El Conde y el hada – Volumen 2 – Capítulo 1: Más allá de la oscuridad de la ciudad de niebla

Traducido por Den

Editado por Nemoné


—La niebla ha salido.

La nerviosa joven debutante a la que le habló, alzó la cabeza, que miraba hacia abajo, para echar un vistazo por la ventana del carruaje.

La niebla flotaba alrededor de los edificios del lugar, haciendo la forma de las estructuras de la ciudad vaga y escalofriante.

Sus ojos reconocieron el Salón Central de la Catedral, que se erguía y se levantaba sobre el conjunto de edificios a su alrededor, mientras la niebla empañaba su silueta, haciéndolo casi como un gigante que se levantaba y miraba por encima de la niebla.

—Son noches como esta que te hacen pensar que podría suceder algo peligroso. No es un día para una joven como usted estar esperando a un taxi al lado de la carretera.

La joven echó un vistazo modesto a la fuente de la voz masculina que se sentó a su lado, pero rápidamente volvió su atención hacia sus manos que estaban colocadas en su regazo.

—Sí, tiene razón. Realmente no sabía qué hacer cuando me separé de mi criada. No puedo agradecerle lo suficiente, milord.

—Oh, no hay necesidad de ser tan formal. Soy muy afortunado de poder pasar tiempo con una joven encantadora como tú.

—Oh, no, yo…

Incluso si sabía que era solo adulación, no lograba hacer que su corazón latiera más despacio. La chica tímida no podía posar su mirada en el propietario de ese carruaje, que era grandioso por dentro, como por el exterior.

Este hombre, que poseía una extraña belleza, era un joven noble que acababa de regresar a Londres del extranjero. Su brillante cabello dorado, y su elegante postura, atraían la atención de todos desde lejos. Era la charla de la multitud y, se decía que encantaba a las damas y caballeros. Llamaba la atención con su inteligente y bien educada conversación.

Era casi primavera, pero el rumor caliente entre las hijas debutantes de la clase alta siempre era acerca de este soltero, que ni siquiera ha estado en Londres durante un mes.

Y sin embargo, era increíble que el rumoreado Conde se acordara de una chica como ella, que aunque la había conocido, apenas habían hablado. Y pasó a recogerla cuando no pudo conseguir un carruaje, además se ofreció a llevarla a casa.

Alguien igual de tímida y reservada como ella, no quería realmente ayudar en el evento benéfico.

Para una hija debutante de clase alta, era su deber estar involucrada en tales actividades caritativas y,  era consciente de que esto era una especie de entrenamiento de quehaceres, para un futuro matrimonio. Y justo cuando comenzaba a pensar que no podía empeorar, fue separada de su doncella entre la multitud, y el clima se estaba volviendo peor.

La joven volvió a echar una ojeada al hombre junto a ella para confirmar, otra vez, que aquello era realmente la realidad.

Me pregunto si Rosalie estaría celosa, pensó, porque recordaba la acalorada conversación de su prima: sobre cómo se había enamorado a primera vista de este conde.

—Eres muy reservada.

Incluso si no alzó la mirada, podía decir que le estaba sonriendo amablemente.

— ¿O te estás arrepintiendo de subir al carruaje de un hombre que apenas conoces? —preguntó.

—Oh no, yo nunca… Porque todo el mundo dice que el Conde Ashenbert es el más elegante de los caballeros.

—Los rumores aparecen de la nada y desaparecen como la niebla. Nadie conoce la verdad y no les interesa.

Espetó. Luego inesperadamente inclinó su cuerpo hacia ella, poniéndola rígida como una piedra.

Sus dedos flexibles alcanzaron su peinado, pero sus dedos se detuvieron cerca del aire alrededor de sus mechones, y retiró su brazo para revelar que sostenía una hoja de árbol.

—Perdóname. Esto debe haber sido soplado por el viento.

Sin pensar en lo que estaba haciendo, levantó la vista y sus ojos se encontraron.

Le dirigió una sonrisa impecable y perfecta, pero la joven pensó que vio alguna cosa oscura detrás de ellos, y se estremeció por el miedo de no saber lo que vio.

Un hombre que apenas conocía. Tenía razón.

Aunque era un hombre con una familia y una posición social prestigiosa, no había manera de que supiera si era realmente un verdadero caballero o no.

—Dicen que el mal acecha en la niebla de Londres. ¿Sabes cuántos chicos y chicas han sido engullidos y han desaparecido en esta niebla, Lady Doris?

—N-No, me temo que no —dijo sacudiendo la cabeza, aún incapaz de apartar sus ojos de él.

—Por favor ten cuidado, así no serás atrapada por la oscuridad.

El carruaje ya no se movía. Y cuando el cochero abrió la puerta, dejó escapar un suspiro de alivio al ver que estaban frente a su casa.

Qué tonta de ella por imaginar que sería arrastrada a la profunda y oscura niebla.

Pero, después de mirar el carruaje del Conde cabalgar por la calle, en la niebla espesa y fuera de la vista, podía entender cómo la gente creía que las tierras de ese hombre estaban situadas más allá de los territorios de la niebla, en un reino diferente.

El título del Lord Ashenbert era Conde Ibrazel. Y se decía que era el Lord del Mundo de las Hadas.

— ¿Doris, dónde has estado? ¿No era ese el Conde Ashenbert en el carruaje justo ahora? —dijo la voz de una joven, desde detrás de ella.

— ¡Rosalie! Sí, uh…

Su prima Rosalie, estaba frente a ella delante de la puerta de la casa y, debió de haber visto aquello, ya que estaba ardiendo en ira.

— ¿Estás tratando de ganar ventaja sobre mí?

—No, yo nunca haría eso.

— ¿Por qué no me miras a los ojos? ¿Me has estado ocultando algo últimamente?

—No, no estoy escondiendo nada.

Le negó la joven.

—Escucha bien, nunca podrás ocultarme algo. Es mejor que no olvides que hicimos un juramento con un hada.

—Por supuesto.

—Entonces, dime. ¿Qué era esa carta que escribías a mis espaldas?

— ¡¿E-Estabas viendo?!

— ¿Qué? ¿Es algo que te molestaría si lo viera?

Lo que significa que no había leído lo que estaba escrito. Doris se relajó, aliviada, pero eso solo enfureció a Rosalie aún más.

— ¡Oh, me estabas ocultando algo! ¿No has olvidado que si rompes nuestro juramento, el hada vendrá y nos castigará?

Recordó cuando las dos hicieron un juramento juntas con la hada. Hicieron una promesa, que como amigas, no guardaban secretos la una de la otra. Su prima dijo que si alguna de ellas rompía esa promesa, entonces el hombre de la niebla vendría a castigarla.

