Dicen que nací hija de un rey – Capítulo 7: Hazte la tonta


La fiesta no era como algo que hubiera experimentado en mi antigua vida en la Tierra. Ciertamente, era lujoso. El candelabro de oro que se encontraba en el centro de la sala emitía brillantes destellos en todas las direcciones mientras que los suelos de mármol reflejaban su luz magníficamente. Las mesas de cristal estaban cubiertas con platos deliciosos y una orquesta llenaba el salón de notas animadas y melódicas.

Miré a los chicos, los únicos que podían disfrutar de los suntuosos manjares. Todos eran guapos, por lo que no me podía quejar de la vista, pero eso era lo máximo que las chicas podían disfrutar. Una partición de cristal nos separaba del vestíbulo principal, y así quedábamos relegadas a las afueras donde debíamos entablar una conversación tranquila. Por lo tanto, así es la cultura de las fiestas en este mundo.

¿Me he estado arreglando tres horas sólo para esto? No esperaba mucho, pero aun así era irrazonable vestir, desvestir y revestir a una niña de cuatro años durante tres horas como a una muñeca viviente sólo por hacerla sentar quieta en una silla durante dos horas o más. Ridículo.

Una chica que parecía que tenía alrededor de catorce años me empezó a hablar, intentado entablar conversación conmigo: —¡Qué bien te comportas! Escuché los rumores de que eras bastante madura para ser una niña de cuatro años. Estoy muy impresionada – Supuse que era la hija de un barón. En mi vida pasada había aprendido de la peor manera que las mujeres eran rivales naturales. Todavía era una niña pequeña, así que tal vez no había necesidad de tener cuidado con ella. Sólo sonreí.

Se presentó a sí misma como Emilia. Dijo también su título oficial y supe que era la séptima hija del barón Charles. Me sorprendió de nuevo la arbitrariedad de este mundo. El reino se llamaba Goryeo, después del histórico reino coreano, pero a la nobleza del reino se les denominaba duques, marqueses y vizcondes, como la nobleza europea. Algunos tenían nombres coreanos mientras que otros tenían nombres occidentales. No me habría sorprendido encontrar a alguien con un nombre japonés o chino, ya que los había visto en los libros de historia.

— He escuchado que empezaste a escribir cuando tenías un año, ¿es eso cierto? – Preguntó.

— ¿Escribir? – Dije.

Hazte la tonta, me dije. Mi mente estaba fijada en mi deseo de ver a Jinsu. ¿Dónde estás?

Ella repitió — Sí, tú empezaste a escribir cuando tenías sólo un año

Gruñí. Me mordí el labio con fingida vergüenza, dando mi mejor impresión de una pequeña niña tonta. Esperaba que eso le hiciera perder el interés. Lo único en lo que podía pensar era en encontrar a Jinsu.

A diferencia del Jinsu de mi vida pasada en Corea, el Jinsu de aquí era claramente superior al resto. Me recordé a mí misma que sólo pensé que él era apuesto debido al nuevo entorno. Objetivamente hablando, él habría sido considerado bastante normal en Corea. Pero en este mundo, él tenía un cierto no sé qué que encontraba atractivo. Estaba herida.

¡Qué ironía! – Me dije a mí misma, recordando cómo el Jinsu de mi vida pasada me había amado desde lejos durante muchos años. Cuando por fin fuimos una pareja, nunca se cansó de decirme cuánto me amaba mientras permanecía yo distante, sin abrirme nunca a él.

¡Supera eso! ¡Ese no es tu Jinsu! – Aunque yo misma lo supiera mejor que nadie, sentí que si yo estuviera al otro lado de ese muro de cristal, podría estar con él. Si pudiera hablarle, sería lo mismo que antes. Él me daría la bienvenida a casa con su, “Oh, ¿estás de vuelta?”

Me dije a mí misma: ¡No es él! Apenas pude contener las ganas de cruzar la partición que nos separaba y decir: “Lo siento, llego tarde. Vamos a comer ahora.” Traté de calmarme. Quería correr hacia él y confesar que lo amaba.

— ¿Princesa Sanghee? – Alguien me estaba llamando. Emilia me preguntó:

— ¿Se está sintiendo bien?

— ¡Estoy bien! – Enseñé mis pequeños bíceps.

En ese momento, vi a alguien acercándose a Jinsu. Era otro chico apuesto, casi de la misma altura que él. Su piel era blanca como la leche. Era bastante impactante, bebiendo té con las piernas cruzadas. Era como una escena sacada directamente de una foto de revista.

Sin embargo, había algo bastante extraño en él. La manera en la que su mirada parecía seguir a Jinsu y cómo continuaba poniendo sus largos mechones de pelo detrás de sus orejas mientras se lamía los labios te hacía sospechar algo más.

Acarició a Jinsu y envolvió su brazo alrededor de él.

Son sólo amigos. A lo mejor la afección física entre hombres era aceptada en este mundo. Ahora el chico estaba susurrando algo en el oído de Jinsu. Todo era muy extraño. ¿Realmente necesitaba susurrar? ¿Qué podría ser tan importante? Me sentía inquieta.

Jinsu se puso de pie. Estaba sonriendo. El otro chico también sonrió y luego lo abrazó cálidamente. No era un gesto varonil, pero era bastante común aquí.

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De repente recordé sus palabras: “Mi corazón pertenece a otra persona”. ¿¡Relativismo cultural!? ¡Sí claro! Me sentí inquieta otra vez.

“Claro que aun así me casaré contigo. Ya ha sido decidido. Pero no esperes que te ame”

Jinsu estaba sonriendo otra vez. El otro chico también sonrió.

Me volví para mirar a Emilia y dije, — Emilia, ¿conoces a mi prometido?

Emilia contestó — Ciertamente. Él es el orgullo de nuestro reino. Ha sido admitido en el Instituto Imperial de Magia siendo el mejor de su clase.

Pregunté — Pero, ¿quién es el hombre que está junto a él?

Su cara sonriente se oscureció. Seguro que una niña como tú no es celosa. Leyendo sus pensamientos, la vergüenza coloreó mi cara, porque era verdad.

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