Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 22: Las dificultades iniciales de convertirse en adulto (4)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


Aturdido, Raynard intentó pensar con todas sus fuerzas, pero no pudo encontrar la razón de su comportamiento por mucho que lo hiciera.

—No, no quiero morir. Quiero vivir y aferrarme a mi vida. Si ese no hubiera sido mi deseo, ¿por qué me habría esforzado tanto? —siguió murmurando Yurina.

Tan pronto como la niña habló acerca de «morir», la mente del joven se volvió más confusa; no podía simpatizar en absoluto con sus miedos.

A diferencia de «Tom», quien cayó en la desesperación y tenía que preocuparse a diario en el orfanato por su comida y su supervivencia, Yurina nunca había sido privada de comida o temblado de frío.

Si atrapaba un ligero resfriado, el mejor doctor del Imperio vendría a cuidar de ella, a pesar de que un resfriado era nada.

Además, el día de hoy, su padre, quien la amaba tanto, había enviado dos escoltas y una criada al centro de la ciudad, una zona que no era nada peligrosa, todo por temor a que ella se lastimara incluso las yemas de sus dedos.

Independientemente de su estatus, la muerte era algo imposible de evitar; sin embargo, Yurina había crecido rodeada de amor y cuidados, no debería tener razón alguna para temer tanto a la muerte.

Entonces, ¿porque estaba temblando como si alguien le hubiera puesto un cuchillo en el cuello?

Era bastante extraño, incluso en ese entonces.

Raynard recordó su primer encuentro en el orfanato.

Espero que en un futuro recuerdes que he elegido salvarte y, si llego a estar en peligro, espero que hagas lo mismo por mí.

Cuanto más lo pensaba, más extraño encontraba su comentario.

En el momento en que Yurina había hablado con Dave, le había dicho que la razón por la que sabía de su talento oculto era porque escuchó en algún lugar la historia de aquellos con ojos rojos. En otras palabras, cuando lo había visto por casualidad, recordó la historia y decidió apoyarlo.

Sin embargo, en ese instante, desde el punto de vista de Raynard, ella había actuado como si hubiera estado esperando conocerlo. Sin vacilar, Yurina había extendido su mano mientras mencionaba el contrato, estipulando que debía protegerla.

Sus palabras eran demasiado sistemáticas para haber sido improvisadas, como si supiera de antemano quién estaba tratando de matarla y quisiera prepararse para ello.

¿Quién intentaría matar a la famosa hija del marqués Carthia, quien es considerado uno de los mejores del Imperio? Si llegara a ser el caso, ¿por qué emprender acción contra la pequeña Carthia y no contra su padre? ¿Por qué temblaba tanto por un temor que puede no ser cierto?

Eran muchas cosas extrañas; un mundo que no podía entender con su torpe cabeza, dándose cuenta que tenía mucho que aprender.

Sin embargo, algo era seguro…

—Yurina. —Aquella cosa que podía ver con certeza era que estaba tan ansiosa que temblaba como si no hubiera mañana. Ella era una hermosa niña que sonreía con confianza en lugar de debilidad. Él quería recuperar esa sonrisa—. No morirás.

Al escucharlo, ella volvió a mirarle como de costumbre.

Esperaba escucharla decir con confianza: «Sí, no moriré, porque soy una Carthia. ¿Quién se atrevería a tener el corazón para matarme?»; sino eran esas palabras, sonreírle como si se estuviera burlando, con sus brillantes ojos azules mientras dice: «Aprendiste a cómo consolar a una persona, has crecido mucho». Sin embargo, a diferencia de lo que esperaba, una voz aguda respondió:

—¿Cómo sabes eso?

Raynard, escogiendo qué decirle, acarició su espalda con cuidado; hoy, en particular, le parecía tan pequeña.

—Solo lo sé.

—No, no es así, no sabes nada. No me des ningún consuelo del que no sabes nada.

—Es verdad, no morirás. ¿Olvidaste el contrato que firmamos aquella vez? Prometí protegerte a cambio de que me patrocinaras.

