Dama Caballero – Capítulo 37: Madonna en el baile

Traducido por Kiara

Editado por Nemoné


El hombre que estaba en la plataforma parecía muy acostumbrado a su posición, y naturalmente fue seleccionado para organizar la ceremonia de la Madonna. Abrió la boca para hablar, sosteniendo una hoja de papel mientras señalaba una gran urna.

—Gracias a su participación, la votación para Madonna se realizó sin problemas.

Elena miró el papel que tenía en la mano con curiosidad y Mirabelle explicó en voz baja.

—Mientras estabas fuera, entregaron papeletas a cada persona. Escuché que se espera que las damas con más votaciones sean las candidatas a Madonna.

—Oh, ya veo…

Elena recordó el baile en su última vida. Su memoria era débil, pero quizás recordaba haber votado en un pedazo de papel en el pasado. Elena asintió con comprensión, mientras Margaret se lo explicaba con mucho más detalle.

—Ya que es un evento imperial, en cada ocasión cambia la forma en que elegimos a la Madona para que sea más justo. La última vez, escuché que podrías nominarte a ti mismo y que las personas se alinearían después de ti.

—Eso es increíble.

No sabía que el método de votación cambiaba cada vez, ya que solo había asistido una vez en su última vida. Pero no importaba cómo fuera el sorteo, ella ya sabía a quién se le otorgaría el honor esta noche. Elena miró expectante hacia esa joven.

Yulia Necrensi.

La familia del marqués Necrensi tenía gran reputación como miembros de la nobleza en la Ciudad Capital. Yulia, en particular, era una joven considerada como la Flor de la Ciudad Capital. No fue exagerado decir que la ropa fina y las joyas de Yulia lideraron la moda entre la nobleza de Ruford. Y en este baile, Yulia era la más bella antes los ojos de Elena. Tenía un encanto femenino impresionante, y le llamaban “Una belleza sin una sonrisa” debido a sus rasgos orgullosos. Como ella era un punto de interés intenso entre los jóvenes nobles de la sociedad del sur, Elena había oído mucho sobre ella.

El hombre en la plataforma habló de nuevo.

— ¡Primero, anunciaré a los honorables tres candidatas que fueron seleccionadas!

—Oooh.

Mucha gente silbaba y aclamaba.

— ¡La primera candidata es lady Yulia, el tesoro de la familia Necrensi y la Flor de la Sociedad!

Todos la aplaudieron y la felicitaron como si supieran que era su destino. Sin embargo, Yulia se puso de pie en el escenario con una expresión indiferente.

—La segunda candidata es el orgullo de la sociedad sureña. ¡Lady Helen, la única hija del marqués Selby!

— ¡Ah!

Sarah chilló junto a Helen. Lady Sarah formaba parte del plan para darle té salado a Elena, y todavía parecía estar en términos amistosos con Helen. El grito de Sarah atrajo más ojos a Helen. La última, que tenía una expresión amarga en su rostro, levantó la cabeza con orgullo y sonrió satisfecha.

—Y el tercer y último candidato es…

Elena pareció desconcertada mientras escuchaba al anfitrión. De repente, se le ocurrió que en su última vida solo se había anunciado una candidata a Madonna. Ahora que lo pienso, ¿por qué había tres?

— ¡Nadie esperaba a esta gema escondida hasta hoy! ¡Es lady Elena de la casa Blaise!

Mirabelle gritó alegremente.

— ¡Waah! ¡Sabía que esto pasaría! ¡Felicitaciones hermana!

—Oh, felicitaciones, lady Blaise.

Luego de las felicitaciones de Margaret y Mirabelle, Elena no pudo evitar sorprenderse. Ya se había dado cuenta de que el futuro no siempre fluiría de la misma manera, pero no esperaba que esto sucediera. Muchos ojos se volvieron hacia la sorprendida Elena. Parecía que una vez más atrajo la atención esta noche. Primero por su hermosa apariencia, luego cuando el príncipe Carlisle le pidió el primer baile. Ahora fue nominada como la Madonna del baile. Tal vez ella sería la mujer de la que más se hable después de esta noche.

— ¡Vamos, ustedes tres, suban a la plataforma!

Yulia, Helen y Elena subieron a la plataforma. Desde su punto de vista, Elena podía ver a Mirabelle y Margaret mirándola con apoyo. También vio a Carlisle de pie a cierta distancia. Estaba con el emperador Sullivan, que parecía tener una conversación íntima con la nobleza superior. Quizás Sullivan estaba aprovechando esta oportunidad para congraciar a Carlisle aún más en la aristocracia imperial.

Carlisle, sin embargo, estaba mirando hacia la plataforma donde estaba Elena. Ella podía sentir su fuerte mirada desde esta distancia, y tragó secamente. La mirada depredadora estaba de nuevo en sus ojos. Elena siempre parecía nerviosa frente a Carlisle por alguna razón.

—Ah, Su Alteza me está mirando…

Elena giró la cabeza y vio a Helen mirando a Carlisle, atónita. Parecía un poco extraño, y Elena de repente se preguntó.

¿Ellos se conocen?

Helen notó que Elena la miraba, y ella le devolvió una mirada helada. Ella susurró con una voz feroz.

—No me vas a quitar nada de ahora en adelante.

Elena estaba desconcertada por el significado de las palabras de Helen. Ella no había tomado nada de Helen. Pero antes de que ella pudiera responder, el anfitrión comenzó a proceder.

—Tres hermosas jóvenes en un solo lugar son suficientes para atraer la atención de todos en esa sala. ¿No es así?

Los nobles que observaban se echaron a reír, pero sus palabras contenían la verdad. Las tres bellezas diferentes parecían brillar radiantemente, como si floreciera un jardín de diez mil flores.

—Estas fueron las tres señoritas que tuvieron más votos. De estos tres deben seleccionar a la que consideren la más hermosa de la noche.

El anfitrión señaló una pequeña corona.

—Aquella que sea elegida como la Madonna recibirá esta tiara.

Muchas señoras jóvenes codiciaban la tiara no por su precio, sino por su honor.

Mientras Elena lo miraba, oyó una voz fuerte resonar en el salón.

—Me gustaría ser el que coronará a la Madonna, si eso es posible.

Desde la dirección de la voz se alzaba un hombre guapo, con el cabello rojo ardiendo como una puesta de sol. Aunque solo lo había visto unas pocas veces en la distancia, Elena fue capaz de recordarlo sin dificultad.

Era Redfield, el segundo príncipe del Imperio de Ruford. Él fue quien Carlisle mencionó en su conversación en el jardín, y un posible sucesor del trono, apoyado por la Emperatriz y la Casa Anita, la mayor amenaza para Carlisle en la actualidad.

¿Por qué de repente él…?

Era la primera vez en la historia de la ceremonia que un príncipe había coronado a la propia Madonna. El anfitrión se sorprendió al principio, pero pronto se inclinó y habló cortésmente.

—Por supuesto, Su Alteza. Sería un honor aún mayor para la Madonna elegida.

No podía rechazar a Redfield. Había pocos que podían hacerle frente, sabiendo que la emperatriz y la familia de Anita estaban detrás de él.

—Fantástico. Entonces, ¿cuál de estas tres jóvenes portará la tiara?

Redfield le dio a Elena una sonrisa astuta, y ella no pudo evitar sentirse desconcertada. En el pasado, no había sido nominada para Madonna, y mucho menos esperaba tener la oportunidad de ser coronada.

¿Todo había cambiado por su culpa? Sintió un pequeño pánico ante el pensamiento. Demasiados eventos estaban sucediendo después de que ella salvó a Carlisle.

—Las tres damas se darán la vuelta. Todos los demás, coloquen la rosa detrás de la que creen que es la más hermosa. ¡La que reciba la mayor cantidad de rosas será coronada Madonna esta noche!

—Oh.

Algunos de los nobles respondieron con entusiasmo, levantando la atmósfera en anticipación. El anfitrión inclinó la cabeza en gesto de aprecio y luego hizo un gesto hacia una gran masa de rosas preparadas por los sirvientes.

— ¡Por favor tomen las flores de aquí!

Nemoné
Elena, definitivamente mi rosa va pa ti ♥

Ella vio un mar de personas surgir para tomar una rosa. Siempre fue agradable participar en eventos imperiales. Ella asistió al mismo baile en su antigua vida y ella sabía mejor que nadie que no obtendría esa corona.

— ¡Vamos a empezar!

A la señal del anfitrión, Elena, Helen y Yulia se dieron la vuelta. El sonido de incontables pasos llegó a sus oídos. Debido a que los invitados pasaron a cada dama en orden, era imposible decir cuál tenía la mayoría de las flores incluso con el sonido de sus pies.

¿Realmente podría ser yo?

Ella no rechazaría el honor de ser la Madonna, pero no quería cambiar nada más de lo que sabía de su vida anterior.

— ¡Oh! Todos ustedes han elegido a alguien completamente inesperado.

Cada una de las tres mujeres jóvenes tenía una expresión diferente. Yulia no parecía interesada, Helen estaba esperanzada y Elena parecía desconcertada.

— ¡Ahora, señoritas, por favor den la vuelta!

Elena se dio la vuelta lentamente y miró las incontables rosas frente a ella.

—¡Felicidades! ¡Lady Elena de la casa Blaise es la estrella de esta noche!

Los aplausos brotaron de la multitud.

—Ah…

Su labios se abrieron sin que ella pudiera evitarlo.

Incluso de un vistazo, había muchas más rosas frente a Elena, que Yulia y Helen que estaban de pie junto a ella. La expresión de las personas que aplaudieron también varió. Algunos parecían celosos, otros parecían aburridos, mientras que muchos se alegraron de celebrar tales eventos. Pero lo primero que vio Elena fue la expresión de felicidad pura de Mirabelle.

Mirabelle gritó en voz alta, extendiendo ambos pulgares delante de ella.

— ¡Mi hermana es la mejor!

Elena estaba tan feliz de escuchar las palabras de su hermana y dijo: —Gracias.

Justo como Redfield había dicho, se acercó a ella mientras sostenía la tiara. Ella no sabía sus razones para ello, pero sin palabras aceptó la corona sobre su cabeza.

—Concuerdo con la opinión de la mayoría, ante mis ojos lady Blaise es la más hermosa de la noche.

Las palabras que susurró causaron que sus ojos se abrieran en sorpresa. Si su inocente hermana menor dijera esto, no pensaría en nada. Pero él era Redfield, el segundo hijo del Emperador. Era bastante dudoso que él dijera palabras como estas, a menos que estuviera interesado en ella. Pero había una cosa que no podía entender.

¿Por qué en la tierra sucedería eso?

No había ninguna razón para que él estuviera interesado en ella. Elena usó la tiara mientras miraba a Redfield con una expresión complicada. Él por otro lado sonrió y le susurro al oído.

—Baila conmigo la próxima vez. Soy mejor que mi hermano.

Un repentino pensamiento vino a ella. La razón por la que Redfield le prestaría atención…

¿Es por Caril? 

Aunque todavía no habían anunciado su matrimonio, la pareja había estado vagando por todo el salón de baile anunciando su relación. ¿Fue esa la causa de su interés en ella? Los ojos escarlatas de Elena brillaron con sospecha.

—La próxima vez te enviaré una invitación a mi fiesta.

Él le dio un guiño secreto y luego caminó por la plataforma, dejándola congelada. Ella no podía entenderlo y simplemente se quedó mirando su espalda en retirada.

Helen, que había perdido el título de Madonna, también descendió de la plataforma, pero no antes de dejarle una advertencia.

—Lady Blaise, ríe mientras aún puedas.

Nunca tuvieron nada bueno que decirse, pero había un aire ominoso en su tono. Un ceño fruncido se formó en la frente de Elena, mientras Yulia la miraba con ojos extrañamente brillantes.

Finalmente, solo el anfitrión y Elena quedaron en la plataforma. Se sintió distraída por lo repentino de los acontecimientos, pero volvió a mirar a Carlisle al otro lado de la habitación. Su expresión era feroz. Ella supuso que era por Redfield, pero ella no podía evitarlo, no estaba en esta plataforma por voluntad propia.

No pude evitarlo.

Elena se paró en la plataforma, quejándose con los ojos. El anfitrión a su lado habló con voz brillante.

—Bueno, ¿qué tal unas pocas palabras sobre lo que estás sintiendo?

—Ah, um…

Ella se puso nerviosa por un momento.

—Es un honor ser elegida como Madonna. Espero que continúen disfrutando esta noche.

Fue impecable, pero muy corto. En otra situación, las jóvenes normalmente estarían emocionadas y llorarían hasta las lágrimas, pero Elena se sintió bastante avergonzada.

—Oh sí. Así que ese es el final del evento. Todos, por favor, disfruten el resto del baile tal y como lo dice lady Blaise.

La ceremonia de la Madonna del baile terminó con éxito. Elena, cansada, regresó a su asiento junto a Mirabelle.

— ¡Waah! ¡Eso fue hermoso hermana! Me encantó.

Elena sonrió ante la alegre inocencia de Mirabelle. Su felicidad era su único consuelo.

—Gracias. Todo es por ti.

—Cuando volvamos a casa, voy a adaptar todos los vestidos a tu medida.

Mirabelle, en toda su gran ambición, seguía siendo tan linda.

♦ ♦ ♦

El baile llegó a su fin y pronto los nobles comenzaron a abandonar el salón de baile. Todos salieron como la marea, y Elena, Mirabelle y Margaret esperaron juntas en el tren de carruajes. Elena vio un carruaje con la insignia de Lawrence acercándose primero.

—Por favor, cuide sus pasos cuando entre, señorita Lawrence.

En la despedida Margaret vaciló y luego habló como si se hubiera decidido por algo.

—Señorita Blaise.

— ¿Sí?

—Creo que deberías tener cuidado con la señorita Selby.

Elena la miró fijamente, quizás los comentarios de Margaret fuera acertados, pero a su vez completamente inesperados. Ella continuó, su voz temblaba ligeramente.

—Hace tiempo que noto que la señorita Selby está muy celosa de ti.

Mirabelle asintió en comprensión.

—Sí. Siento lo mismo cada vez que te mira hermana.

Si bien era cierto que la atmósfera entre ellas en la merienda no fue buena, los recuerdos de Elena sobre Helen ahora eran vagos.

— ¿Es eso así?

— ¿Quizás has peleado con Lady Selby en alguna fiesta a las que asistieron y ahora se ha olvidado de todo?

Elena no respondió de nuevo. No había tal recuerdo para ella. Sin embargo, era cierto que Mirabelle parecía renuente con respecto a Helen desde el principio, y que las dos no se llevaban bien. Margaret habló con cuidado a la preocupada Elena.

—Lady Selby puede sentir que… la posición de Madonna fue quitada por ti. Creo que deberías tener cuidado por un tiempo, ya que ella no es del tipo de persona que se queda tranquila después de experimentar situaciones como esta.

Margaret miró a su alrededor mientras hablaba, en caso de que alguien estuviera escuchando. A ese nivel estaba aterrorizada de Helen. La inocente Margaret había sido castigada por quien una vez dijo ser su amiga.

—Gracias por su consejo. Seré más cuidadosa en el futuro.

—Sí. Me despediré primero. Las veré a los dos pronto. Ah, y felicidades de nuevo por haber sido elegida como Madonna.

Margaret hizo una reverencia y luego se subió a su carruaje. Agitó la mano por la ventana mientras se la llevaban, y Elena y Mirabelle le devolvieron el saludo. El carruaje desapareció de la vista, luego Mirabelle habló con una expresión grave.

—La señorita Lawrence tiene razón, esa señorita Selby siempre ha estado celosa de ti, por lo que deberías evitarla lo más posible.

—Sí, quizás sea lo mejor.

Elena recordó la sensación ominosa que sentía en el salón de baile. Un carruaje familiar se acercaba a las dos.

—Mirabelle, volvamos ahora.

—Sí, estoy cansada. Vamos a casa y descansemos un poco.

— ¿Te sientes mal? Si no te sientes bien, dímelo enseguida —preguntó Elena preocupada.

—Lo entiendo, Madonna.

Elena se rió de la traviesa boca de Mirabelle.

Mientras Elena sostenía la diadema en su mano, de repente recordó la forma extraña en que Helen había dicho: “Ríe mientras aún puedas“. Decidió alejar el pensamiento de la cabeza. Preocuparse por cosas que aún no suceden no lo resolvería.

3 respuestas a “Dama Caballero – Capítulo 37: Madonna en el baile”

  1. Muchas gracias por el capítulo, demonios Elena, no seas oídos sordos a las advertencias de Margaret y Mirabelle, recuerda que ahora te convertirás en la prometida de Carlisle, no solo debes preocuparte de la Emperatriz y el segundo Príncipe, también de esas serpientes que dejaste vivas!!!
    Saludos

  2. Creo que Elena deja cosas al azar (Sophie) y no piensa que esta loca se puede “vengar”. Se suma que la emperatriz y el colorado pueden atacarla… El futuro ya cambió.

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