Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 21: Las dificultades iniciales de convertirse en adulto (3)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


Después de haber sido liberado de su agarre, Raynard recuperó el aliento y se acercó a un costado de Yurina.

—¿Cuántas personas en la capital no conocen al marqués? —respondió la joven con todas sus fuerzas, esperando que su voz no temblara.

El marqués Defrom, quien se frotaba la barbilla con una expresión aguda al no gustarle su respuesta, miró a los escoltas detrás de la niña. Luego, como si hubiera notado algo, hizo una pequeña exclamación:

—Eres de la familia Carthia.

La mente de Yurina quedó en blanco cuando su apellido salió de su boca. Esta vez, la joven quería huir. Estaba más nerviosa que cuando se encontró al príncipe Curtis.

No sabía si se sentía de esa manera porque ni con sus veinte años de su vida anterior podría llegar a la experiencia del hombre frente a ella o si era por el recuerdo del marqués Defrom en la novela original, quien fue el autor de su muerte.

Cuando sintió como si sus órganos internos se retorcieran, frunció el ceño de dolor y envolvió sus brazos alrededor de su estómago.

El hombre bajó la cabeza y se puso a la altura de los ojos de Yurina.

—Entonces, ¿eres la señorita que el marqués Carthia ama con todo su ser? —preguntó, como si estuviera ignorando su ira.

Por un breve periodo de tiempo, Yurina claramente vio cómo su mirada temblorosa se distorsionaba.

¿Por qué?

Su reacción era tan exagerada que era difícil decir que simplemente se trataba de una actitud hacia una familia políticamente opuesta y de intereses diferentes. Desde la infancia, los nobles aprenden a manejar sus expresiones faciales sin revelar sus emociones.

A pesar de que Yurina solo tiene diez años y de que él niño a su lado es solo un plebeyo respaldado por aristócratas, se les enseñó que siempre deben mostrar sonrisas sin mostrar ninguna emoción a nadie más que a su familia.

Debido a eso, le costaba creer que el marqués Defrom, quien había pasado varias décadas en la escena política y estaba familiarizado con el trato entre nobles, desahogara sus sentimientos de esa manera.

—Mi hija tiene la misma edad que usted, señorita. Espero que se lleven bien.

La expresión que acababa de ver desapareció, haciéndole sentir que todo había sido solo una alucinación. Después de decir esas palabras, el marqués miró rápidamente el carruaje detrás de él. Una chica de cabello platinado asomaba la cabeza por la ventana de un lujoso carruaje con el escudo de la familia Defrom.

Aun cuando su doncella, quien estaba sentada frente a ella, se acercó para detenerle, la joven negó con la cabeza sin dejar de mirar a Yurina y Raynard.

Lydia Defrom.

La protagonista femenina de la obra original, de quien «Charion» se enamoró.

En ese instante, la mente de Yurina se volvió un caos.

¿Y si Raynard se enamora de Lydia a primera vista?

Sabía que era una ansiedad sin motivo. En la novela, «Charion» llegó a amar a Lydia porque lo cuidó con extrema sinceridad, pero ahora había cambiado la historia. Si él llegaba a enamorarse como en la obra, en teoría el objetivo debería ser Yurina.

Sin embargo, el «y si» aun rondaba su corazón.

¿Y si el amor de «Charion» por Lydia fuera destinado porque ella era la protagonista? ¿Y si él estaba dispuesto a amarla incondicionalmente desde el principio?

En el momento en que la viera, podría enamorarse de ella sin ningún motivo específico.

¿Y si el marqués Defrom, sin ningún remordimiento por sus acciones, toma a Raynard por cualquier medio y lo presenta ante Lydia? Entonces, ¿y si Raynard se enamora de ella a primera vista?

Solo pensar en eso era terrible. Yurina movió sus piernas temblorosas para bloquear la vista del niño. La sensación de que pudiera perderlo era mayor al miedo que le provocaba el marqués Defrom.

—Este niño está patrocinado por la familia Carthia. —Aunque sus palabras eran repentinas, pudo observar al marqués fruncir levemente el ceño ante su significado. Yurina colocó sus brazos en su espalda, sujetó la figura de Raynard como si fuera protegerlo, y volvió a hablar con claridad—: Él está siendo patrocinado por la familia Carthia.