— ¿Pero Rosalie, realmente crees que existe el hombre de la niebla?

— ¡Por supuesto que existe! ¡Oh, ya no me importa! No te ayudaré si algo te sucede. ¡Sería maravilloso si fueras secuestrada por el hombre de la niebla y desaparecieras!

El hombre de la niebla. Era un espíritu que a cualquier niño de Londres les contarían de pequeños. No estaba en la edad de creer en cuentos de hadas, pero creía un poco porque le daba miedo.

La razón de su miedo, era porque ella fue testigo de la visión de un niño pobre que fue capturado por el hombre de la niebla.

Era solo un vago fragmento del recuerdo de cuando era niña, pero estaba segura que no era un sueño. A causa de esa memoria, el nombre del hombre de la niebla era la encarnación de la oscuridad, la muerte y el miedo mismo para ella, incluso ahora.

Se preguntaba qué sucedía cuando alguien era atrapado por el hombre de la niebla.

Vio el cabello anaranjado de su prima a lo lejos, sintió la soledad de ser abandonada en la niebla sola.

♦ ♦ ♦

Mayfair era un distrito de renombre donde se alojaban las propiedades de riqueza y prestigio en Londres. Era en una de sus esquinas donde estaba la mansión de Edgar Ashenbert.

Se decía que el joven Conde, que rondaba los veinte años y acababa de regresar a Inglaterra, compró enseguida el edificio blanco pálido; y una de las habitaciones era la oficina de Lydia.

Cuando la Doctora de Hadas privada fue obligada a ser contratada por la familia del Conde, habían pasado dos semanas desde que la joven de diecisiete años había empezado a ir regularmente a su residencia.

Edgar tenía el título de un condado inglés, como el señor feudal de Ibrazel (Mundo de las Hadas), sin embargo, no era de la verdadera línea de sangre de la familia Ashenbert; sólo un hombre con un nacimiento y linaje desconocido. No parecía haber ningún error de que nació en una familia aristocrática, pero no tiene ni idea de las hadas.

Al igual que la mayoría de la gente, él tampoco podía ver a las hadas o escuchar sus voces, pero debido a que éstas vivían en las tierras que heredó como el conde y, dado que lo aceptaban como su señor, debía pensar que surgirían problemas donde él necesitaría la ayuda de un Doctor de Hadas, por lo que decidió contratar a Lydia.

Desde la época en que las hadas y los seres humanos vivían de la mano, un Doctor de Hadas, alguien con el conocimiento de las hadas y la experiencia de comerciar con ellos, existía. Y su trabajo era mantener la paz entre las dos especies.

Sin embargo, ahora, en el siglo XIX, la existencia de las hadas fue empujada a los libros infantiles, y todos han olvidado que eran sus vecinos. Incluso la existencia de los Doctores de Hadas se consideraba rara.

Por eso, cuando Lydia abrió sus servicios como Doctora de Hadas en su ciudad natal, casi no había ofertas de trabajo, y sólo se la trataba como un bicho raro. Fue por este tipo de situaciones, sin embargo, que ella fue contratada oficialmente como Doctor de Hadas.

Se decía con facilidad que esta posición honoraria no era adecuada para alguien tan fresco e inexperto como Lydia, pero la razón por la que no podía creerse afortunada y sentirse agradecida, era por su empleador, y por su cara. Hacía que no supiera lo que él estaba pensando.

Al igual que hoy, cuando abrió la puerta de la habitación,  que supuestamente era su sala de trabajo, estaba enervada por lo que veía, sentía que quería desplomarse.

La habitación estaba llena de floreros.

— ¿Qué es esto?

—Regalos del maestro.

Respondió Tompkins, el mayordomo, detrás de ella.

Con movimientos rápidos y nítidos, inimaginables por su figura fornida, dejó otro jarrón de flores junto a la ventana.

—El maestro tenía deberes y está ausente hoy, pero deseaba que la señorita Carlton pasara su día tranquilamente.

Lydia se sintió aliviada al oír que Edgar no se encontraba en la casa.

—Entonces, eso significa que no tendré que irme a ninguna parte hoy.

Desde entonces, prácticamente era arrastrada todos los días para acompañar a Edgar a las obras de teatro, las fiestas de té y los recitales.

Quería preguntar cómo ese tipo de cosas eran trabajo de un Doctor de Hadas, pero ya habían transcurrido dos semanas desde que se había dirigido a todos esos trabajos, y Lydia todavía no había hecho ningún trabajo decente y honesto.

¿Edgar realmente contrató a Lydia para que tuviera en cuenta su trabajo? Lydia pensó que era prácticamente su muñeca.

Incluso esa habitación no parecía como una oficina de trabajo en absoluto.

La alfombra, y el papel pintado, tenían un tono amarillento y verde claro para destacar el hermoso sofá. Los paños estaban decorados con finos encajes y bordados. Además, las elegantes cortinas de seda estaban hechas con un montón de pliegues.

Incluso los armarios tenían adornos de vidrio y muñecas de cerámica alineados en ellos, haciendo que esta habitación parecía que era el hogar de una chica adolescente. No podía imaginar lo que estaba pensando.

—Varios de los vestidos ordenados han llegado, así que por favor verifique sus medidas.

— ¿Qué? ¿Vestidos?

Detuvo a Tomkins, que estaba saliendo.

—Sí, son para cuando vaya a ir a la Royal Opera House el próximo mes.

— ¿Opera? No me dijeron nada de eso.

—Entonces se le informará pronto. Hemos preparado varios vestidos para el futuro, cuando vaya a los encuentros sociales donde usted los necesitará. Por favor, no se sienta ofendida. Esto es sólo uno de los equipos para su empleo suministrado por la familia del Conde.

—Um, pero, ¿a qué se refería con encuentros sociales? ¿Cómo eso está relacionado con mi trabajo? Además, no es correcto que incluyas ir a la ópera en mi agenda sin consultarme.

De cualquier manera, las chicas eran complementos para él. Al estar a su lado, ayudan a magnificar su encanto.

—En el caso que dijera eso, Lord Edgar dijo que me pondría en un vestido y me llevaría a la ópera. Por favor tenga piedad de esta vieja alma.

Uno no podía considerarlo como una broma cuando Edgar lo decía. Lydia quería arriesgarse.

— ¿Sr. Tomkins no está cansado de servir a Edgar?

Su familia había servido como el mayordomo del Conde por generaciones, y estaba ansioso por servir a su nuevo maestro, que había regresado después de trescientos años de ausencia. Pero, tenía curiosidad de saber si estaba contento con ese joven frívolo.

—Señorita Carlton, es deber del maestro hacer cambiar de opinión a su mayordomo, y por lo bien que el mayordomo puede disponer las órdenes de su amo, demuestra sus cualidades de gran mayordomo.