Ella giró levemente su cabeza para mirarlo; él elevó su labio superior para añadir:

—Mi maestro dijo que mis habilidades mágicas están mejorando muy rápido. Bueno, me temo que sería raro que una persona talentosa como yo no mejore cuando se esfuerza tanto, ¿no crees? —Echó un vistazo a su expresión y bajó la voz—: Y… guárdalo en secreto de mi maestro, pero pronto seré un mejor mago que él.

Solo entonces, después de no haber tenido expresión en absoluto, Yurina mostró una leve sonrisa en su rostro. Ella respondió con una voz más tranquila, como si hubiera recuperado la compostura:

—¿De qué hablas? Aún te queda un largo camino por recorrer.

—¿Cómo podrías saber eso? Conozco la magia mejor que tú. ¿Sabes algo sobre los elementos o el maná? Ni siquiera puedes usar magia para calentar tu té favorito; yo puedo hacerlo. —Al ver que ella no respondía, añadió—: Entonces, solo tienes que esperar un poco más. Voy a esforzarme mucho más de lo que hago ahora y me convertiré en un mago que superará rápidamente a su maestro. Ya no tienes que preocuparte, solo confía en mí. —Con suavidad, acomodó su cabello detrás de sus orejas—. Te juro bajo mi nombre, Raynard, que no habrá nadie en el mundo que pueda hacerte daño en el futuro.

Ella se rió en voz alta, notando que él estaba imitando su forma de hablar. Presionó la frente de Raynard con sus largos dedos blancos y dijo:

—Yo puedo hacer una promesa bajo mi nombre porque soy así de grandiosa. No es algo que todo el mundo pueda hacer.

Raynard infló su pecho con orgullo y, dándose aires de grandeza, respondió:

—Siguiendo tus palabras, de igual forma seré un gran mago en el futuro.

—No puedes hacer eso, yo te di ese nombre, ¿Quién te dijo que podías apostarlo? ¿Obtuviste mi permiso?

—Ah, es verdad que careces de tacto incluso en esta situación. ¿Tienes que convertir todo en una discusión?

La risa de la Yurina se elevó aún más. Sonrió por mucho tiempo, a pesar de la mirada de desaprobación de Raynard, y pronto cambió su expresión, mostrándole su dedo meñique.

—No apuestes el hermoso nombre que te di, solo hazlo así.

Él no podía entender el significado de aquella acción, así que solo la miró cuando hizo un gesto con su meñique frente a él.

—¿Qué haces? Pon tu dedo.

—¿Por qué lo hacemos así?

—Pon tu meñique alrededor del mío. —Pese a sus palabras, Raynard continúo mostrando señales de incomprensión, así que ella tiró de su mano derecha y enredó ambos meñiques juntos—. Ahora, es una promesa. —Sus ojos azules fijaron la mirada en él, enrojecidos y húmedos porque no pudo controlar sus emociones y terminó llorando un poco.

Entonces, como si estuviera siendo poseído por un hada traviesa, la miró y tiró de la mano ajena que aún colgaba de su dedo.

—Sí, es una promesa. —Luego, tal como había aprendido en las clases de etiqueta, besó con mucho cuidado el dorso de aquella mano blanca. El significado de un beso así era respeto y devoción—. Te protegeré, Yurina. —Sus ojos de color carmesí fijaron su mirada en los de Yurina.

Tras recibir en silencio su mirada tan cálida, Yurina abrió mucho sus ojos ante aquellas palabras y sonrió brillantemente, haciendo que sus ojos se cerraran. Era una sonrisa sin pretensión alguna.

Raynard la miró con la boca ligeramente abierta y limpió con suavidad las lágrimas que aún corrían por aquellos bonitos ojos curvados.

—Buen chico.

Como si estuviera tocando la espalda de un gato, Yurina acarició el cabello del joven.

Aunque le dijo que no lo tratara como si fuera más joven que ella, antes de que pudiera decir algo, sus orejas se sentían calientes. Rápidamente evitó su mirada y giró su cabeza para ocultar su rostro sonrojado.

—Regresemos ahora.

—Sí.

Mientras Raynard se levantaba de su asiento después de ayudarla, sus escoltas, quienes estaban esperando lejos, se acercaron a ellos.

Ella negó con la cabeza a ambos hombres y trató de caminar sola hacia el carruaje, pero le temblaban las piernas y tropezó. Por fortuna, gracias al veloz agarre de Raynard sobre su brazo, no rodó al suelo frío.

—La cargaré, señorita. —Uno de los escoltas se inclinó cortésmente ante ella y la levantó.

Ella se apoyó en silencio contra los amplios brazos del caballero, quien era incomparablemente más grande que Raynard.

La llevó hasta el carruaje sin vacilar, mientras el niño tuvo que quedarse quieto como si sus pies estuvieran fijos en el suelo, con una mirada perdida en aquella espalda.

No puedo esperar a crecer.

Si fuera más grande, habría podido abrazarla en lugar de aquel escolta. Un profundo pesar se instaló en su corazón.

¿Yurina sería capaz de confiar completamente en él si creciera un poco más?

Antes de darse cuenta, el sol comenzaba a ponerse y a desvanecerse en el cielo del oeste; entonces, se pidió a sí mismo un deseo de cumpleaños que nadie escucharía.

—Deseo convertirme pronto en un adulto.

Al convertirse en uno cuanto antes, podría proteger a aquellos importantes para él.

♦ ♦ ♦

Cuando Yurina llamó con cuidado a la puerta, escuchó un sonido desde el interior. Respiró hondo y entró. Aunque el marqués estaba procesando los papeles, al notar la presencia de su hija, se puso de pie encantado.

—Yurina, ¿qué te trae por aquí?

—¿Tengo que ver a mi padre solo cuando se trata de algún asunto serio?

—Ja, ja, ja, eso es cierto —respondió mientras la joven se acercaba a la mesa y se sentaba donde su padre le indicó—. Me enteré que la mansión ha estado ruidosa desde el amanecer. ¿Has disfrutado tu día?

—Si, todo el mundo se preparó con dedicación y disfruté de la fiesta. También me divertí mucho en nuestro paseo. —Se rió al recordar la ruidosa fiesta de cumpleaños. Además, la excursión en el centro había sido ciertamente agradable, al menos hasta que se encontró con el marqués Defrom. Sin darse cuenta, su sonrisa se borró de su rostro y movió sus frías manos—. Padre, he oído que la familia Defrom y la nuestra no se llevan muy bien.

El marqués colocó las yemas de sus dedos justo en medio de su frente, mostrándose cansado.

—¿Por qué comentas esto de repente?

—¿Estoy en lo cierto?

El marqués asintió con la cabeza suavemente, como si se diera cuenta de la voluntad de su hija.

—No es mala ni buena, solo sucede que estamos en lados políticos diferentes.

—¿Es eso realmente todo?

—¿Qué quieres decir?

—Es normal que las familias de partidos políticos opuestos no se lleven bien. Sin embargo, eso solo significa que hay una razón por la que ambas familias tienen una mala relación.

—Ese no es nuestro caso. No hay tal cosa y no es una relación tan mala como crees.

A diferencia de cuando escuchó sobre el marqués Defrom, su padre no parecía tener ninguna expresión ahora. Solo se mostró sorprendido hace unos momentos por su repentina mención. Pero solo eso; no se veía nervioso, ni enojado.

Aquella respuesta tan concreta complicó su mente.

¿Estará actuando?

Yurina no podía dar sus palabras por sentado. Debido a los sucesos de la tarde, en un rincón de su mente, aún permanecía de forma intensa una duda ante las palabras y acciones del marqués Defrom, en especial debido a su expresión.

Se veía demasiado cauteloso y brusco como para simplemente estar viendo a un oponente político.

Su expresión era claramente diferente a la de su padre, quien ahora estaba frente a sus ojos, por lo que no podía saber qué estaba pasando.

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