Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 33: El camino hacia ti (4)

Traducido por Melin Ithil

Editado por Lugiia


—Yurina. —Hace cinco años, ya que eran de estatura similar, siempre terminaba él en sus brazos; sin embargo, ahora era el turno de la joven de estar en los suyos en un abrazo que amenazaba con encerrarla allí para siempre—. Te extrañé —susurró con su rostro enterrado en su cuello.

Yurina se estremeció entre sus brazos ante la sensación desconocida de su aliento caliente sobre su sensible cuello. Ella no tenía intenciones de alejarse de su abrazo a causa de ello, pero él tiró de su cintura un poco más fuerte, tal vez interpretándolo de manera diferente.

—Te he echado mucho de menos —dijo Raynard una vez más y respiró hondo por la nariz, como si estuviera inhalando su aroma. Yurina cerró los ojos mientras escuchaba que su respiración se hacía más profunda.

Todo le resultaba desconocido: el lugar donde se encontraban, su rostro, su altura, e incluso su voz. Además, su manera de hablar y la forma en que la abrazaba era extraño.

Cinco años habían sido tan largos que ahora no podía encontrar el rastro de aquel feroz niño de trece años en el hombre frente a ella. Era por eso que se sentía incómoda ante su encuentro, a pesar de que pensó que estaría emocionada de verlo.

Sin embargo, ante su falta de familiaridad, pudo encontrar una similitud con sus recuerdos: el cariño que la reconfortó tanto hace cinco años. En el hombre frente a sus ojos, vio los rastros de aquel niño de trece años, que sonreía arrogantemente y afirmaba que se convertiría en un mago y superaría a Dave.

Sonriendo levemente ante ello, cerró sus ojos y disfrutó de la temperatura de los brazos que la rodeaban. Luego, lo abrazó con cuidado por su espalda, donde ahora se sentían unos músculos firmes en lugar de su columna vertebral.

—Yo también te extrañé, Ray.

Era su primera reunión en cinco años.

♦ ♦ ♦

Raynard salió corriendo de la Academia, ignorando a Aiden, quien lo seguía de cerca, y se dirigió hacia los establos para montarse sobre su caballo.

Aiden había aprendido a luchar con la espada y a montar a caballo de su padre, el barón Tessie, por lo que fue el maestro de Raynard en estos aspectos durante los últimos cinco años. Gracias a ello, montar a caballo le era tan fácil como respirar.

Ante el contenido de la carta, dejó la Academia y se dirigió a la frontera.

Yurina no le había dado detalles, pero solo había un puesto de control donde una dama noble como ella podría cruzar la frontera sin problemas mientras llevaba consigo a un gran grupo de escoltas. Gracias a ello, no era difícil predecir el camino que tomaría.

Espero poder ser capaz de encontrarte allí…

Cuando lo pensó, era una locura dirigirse a la frontera imprudentemente solo porque quería verla un poco antes, ya que si algo sucedía en el camino, solo prolongaría más su espera.

Aun sabiendo aquello, no pudo evitar apresurarse a su encuentro, no cuando sabía que ella estaba en camino a verlo. No tenía intenciones de estar en clases ni de oír a Aiden mientras hablaba sobre cualquier cosa.

Raynard apremió a su caballo, comparando la fecha en la que se escribió la carta con el tiempo en que le tomaría alcanzar el río Maorun en carruaje. Por fortuna, llegaría a la frontera antes que ella, pero por si acaso, empleó magia de movimiento y de aceleración en su caballo para llegar mucho antes.

♦ ♦ ♦

No han llegado.

Solo después de confirmar que el carruaje de los Carthia no había cruzado la frontera, pudo relajarse y liberar la tensión en su cuerpo.

Después de esperar tres días, que se sintieron como más de cinco años, finalmente pudo ver un carruaje con la cresta del marquesado de los Carthia cruzando el puente a lo lejos.

Ante ello, su corazón latía más fuerte que cuando se encontró cabalgando sin parar.

