Crié a un sirviente obsesivo – Capítulo 34: El camino hacia ti (5)

Traducido por Herijo

Editado por Lugiia


Yurina, al notar esto, continuó apartándose levemente de su lado, con Raynard acercándose cada vez. Después de una persecución sin sentido, ella chocó su hombro contra la pared de un carruaje.

Mientras se frotaba suavemente el hombro dolorido, Raynard enroscó el cabello de la joven alrededor de sus dedos. Al hacerlo, ella notó que sus dedos, aunque eran blancos y largos, tenían callos que no deberían estar en la mano de un mago.

—¿Callos?

Sin embargo, antes de que pudiera preguntarse la razón de ello, Yurina se sintió extraña al ver su cabello enroscado alrededor de su dedo. Era un gesto tan inocente que se sintió más avergonzada que si hubiera hecho contacto físico. Apartó el cabello de su mano y creó una historia para disipar la atmósfera incómoda.

—Ray…

—¿Hm?

—No pude preguntártelo ayer, pero ¿cómo llegaste hasta acá? ¿Qué sucedió con la Academia?

Aunque había hecho la pregunta, la respuesta era obvia. La Academia estaba en mitad del semestre y hoy era un día de semana con clases. Sin embargo, su presencia allí significaba que estaba actuando como un «pandillero», como dirían en su vida pasada.

—Mmm… —Raynard titubeó y se limitó a sonreír, como si no quisiera mentir. Era una sonrisa bonita, pero Yurina vio en ella la expresión de un Raynard más joven, quien solía dar vueltas a sus palabras siempre que se encontraba en una situación desfavorable.

 

Quizás debido a ello, pudo olvidar la incomodidad y gastarle una broma.

 

—¿Por qué no me dices la verdad sobre faltar a clases? El viaje desde nuestra posición hasta la capital durará al menos una semana, así que ¿seguirás perdiendo asistencia? —Al ver que no obtenía respuesta, Yurina prosiguió—: ¿De verdad no me dirás la razón? Hmm, no te envié a la Academia para que faltaras a clases. En las cartas, estaba orgullosa de ti porque estudiabas mucho y tus notas eran buenas, pero al parecer… todo era mentira.

Cuando ella le dio un codazo en el costado, lo suficientemente suave para evitar lastimarlo, Raynard hizo una mueca de dolor mientras se frotaba el lugar donde le había golpeado.

—Duele.

—Eso es porque debería doler. Entonces, ¿quién te dijo que te saltaras tus clases?

—No he faltado a ninguna…

—No mientas.

Cuando intentó golpearlo en el costado de nuevo, Raynard rápidamente agarró su brazo.

—Trabajé duro. Esta es la primera vez que falto a una clase.

—Eso significa que en verdad te saltaste clases

—Hm, bueno…

Mientras murmuraba, Raynard se encontró con los ojos de Yurina y notó que su expresión era juguetona. Ante ello, sonrió y enterró su rostro en el hombro de la joven.

—Al verte de esa manera, me siento como si volviera a mi infancia.

A diferencia de él, quien se rio a carcajadas, la sonrisa desapareció del rostro de Yurina, avergonzada por su repentino comportamiento. Cuando su cálido aliento aterrizó en su clavícula, los hombros de Yurina se encogieron de sorpresa.

—Déjalo pasar por esta vez. He pasado mucho tiempo sin verte y nunca antes había faltado a una clase, ni siquiera cuando Aiden me pidió que fuera a jugar.

—¿Aiden?

—No necesitas conocerlo.

—¿Es tu amigo?

—Bueno… —murmuró Raynard, arrastrando sus palabras mientras se acercaba aún más a Yurina. Sus manos, que ahora eran las de un adulto, abrazaron con fuerza la cintura de la joven.

Cuando su cuerpo se encontró con el de ella, resultó más duro de lo que parecía, y caliente en contraste con el aire fresco del carruaje. Yurina parpadeó, incapaz de hablar debido a la atmósfera incómoda que se sentía en el carruaje.

En el pasado, cuando Raynard se sentía ansioso o nervioso, se acercaba a Yurina y la abrazaba o frotaba su cabeza contra su hombro, como ahora. Era como un gato o un perro que ansiaba afecto; una costumbre suya.

Yurina, quien estaba perfectamente al tanto de sus inseguridades, siempre suspiraba y terminaba consolándolo; sin embargo, ahora era diferente. Su cabeza estaba en blanco y ni siquiera sabía cómo reaccionar.

Yurina permaneció en su abrazo y dirigió la mirada hacia Betsy y Dave, quienes estaban sentados frente a ella. Mientras Dave leía sin prestar atención, Betsy miraba por la ventana con el rostro más rojo que Yurina.

Yurina empujó la cabeza de Raynard, quien frotaba su cara contra su hombro como un gato.

—Ray, aléjate un poco de mí.

