Traducido por Lucy
Editado por Meli
Han Jinsoo se sentó frente al escritorio. Como siempre, Kwak Kihyun había sido lanzado al aire por haber intentado abrazarlo.
—¡Oh, sí, estoy volando! —gritó emocionado. Su cuerpo cayó contorsionado en la cama, pero se consideraba afortunado por no estar lesionado—. Has vuelto a leer la carta de tu prometida, ¿verdad? ¡Aunque tiras las cartas que yo te envío!
—No las he tirado. La criada lo hizo cuando limpió.
—¡Como sea! ¡Es una princesa! ¿Qué tiene de bueno esa chica? —Sentado en la cama, hizo un puchero.
—Sigue hablando así si quieres morir —lo amenazó, pero tenía una sonrisa en el rostro.
—¡Oye! Es molesto que me amenaces por una niña que solo tiene nueve años. Estoy enfadado, incluso protegiste su carta con maná y la lees todas las noches. ¿De verdad te gusta esa chica?
—No, no es así.
—Oh, no puedes preocuparte por una simple prometida así. Una mujer es solo una herramienta para dar a luz a un hombre, además, has estado rechazando a Freesia, no puedo entenderlo.
Kihyun se tumbó cómodamente en la cama. Ya se había acostumbrado a volar en el cielo mientras el raro leía la carta con cara seria todas las noches.
—Por cierto, Freesia, debiste haber herido su orgullo.
Freesia, la sexta princesa del Imperio, era llamada “Flor del Imperio”. Sin embargo, tal estatus en ese mundo no era lo importante, sino que ella podía usar maná. Por supuesto, no era tan hábil como un hombre, pero era sorprendente que pudiera hacerlo.
El hecho de que la única mujer del mundo capaz de usar el maná, la bella Freesia, seguía a Han Jinsoo ya era famoso en la Academia Imperial de Maná. Sin embargo, a pesar de que él podía aceptar a más de una esposa, simplemente la ignoraba.
Es un verdadero chivato, ¿no? ¡Oh! ¡Entonces, tal vez estoy en peligro! ¿Estará interesado en mí?, sonrió Kwak Kihyun al recordar cómo su amigo bloqueaba a la dama.
—Jinsoo, Jinsoo, Jinsoo. Si lo tuyo con Freesia no funciona, todavía estoy yo.
Han Jinsoo se estremeció. Aumentó su maná. El escritorio tembló y la cama comenzó a vibrar. El rostro de Kwak Kihyun se puso de color azul.
—Oye, no me vas a golpear, ¿verdad? No quiero morir. Me disculpo… —Cambió de tema para distraerlo—. Oh, por cierto… ¿Pasó hace un año?
Se refería a la carta que Han Jinsoo envío a Kim Sanghee por su ceremonia de chicas
—Eres un bastardo.
—Sabías que escribí que te preocupabas por ella, pero aún así la enviaste. ¿Y por qué me culpas? ¡Debes agradecerme por escribir lo que tú querías!
¿Eso quería?
Han Jinsoo, uno de los genios más destacados del Imperio más allá de la dinastía Goryeo, no podía saberlo.
—Te estás desquitando conmigo sin razón —murmuró—. Oye, ¿por qué me ignoras? Hablando de tu prometida ¿no puede empezar a salir porque ya tiene nueve años?
♦ ♦ ♦
—Por fin, voy a salir.
Mi salida estaba decidida. El propósito era examinar el mundo exterior y ampliar mi perspectiva, pero me provocaba terror. Después de todo, incluso una princesa de sangre real, no era más que un subproducto sobrante, un fracaso al reproducir un príncipe.
Aunque debía reconocer que, a pesar de que me llamaban perro, tenía un trato especial, algo que me tomó nueve años lograr. No obstante, mi inconformidad surgía cuando comparaba mi situación actual con la que tenía en la Tierra. Aquí incluso era objeto de envidia como bien recalcaba Song Soojin a todo momento.
De todas maneras seguía inconforme. Con mi condición actual ¿qué tan lejos podría llegar?
—¡Vamos! —dijo en tono siniestro—. ¡Atrápala!
La muñeca de trapo voló.
Hola, príncipe. Llevo una falda con encaje. ¿Pero quieres que corra?
Me dispuse a correr, pero entonces, Kang Kitae, que parecía bastante normal y confiable, voló en el cielo como un super cohete y tomó la muñeca en el aire.
Wow… Y solo usó un poco de maná.
—Aquí tiene, príncipe.
—Vamos, se lo había pedido al perro. ¿Por qué lo has traído?
—El rey me lo ha encargado. Si la arroja, la recogeré.
Eso era ridículo. ¿Al rey le importaba tanto? No, no podía creerlo. De ninguna manera. Kang Kitae continuó hablando:
—Sería problemático si la pilla alguien que no sea la princesa, como mujer puede estar en peligro si se topa con otro hombre.
Había justificado su preocupación por mí al decir que era una débil mujer. Casi decía gracias, pero no lo hice.
Nos dirigimos al exterior. Hacia un mundo extraño. Se abrió la enorme puerta principal del castillo real, parecía que mi exploración del exterior sería espectacular desde el principio.
—¡Oh, no! ¡Aaah! —grité cuando volamos por el cielo.
Kim Hwansung, se rio a carcajadas y continuó haciendo acrobacias con la moto de maná en la que íbamos. El viaje era muy diferente de cuando monté junto al gentil primer príncipe.
—¡Oh, hermano! ¡El corazón de la chica late tan fuerte que va a morir!
En el aire, conducía dando vueltas en todas las direcciones, subíamos y bajábamos en picada. Lo abracé con fuerza para poder sobrevivir.
Quería vomitar.
