero me alegro de que te gusten y te hagan sentir bien.
Era extraño que algo que a alguien no le gusta a otro sí. Estoy segura de que hay muchas otras cosas así en el mundo…
Al final, después de que le contara mis preocupaciones sobre molestarlo en el trabajo, Volker accedió a que lo visitara mientras me acariciaba la cabeza. Al parecer, hay mucha gente a la que le gusta venir a visitar la Guardia, incluso hay oficiales que guían a los visitantes. Y, asimismo, había personal dedicado a atenderlos.
El tour va desde el vestíbulo hasta el gimnasio, pasando por los campos de entrenamiento exteriores, el comedor, los dormitorios, las oficinas… Todo esto mientras nos explican quién construyó qué o añadió tal o cual al anexo. También podemos almorzar en la cafetería si queremos.
Sonaba divertido.
—Si fueras un hombre, podrías experimentar un día del entrenamiento de un caballero.
¡La experiencia de un caballero!
Volker miró mis ojos centelleantes. De repente quería llevar una armadura y blandir una espada.
—No es muy peligroso, ¿no? —pregunté, tratando de convencerlo. No obstante, no cedió.
—No.
Hice una mueca de decepción y me dio una palmadita en la cabeza.
—Puedes hacerlo en casa cuando estoy contigo —declaró antes de besar mi frente. Cuando alcé la vista, me encontré con su dulce mirada.
¡Qué dulce! ¡Volker es muy dulce!
Esbocé una amplia sonrisa y lo besé.
—¡Gracias! ¡Te amo!
Puedo saber lo que se siente ser un caballero todo lo que quiera en casa con el general de la Guardia Real. ¡Siii!
De repente estaba en el aire. Volker me llevaba en brazos… hacia la cama.
—Volker, ¿qué pasa? —pregunté mientras me recostaba en la cama.
Ceñía el ceño y fruncía. Me miró afligido.
¿Qué pasa?
Apartó sus ojos avellana con un resoplido y gruñó por lo bajo como una bestia.
—Solía pensar que era una persona tranquila y con autocontrol, pero de repente me doy cuenta de que no lo soy.
¿Hmm? No creo que sea cierto en absoluto. Volker tiene una voluntad de hierro y es muy serio en su trabajo. Pienso que más bien es admirable.
—Sin embargo, estos días solo pienso en ti, Fredericka. Quiero llegar a casa y tocarte cuanto antes. Cuando te toco, no quiero dejarte ir. Cuando te abrazo, quiero estar conectados para siempre —murmuró mientras me besaba dulcemente en la frente, los párpados, la punta de la nariz, las mejillas y el cuello antes de bajar a mis pechos.
Suspiré cuando succionó la piel del escote y dejó una marca roja.
—Quiero hacer esto todo el tiempo. —Su voz susurrante me mareaba—. No quiero que vayas a la Guardia, no porque sean bestias indisciplinadas, sino porque no quiero que te vean. Quiero esconderte y tenerte para mí solo. ¿No es gracioso? —me confesó mientras frotaba sus mejillas contra mis pechos y me miraba.
¿Q-Qué pasa con este Volker erótico? ¡Es tan genial y lindo a la vez! Quiero acariciarle el pelo.
—Pero, Volker…
—¿Sabes lo paciente que estoy siendo? Ya quiero estar dentro de ti, arropado en tu calidez. Sentir cómo me envuelves. Intento resistir el impulso de hacer todas las cosas indecentes en las que pienso. Quiero meterlo, empujarlo en tu interior y verterlo todo en lo más profundo.
Mi rostro estaba ardiendo por la forma en que lo dice tan abiertamente.
Volker, ¿quieres agotar a tu esposa?
Aun así, abracé con fuerza su rostro pegado a mi pecho.
—No tienes que contenerte —dije.
Volker se estremeció.
—También me gusta hacer… esas cosas contigo. También quiero monopolizarte. Quiero que tengas más días libres para pasar todo el día juntos. Y cuando te vas al trabajo, quiero que vuelvas pronto a casa.
Sentí un ligero dolor en el pezón. Bajé la mirada y vi a Volker mordiéndome.
Me estremecí al sentir sus dientes.
Creo que me van a comer…
Al notar mi fija mirada en su boca, sonrió. Pude sentir cómo mi cuerpo reaccionaba a la mirada lasciva en sus ojos.
Me froté las rodillas al sentir que empezaba a ponerme mojada. Pero Volker me agarró las rodillas.
—¿Intentas esconderte? —me preguntó al oído. Nunca me resistiría a su voz.
Gemí y cerré los ojos cuando me mordió la oreja y lamió la piel sensible. Mis entrañas se volvieron a tensar.
—Ah~ Volker…
Puso la rodilla entre mis piernas y presionó contra esa zona. No pude evitar gemir, porque temía que, si retenía mi voz, algo estallaría dentro de mi cuerpo.
—Fredericka, eres muy sensible incluso con la ropa. ¿Qué hacemos? —preguntó mientras apretaba suavemente su rodilla contra mí.