Esta vez, un cálido suspiro se derramó sobre su hombro. Cuando Yurina le dio un golpecito con el dedo en la cabeza, él fingió no notarlo y los brazos que rodeaban su cintura se apretaron aún más.

—Ray, me siento un poco incómoda…

—Entiendo.

Solo entonces Raynard levantó el cuerpo a regañadientes. Yurina cerró los ojos, fingiendo no ver el arrepentimiento en su mirada.

—Yuri, ¿estás cansada?

—Sí, un poco.

Ella presionó con fuerza su entrecejo. Aunque mantenía sus ojos cerrados para no notar aún la intensidad de su mirada, era cierto que estaba cansada. No había dormido mucho últimamente, no solo porque había estado viajando durante días, sino también debido a la repentina visita de Raynard la noche anterior.

—Bueno, debes estar cansada porque has estado viajando en carruaje. Duerme un poco, todavía tenemos tiempo antes de alcanzar el próximo pueblo.

Raynard estiró su largo brazo y rodeó con él la cabeza de Yurina, dejando que se apoyara en su hombro. Tal vez debido a que no podía ver su rostro con los ojos cerrados, se sintió menos inquieta. Yurina entrecerró las cejas mientras acomodaba la cabeza contra su hombro, como solía hacer cuando era joven.

Es incómodo.

A diferencia de hace cinco años, cuando eran de estatura similar y no se sentían incómodos al apoyarse en la cabeza del otro, los hombros de Raynard, que ahora eran altos y anchos, se sentían muy incómodos.

Intentó moverse y encontrar una postura cómoda, pero Yurina finalmente acabó cediendo ante la incomodidad y levantó la cabeza.

—¿Es muy incómodo?

Raynard bajó la altura de sus hombros mientras seguía abrazando el hombro de Yurina. Ella cerró los ojos nuevamente, apoyando su cabeza contra su hombro, que estaba ajustado a su altura. Era más cómodo que antes.

Raynard alisó su cabello y le cubrió el hombro con una manta que estaba en su regazo.

—Buenas noches.

Con el último eco de su dulce voz, Yurina empezó a quedarse dormida. Como tenía los ojos cerrados, no se dio cuenta de que Betsy y Dave sonreían felices mientras los observaban.

♦ ♦ ♦

Cuando el carruaje se detuvo de repente a la entrada del pueblo donde el grupo pasaría la noche, Raynard se apresuró a abrazar el cuerpo de Yurina mientras se desplomaba hacia delante.

Yurina, quien había estado cabeceando contra su hombro, abrió los ojos sorprendida. En el exterior del carruaje se oía el furioso relinchar de los caballos y la voz del cochero tratando de tranquilizarlos

—¿Qué está sucediendo?

—Está bien, probablemente sea nada.

Mientras Raynard le daba palmaditas en la espalda a Yurina para tranquilizarla, Dave abrió una ventana que se comunicaba con el cochero para comprobar la situación. El cochero señaló la parte delantera del carruaje con una mirada seria y le murmuró algo a Dave.

Yurina aguzó el oído para oír lo que decía, pero no pudo distinguir ni una palabra por lo bajo que susurraba.

—Todo está bien, no te preocupes.

Cuando Yurina frunció el ceño ligeramente en señal de preocupación, Raynard le dio otra palmadita en el hombro. Parecía estar más preocupado por Yurina que por la situación que se desarrollaba afuera.

Ante el tierno toque, Yurina volvió a apoyar su rostro en su hombro y volvió a cerrar los ojos.

—Señorita, creo que deberíamos bajar aquí y caminar hasta el alojamiento —sugirió Dave, cerrando la ventana con una expresión bastante rígida. Al verlo prepararse para bajarse de inmediato, Raynard preguntó en lugar de Yurina:

—¿Qué pasa, maestro?

—Eso… —comenzó Dave, pero se guardó sus palabras al mirar a Yurina, quien todavía estaba somnolienta y ni siquiera podía abrir los ojos correctamente.

Como si se hubiera dado cuenta de algo con su comportamiento, Raynard endureció su rostro y pronto le sonrió con calma a Yurina.

—Yurina, ¿has oído eso? Creo que tenemos que ir caminando a la posada, así que vamos a apresurarnos.

—Sí… —murmuró Yurina, aún medio dormida, y se frotó los ojos somnolientos; tal vez por eso no pudo sentir la extraña atmósfera entre los dos hombres.

Dave y Raynard, habiendo tomado las maletas de todos, bajaron primero del carruaje. Luego, mientras era escoltada por Dave, Betsy bajó del carruaje tras haber arreglado el atuendo de su señorita recién despierta.

Yurina se puso en pie con dificultad, intentando no perder el equilibrio a causa de su mente aturdida. Con una mano, se aferró al carruaje y extendió la otra para que le ayudaran a salir.

Entonces, en lugar de Dave, quien siempre le escoltaba, Raynard le tendió las manos.

¿Eh? ¿Ambas manos?

Incluso con la mente en blanco, Yurina pudo sentir su extraño comportamiento.

Lo estándar era escoltar con una mano, incluso al bajar de un carruaje.

Yurina estaba segura de que Raynard lo sabía, ya que lo había hecho bien en el pasado, pero ¿por qué de repente estaba empleando dos manos? ¿Se olvidó de los modales que había aprendido en la mansión mientras estaba en la Academia?

Mientras Yurina vacilaba, Raynard se acercó y la rodeó por la cintura con su brazo, haciendo que ella instintivamente le abrazara con fuerza por el cuello ante la vertiginosa sensación de que su cuerpo se elevaba.

—¿Ray?

Al pronunciar su nombre, lo hizo en un tono más elevado de lo habitual, a causa de la sorpresa. Raynard la miró a los ojos y sonrió levemente. Aunque debió de notar la expresión de asombro en su rostro, sin más explicaciones, la terminó de levantar para ayudarle a bajar del carruaje.

En el pasado, cuando tenía más o menos la misma altura, nunca se le habría ocurrido.

Betsy, quien observaba la escena desde un costado, se sonrojó en lugar de Yurina y exclamó:

—¡Oh, Dios mío!

—Lo hice a causa del peligro —explicó Raynard.

No, es solo bajar del carruaje. ¿Qué podría ser tan peligroso?

Yurina quiso preguntarle sin rodeos, pero cuando vi su rostro sonriente, no pudo hacerlo.

En lugar de eso, apartó la cabeza de su mirada y miró a su alrededor; solo entonces pudo sentir que su entorno era caótico.

—¿Por qué hay tanta gente aquí?

La cantidad de personas no era el problema, era la extraña atmósfera que se respiraba entre ellos. Todos estaban de pie en un mismo lugar, con expresión seria y charlando.

Algunos arrastraban los pies con el rostro pálido y otros rezaban a la diosa con la boca cerrada. Una mujer que caminaba por la calle sosteniendo a su hijo de la mano rápidamente lo tomó en sus brazos y apresuró sus pasos.

¿Qué sucede? 

Con una sensación ominosa llenándole la cabeza, Yurina intentó girar la cabeza hacia el lugar donde se reunían las miradas de la gente, pero Dave rápidamente la bloqueó.

—Será mejor que no mire hacia allá, señorita.

Antes de que pudiera preguntar qué pasaba, Raynard la agarró por los hombros.

—Adelantémonos, Yurina. Debes estar cansada, así que vamos a descansar un poco.

—Entiendo.

Yurina siguió a Raynard con expresión nerviosa. No le apetecía comprobar la situación por pura curiosidad ante la insistencia de ambos.

Pero a los pocos pasos, Yurina miró a los pies de Dave y vio la escena que quería ocultar.

—¿Sangre…?

La sangre roja fluía por las grietas del irregular suelo de piedra. Al reconocer su rostro sorprendido, Raynard rápidamente le cubrió los ojos con la palma de la mano.

Sin embargo, antes de que su mano pudiera bloquearle la visión, Yurina giró involuntariamente la cabeza y vio manos y brazos blancos tendidos en el suelo, cubiertos de sangre.

Al instante, desencadenó un recuerdo que Yurina deseaba con todas sus fuerzas olvidar: una persona muerta en la carretera cubierta de sangre después de un accidente. Su respiración se aceleró, devolviendo su mente a la realidad.

—No mires —susurró Raynard en los oídos de Yurina. Su suave voz era inequívocamente tranquilizadora, pero en lugar de calmarla, el corazón de Yurina empezó a latir con tanta fuerza que pudo sentirlo golpeando en su pecho.

—No se mueve. Dios mío. ¿Está muerto?

—Mira toda esa sangre. No creo que pueda salvarse ni aunque venga un sanador.

—Ese maldito aristócrata. ¿Solo le arrojó una moneda luego de causarle esto?

Tal vez porque su audición se volvió sensible a medida que su visión se oscurecía, pudo escuchar claramente las voces a su alrededor, que no había escuchado correctamente hasta ese momento. Al escuchar esa voz llena de ira y arrepentimiento, el cuerpo de Yurina comenzó a temblar descontroladamente.

—Yurina, ¿qué pasa? Yurina, ¿estás bien? ¡Yurina! —El tono apremiante de Raynard le apuñalaba los oídos como una aguja afilada.

 Yurina se desplomó en el suelo, tapándose los oídos por el repentino dolor de cabeza y el pitido penetrante. Su estómago se revolvió violentamente ante el aroma desagradable que le llegó a la punta de la nariz, a pesar de que nunca se había mareado antes.

—No, no, no…

Yurina sacudió la cabeza bruscamente, pero por más que intentaba quitársela de encima, no podía deshacerse de la imagen tan roja como la sangre que se veía claramente sobre sus ojos cerrados.

No, detente.

Los recuerdos de aquel día, cinco años atrás, que tanto había intentado olvidar, volvían a su cabeza como olas furiosas.

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