—¿Es así? —Su mirada se desvió hacia el joven a su espalda—. Los Carthia han empuñado espadas durante generaciones, a diferencia de mi familia que hemos estado por mucho tiempo recorriendo un camino mágico. Joven, yo también heredé el honor de mis antepasados ​​y puedo ver que tu talento es inusual. Si quieres que tu talento florezca adecuadamente, Cartiavo Dan Defrom será una mejor opción.

—¡Marqués! —gritó Yurina con urgencia por temor a su oferta. Sin embargo, no lo hizo ni parpadear. Tomar a alguien que ya estaba patrocinado por otra familia era duramente criticado entre los nobles.

El hecho de que el marqués, quien debería saberlo mejor que nadie, estaba intentando apoderarse de Raynard sin importarle las consecuencias de sus acciones, significaba que lo tenía en la mira.

—¿Qué piensas?

A diferencia de Yurina, Raynard lo había estado observando en silencio. El joven caminó frente a ella e hizo una reverencia hacia el marqués, muy propia de un aristócrata.

—Por favor, perdóneme por los saludos tardíos al no reconocer al honorable marqués. Como ya habrá oído, yo, Raynard, estoy siendo patrocinado por la familia Carthia. Gracias por el gran elogio de mis habilidades, pero estoy satisfecho con mi situación.

Contrario a las preocupaciones de la joven, Raynard rechazó educadamente su oferta con una expresión directa y un discurso muy formal.

—¿Raynard? —preguntó el marqués, levantando una ceja como si hubiera oído algo inusual.

—Así es.

—Raynard. Oh, sí, Raynard… —Se frotó suavemente la barbilla mientras mantenía la mirada fija en el joven, recorriéndolo de arriba abajo de manera descarada. Sin embargo, Raynard se mantuvo en silencio y recibió su mirada sin ningún signo de disgusto—. Es un nombre muy interesante. Significa «esperanza» en el idioma antiguo, ¿lo sabías?

—No sabía que era merecedor de tal nombre.

—¿Tus padres te enseñaron el significado de ese nombre? Si te han dado un nombre en el idioma antiguo, alguno debe haber sido un mago.

—Mis padres no eran magos, tampoco me dieron mi nombre.

—Entonces, ¿quién lo hizo?

Raynard dirigió su mirada hacia Yurina en lugar de responder. La mirada penetrante del marqués Defrom también se volvió hacia ella, haciendo que se aferrara al brazo del joven sin saberlo.

Es desagradable.

Sin importar cuántas veces se enfrentara a los ojos del marqués, seguían siendo espeluznantes. Le daban la sensación de un gusano trepando por su brazo, haciéndola sentir como si estuviera desnuda.

—¿La señorita aprendió idiomas antiguos? No he escuchado ningún rumor de que sea talentosa en la magia.

—Solo aprendí algunas palabras por diversión.

—¿Es así? —Su mirada volvió a Raynard. Después de ver aquellos ojos rojos, levantó la comisura de sus labios—. La señorita tiene una gran joya, se ha vuelto interesante. No sé si sabe qué tipo de talento tiene en su mano.

Contrariamente a las expectativas de que seguiría intentando persuadirlo, el marqués se retiró sin titubeos.

—Puede que haya sido demasiada suerte… —Finalmente, un murmullo salió de sus labios. No obstante, fue ahogado por el aullar del viento.

Fue dicho tan bajo que le era difícil a la joven saber si realmente escuchó aquellas palabras o si había tenido una alucinación.

Yurina apretó sus puños y miró la espalda del marqués alejándose.

El marqués y Lydia se habían ido, pero de alguna manera la sombra de la muerte parecía seguir sujetando su tobillo.

♦ ♦ ♦

Yurina, con sus labios temblorosos, se quedó de pie hasta que el marqués Defrom se perdió ante la vista. Entonces, corrió hacia la esquina y vomitó lo que tenía dentro. Sus comidas habituales no eran abundantes, tampoco había mucho en su estómago porque aún no había cenado; sin embargo, siguió sujetándose a la pared, dejando salir todo debido a la ansiedad.

Betsy se apresuró a su lado. No obstante, Yurina, aun jadeante, habló con dificultad antes de que pudiera siquiera acercarse:

—No vengan.

Era una voz nerviosa y aguda. Raynard había estado viviendo con ella durante los últimos tres meses y era la primera vez que la veía tan nerviosa.

Ella, dos años menor que él, siempre actuó como si fuera una adulta.

Aunque tenían estaturas similares, siempre sentía como si lo estuviera mirando desde arriba y no perdía la calma incluso estando enojada. Aun cuando reprendía a sus empleados, mantenía su compostura, sin levantar la voz en todo momento.

Por ende, Raynard a menudo olvidaba que ella era más joven que él, pero ahora ¿cómo es que había perdido la cordura?

—Que nadie me siga.

Yurina se tambaleó y entró un poco más en el callejón. Ya que había un conflicto entre obedecer sus órdenes y su bienestar, la sirvienta y sus escoltas no pudieron seguirla de inmediato.

Son patéticos, pensó Raynard mientras los miraba fijamente durante un momento y luego corría hacia ella. La vio acelerar cuando escuchó sus pasos, así que se mantuvo a cierta distancia.

—No me acercaré más, así que detente también. ¿Qué pasa si te caes?

Solo entonces, ella se detuvo y se sentó con la espalda apoyada en el muro de piedra, como si no le afectara el hecho de que un noble pudiera verla.

La vio hundir la cabeza en su regazo, por lo que Raynard caminó a su lado y se sentó. Sabía que ella lo notaria, pero no se escapó ni dijo nada.

¿Yo también he lucido así?

Al verla en esa posición defensiva, se vio reflejado a sí mismo cuando llegó por primera vez a la mansión Carthia. En ese momento, Yurina fue la única que se acercó a él sin preocuparse por su apariencia.

Así que esta vez era su turno de acercarse a ella.

Vaciló por un momento y luego le dio un pañuelo plegado que se encontraba en el lado izquierdo de su traje.

Antes, no sabía por qué los nobles usaban estas cosas como adornos.  

Ahora creía saber la razón.

—Yurina…

Aun cuando la llamó, ella no se movió, así que le puso el pañuelo en su mano temblorosa. En el instante en que tocó su mano, pudo sentir su toque frío.

Quería soplar un poco de su aliento en su mano, pero ella la apartó suavemente antes de dejarlo actuar. Raynard humedeció sus propios labios por un momento mientras la miraba todavía sosteniendo el pañuelo.

¿Qué debería decir?

Sentía que debía decir algo. Se veía tan frágil que quería consolarla con sus bromas, pero no se le ocurrió nada.

Nunca había tranquilizado a nadie.

Con cuidado, colocó su hombro contra el de ella. Pudo sentir un pequeño temblor transmitirse hacia su lado. Esperó en su lugar hasta que ella encontró estabilidad.

Yurina, quien aún estaba agachada, de repente se secó la cara con el pañuelo y apretó su puño. Dentro de su mano blanca, un pañuelo azul que se parecía a sus ojos estaba arrugado.

—Es injusto. —Después de una larga espera, murmuró eso tan bajo que Raynard no sabía si estaba hablando consigo misma o con él.

Quería preguntarle qué era tan injusto, pero cerró la boca y esperó a que volviera a hablar. Por alguna razón, pensó que tenía que esperarla con calma.

—No he vivido una vida llena de vicios, tampoco creo que mi personalidad sea tan buena. Me valoro más que a nadie y por eso actúo de manera egoísta, pero la mayoría de las personas son así, ¿cierto? ¿Cuántas personas son altruistas?

Así es, tienes razón. Hay muchas personas en el mundo que solo se conocen a sí mismas. Pero Yurina, eres buena. Estoy a tu lado, esa es la prueba.

No lo dijo en voz alta, pero se quedó esperando que ella entendiera sus pensamientos.

—Pero no hice nada para lastimar a nadie, simplemente viví con normalidad como los demás. Teniendo eso en cuenta, hay mucha gente que es mucho peor que yo, entonces, ¿por qué yo? ¿Por qué soy la única que tiene que estar en esta posición? ¿Qué hice mal?

Su voz temblorosa estaba llena de llanto. No pudo evitar preguntarse por qué estaba tan ansiosa.

¿Por qué de repente estaba hablando sobre eso? ¿Qué diablos le hizo ese hombre?

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