Al principio, trató de esperar hasta que ella saliera de la posada en la que se alojaba. Pensó que ella definitivamente saldría después lavarse para cenar a causa de tan largo viaje. Sin embargo, tras lo que se sintió como una larga espera, se volvió impaciente cuando no vio señales de Yurina, ni de Dave, ni de cualquier otro sirviente de los Carthia. Sus manos temblaban ante la ansiedad.

Al final, se dirigió a la habitación de la joven a pesar de la descortesía.

—¿Quién… es usted?

Betsy, a quien no había visto en tanto tiempo, no había cambiado en nada, excepto que ahora le parecía mucho más baja. Estaba a punto de saludarla cuando vislumbró un rostro familiar a sus espaldas.

Un cabello rubio rosáceo, una piel perfecta que brillaba desde lejos, una constitución delgada y una expresión cautelosa pero sin temor ante el intruso.

Yurina Carthia. Aunque la estaba mirando, su mente no terminaba de procesar que ella estaba frente a sus ojos.

Como si necesitara abrazarla con sus propias manos para confirmar su existencia, Raynard intentó entrar en la habitación sin revelar su identidad a Betsy; su cuerpo se movía por instinto.

—¡Pregunté quién es! ¡No! ¡Espere un minuto! ¡No puede entrar!

Después de escuchar la aguda voz, volvió en sí y la miró.

Al ver su mirada carmesí, los ojos marrones de Betsy se abrieron. Su boca se abrió como si estuviera tratando de decir algo, pero al final, no pudo decir nada y se movió a un lado para salir de su camino.

Como resultado, se aproximó a la joven ya sin ningún obstáculo.

Yurina, quien había corrido a la esquina de la habitación para esconderse como una presa acechada por un depredador, lo miró con cautela.

Al observarla más de cerca, sus pensamientos se salieron de control.

¿De verdad es Yurina?

La chica frente a él era mucho más encantadora y bonita que la joven de quince años que había imaginado. En particular, sus ojos celestes, que estaban enmarcados por largas pestañas y brillaban como si estuvieran mojados por la lluvia, lucían más vivos. Tal vez fue por eso que, a diferencia de su entrada impulsiva, dudó en acercarse a la joven.

—¿Ray?

Sin embargo, no pudo resistir más el impulso cuando oyó que su nombre, el nombre que se moría por oír, salía de su boca. Raynard tomó a Yurina en sus brazos y la acercó a él.

Qué pequeña.

La última vez que la vio, era tan solo un poco más pequeña que él; entonces, si se abrazaban, nadie podía decir quién abrazaba a quién. Sin embargo, ahora no importaba como se mirará, ella era la que estaba en sus brazos.

Su cuello era más delgado de lo que imaginó, y su cintura tan pequeña que casi podía rodearla con un brazo; no podía abrazarla con fuerza, temía que ella pudiera romperse como una muñeca de vidrio si lo hacía.

La forma en que apoyó su frente en su hombro, mientras se movía entre sus brazos, le resulto tan adorable que rio un poco.

Riendo en voz baja, enterró su rostro en el cuello de la joven e inhaló profundo por la nariz. Había echado de menos ese aroma: una esencia floral dulce y fragrante. Era el aroma del jabón de flores que siempre provenía de ella, solo entonces creyó por completo que la tenía frente a él.

Y entonces…

—Yo también te extrañé, Ray.

Tan pronto como escuchó las palabras de Yurina, su corazón, que había estado latiendo rápidamente, de repente se detuvo. Incluso dejó de respirar por un momento solo para disfrutar de su calor.

Si eso era un sueño, deseaba no despertar nunca.

♦ ♦ ♦

El carruaje, que llevaba a tres personas cuando llegó a la frontera, se dirigía a la capital del reino ahora con cuatro personas. Justo como cuando llegaron, Betsy y Yurina se sentaron una frente a la otra, mientras que Dave se sentó junto a la doncella, dejando a Raynard al lado de Yurina.

