Traducido por Melin Ithil
Editado por Lugiia
Yurina alzó su muñeca a la altura de sus ojos y observó el brazalete.
Ante los ojos de Raynard, la muñeca blanca de la niña y el rojo del rubí parecían ir mejor que sus ojos y su broche. Aquella combinación de blanco y rojo era muy bonita.
Ella, quien miraba el brazalete a la luz de las velas, sonrió mientras juntaba sus manos con gracia.
—Gracias, Ray. Es muy bonito.
—No tienes que agradecerme —respondió con la mirada baja.
Por alguna razón, no podía verla a los ojos. Miró las muñecas transparentes y blancas que mostraban venas azules y, extrañamente, sintió que su cuello estaba caliente y lleno de picor.
El dedo con el que había tocado su mano también se sentía caliente, como si hubiera atrapado un huevo hervido con las manos desnudas. No obstante, después de analizarlo más, se dio cuenta de que sus manos parecían estar más frías que calientes.
Los dos estuvieron en silencio durante mucho tiempo. Ella cerró la boca mientras miraba su muñeca y el brazalete, y él no podía hablar porque estaba tratando de calmar su estómago.
—Pregunto porque tengo mucha curiosidad… —Yurina abrió sus labios y rompió el silencio que cernía sobre ambos—. ¿Cómo es que el niño, que estaba agobiado por el broche que le di, pensó en comprar esto para mí?
Estaba realmente perpleja. Sabía que Raynard recibía cada mes cierta cantidad de dinero para gastos debido al patrocinio de los Carthia, pero era poco probable que pudiera haber recaudado suficiente dinero para comprar un brazalete tan lujoso.
Desde luego, incluso si no fuera de su dinero personal, el brazalete podría haber sido comprado a pedido de él por la familia Carthia.
Sin embargo, ella sabía que Raynard aún se sentía agobiado por el excesivo favor que recibía de su familia. Entonces, ¿cómo logró decirle por sí mismo a Betsy que quería comprarle un regalo con el dinero de su familia?
—El marqués dijo que, como era mi cumpleaños, podía pedirle lo que quisiera.
—¿Un regalo de cumpleaños? ¿Pediste esto por tu cumpleaños?
Él asintió ante el rostro perplejo de Yurina.
—Sí.
—Ray, aprecio mucho el regalo, pero debiste comprar algo que tú quisieras para tu cumpleaños. Es solo una vez al año.
Ante su comentario, él respondió de inmediato:
—Esto es lo que quería.
Si Yurina estaba feliz, esa emoción se reflejaba directamente en una sonrisa en su rostro. Eso era todo lo que quería ver para su cumpleaños.
Ella cerró la boca por un momento ante su respuesta y frotó suavemente el brazalete de rubí con las yemas de sus dedos, mostrándole la bonita sonrisa que quería.
—Gracias de nuevo, Ray. Es realmente bonito, tan bonito como tus ojos.
Era muy extraño, ya la había visto sonreír, pero hoy su corazón latía con más fuerza.
Aunque se sentía avergonzado cada vez que veía su sonrisa, su corazón se sentía más abrumado el día de hoy.
Avergonzado por ser la primera vez que se sentía así, rápidamente puso su mano sobre el lado izquierdo de su pecho.
Su pequeño corazón golpeaba su mano con fuerza y rapidez, por lo que tuvo que contener la respiración para tratar de calmarlo.
Sin embargo, su pulso solo seguía aumentando cada vez más. Bajó su cabeza y miró a su corazón invisible, demandando con la mirada a aquel ser despreciable en su pecho que se calmara.
—¿Ray? —preguntó Yurina con la mirada perpleja; no obstante, él ya no tenía la confianza para enfrentar su mirada. Sus ojos, inconscientes de sus asuntos internos, estaban avergonzados.
Si pudiera, en ese mismo instante se escondería en un agujero para evitar su mirada. Se sentía agobiado por estar en el mismo espacio con ella.
Pero…
Irónicamente, otro impulso vino al mismo tiempo que pensaba eso.
Él quería seguir mirando sus ojos. Sabía que tenía que irse pronto a la cama, pero quería quedarse con ella un poco más.
Quería seguir tomado de su mano, ir a clases con ella, practicar su baile y bromear tal y como hacían todos los días. Quería seguir a su lado.
En unos meses, Raynard tendría que irse a la Academia donde Yurina y Dave habían puesto gran empeño para su admisión; pero de repente pensó que no quería irse.
Incluso los niños del orfanato, con los que estuvo viviendo en la misma habitación durante más de un año, los dejo ir sin ningún arrepentimiento. Ahora, tenía miedo de separarse de ella, con quien había estado apenas tres meses.
Podría conocer a mucha gente nueva en la Academia, pero ¿qué importaba? En ese lugar no estaría Yurina, quien reía y practicaba escritura a su lado todos los días.
—Yurina.
No quiero ir a la Academia, ¿puedo quedarme aquí contigo como ahora? Trabajaré aún más duro si me quedo, aprenderé arduamente magia de mi maestro. Todo lo que debo hacer es quedarme a tu lado y protegerte de ahora en adelante.
Raynard miró esos ojos azules que le devolvían la mirada y se tragó sus sinceros deseos de vuelta a su garganta.
♦ ♦ ♦
Tal y como leyó en la novela, el invierno de ese año tuvo la ola de frío más fuerte en todo el Imperio. Era el primer invierno de Yurina en aquel lugar, pero podía estar totalmente de acuerdo en que ese invierno era uno de los más fríos de la historia.
Dado que no había ningún instrumento que pudiera medir con precisión la temperatura en ese mundo, no podía hacer una comparación absoluta; pero teniendo en cuenta la temperatura, se sentía mucho más frío que en Corea. Por fortuna, la mansión Carthia tenía suficiente leña para no preocuparse por el presupuesto.
Hace mucho frío.
Ella se estremeció por una repentina oleada de escalofríos y se envolvió el grueso chal alrededor de su hombro. Tomó un sorbo del té que Betsy le trajo antes para calentarse, pero no funcionó tan bien ya que se enfrió rápidamente. Por el contrario, sintió que su cuerpo se estremecía de nuevo.
—¿Hace tanto frío? —preguntó Raynard mientras hacía la tarea que Dave le dio y miraba a Yurina que temblaba frente a la chimenea.
Ella se sorprendió al ver que él estaba bien incluso cuando solo estaba usando un uniforme de interior. Por otro lado, él la miró y pensó en lo bien que ella había crecido al grado que podía sentir tanto frío.
Eso es cierto hasta cierto punto.
A diferencia de la pequeña persona que parecía estar viviendo en un congelador, Raynard sorprendentemente no parecía sentir frío. Quizás era porque había crecido con el frío amargo de cada año y se había acostumbrado a la ausencia de leña.
Por otro lado, Yurina, quien estaba acostumbrada a usar una manta eléctrica en Corea, no podía soportar el frío tras perderla. Además, ahora poseía el cuerpo de «Yurina» y era bastante delicada porque siempre había sido tratada con sumo cuidado.
—Sí, hace frío —respondió ella en un murmullo mientras estaba acurrucada con su chal.
Cuando la miró de esa manera, Raynard chasqueó la lengua. Bajó la extraña herramienta mágica donde estaba haciendo su tarea, se acercó a ella y se sentó a su lado.
—Nunca había visto a una niña con tanto frío como tú. Donde solía vivir, todos jugábamos afuera con ropa más delgada de la que usas ahora. —Frotó suavemente la tibia taza con la palma de la mano y pronto el vapor se levantó de la misma como si acabara de ser elaborada.
Ella bebió cuidadosamente el té caliente, apreciando la cálida sensación al bajar por su esófago que hizo que su espalda se calentara.
—Gracias.
—No es nada. —Se encogió de hombros un poco. A pesar de que era un acto aparentemente arrogante, ella asintió con la cabeza porque él tenía la habilidad para respaldar su actitud.
Yurina agarró el vaso con ambas manos y miró de cerca a Raynard, quien había regresado a hacer su tarea.
De repente, vino a su mente la idea de que, aquellos que no conocieran su origen, lo confundirían con un noble. Había dignidad en los movimientos de su mano al escribir e incluso mientras movía la mano para acomodar el cabello que había caído sobre su frente.
En la Academia, las clases eran dadas en el idioma común del Imperio; por lo tanto, para los estudiantes internacionales que llegaban no era necesario que dominaran el idioma nacional. Sin embargo, era algo que aprendían para evitar cualquier inconveniente estando en el reino. Según Dave, Raynard ya había aprendido todas las teorías mágicas básicas.
Estaba listo para ir a la Academia, ahora solo quedaba que el director de la misma lo aceptara.
Yurina apartó la mirada de él y la dirigió hacia la ventana. El cielo era tan blanco como la primera nevada que estaba por venir.
Ya que casi había transcurrido todo un invierno, eso significaba que pronto llegaría el día en que él fuera al reino. Era lo que había esperado, pero su corazón se sentía pesado como si tuviera dolor de estómago.
Creo que se sentirá vacío cuando Ray vaya a la Academia.
Ella miró el perfil del niño y cerró sus ojos.
♦ ♦ ♦
Un día de invierno, la primera nevada cayó.
Un carruaje se condujo vigorosamente hacia la mansión Carthia en el centro de la capital. A pesar de que la nieve se había amontonado y el piso era resbaladizo, el carruaje no parecía disminuir su velocidad, las ruedas no se deslizaban ni se tambaleaban.
Yurina, quien miraba la nieve que colgaba de la ventana con Raynard, entrecerró los ojos para ver un carruaje sospechoso.
¿Quiénes son los invitados de esta mañana?
Entonces, de repente, se levantó de su asiento al darse cuenta de que había un invitado que podía llegar en cualquier momento.
—¿Yurina?
Ella tomó la mano de Raynard, quien tenía una mirada de desconcierto en su rostro, y lo condujo con rapidez al primer piso de la mansión. Como si sus expectativas fueran correctas, el marqués Carthia y Dave salieron a encontrarse con los invitados y a darles sus saludos.
Había cinco visitantes en total, tres de ellos eran escoltas con espadas a los lados y los otros dos vestían túnicas de magos.
Tan pronto como las cinco personas dieron sus primeros saludos al marqués, Dave sonrió brillantemente y abrazó el hombro del hombre que estaba parado frente a los invitados.
—Sean bienvenidos, ¿hace cuanto que nos vimos por última vez? —A juzgar por su expresión y tono de habla, pareciera que no se habían visto por un día o dos.
El hombre también respondió con una sonrisa brillante.
—Han pasado diez años desde que te escapaste de la Academia.
—¿No nos vimos una vez después de eso?
—Oh, lo hicimos. Entonces, ¿es la primera vez en unos cinco años? De todos modos, Dave, tienes mucha suerte de salir de la Academia y volver al Imperio.
—Ja, ja, tu cara parece veinte años mayor. Debe ser difícil ser profesor.
El hombre, quien a los ojos de Yurina presumía tener la edad de Dave, parecía tener poco más de treinta años, aunque su rostro lucía agotado por el largo viaje.
Debía ser una broma ver que se burlaba de alguien de su propia edad, aunque no sonaba como tal porque había salido de la boca de Dave, quien parecía tener veinte años.
El hombre había sentido lo mismo que Yurina y frunció el ceño de inmediato, golpeando a Dave en el hombro.
—Este tipo… La broma no suena igual si sale de tu boca.
—Oh, vamos, no estoy bromeando, lo digo en serio. ¿Por qué no dejas la Academia ahora? Estoy seguro de que el marqués Carthia te aceptará si hablo bien de ti.
—Ya he dicho que mi objetivo es educar a los jóvenes. ¿Quién va a enseñar a los estudiantes si todos dejan la escuela como tú? Entonces, ¿dónde está el chico del rumor? —El hombre colocó la mano sobre sus cejas y miró a su alrededor.
En ese momento, la mirada del marqués se posó en Yurina y llamó a ambos niños.
—Han venido justo a tiempo. Yurina, Raynard, vengan aquí.
Al acercarse, el hombre extraño besó el dorso de la mano de la niña con gentileza.
—Encantado de conocerle por primera vez. Me llamo Jeremy Hutson, profesor de teoría mágica en la Real Academia de Crohn.
—Yurina Carthia, encantada de conocerle. Parece que conoce bien a Dave, ¿solían ser colegas en la Academia?
—Sí, lo éramos.
—Mis habilidades son mucho mejores, señorita —interrumpió Dave con un tono sonriente.
El profesor Hutson, quien al principio tenía una buena cara, endureció su rostro cuando lo escuchó.
—¿De qué hablas? ¿No recuerdas que mis calificaciones eran mejores que las tuyas?
—Las calificaciones que dan esos aburridos profesores son buenas para ti, pero ¿eres consciente de que mis habilidades son mejores?
Ambos hombres, quienes siempre habían estado juntos durante su adolescencia en la Academia, continuaron discutiendo como si fueran jóvenes.
Como esto parecía no tener fin, Yurina se detuvo junto a Raynard con los brazos cruzados.
—Dijo que venía de la Academia, ¿correcto? Entonces, ¿está aquí para ver a Ray? Hace mucho tiempo Dave me dijo que algunas personas de la Academia podrían venir para verlo en persona.
Antes de responder a las palabras de la joven, el profesor Hutson giró con rapidez su cabeza hacia Raynard.
—¡Oh, Dave! Este chico es de quien hablaste…
—Así es.
El hombre levantó las gafas que se habían deslizado hacia abajo con su mano temblorosa y tomó la mano de Raynard. A pesar de su acción tan repentina y grosera, Raynard solo endureció ligeramente su rostro, pero no hizo un escándalo pidiendo que lo soltara.