—Oh… Ya veo, así que es un mundo de competencia.

Levantó las comisuras de la boca, lo que le hizo adivinar que era un desafío que valía la pena hacer por él.

—Pero no tengo la intención de competir contra Edgar.

Lydia acogió el consejo sobre sus hombros una vez más, y abandonó su oficina.

— ¿A dónde va, milady?

—Soy libre de hacer lo que quiera ¿no? Entonces, voy a dar un pequeño paseo.

La idea de se fuera a quedar quieta allí, le hizo pensar que estaba haciendo lo que Edgar quería que hiciera, y eso era irritante.

—Parece que la niebla se hará más espesa en la tarde. —dijo el mayordomo.

— ¿Puedes saberlo?

—Sí, la humedad en el aire me produce una picazón en la espalda.

—Entonces, volveré antes de eso.

A pesar de que Pascua había pasado, los vientos primaverales se estaban tomando su tiempo y no habían llegado a Londres, por lo tanto, no había señales de la primavera acercándose, así que una serie de días de niebla continuó.

Se preguntaba cuánto tiempo tenía que quedarse allí en Londres. Lydia originalmente había venido desde el campo de Escocia para pasar Pascua con su padre.

El padre de Lydia trabajaba y vivía como profesor universitario en Londres, y en realidad, había estado preocupado por dejar a su hija vivir sola en su residencia en Escocia; por lo que sugirió que sería mejor que se quedara a vivir allí.

Pero, para Lydia esa casa del campo de ellos era su refugio, donde sus recuerdos de su madre, que falleció cuando era pequeña, descansaban. Además, amaba cómo tenía muchos árboles, plantas y hadas diferentes.

Incluso después de que su abuela muriera, y Lydia se quedara sola, su padre no la obligó a mudarse a Londres. Aunque fuera a escoger el país en el que vivía ahora, su padre seguramente estaría de acuerdo.

Pero, el verdadero problema era Edgar.

Dado que fue contratada por el Conde, no podría dejar Londres sin el permiso de Edgar. Sin embargo, en el caso de Lydia, era más como que fue obligada a aceptar su trabajo, por lo que no tenía que preocuparse por ser despedida, así que fue capaz de mantenerse confiada en esa área.

Tener un empleo que tratase sobre las hadas era muy raro, pero no podía creer que lidiar con las payasadas lúdicas de Edgar fuera una parte de su trabajo, por lo que pensó si sería posible retirarse de nuevo al campo, todavía como su Doctora de Hadas privada.

—Oh, Dios mío. Este pez está realmente horrible.

Quién dijo aquello fue el gato que estaba a su lado.

No, él en realidad no era un gato, sino un hada. Estaba caminando en cuatro patas, como un felino normal, encima de la pared de ladrillo.

—Nico, será mejor que dejes de tomar las comidas secretamente de las tiendas.

—Ahora entiendo por qué los gatos callejeros ni siquiera se acercan a ese  lugar, la comida no era para mí.

Nico se quedó callado por un momento, asegurándose de que no hubiera nadie alrededor. Saltó de la pared y se puso de pie en sus dos patas traseras. Se enderezó el abrigo de piel gris esponjoso, ajustó la corbata en su cuello e infló su pecho como un caballero orgulloso.

—Así que, ¿qué es eso?

Lydia vio algo envuelto en su cola, como si estuviera llevándola cuidadosamente.

—Dicen que es una lata. Según los Trasgos, que estaban durmiendo bajo el alero [1], esto contiene la cosa más deliciosa de todo Londres.

—Pero, eso es una lata de pescado.

— ¿Qué? ¿Pescado? Nunca he visto a un pez así.

—No, quiero decir, el pescado está dentro de la lata. Incluso la etiqueta dice que es un pescado marinado en hierbas.

— ¿Heh? ¿Entonces, este es el recipiente? No hay manera de que lo sea, no hay un agujero para abrirlo.

—Bueno, sí. Porque la tapa está herméticamente cerrada, necesitarás una herramienta para abrirla.

Nico estaba examinando la lata, girándola y golpeándola, probando su dureza. Cuando empezó a darse cuenta de lo que era, el pelo en la parte posterior de su cuello se levantó de indignación.

— ¡Ese maldito trasgo! ¡Cómo se atreve a engañarme! ¡Sólo porque no podía abrirlo para comerlo, prácticamente me robó el pan de nuez! Además de eso, ¿dentro está el pescado?

Lydia le quitó la lata cuando estaba a punto de lanzarla.

—Vamos, no te molestes mucho por eso. Abrámosla después. Incluso si es pescado, estoy segura que es algo que normalmente no puede ser encontrado por aquí.

A partir de allí, junto con Nico, entró al parque lleno de vegetación por uno de los pequeños senderos de tierra.

El cielo estaba lleno de nubes, y la niebla comenzaba a rodearlos, pero entrar en una área rodeada de árboles era simplemente relajante.

Debido a este clima, no había nadie alrededor, y pudo visualizar pequeñas hadas sobre las ardillas. Además a los pájaros pequeños que sacaban sus cabezas de las ramas de los árboles.

No era mucho en comparación con los bosques de Escocia, pero lugares como este en Londres todavía tenían muchas hadas.

Una vez que se dieron cuenta de que Lydia podía verlos, debido a que un ser humano que pudiera verlos debía ser raro, comenzaron a reunirse en un enjambre a su alrededor.

Sentada en un banco, Lydia escuchó las conversaciones juguetonas de las hadas. Escucharlos no era como tratar de captar el significado de sus palabras, la mayoría de la gente no sabía que era más como disfrutar de escuchar el gorjeo de los pájaros pequeños.

Mientras calmadamente dejaba pasar el tiempo, el paisaje de repente se oscureció. Pensó que una gran nube de niebla se había enrollado alrededor de ella, pero oyó el sonido profundo del ladrido de un perro.

Las hadas inmediatamente se alejaron en todas direcciones. Parecía que los ladridos se estaban acercando.

—Oh, no. Nico, me pregunto si hay perros callejeros sueltos.

— ¿Qué? Tienes que estar bromeando. Me marcho de aquí.

—Oh, ¡espera Nico!

Tan pronto como desapareció, un arbusto a su lado se movió de forma extraña. Un perro grande salió gruñendo. Uno por uno, salían más de la oscuridad y la rodeaban.

—No… ¡Váyanse!

Uno de los caninos saltó para atacarla, y no vaciló en lanzar la lata que tenía en la mano. Golpeó su hocico, y el perro cayó al suelo, pero parecía que sólo rebotó y agitó a los otros.

Justo cuando estaba a punto de romper una rama, apareció una figura detrás del tronco del árbol.

Era un hombre grande, vestido de negro, y apareció como si saliera de la niebla.

—Hombre de la niebla…

Su nombre se deslizó por sus labios, como un susurro. La visión de él se asemejaba al hada siniestra, que se decía que aparecía de entre la niebla, junto con una manada de perros hadas.

El hombre extendió su mano a Lydia. Quien sintió un fuerte mareo por el fuerte olor de las drogas.

¿Qué? ¿Un secuestrador?

Sin embargo, justo entonces, el cuerpo del hombre se puso rígido. Y aún en esa misma posición, su cuerpo se inclinó hacia delante y cayó al suelo. Un charco de sangre brotó de debajo de su cuerpo y empapó el suelo de rojo.

Quién estaba detrás de él, mientras miraba hacia abajo con absolutamente ninguna expresión en su cara, era un joven con piel de avellana. Lydia sabía quién era. Él era el luchador de ultramar, que era como un arma asesina ambulante, y el fiel servidor de Edgar.

— ¡Ahhhh!

Lo siguiente que Lydia vio, fueron los colmillos del perro salvaje delante de ella.

El joven disparó con el cuchillo en la mano, apuntando al perro. En un corte, abrió el cuello del animal. Y en un abrir y cerrar de ojos, se quedó en guardia delante de Lydia.

Derribó a los perros uno por uno, mientras se abalanzaban sobre él.

—Debemos irnos, señorita Carlton.

—Pero, uh, ¿por qué estás aquí?

—Deprisa, tenemos que salir de esta zona.

Apresurada, lo siguió.

Cuando finalmente llegaron a una zona donde había algunas personas, Lydia de repente se sintió enferma. Aunque ella estaba fuera de esa situación desconcertante, sentía como el olor de los productos químicos, y la sangre, se arremolinaba alrededor de ella.

Revisó su ropa y su cabello, no estaban sucios ni manchados en absoluto, sin embargo, sentía como si estuviera empapada de sangre invisible que fue volcada sobre ella.

No era un error de que su vida fue salvada por Raven, pero estaba más asustada, que agradecida. Ella fue testigo de su despiadada forma de matar.

¿No podrías haberlo hecho un poco fácil para ellos? Era lo que Lydia quería decir, pero sabía que esa clase de evaluación estándar de él, era demasiado diferente a la suya.

—Milady, ¿está herida en alguna parte?

—No, estoy bien.

Simplemente no quería que la tocase, y Lydia de alguna manera logró enderezar su espalda. La ciudad era seguramente un lugar peligroso.

♦ ♦ ♦

Nunca se imaginó que sería atacada durante el día en una zona desierta.

Incluso necesitaba estar atenta a los carteristas y, a los ladrones de bolsos, en las áreas atestadas de gente. E incluso si no hubiera nadie alrededor, los ladrones o pervertidos estarían buscando una oportunidad de ir tras ella.

No era difícil imaginar que alguien vigilaría a una persona como Lydia, que no conocía Londres y caminaba sola. Pero aun así, el hecho de que Raven la siguiera no la dejaba tranquila. Porque el fiel servidor de Edgar, también resultó ser un animal feroz. Todavía había partes de él que Lydia no había comprendido completamente.

Pero, la parte de no conocer a alguien lo suficientemente bien, era lo mismo para Edgar, quien era su amo.

— ¡Lydia! ¡Gracias a Dios que estás a salvo!

Edgar entró corriendo en su oficina de trabajo repleta de flores, y reaccionó como si estuviera aliviado, y rápidamente tomó ambas manos de Lydia.

Lydia solo lo observó con el ceño fruncido, y él le dirigió una dulce sonrisa, como un niño inocente. Pero, ella sabía a la perfección que no había ni una pizca de inocencia dentro de él. Se deshizo del agarre.

—Sí, estoy a salvo. Gracias a que Raven me seguía.

Trataba que cada una de las palabras que salían de su boca se llenaran de sarcasmo, pero Edgar no fue herido en absoluto.

—Me alegro de que fui de ayuda.

—A eso no me refería, ¡qué significa esto! Si ese pervertido no aparecía, entonces eso significaba que ibas a hacer que Raven reportara cada pequeña cosa que hiciera, sin que yo lo supiera, ¿no es así?

—Yo no lo había previsto, esto fue por tu seguridad.

Oh, ¿enserio?

Lydia lo miró como un halcón, mientras él la miraba con preocupación. Pero esos ojos malva ceniza, que fundían el alma, y esa apariencia increíblemente hermosa, escondían lo que realmente planeaba hábilmente en la oscuridad. Edgar seguía siendo “un hombre misterioso” para Lydia.

Por el rabillo del ojo, vio a Raven entrar por la puerta.

—Esta es la medicación para la señorita Carlton. Dado que informó sobre un dolor de cabeza.

— ¿Es eso cierto, Lydia? Debe ser porque pasaste por una experiencia tan terrorífica.

Mientras decía eso, se inclinó como para mirar más de cerca sus ojos, lo que hizo que Lydia se moviera hacia el otro lado del sofá.

Edgar era un hombre que no se refrenaba en crear una distancia íntimamente corta. Él era consciente de que cualquiera desearía a un hombre con sus miradas, palabras dulces y gestos seductores, lo cual era aún más problemático.

Para Lydia, quien era llamada un bicho raro y era excluida del grupo, estar en estrecho contacto con el sexo opuesto, era algo a lo que no estaba acostumbrada. Todo aquello le parecía impropio y desagradable, pero siguió adelante y le puso la mano en la frente.

—No parece que tengas fiebre.

— ¡Es porque vi sangre, pero ahora estoy bien!

Edgar dirigió la mirada a Raven. Gracias a eso, se inclinó hacia atrás y finalmente dejó que hubiera algún espacio entre los dos.

— ¿Sangre? ¿Mataste?

—Sí.

Era habitual para Raven no mover ni un músculo de su rostro. Siempre era leal a Edgar y no daba excusas, así que respondió a la pregunta de su maestro, con una calmada y serena actitud.

— ¿Cuántos?

—Un hombre más cuatro.

— ¿Cuatro?

—Tenía perros.

Edgar bajó la mirada, como si estuviera en un profundo pensamiento, pero luego habló con Raven.

—Está bien, eso es suficiente.

Con un gesto de asentimiento, Raven dejó un vaso de agua y medicina sobre la mesa, así como un objeto de hierro estañado.

—También recogí esto, que dejó caer la señorita Carlton.

Era la lata que Lydia tiró a los perros. Edgar la tomó y la observó con curiosidad, tenía una esquina doblada.

— ¿Una lata de pescado?

—No, es un arma, lo más probable.

Raven no era el tipo de persona que hacía una broma, por lo que debe significar que pensaba que Lydia siempre llevaba consigo una lata, para estar lista para lanzarla a algo o alguien.

