Traducido por Herijo
Editado por Dea
Remias y George se comieron las galletas de arroz conmigo.
Remy y las demás no vendrían al patio si el príncipe no se encontraba aquí, así que era una fiesta de té con solo nosotros tres.
—Oye, ¿cómo están hechas?
—Trituras el arroz y lo mezclas, etcétera.
—¿Etcétera? ¿Qué significa eso?
—Es demasiado complicado de explicar.
Todavía estaba algo confundida, y mi cerebro no funcionaba correctamente, por lo que no podía explicarlo bien.
Parecía como si quisiera probar hacerlas por su cuenta, por lo que prometí escribir la receta y dársela la próxima vez que nos viéramos.
Los tres miramos al cielo con fatiga.
—Y bien…
Decidí ignorarlo.
—¿Por qué estabas llorando?
—Las galletas se atoraron en mi garganta.
—Basta de esa excusa. ¿Fue por el príncipe?
No pude responder.
George es sorprendentemente perspicaz. Pero ni siquiera yo sabía la razón, por lo que no pude dar una respuesta. Solo puse mala cara.
—El príncipe tenía compromisos a los que asistir. Tiene muchas tareas pendientes.
Remias contestó queriendo ayudar.
Asuntos… ¿con Angie?
Ahora que lo pienso, estaba la situación de su lugar de nacimiento, por lo que quizás había ciertas cuestiones que sólo el príncipe podía resolver.
Sí, seguramente ese es el caso.
Me sentí mucho más tranquila tras convencerme de ello.
—¡Cierto! Fue demasiado infantil de mi parte llorar por algo así. ¡Qué vergüenza!
Me había comportado como un niño que lloraba por perder su juguete favorito. Realmente me consideraba una señora mayor, pero sorprendentemente aún tenía un lado bastante infantil.
Tal vez mi edad mental disminuyó a la par de mi aspecto físico.
Después de pensar eso, mi apetito regresó y devoré el resto de las galletas. Sin embargo, George y Remias todavía me miraban con extrañeza.
¿Habré usado azúcar en lugar de sal?
Pero las galletas dulces también sabían bien, por lo que no había problema alguno.
♦♦♦
Al día siguiente no tuve oportunidad de cruzar palabra con el príncipe.
Ni siquiera me dirigía la mirada.
No solo eso, únicamente asistió a las clases de la mañana y se fue temprano.
Estaba preocupada de que no se encontrara bien, pero los maestros dijeron que se debía a que era requerido por ciertos asuntos.
Remias también se retiró temprano, diciendo que tenía una investigación que hacer.
Probablemente relacionada a los crímenes del duque.
Como el príncipe no se encontraba aquí, Remy y Angie también estaban ausentes.
No tenía ánimo como para tomar el té, por lo que le pedí a George que me acompañara a Signora.
Recientemente, estuve tan ocupada con la cosecha de brotes de bambú que no he podido visitarla.
Le había pedido a Sisie que pusiera en marcha los planes para la nueva tienda y el café. Por lo que había oído, todo iba bien. Aun así, le había dejado todo el trabajo a ella. De acuerdo con sus reportes, el té verde, el de hierbas y los dulces eran bastante populares.
El carruaje se detuvo y miré afuera para observar la segunda tienda de Signora… se veía demasiado tranquila. Había algunos clientes en el área del café, pero estaba bastante alejado del éxito que esperaba. La poca clientela que había eran ancianos y no exactamente las chicas jóvenes, que eran el grupo demográfico planeado.
—Qué raro que se encuentre vacío.
George hizo la observación con una voz perezosa, pero yo me encontraba un poco frenética mientras me dirigía al local.
—¡Sisie!
Ella debería encontrarse en la tienda a estas horas. Siempre regresaba a la mansión durante la hora del té de la academia.
—Señorita… Hoy llegó temprano.
Dijo con vergüenza.
—Sisie… La tienda no parece estar funcionando muy bien. ¿Fue así desde el comienzo?
—No, para nada. Las cosas estaban yendo sin problema. Fue solo recientemente que todo fue en declive.
—¿Tienes idea del motivo?
Algunas razones podían ser la pérdida de calidad de los productos o que los clientes se cansaron de ellos.
—Un nuevo café abrió hace poco y los clientes se han ido hacia allí.
—Un nuevo café…
De acuerdo con Sisie, este nuevo lugar tenía té de hierbas y dulces japoneses también. Pero cuando fue a investigar, su comida era de una calidad peor a la de Signora. Era una vergüenza. No tenía profundidad de sabor y las comidas como sopa o pastel de papa no sabían bien.
—Si no tiene buen gusto entonces, ¿por qué es popular? ¿Los clientes no regresarían después de notar la diferencia?
—En cuanto a eso…
Aquella tienda era un café de mayordomos. Un lugar donde eras atendido por un hombre apuesto vestido con esmoquin.
Eso me sonaba familiar.
Pero…
—¿Por qué es famoso si la mayoría de casa nobles tienen mayordomos de verdad?
—Ciertamente no son inusuales, pero lo normal es que sean hombres mayores.
¡¿Qué?!
Estaba sorprendida, como si hubiera sido golpeada de forma repentina. Ni siquiera lo había considerado.
El rol de un mayordomo era manejar la casa, por lo que sus habilidades prácticas eran importantes. Oían las órdenes de su maestro y manejaban las finanzas personales. Eso era un mayordomo.
Además, eran los responsables de unificar la mansión y por tal motivo casi nunca habían mayordomos jóvenes. Era obvio que la experiencia era algo necesario para entender las necesidades de la mansión y dar órdenes.
Por lo que para llegar a esa posición eran necesarios muchos años. Nuestro propio mayordomo, Sebastián, era un hombre con un bonito cabello grisáceo.
—Jóvenes apuestos alineados para recibir a las señoritas. Las opiniones generales son que es un lugar fresco y novedoso.
Sisie… Tu fuiste en varias ocasiones ¿cierto?
Al observar mi mirada, ella se dio cuenta de mi suposición y se cubrió la boca.
—Bueno, en resumen, las jóvenes van a ese café para observar a los meseros.
—Con que es así…
Este concepto de café de meseros era una buena idea, y no era extraño que apareciera un competidor para un lugar popular como el nuestro.
No tiene nada de extraño.
Nada…
Pero no me agradaba que hayan copiado nuestro menú. Y ni siquiera sabe bien. Si vas a hacer una imitación al menos asegúrate de que sea una buena. Si así fuera, incluso iría a probarla personalmente. Por tal motivo decidí poner en práctica una pequeña venganza.
♦♦♦
El sudor salpicaba brillando ante la luz del sol.
Un encanto masculino emanaba de su piel bronceada y cabello café.
Las mujeres que lo observaban soltaron un suspiro.
—George, ¿te importaría probar a continuación la nueva máquina abdominal?
—Sí, suena emocionante.
Él se encontraba realizando una demostración pública de los aparatos de dieta frente al café de Signora.
La promoción de un producto usando a un chico atractivo era una de las patentes de la tienda.
Y no había nadie más bello que el joven y brillante George.
Tomé una gran bocanada de aire mientras lo veía trabajar sus músculos.
—¡Jóvenes y señoritas! ¡El día de hoy me gustaría mostrarles el nuevo producto de Signora: la máquina abdominal! ¿Que es solo una tabla? Claro que no, el secreto radica en este ángulo…
Vendimos muchas máquinas abdominales ese día.