—Solo hay una persona más, pero el carruaje ahora parece lleno.

Betsy cubrió el regazo de su señorita con una manta y le sonrió felizmente a Raynard. Siempre había pensado en él como su hermano menor, por lo que estaba orgullosa de ver lo mucho que había crecido.

La noche anterior, después de encontrarse con Raynard, le había dicho a Yurina: «Debió haber sido difícil para él estar en un lugar extraño, pero estoy orgullosa de lo mucho que ha crecido. Aun si es presuntuoso, es algo que había querido decir».

Yurina le había respondido, mientras le daba una palmadita en su espalda: «Puedes sentirte orgullosa de él, Betsy. Cuidaste de él y le diste mucho cariño mientras estuvo en la mansión. Estoy segura de que Ray aprecia todo lo que hiciste por él».

—Hmm…

Con una mirada algo rígida, Yurina miró a Raynard, quien estaba sentado a su lado.

Él no había parado de observarla, por lo que sonrió tan pronto como su mirada se encontró con la suya. La imagen de un joven Raynard, sonriendo brillantemente sin preocupaciones, apareció de manera fugaz en su mente; sin embargo, al cabo de un momento, volvió a sentir una distancia entre ellos.

Es tan poco familiar.

En su mente y sus recuerdos, sabía que ese hombre era el mismo niño feroz que conocía, pero su corazón no podía aceptar completamente ese hecho.

Utilizando una analogía, era como ver a un lindo gatito huir de casa y volver como un apuesto y grácil leopardo.

Ese era probablemente el caso, ya que su apariencia había cambiado demasiado en cinco años. Yurina también se había despojado de su apariencia de niña: se había vuelto más alta y su aspecto ahora era mucho más maduro, pero su cambio no era nada en comparación con el de Raynard.

Era como una persona completamente diferente. Si no fuera por esos ojos rojos tan familiares, ella ni siquiera creería que él era Raynard.

Por supuesto, objetivamente hablando, había crecido tan bien que la hacía sentir orgullosa. Si se pusiera un atuendo formal y debutara en la alta sociedad en ese momento, su belleza sería tan llamativa que nadie podría quitarle los ojos de encima, independientemente de su género.

¿Por qué eres tan alto?

Cuando se despidieron hace cinco años, era unos dos dedos más alto que ella, pero ahora había crecido tanto que le llevaba al menos una cabeza de diferencia. Si ella desechaba su conocimiento previo de que él era un aprendiz de mago, le habría parecido tan imponente que habría pensado que era un aspirante a caballero a primera vista.

No solo se había vuelto más alto, sino que tenía la cantidad justa de músculos en todo su cuerpo que se notaba a través de la camisa. Aunque no era demasiado musculoso, como un caballero que empuñaba una espada, tenía un cuerpo esbelto, muy popular entre la alta sociedad actual.

Era por eso que ahora se sentía como un hombre, a pesar de que era solo un niño pequeño cuando se conocieron y se separaron. Tan pronto como se dio cuenta de ese hecho, su orgullo se lastimó de alguna manera. En el pasado, antes de que lo llevara a la mansión, el aroma que emanaba de él en el orfanato era de queso podrido.

¿Por qué no se siente incómodo también?

Más embarazoso era el hecho que, a diferencia de ella, Raynard no parecía encontrarla extraña en absoluto. No buscaba ninguna reacción en particular por su parte, pero no podía evitar sentirse aún más incómoda cuando él se mostraba completamente en paz y cómodo. Se sentía cohibida sin razón alguna.

—Hmm…

—Yurina, ¿qué pasa? ¿No te sientes bien?

—Estoy bien. —En lugar de decir que se sentía agobiada por su mirada constante, se movió hacia un lado, evitando sus ojos.

Quería alejarse un poco de él; sin embargo, al cabo de un momento, él volvió a reducir la distancia, como si la estuviera persiguiendo sin darse cuenta.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido