Cenicienta – Historia paralela 5: ¡Al ataque! Visitando el lugar de trabajo de mi maridito (2)

Traducido por Den

Editado por Sakuya


—Me enteré de que la señora nos visitaba hoy, así que vine a darle la bienvenida. He organizado un entrenamiento conjunto con la Guardia Real y el Ejército Occidental.

¿Eh? Ladeé la cabeza, y mi cabello se movió hacia un lado con ese simplemente movimiento.

Esta persona me confundía, porque no se sentía como un soldado.

—Lamento no haberlo saludado como es debido. Mi marido siempre está en deuda con usted.

—En absoluto —negó con una sonrisa y me cogió del brazo con naturalidad.

Al parecer me iba a escoltar. Cuando nos conocimos, pensé que era un hombre extraño que podía tenerte en la palma de su mano si no estabas atento.

Le sonreí y su sonrisa se ensanchó.

—Señora, ¿no confía en mí?

Marie y Sam nos seguían con cestas en las manos. Sin embargo, parecía que algo andaba mal con Sam, porque no paraba de toser… ¿y Marie también?

—No diga eso. Es un amigo importante de Volker, general Breslin. ¿Cómo podría no hacerlo?

Después de todo, Volker le ha consultado muchas veces. Pero… no habéis tenido ninguna consulta extraña, ¿verdad, Volker?

—Me alegra mucho. Por favor, dígame Daryl, señora.

Caminaba a un ritmo que me era fácil de seguir, por lo que había olvidado con quién estaba.

En ese momento, suspiré.

—¿Sucede algo? —preguntó, mirándome extrañado.

—Le ruego que me disculpe… Estaba pensando que la forma en que escolta a una dama es muy diferente a la de mi marido —expliqué, cubriéndome la boca con el abanico.

A veces era incómodo caminar con Volker, a diferencia de mis otros escoltas que siempre eran amables y atentos conmigo. No se podía evitar porque estaba acostumbrado a caminar con otros hombres, con el rey y con el príncipe heredero, y no con mujeres. Por eso lucía muy rudo.

No me importa, porque me gusta cómo es.

Sin embargo, ahora que me había acostumbrado a Volker, se sentía un poco forzado ser escoltada con tanta naturalidad por alguien que también era un soldado como mi marido.

—Hmm, Brennan también es un buen acompañante, ¿no?

—Sí, bastante —respondí con cautela. Entonces, se dio una palmada en la frente, finalmente comprendiendo que intentaba elegir las palabras adecuadas.

El general se rio.

—¿Sigue nerviosa?

¿Nerviosa? No me ponga a prueba, ¡somos una pareja!

—¿Hmm? —Me dirigió una sonrisa socarrona—. ¿Es que lo hago con tanta naturalidad que no sabe si solo la estoy escoltando o si la estoy manipulando, ya que con su maridito es muy feliz, su amor se desborda y pasa esto y aquello? ¿Es un hombre tan patético? —se rio alegremente.

Pude oír a Marie y a Sam riendo detrás de nosotros.

Desplegué mi abanico y seguí caminando. Seguramente estoy muy roja.

—Vaya, señora, está sonrojada. Qué linda.

—No, hoy hace más calor de lo que esperaba —di una respuesta rápida. Era demasiado vergonzoso mirarlo.

Decidí que a partir de ahora usaría abanicos más grandes.

♦ ♦ ♦

Breslin nos condujo hasta el enorme campo de entrenamiento donde los caballeros iban de un lado para otro con sus espadas, escudos y lanzas. El suelo era de tierra, por lo que había un poco de polvo en el aire. Pude oír gritos animados.

—Acerquémonos. No pueden verla desde aquí.

Breslin intentó tirar de mí con su brazo, sin embargo, estaba un poco preocupada de interrumpir su práctica.

—Todos están muy serios… Realmente no quiero molestar su entrenamiento —titubeé.

Empezaba a agobiarme un poco al ver a los caballeros chocando sus espadas y dando tajos como en una batalla real. Me sentía fuera de lugar en este ambiente lleno de tensión.

—No se preocupe —rio Breslin—. Todos esperan con ansias su visita. Por favor, permita que la vean.

Aun así, me seguía sintiendo desanimada.

Miré alrededor del campo y una figura familiar y robusta me llamó la atención, a pesar de que no podía ver su rostro.

Ah, Volker…

Muchos de los caballeros tenían la misma complexión que él, algunos incluso una mejor. Aun así, pude distinguirlo entre la multitud. La manera en que se movía y blandía su espada, incluso el movimiento de sus músculos… Sin duda era él.

—¿Puede ver a Brennan? —me preguntó el general Breslin mientras miraba a la distancia, cubriéndose los ojos de la luz del sol con la mano. Luego, añadió—: A esta hora suele estar en la oficina encargándose del papeleo, pero lleva inquieto toda la mañana.

No respondí, sino que seguí mirando a Volker. Quería comentarle lo mucho que no quería separarme de él cuando estábamos juntos en casa.

¿Qué es esta sensación?

Mi corazón palpitaba con fuerza.

♦ ♦ ♦

—¡Fredericka! Breslin, ¿qué estás haciendo con mi esposa?

La sesión de entrenamiento terminó y en cuanto Volker nos vio, vino corriendo a toda velocidad mientras agitaba su espada.

Volker, ¡más despacio! No vengas corriendo mientras blandes tu gran espada.

—Hola, Brennan. Estoy guiando a tu esposa durante la visita —dijo con naturalidad, levantando la mano en señal de saludo. Al parecer la aparición de Volker no lo inmutó.

—Le dije a Talimus que me avisara cuando llegara Fredericka —dijo Volker antes de agarrar al general Breslin por la camisa—. ¿Y por qué vas del brazo con Fredericka?

—General Brennan, lo lamento. —Se oyó una voz débil desde detrás. Me di la vuelta y me encontré con un hombre pequeño que se escondía detrás de Sam. Tenía un abundante cabello rizado que le cubría los ojos.

—¡¿Qué significa esto, Talimus?! —bramó Volker, todavía sujetando a Breslin.

Ante su mirada dura y penetrante, los ojos del joven Talimus se llenaron de lágrimas.

—El general Breslin me dijo que la conocía y que le enseñaría el complejo —contestó Talimus desde detrás de su escudo, Sam. Tenía el pelo rizado y esponjoso y unas gafas grandes que asomaban por las mechas de su cabello que le cubría los ojos.

Debe ser uno de los guías. No me había fijado en él, pero debe haber estado detrás de Sam y Marie todo este tiempo.

—Breslin, sabes que es mejor no alterar la cadena de mando. Y, Talimus, ¿tienes que acceder a todo lo que tus superiores digan? ¿Es así como se comporta un caballero real?

Ciertamente, si hacía eso, cualquier superior podía invalidar una orden. No debería ser así, sobre todo, porque la Guardia Real protege a la familia real.

Aun así, no creo que necesitara asustar al pobre señor Talimus de esa manera. Parecía estar encogiéndose. Me sentí mal por él.

—Lo siento, Volker. Es culpa mía. Aunque me dijeron que había un guía, seguí al general Breslin, a quien conocía. Soy como una niña, qué vergüenza —dije en voz baja y de forma persuasiva mientras me cubría el rostro con mi abanico y agachaba la cabeza.

Sentía curiosidad por su trabajo, así que no quería molestar demasiado a nadie.

Le eché un vistazo a través del encaje de mi abanico. Gimió como si aún lo estuviera meditando.

Cuando pensé que había logrado convencerlo, Breslin habló desde un lado en un tono superficial.

—Vamos, Volker. Tu esposa es muy amable, así que déjalo estar. Además, por favor, suéltame.

—Tú, cállate —dijo con brusquedad, pero soltó a Breslin. Suspiró y le advirtió a Talimus que tuviera más cuidado a partir de ahora—. Bienvenida, Fredericka. Está a punto de comenzar un combate simulado entre el Ejército Occidental y la Guardia Real, ¿te gustaría verlo? —Me sonrió y me rodeó la cintura con el brazo.

—¡El general Brennan está sonriendo! —jadeó Talimus detrás de nosotros.

Quizás Volker no sonreía en el trabajo. Amo su sonrisa, pero debe ser que mantiene sus emociones bajo control en el trabajo.

Nos condujo a unos asientos que daban al campo de entrenamiento. Debían ser para los visitantes, porque los bancos estaban dispuestos como en un estadio pequeño.

Volker andaba de un lado para otro como un padre inquieto por su hijo que hace un recado por primera vez. Así que le dije que quería observar en silencio, lo que le ayudó a calmarse un poco.

Los otros bancos estaban vacíos, por lo que al parecer éramos los únicos visitantes en este bonito día. Le pedí a Marie y a Sam que se sentaran a mi lado, pero se negaron. Cuando salíamos de casa, se aseguraban de no cruzar la barrera entre maestro y sirviente. Sin embargo, me sentía un poco sola. Por un lado, no quería que estuvieran de pie todo el día y, por otro, quería charlar con Marie sobre los sucesos.

Ojalá pudiera deshacerme de las cosas problemáticas y molestas como el estatus.

Como era de esperar, el general Breslin se sentó a mi lado. Parecía que no tenía intención de volver a sus deberes, pero me preocupaba un poco que Volker volviera a enfadarse.

—La Primera Orden de la Guardia Real son los guardas del rey y la reina —me explicó Breslin—. La Segunda Orden está asignada al príncipe heredero y a otros descendientes de la realeza. La Tercera Orden está asignada a los dignatarios del castillo. Y la Cuarta Orden se encarga de las patrullas. Brennan las supervisa a todas.

Tenía las piernas cruzadas despreocupadamente mientras observaba a los caballeros en el campo preparándose para su batalla de práctica. Aunque su postura era relajada, se notaba que estaba pensando en algo complicado.

—En el pasado, debido a que la mayoría de sus responsabilidades implicaban asistir a ceremonias y actos, los anteriores generales solían estar compuestos principalmente por aristócratas guapos que valoraban más el esplendor por encima de la destreza militar. Por eso, los otros batallones trataban a la Guardia Real como débiles vanidosos y no trabajamos bien juntos. En otras palabras, no nos llevábamos bien. No obstante, su marido cambió eso.

Cuando Volker fue nombrado general de la Guardia Real, inició un programa de entrenamiento para aumentar la fuerza física y militar de la Guardia, y lo aplicó personalmente. Semejante actividad habría sido impensable para los anteriores generales, pero trabajó enérgicamente con cada orden y mejoró poco a poco la precisión de su régimen. Luego, designó a un caballero como comandante de la orden.

—Es fácil contarlo, pero fue bastante duro para él. Por supuesto, los aristócratas prestigiosos que se unieron a la Guardia Real solo por la pompa y el esplendor se opusieron a él y huyeron diciendo que no se habían unido para sufrir. Algunos veteranos, desconcertados por el cambio repentino, incluso intentaron boicotearlo. Además de eso, también estaba la falta de unos fundamentos básicos del espíritu caballeresco…¡Ese tipo casi se queda calvo!

Le agarré la mano.

—¿Eh? Eh, señora… —me llamó nervioso. Se había sorprendido de que le tomara la mano.

—Gracias por apoyar a Volker en sus momentos difíciles —expresé.

Volker, que se tomaba todo con tanta seriedad, debe haber confiado en Breslin, que bromeaba y se reía de las cosas. También debía considerarlo un buen amigo.

Era un poco frustrante…

Den
Porque también te hubiera gustado haber estado a su lado para apoyarlo, ¿verdad?

—Señora… —llamó Marie desde detrás de mí—, el maestro la está mirando con una cara aterradora.

Me volví para ver hacia donde Volker estaba sentado. Nos dirigía una mirada demoniaca… y podía ver un aura oscura.

Sip. Sip.

—General Breslin, vamos a soltarnos poco a poco para no provocarlo.

Asintió y comenzamos a separarnos tranquilamente, con un ojo puesto en Volker, y seguimos charlando como si nada hubiera pasado.

Entonces, Marie se acercó y se arrodilló frente a mí.

—Perdóneme, señora —dijo antes de sacar una toalla húmeda.

¿Hmm? ¿Era hora de la merienda? Pero mientras dudaba, Marie tiró de mis manos y las limpió.

¿El general Breslin estaba sucio…? Me pregunté por qué estaba haciendo esto. Pero entonces, se giró y miró a Volker que le dio el visto bueno.

Ah, es un plan entre ellos dos.

—Lo siento mucho. —Miré avergonzada a Breslin.

Me preocupaba que se sintiera ofendido, no obstante, se reía con tanta fuerza que le temblaban los hombros. El general Breslin era una muy buena persona.

¿Está bien que lo trate así? No, en absoluto.

Cuando lleguemos a casa, tendré una buena charla con Volker sobre sus tonterías.

♦ ♦ ♦

El combate simulado parecía celebrarse al estilo de un torneo: los ganadores avanzaban para batirse en duelo y los perdedores animaban a sus colegas o simplemente se relajaban en el campo.

Un caballero con armadura completa se acercó a donde estábamos sentados.

—Señora Brennan, gracias por lo del otro día.

Era el señor Mogg. Tenía una alegre sonrisa en su rostro. Me levanté rápidamente.

—Hola, señor Mogg. Lamento molestarle hoy en su trabajo. —Iba a hacer una reverencia, pero recordé que eso le había molestado el otro día, así que me abstuve.

Pareció aliviado.

—El número de combatientes ha disminuido, por lo que será difícil verlo desde aquí, ¿por qué no se acerca?

Lo miré vacilante. Era cierto que resultaba difícil ver a los caballeros.

—¿No seré una distracción?

Después de lo que pasó antes, de verdad que no quería destacar. ¿Cuántos problemas voy a causar?

—Eso es ridículo. Los hombres están aún más animados porque está aquí. Si no se acerca, ¡los ánimos decaerán!

¿Era así? El general Breslin también había dicho lo mismo antes.

Breslin se levantó de su asiento y me ofreció su brazo.

—¿Por qué no nos acercamos? —sugirió con una sonrisa.

De hecho, también tenía muchas ganas de ver el combate de cerca.

—En ese caso, les molestaré.

El general Breslin me acercó a la acción. El aire vibraba de emoción.

Ah, me encanta esta sensación.

El señor Mogg y el señor Talimos trajeron el banco. Les agradecí y me senté con Breslin.

—Por cierto, señora, ¿qué hay en la cesta grande? —preguntó señalando las cestas grandes que llevaban Marie y Sam.

—Ah, es un regalo. Pensé que todos podrían picar algo más tarde.

Sam y Marie abrieron las cestas para mostrar su contenido.

Nuestro chef, Marie, otra sirvienta y yo horneamos galletas. Pensaba que a los caballeros no les gustaban los dulces, pero Volker me dijo que eran una forma rápida para recuperarse de la fatiga. Así que las traje encantada.

Eran de diferentes sabores: de té, de pepitas de chocolate, de queso, de hierbas y demás. Recomiendo la de frutos secos. Además, las puse en bolsitas para que se las comieran o para que, si no les gustaba, se las dieran a otra persona.

—Oh, se ven deliciosas. ¿Las preparó usted?

—Sí, con nuestro chef y las sirvientas —reí con timidez—. No es nada especial…

Quiero decir, si las mirabas de cerca, no se parecían en nada a las hechas por un profesional… Las que hice salieron deformadas. ¿Siquiera saben igual?

Nunca había horneado galletas, pero definitivamente eran más difíciles que los sándwiches.

No se puede evitar, que Volker se coma esas y a los demás les damos las buenas.

Sin embargo, el general Breslin cogió un paquete de galletas deformadas, se levantó y puso la bolsa en el aire.

Espera, ¿cómo pudo encontrar con tanta precisión las que yo hice? ¿Se notaba tanto?

—Muy bien, chicos, ¡quienquiera que gane este combate recibirá un paquete de galletas hecho personalmente por la señora Brennan! —anunció en voz alta a los caballeros que seguían en el campo.

¿Eh? ¿Eso no es un castigo?

Pero se armó un gran alboroto.

—¿Qué? ¿En serio?

—¿Por qué no nos lo dijo antes?

—Solicito una repetición.

—En serio, ¿hechas a mano?

—Reagrupémonos, ¡rápido!

A todos les gustan las cosas dulces, ¿no?


Den
Incluso entre los caballeros, Fredericka es muy querida :3

Una respuesta en “Cenicienta – Historia paralela 5: ¡Al ataque! Visitando el lugar de trabajo de mi maridito (2)”

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