—¡Dios, por favor…!
Sus acrobacias se volvieron más audaces y yo, con los brazos y piernas, me aferré a él como koala a un árbol. Pero eso provocó que condujera con más agresividad.
¡Maldita sea!
—¡Hermano! Te lo ruego. Si conduces un poco más despacio y con suavidad, ¡la chica amará a su hermano con todo su corazón!
Quería golpearlo, pero me contuve y derramé todo tipo de halagos y palabras dulces.
—Bueno, tienes razón, ese tipo de situaciones que para mí no son nada, deben asustar a una niña tan pequeña.
Sus palabras que lo enaltecían como un valiente hermano me hicieron enfadar aún más.
Eres un idiota, —lo insulté para mis adentros y ya en calma, contemplé el paisaje—. El mundo exterior era… muy parecido a la Tierra.
Más bien, era mejor. Se sentía como una ciudad planteada y diseñada con antelación. La calle era amplia y tranquila. Muy diferente al centro de Seúl que estaba lleno de coches; aunque debía ser porque aquí los coches son propiedad exclusiva de los hombres.
Transitaban muchas mujeres, sus rasgos raciales eran diversos, otra diferencia con mi antigua ciudad.
—Hay tantas mujeres.
—Como era de esperar. —Kim Hwansung sonrió— Mi padre es un gran rey.
No podía contradecirlo, era increíble tener tres príncipes en un mundo donde la tasa de nacimiento de un hombre era solo del cinco por ciento. En otras palabras, nacían cien mujeres por cada cinco hombres. Y ganapán, era padre de tres hombres y treinta y cuatro princesas. Eso era considerado un gran talento.
—Papá es un hombre grande y maravilloso. La chica está muy agradecida y feliz de que sea su padre.
—¿Verdad?
—Además, me dio un hermano tan maravilloso y amable con la chica, estoy tan feliz.
Kim Hwansung asintió con orgullo. Su enorme sonrisa me hacía que quisiera darle una paliza.
En este mundo, las mujeres, en condiciones de explotación y esclavitud, tenían a cargo la mayoría de las actividades económicas mientras los hombres holgazaneaban cómodamente, siendo tratados como reyes.
En consecuencia, mi paseo, en el que estaba acompañada por dos hombres llamaba la atención y despertaba la envidia de las demás. Estaba en una condición que solo era posible para la aristocracia, que era menos del cinco por ciento de la población total.
—Princesa, a partir de ahora viajaremos en coche —declaró Kang Kitae—. Empezaremos fuera de la capital, exploraremos un total de cinco lugares y regresaremos al castillo real. El primer lugar a recorrer es Daepyeongwon.
Era lógico, si caminábamos nos llevaría días. El coche, que funcionaba con maná, fue conducido por Kang Kitae. Miré al exterior. Había carreteras vacías y desiertos desolados que solo se podrían ver en las películas americanas. Transitamos por allí durante tres horas.
—Oh, tengo sueño. —Bostecé.
El día anterior no había dormido bien, pero no me estaba permitido dormir, si el príncipe estaba despierto, sin embargo, mi cuerpo seguía siendo el de una niña de nueve años. Kim Hwansung permaneció en silencio y a pesar de mi voluntad, me quedé dormida.
¿Cuánto tiempo ha pasado?, pensé mientras levantaba con premura mi cabeza. Kim Hwansung soltó una risita.
—¡Perro! Se te cayó la baba. Los perros son tan sucios.
—Oh, hermano, la chica es culpable a muerte. ¡Perdóname!
—¿Eh? ¿Qué? —Ladeó la cabeza desconcertado.
Yo sabía que detrás de su presunta inocencia se escondía su molestia porque me atreví a dormir con la cabeza apoyada en su hombro. Debía haberme vuelto loca, luego de nueve años viviendo bien y esforzándome por ganarme su favor, nunca pensé que moriría por un ridículo error.
—¡Si estás sentenciada a muerte, debes morir! Pero el perro no ha matado a nadie, ¿verdad? ¿Por qué serías ejecutada? Ya sé que no eres inteligente, pero sabes hablar correctamente, ¿no?
—¿Cómo se atreve una chica a dormir en el hombro de su hermano…? —Kim Hwan se rascó la nuca—. Eso es lo que hice. ¿No merezco morir?
Tras escuchar mi explicación, sonrió y me hizo apoyarme en su hombro. Fue inquietante.
El coche se detuvo cuando llegamos a nuestro destino.
—¡Cómo te atreves a decir que has pecado contra el príncipe! —me reprendió Kim Hwansung en cuanto bajamos del coche.
—Oh, es que… la niña. Yo…
—¡Vamos, eres culpable, así que vas a ser castigada!
—Oh, hermano.
—¡Atrapalo! —Lanzó la muñeca de trapo tan lejos que parecía ir más allá del sol.
Corrí detrás de ella, y como estábamos solos, Kang Kitae no me ayudó. Quería remediar mi error, así que me apresuré a recorrer los doscientos metros de distancia. La recogí con un suspiro y fingí que me caía porque estaba cansada. Interpreté a la niña débil y delicada de siempre.
Entonces Kim Hwansung se rió a carcajadas.
Imbecil, ¿te divierte que me haya caído?
—En primer lugar, pasaremos por una granja de algodón —explicó Kang Kitae
—¿Una granja de algodón?
—Sí, es la sexta granja de algodón más grande del reino de Goryeo. También es la granja más cercana a la capital.
Hablaba de la Granja Goryeo, donde se cultivaba algodón de excelente calidad que era exportado a otros países.
Al entrar a la granja, la escena frente a mí me dejó impactada y grité en mi interior: ¡Oh, por Dios! ¡No puedo creer esta ridiculez!