Se sintió un poco avergonzada por alguna razón, y miró a Nico que estaba acurrucado en el cojín fingiendo ser un gato.

Como si decirlo tuviera algo que ver conmigo, Nico abrió la boca en un bostezo.

—Hmmm, ¿y cómo lo usarías? —dijo Edgar, después de que vio salir a Raven.

— ¿Quieres averiguarlo?

Lydia respondió.

—No, creo que paso.

Respondiendo con una sonrisa, se levantó para sentarse en el sofá frente a ella.

—Por cierto, Lydia, me gustaría pedirte que no vayas a caminar sola a partir de ahora. Si estar con Raven te hace sentir incómoda, entonces podrías hacer que la sirvienta te acompañe, además puedes usar nuestro carro para ir de tu casa a aquí como siempre.

—No tienes que exagerar todo de esa manera, solo tendré más cuidado a partir de ahora.

—No estoy exagerando. Todas las hijas de casas respetables hacen lo mismo.

—No soy una noble. Estoy acostumbrada a viajar sola y lo prefiero así.

—Esto no es Escocia, sino la capital de su Alteza Real. La gente te juzga por la forma de vestir y actuar. Tu padre es un miembro de la Academia Real, además de un reconocido profesor entre la clase alta. Eres su hija, así que deberías estar consciente de la etiqueta social de una dama educada.

—A mi padre no le importa nada de eso.

— ¿Pero se opondría a que te convirtieras en una dama apropiada? No es tan estricto o formal. Siempre y cuando no se pierda lo básico, decir algo extraño o actuar un poco extraño no se convertirá en un problema. Incluso si ves a las hadas, o las oyes, y hablas largo y tendido de su existencia, la gente pensará que es una característica de tu personalidad.

No estoy segura si eso es verdad.

En el campo, Lydia fue tratada como una lunática porque afirmaba que podía ver hadas. Por otro lado, Edgar anunció su título de Conde del Mundo de las Hadas, y sin embargo fue aceptado sin problemas.

Eso no significaba que la clase alta creyera en la existencia de las hadas. Sólo aceptaban el sentido del humor de la familia, que había heredado ese nombre de generación en generación; la razón por la que la sociedad lo aceptó tan fácilmente, fue probablemente por la forma en la que Edgar actuó como el noble ideal y perfecto, al cual nadie podría encontrarle fallos.

—Así que por eso, un ex miembro de pandillas como tú, es capaz de caminar orgulloso con esa cara de clase alta.

—Sí, por eso.

Sin embargo, Lydia no quería actuar como una noble. Incluso si eso le beneficiaba, ella estaba atascada por el punto en el que estaría haciendo lo que Edgar quería.

—La razón por la que quieres vestirme como una dama, es porque te quitaría el aburrimiento, ¿no es así? Debes estar aburrido como para abastecer este despacho y mandar estas flores.

— ¿No te gustó? Elegí todo con tu imagen en mente.

— ¿Huh? ¿Cómo podría?

—Esta flor es una especie rara en la que florece una de color verde hielo. Si la ves bajo la luz de la lámpara, se puede ver que brilla en un verde dorado, al igual que tus ojos.

Apretó ligeramente los labios contra la rosa que estaba cerca de él. Él la miró con sus ojos cálidos y seductores, e hicieron que Lydia estuviera bajo la impresión de que ella era la que recibía un beso en su párpado.

Edgar se puso en pie y continuó su conversación mientras se acercaba a Lydia.

—Y tú eres el hada en el jardín de flores. Por tenerte aquí sentada, esta habitación se completa como una pintura maravillosa. Justo como yo pensaba, es una hermosa vista. Ah, sí, ¿permitirías que una pequeña violeta floreciera a tu lado? Para estar en mi lugar, y para que siempre pueda estar observándote. Creo que destacaría ese bello cabello caramelo tuyo.

—Oh, está bien, así que, sólo para.

Se arrepintió de haberle preguntado, y le ofreció una violeta delante de ella, tenía el mismo color que sus ojos, y aunque estaba cansada, la aceptó.

Casi olvidaba que si se le permitía a ese hombre mantener la boca abierta, continuaría encontrando formas de complementar y halagar a las personas, sin importar qué clase de personas fueran.

Edgar se encogió de hombros, como si todavía tuviera cosas que quería decir.

Tenía el rasgo de hablar abiertamente lo que era demasiado embarazoso para ella, pero sabía que lo que decía, no era lo que realmente intentaba decir. Incluso si lo sabía, sentía como si de alguna manera él se fuera a deslizar por su corazón si le daba la oportunidad, y eso era terriblemente perturbador para Lydia.

—Te trato como a una dama, no porque no te contraté como una de mis criadas, sino porque siento que eres un miembro importante e insustituible de esta familia del Conde.

Habló con un tono inusualmente serio, y colocó su mano en el respaldo del sofá en el que estaba sentada Lydia.

—Este título fue algo que me diste, y por lo tanto este no es solo mío, pero siento que fue gracias a ti. Como Doctora de Hadas, eres mi socio importante. Pero prefiero trabajar detrás del escenario, no quiero vestirme y ser tu accesorio.

—El valor de una joya es sólo cuando capta e hipnotiza los ojos de muchas personas. Es un desperdicio dejar a una Doctora de Hadas joven y hermosa detrás del telón.

Era cierto que era una chica joven, pero si era bonita o no, era una opinión personal y completamente subjetiva. Nunca era halagada por su aspecto aparte de su familia, y no se consideraba atractiva. Se le dijo una y otra vez, que su aspecto era demasiado austero y su personalidad era demasiado dura. [2]

Aunque Edgar era una excepción, estaba segura que decía el mismo tipo de líneas halagadoras a cualquiera. Y mientras pensaba eso, empezó a irritarse un poco.

— ¿Y por qué es eso? ¿No es para hacer que destaques más?

—No, no es eso. Quiero decir…, que te quiero siempre a mi lado.

Lo dijo en un tono tímido, como si no estuviera seguro; y eso lo hacía parecer como si confesara sus sentimientos irresistibles por ella.

Lydia intentó desesperadamente calmar el ritmo de su corazón. Edgar era un hombre en el que no se podía confiar. No estaba retorcido desde la raíz, pero podía hacer cualquier acto despiadado si era necesario.

Si la ayuda de Lydia era necesaria para la familia Ashenbert, entonces pensaría en cualquier forma que pudiera mantenerla aquí.

— ¿Quieres mantenerme así de vigilada? ¿Es porque soy la única persona, aparte de Raven, que sabe que eras el criminal que se suponía que iba a ser ejecutado en América? No tengo planes de revelar eso, puedes quedarte tranquilo. Para todas las hadas que te aceptaron como su nuevo conde, haré todo lo que pueda para ayudar como una Doctora de Hadas, así que no es necesario que me franqueen ni pretendan coquetear conmigo.