Abrí los ojos para mirarle. Sus ojos brillaban. Había entendido lo que quería que hiciera… Eso es.
Quieres que lo diga, ¿verdad? Pero no quiero…
Aunque sé que a los hombres les gusta esa clase de cosas, es vergonzoso.
Mientras dudaba, Volker siguió estimulándome con su rodilla. Entonces, me di cuenta de que me estaba frotando contra él.
—Volker, quiero que me toques directamente…
Con solo imaginar el toque de sus grandes manos sobre las mías y sus dedos dentro de mí… estaba más mojada.
Me sonrojé, pensando que me había vuelto obscena. ¿Qué es más erótico: pensarlo o quererlo una y otra vez?
Sin embargo, Volker fue contundente.
—¿Con mis dedos? ¿O con la lengua? ¿O…? —preguntó mientras presionaba su duro miembro contra mí.
Mi razón se debilitó.
—Ah~ Todo, por favor~
Me arrepiento un poco de eso. Ojalá hubiera pensado antes de responder.
Al día siguiente no pude salir de la cama. Me enfadé tanto con él que tuvo que disculparse.
Es difícil ser la esposa de Volker si no tienes una buena resistencia física.
♦ ♦ ♦
Tres días después me había recuperado y mi fuerza física había aumentado. ¡Hola, Fredericka!
Las últimas tres noches, el sexo con Volker ha sido suave, por eso finalmente puedo ir a la visita del complejo de la Guardia Real.
Estoy muy emocionada.
También era una suerte que hiciera buen tiempo.
Ah, pero estos tres días fue un poco incómodo con Volker porque no dejaba de mirarme triste, como si hubiera sido injusto para él.
A decir verdad, Xavier habló conmigo sobre nuestras actividades nocturnas.
Hubo un mensaje urgente para Volker, pero cuando vino a buscarlo, nunca encontraba el momento adecuado para poder interrumpir. Aunque estaba bien que respondiera a la mañana siguiente, seguía tratándose de un asunto urgente.
—No digo que no deba dejarse llevar, pero al menos sea un poco sensato. Lo suficiente como para responder a las emergencias —suspiró exasperado. Por lo que no pude evitar seguir cabizbaja.
—¡Lo siento!
Si hubiera habido un agujero, habría saltado y me habría enterrado viva.
—No hace falta que te disculpes, Fredericka —dijo con orgullo, abrazándome por los hombros.
Xavier lo fulminó con la mirada y le gritó:
—¡Le estoy hablando a usted!
Volker ignoró al profundamente estupefacto Xavier, que no creía que fuera mi culpa, y se volvió hacia mí. Era algo insólito…
—Una vez terminemos con el recorrido de mañana, por favor, prepárate. Puede que no sea capaz de contenerme.
A pesar de ello, lo hicimos anoche.
Bueno, una vez terminada la visita, no me importaba, puesto que no tenía compromisos ni citas urgentes. No sería difícil salir de la cama, ¿cierto? ¡Espero que no!
Con esta aterradora premonición, abordé el carruaje rumbo al complejo. Marie estaba sentada a mi lado y Sam, mi escolta personal, conducía el vehículo con un sirviente.
—Señorita, su atuendo de hoy es un poco demasiado austero. —Hizo un puchero. Estaba de mal humor porque había rechazado todos los encajes, volantes y cintas. Le molestó, sobre todo, que rechazara el que me hacía lucir como una mariposa.
—Sé que es un poco austero, pero no quiero distraer a nadie con un vestido llamativo. Además, no he venido a exhibir mi vestido. Me pondré el vestido de mariposa la próxima vez que salgamos, ¿sí? —Tomé su mano y le di un apretón reconfortante.
—Bueno, en ese caso, definitivamente debe usarlo la próxima vez. Se veía muy encantadora —resopló.
¿Es así?, me pregunté. El amor de Marie a veces es muy intenso.
No tardamos mucho en llegar al castillo. Por lo general, cuando voy a tomar el té con el príncipe, atravesamos las puertas del castillo para ir al salón de té y el patio. Pero como hoy estoy visitando a la Guardia Real, el carruaje se dirigió hasta la estación de caballería. Aunque se podía acceder desde el interior del castillo, los visitantes deben tomar la entrada exterior.
Sam guio el carruaje con destreza hacia la entrada del complejo.
—¡Los visitantes por aquí! —dijo una voz fuerte.
El vehículo se detuvo y el sirviente abrió la puerta. Marie descendió primero y cuando me disponía a hacerlo, alguien me tendió la mano.
—Gracias —dije mientras la aceptaba y bajaba.
Cuando salí, me quedé en shock. Porque la mano que creía que era de Sam era la de un conocido.
—Un placer, señora Brennan.
Era el general Breslin, un hombre con el que estaba endeudada de alguna manera. Se llevó mi mano a los labios y besó el dorso con gracia.
—G-General Breslin, ¿por qué está aquí?