Edgar bajó la mirada al piso, parecía como si tuviera el corazón roto.

¿Por qué haces esa cara? ¿Porque te sentiste dolido por lo que dije?

No había manera de que estuviera herido, pero, aun así Lydia sintió un poco de culpa. Si no era una mentira cuando decía que pensaba de Lydia como su pareja, entonces ella sería la única que lo lastimaba rechazando y cuestionando sus sentimientos.

—Ya veo, nunca imaginé que me odiarás tanto.

—Uh, no quise decir… —dijo Lydia, mientras se ponía de pie y le llamaba como si quisiera detenerlo.

— ¿Entonces, eso quiere decir que no me odias?

Edgar se acercó en un abrir y cerrar de ojos, de pronto tenía sus manos entre las suyas.

—No es como si particularmente te odiara…

— ¿Así que es más como…?

— ¿Eh?

La sonrisa, que hacía que una chica cayera bajo una ilusión romántica, llegó hasta la suya.

— ¡Y-Yo tampoco! Soy la Doctora de Hadas de esta casa, nada más ni nada menos, así que debes dejar de hablar de algo tan impropio… Suelta mis manos —le dijo intrépidamente, con los ojos firmemente mirando hacia los suyos.

Edgar hizo una sonrisa amarga, pero aún así soltó sus manos, por lo que debe de haber significado que sintió sus sentimientos, acerca de que no había romance ni deseo por parte de ella.

—Está bien. Entonces vamos a hablar de algo que podría hacerte feliz, ¿sabes lo del hombre de la niebla?

Ella ya estaba de espaldas a él, pero al oír eso, se dio la vuelta.

— ¿Qué hay de un hombre de la niebla?

—Hmmm, cuando las hadas vienen a la conversación, tus ojos verdes dorados emiten un brillo entusiasta. Apuesto a que mi fuerte rival son las hadas, sin duda.

Lydia ya no escuchaba lo que decía Edgar. Estaba recordando el momento en que casi fue atacada en el parque. Por supuesto, no era un hada sino un hombre humano que la perseguía, pero no pudo evitar sentir el destino al oír nuevamente la palabra hombre de la niebla.

—Hay una joven aquí que desea escuchar tu opinión. Sé que has pasado por una experiencia aterradora, pero si no estás cansada, ¿te importaría visitarla?

Al ver a Lydia salir de la habitación, Nico levantó su cuerpo del cojín y se sentó en la silla cruzando las piernas.

—Oh, no, ha jugado como el Conde quería.

Cogió una cuchara de plata con su pata y, usando su reflejo, acomodó su corbata. Cuanta más de clase alta era un hada, podían hacer que sus reflejos aparecieran y desaparecieran a voluntad propia.

Estaba insatisfecho con la parte en la que le confundían con frecuencia con un gato, pero por el momento, le gustaba su exuberante piel plateada oxidada, sus ojos brillantes como joyas y sus bigotes masculinos.

—Me pregunto qué va a pasar. Es obvio que es un canalla y, mientras no le haga nada a Lydia, entonces no tiene sentido que interfiera. —dijo Nico, pero al decir eso, no estaba realmente en contra de Lydia entrando y saliendo de la mansión de Edgar, que estaba comenzando a consolidar su posición como conde.

Eso era porque el té aquí era tan delicioso. La comida y licores también eran bastante excelentes. El aire estaba sucio en Londres y era muy ruidoso, y él estaba realmente cansado de esta ciudad, pero estaba empezando a repensar sobre estar aquí un poco más.

—Geesh, escuchando su charla demasiado dulce hizo que mi té se enfriara.

— ¿Debería servirle otra taza?

Quien entró en la habitación fue el mayordomo.

—Sí, hágalo especialmente caliente.

Pidió Nico, entregándole la taza de té. Este mayordomo llevaba sangre de hada, por lo que rápidamente descubrió la verdadera identidad de Nico, así que dejó de fingir.

Edgar pudo haber sentido algo, pero no tenía la intención de bajar la guardia a su alrededor, así que siguió actuando como un gato.

Ese hombre todavía tenía cosas que él estaba ocultando, así que no había ninguna razón u obligación para Lydia y Nico revelar sus secretos. Dándole la sensación de que había algo que no cuadraba y, que haciéndole creer que nunca podría entender su verdadera naturaleza, era justo.

—Oi, señor mayordomo, ¿qué crees que piensa hacer el Conde?

—Oh, ¿cómo qué? —dijo el mayordomo con una contundente respuesta, mientras le servía Darjeeling [3] en la taza.

—Hace un rato, lo vi dirigirse al centro de la ciudad solo. Vestido de una manera completamente diferente de lo habitual, como uno de la clase baja y mezclado con la gente común con ropa sucia.

— ¿No habrías estado confundiendolo con otra persona?

—No había ningún error. Incluso si pudiera esconder su brillante cabellera rubia debajo de un sombrero, nunca podría esconder su presencia. Destaca entre una multitud. No puedo decir cómo es diferente, pero tiene un aire sobre él que lo hace diferente del resto de la multitud.

—Tal vez sea así.

—Entonces, ¿quién era la chica que invitó a su carruaje hace tres días?

— ¿Alguien subió?

—Señorita Walpole, era como se le llamaba, pero ¿qué es ella para él? No lo sé. ¿Va él tras ella?

—No tengo ni la menor idea.

— ¿Estás intentando demostrar que un buen mayordomo no esparce los secretos de su amo? Bueno, bravo, pasas.

Tompkins sólo respondió curvando sus labios en la forma de una sonrisa. Un pez. Eso era lo que parecían las facciones de este hombre, porque tenía sangre de Merrow, y eso hizo que Nico se lamiera los labios.

Nico entonces recordó y volvió los ojos a la lata sobre la mesa.

—Oh, ¿podrías abrir eso? Esa lata.

— ¿Lo comerás directamente desde aquí?

—Sólo voy a darle un gusto.

De su bolsillo, el mayordomo sacó un cincel. Nico estaba asombrado de cómo lo llevaba consigo.

Se quedó mirando la lata, tragándose la saliva de la boca, mientras se preguntaba si era realmente lo más delicioso de Londres. En ese momento, vio que la lata se sacudió. Como si estuviera tratando de resistirse a Nico tratando de comerlo, emitió hostilidad a través de su cubierta de acero.

— ¡Espera!

Nico detuvo al mayordomo, que estaba a punto de meterle un agujero en el cincel. Y luego tomó la lata y la golpeó, la sacudió y la sujetó con los colmillos. Cuando volvió a colocarla sobre la mesa, dio un ligero tirón hacia la dirección opuesta, como para escapar.

¿Podría haber alguna extraña criatura escondida en su interior?

Sin embargo, debido a la estructura hermética del sello, uno tenía que abrirla para saber qué estaba adentro, pero sería demasiado peligroso intentar abrirla cuando no sabías lo que contenía.

—Por ahora, voy a aguantar la prueba del sabor. —dijo Nico, cruzando los brazos mientras miraba la lata.

♦ ♦ ♦

Acompañada por Edgar, Lydia entró en el salón que daba al sur de la casa para ver que la visitante era una mujer, que se levantó para saludarla con una expresión nerviosa.

—Lo siento mucho, Sra. Marl. Esta señorita es mi Doctora de hadas, Lydia Carlton.

Al oír su introducción, la mujer dejó que la ansiedad escapara de sus hombros.

—Oh, mi, ¿así es? Me había imaginado que iba a encontrarme con una anciana como una especie de bruja. Dudo un poco en contarle mi historia a una mujer tan joven, podría asustarla.

Una Doctora de Hadas no es una bruja.

Arqueó la ceja al pensar eso, pero era un error común. Sin embargo, al pensarlo dos veces, decidió que no era algo de lo que preocuparse.

—No hay nada de qué preocuparse, si se trata de hadas, entonces ella es perfectamente consciente de su ferocidad.

Edgar invitó a la Sra. Marl a ocupar un asiento.

—Y por lo tanto, ¿no estábamos hablando de cómo la hija del difunto Barón, la señorita Doris Worpole, ha sido llevada por el hombre de la niebla?

La señora Marl se sentó y, ante la pregunta de Edgar, inclinó la cabeza.

—Sí, es cierto. Milady no ha vuelto a casa por tres días. Había salido de la casa para ayudar en el evento benéfico y, según la doncella que la acompañaba, se habían separado en algún lugar de allí. Ellos no saben de su paradero desde entonces.

La hija de un barón desapareció. Y, la historia parece ser que fue secuestrada por un hombre de la niebla.

Lydia se puso rígida ante la seriedad de la situación.

Según la señora Marl, los padres de Doris, de dieciséis años de edad, habían fallecido. Ella vivía con su tío y su prima, quien era un año mayor que ella.

La señora Marl había sido la tutora en el pasado para la familia Worpole, sin embargo dejó su puesto debido a su matrimonio, pero había estado manteniendo contacto con la hija del barón incluso después de eso. Como era pariente lejano de la familia del barón, buscaba el paradero de la hija del barón y se preocupó por su seguridad como su amiga.

Sin embargo, debido a que este tipo de incidente sería visto como una vergüenza y, podría afectar negativamente las perspectivas futuras de matrimonio para una joven debutante de clase alta, su búsqueda fue secretamente administrada dentro de la familia del barón, pero cuando Marl planteó la posibilidad del hombre de la niebla, se rieron de ella y nunca lo dijo de nuevo.

Bueno, también se reían de Lydia a menudo por sacar el tema de las hadas, así que sabía cómo se sentía.

Fue entonces cuando la señora Marl preguntó qué debía hacer y, al final, consciente de que revelaría el secreto de que Lady Doris pudo haber estado involuntariamente involucrada en algún tipo de incidente peligroso, vino a visitarlo para pedir ayuda de Edgar. Al parecer, ella sentía que él era sincero y confiable, por lo que podía confiar en él.

No obstante, en los pensamientos de Lydia eso era porque seguramente ha sido engañada.

A pesar de que estaba casada, la señora Marl era todavía una mujer joven, y bastante atractiva, por lo que Lydia podía entender cómo Edgar querría poner una buena cara en su presencia.

—Sí, recuerdo la niebla de aquel día. Era tan espesa que no podías ver nada delante de ti. —dijo Edgar.

Pero sólo por eso, normalmente nadie saltaría a la conclusión de que era un secuestro por un hombre de la niebla.

—Entonces, ¿por qué cree que es el hombre de la niebla? Incluso si desapareció en una noche de niebla… En estos días, no hay tantas personas que toman el hombre de la niebla en serio. —dijo Lydia.

—Sí, honestamente, todavía no creo en ello. Lo siento, aunque estoy aquí para pedirte ayuda. Pero no tenemos pistas, como si hubiera desaparecido en la niebla. Y milady parecía creer seriamente en la existencia de las hadas, como en el hombre de la niebla. Estaba absorta en el juego del “huevo del hada”. Oí que es como un juego de adivinación, y si rompes tu promesa con el hada, se dice que el hombre de la niebla vendrá a castigarte, así que recordé que estaba muy asustada por eso, y me molestaba lo aterrada que estaba.

— ¿Huevo del hada?

— ¿No lo conoces, Lydia? Es muy popular entre las jóvenes.

¿Por qué conocerías un juego que es favorecido entre las chicas?

Lydia realmente quería preguntarle eso, pero decidió que era una tontería.

—Pones un pedazo de papel, que tiene todo el alfabeto escrito sobre él, en una mesa. También pones una bola de cristal, además de una moneda, en la parte superior de la misma. Con unos pocos miembros, pones tu dedo en la parte superior de la moneda y llamas al hada. Hay dos maneras de hacer el juego, uno o dos amigos harán una promesa y jurarán un juramento al “huevo del hada”. El otro es donde haces preguntas y el hada las responderá. Para la pregunta del juego, el hada utiliza su energía para mover la moneda y señalar al alfabeto, así que puedes descubrir si la persona en la que estás interesada comparte los mismos sentimientos que tú, o puedes descubrir si hay alguien que guste de ti.

—Así que lo has probado.

—Lo he hecho. Fue bastante divertido. Todas las chicas estaban muy emocionadas y gritaban de alegría. Al mover la moneda encima de tus propias iniciales, cuando preguntaban quién sería su futuro amante, la chica realmente se volvería consciente de ti, es mucho más fácil que tratar de conquistarla.

Hombre bueno para nada.

Lydia lo fulminó con ojos repugnantes, y sólo giró las comisuras de su boca hacia abajo. Pero cuando volvió la cara a la señora Marl, rápidamente cambió su expresión a una de preocupación.

—Por lo tanto, señora Marl, ese “huevo del hada” es un simple juego. Aunque no haya un hada, uno de los miembros participantes debe haber movido la moneda deliberadamente, o incluso inconscientemente. Solo esas jóvenes damas debieron creer que era el poder de los espíritus, así que si rompían sus promesas o soltaban la moneda en medio del interrogatorio, están demasiado preocupadas y asustadas de que enojaran al hada. —dijo Edgar.

—Pero, no puedes estar seguro de que no había un hada. Les encanta jugar bromas. Si hubiera algo dentro de la bola de cristal que les interesara, entonces podría haber la posibilidad de que se acercaran y algo interfiera con la adivinación.

La señora se inclinó hacia delante con gesto preocupado.

—Lo que significa que si fueras a ofender o molestar al hada, ¿entonces existe la posibilidad de que te lleven a algún lado?

—Tal vez, no podemos estar seguros de negar esa posibilidad, pero un hombre de la niebla no es seguramente el tipo de hada que se interesa en un juego de monedas. Su cuerpo es como una masa de maldad y malicia, agrupada junto con un espíritu de demonio. No es el tipo que comercia y negocia con los seres humanos.

Oh, mi señor, dijo la señora, temblando.

—Edgar, ¿es cierto que el hombre de la niebla castigaría a los que participaran en el juego del huevo de las hadas?

—Quién sabe. Cuando participé, no se mencionó al hombre de la niebla, sino que lo llamamos “Señor Hada”. Y no creo que el castigo era lo suficientemente severo como para hacer que las chicas se preocupasen tanto por ello.

—Eso tendría sentido. O por lo contrario, no sería un juego. Entonces, la única cosa que me molesta es el juego del “huevo del hada”, y el hombre de la niebla, y cómo está conectado con Lady Doris.

—Pero, Lydia, ¿no podría aún haber la posibilidad de que fuera llevada por un hada diferente que le gusta jugar bromas?

—Eso es… difícil de decir en este momento.

— ¿Entonces qué deberíamos hacer? ¿Está en su área de trabajo?

También era importante descifrar si era el acto de un hada o un humano. Lydia no dudó y enfrentó a la dama.

—Por supuesto, la buscaré. Si puedo ser de alguna ayuda.

—Uhh… —dijo la señora Marl, con una expresión dudosa—. ¿No podrías llamar a una hada ahora y preguntarles la ubicación de mi señora, o mirar dentro de una bola de cristal?

Parece que había confundido el papel de un Doctor de Hadas con un vidente o un adivino.

—Umm, no puedo resolver misterios usando magia. Solo estoy un poco educada sobre las hadas, es todo. Lo único que puedo hacer es buscar cualquier pista que cualquier hada haya dejado.

A su respuesta, la señora Marl no ocultó su decepción.

Su reacción también deprimió a Lydia. La señora había venido aquí esperando una respuesta. Incluso si su única ayuda fuera alguien que pudiera usar magia, ella debía estar esperando que alguien indique claramente dónde estaba la hija del barón, y si ese lugar estaba aquí en la tierra o en un reino diferente.

El trabajo aburrido de un Doctor de Hadas, no era algo extravagante como usar poderes mágicos delante de los clientes, por lo que usualmente no eran bien entendidos y dependían de ellos.

Es por eso que la mayoría de las veces, eran vistos como extraños para el resto de la sociedad.

— ¿Eso sería inútil para usted? Señora Marl, como usted pregunta a diferentes personas, Lydia preguntaría a distintas hadas. Si algo le sucedió a Lady Doris en una zona vacía y desierta, entonces quizás un hada pudo haber estado allí y haberla visto.

Edgar habló suavemente con la dama. Aparentemente, esa tranquilidad había funcionado y ella tenía una mirada satisfecha y feliz.

—Sí, tiene razón. Por favor, señorita Carlton, por favor, encuentra a mi querida amiga.

Lydia mostró su gratitud y asintió.

Edgar se volvió para ocultar un lado de su cara de la señora y le dio un guiño. Lydia entendió que él sólo la ayudó de forma oportuna, pero no podía evitar pensar que estaba bromeando cuando estaban en una situación seria.

Sin embargo, sorprendentemente, Edgar era muy consciente de lo que era un Doctor de Hadas. Eso podría haber sido porque él mismo había esperado por el conocimiento de las hadas, más que poderes mágicos, de Lydia en el pasado. Pero desde el principio, él no la observaba con curiosidad excesiva o con demasiado miedo.

La razón por la que no podía abandonarlo, a pesar de que sabía que era un hombre deshonroso, probablemente provenía de esa parte de él…

Como no había habido nadie en el pasado que hubiera entendido y aceptado decentemente la habilidad de Lydia, eso la hizo mirar los defectos de Edgar. Tal vez esa era la razón por la cual ella sería desechada.

—Milord, muchas gracias, fuiste el único que sinceramente escuchó una historia tan ridícula sobre las hadas.

La señora Marl miró a Edgar con una expresión más tranquila.

—Además de eso, tuvo la amabilidad de animarme a que su Doctora de Hadas era capaz de resolver este problema, ya que no hay nada que yo pueda hacer cuando se trata de hadas.

¿Qué? ¿Edgar fue el que ofreció esa oferta?

Lydia sin duda se sorprendió por eso.

Sea como sea que pensara en aquello, no había manera de que este hombre pensara que este era el trabajo de un Doctor de Hadas. Afirmaba que el juego de adivinación del huevo del hada era algo simple que no tenía trucos detrás de él. Y sin embargo, era irresponsable de él afirmar que un Doctor de Hadas sería capaz de hacer algo.

Tenía la pequeña sensación de que intentaba arrastrar a Lydia a este caso.

—No, en absoluto. Había conocido a Lady Doris antes, así que me he preocupado un poco.

Le dio a la señora una sonrisa, mientras Lydia miraba fríamente desde un lado con ojos dudosos. Ahora que pensaba en ello, ¿este hombre realmente ofrecería su ayuda en un inocente intento de ayudar a otro? ¿O, solo quería actuar como un bondadoso caballero frente a una dama?

No sabía la respuesta, pero sentía que estaba siendo utilizada convenientemente por Edgar. Tal vez, podría estar planeando hacer algo en contra de la ley de nuevo.

En ese momento, el pensamiento que se extendía a través de la mente de Lydia era que tal vez él era el culpable, lo cual era una sospecha dudosa, que no se basaba en nada, contra este ex-criminal que no pensaba ni sentía nada en contra de violar la ley.


Aclaraciones:

[1] Un alero, en la arquitectura, es la parte del tejado que sobresale del muro, para evitar que entre la agua cuando llueve.

[2] Una persona austera es alguien estricto con el cumplimiento de las normas morales. También puede ser algo que es sencillo.

[3] El Darjeeling, en este caso, es uno de los tés negros más conocidos por su calidad y sabor, proveniente de la India.

2 respuestas a “El Conde y el hada – Volumen 2 – Capítulo 1: Más allá de la oscuridad de la ciudad de niebla”

  1. Querer no me lo puedo creer están traduciendo el vídeo y el hada.estoy feliz, pensé que jamás terminaría esta novela. Mil gracias por retomarla.❤💞💕💓💗

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