El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 87

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—¿Eli? Mi querida hija, date prisa y ayúdame…

El marqués movió los dedos, indicándole que viniera a ayudarle a levantarse. Ella no acudió. Escondió con cuidado su pelo y su cara en la capa y se volvió para correr.

—¡Eli!

Le habían traicionado. ¿Cómo era posible que ella…? ¿Cómo se atrevió? Toda su fama, riqueza, e incluso su belleza, ¡todo era gracias a mí! ¡Y todo esto fue gracias a ella! ¡Así que cómo pudo!

Eli, por otro lado, no tenía elección. Sabía por instinto que si se quedaba para ayudar a su padre, también sería capturada.

Dejar atrás a su padre era la opción más desafortunada, pero tenía que huir. Si la atrapaban a ella también, todo habría terminado. Se dio la vuelta y corrió.

—¡Eli! ¿Cómo has podido…?

El marqués rugió detrás de ella como un animal herido, incapaz de pensar en lo que había hecho a sus propios hombres. Al igual que su padre ignoró las súplicas de sus sirvientes y caballeros, su hija le ignoró a él.

Un poco más y llegaría al bosque. Después de todo, la gente no iba al bosque. Había muchos bichos asquerosos, así que no irían a buscarla allí, pensó con ingenuidad mientras se afanaba con los pies.

Pero no llegó a entrar. De hecho, ni siquiera salió de la vista del marqués.

—¡Ack!

Konrad se paró frente a ella, apareciendo de la nada.

Sus ojos dorados brillaban como la luz refractada a través del halo. Sostenía una espada de cuyo filo goteaba sangre, y su blanco uniforme de paladín estaba cubierto de hollín y más sangre.

Eli se tambaleó hacia atrás y tropezó con sus propios pies. Cayó de espaldas y se quedó inmóvil. Las lágrimas corrían por su rostro asustado y todo su cuerpo temblaba.

—Señor Altera.

El marqués sonrió y llamó a Konrad.

—¿Por qué no hablamos de esto después de que dejes eso? Escúchame y entenderás por qué hice lo que hice.

Echó un rápido vistazo al callejón que tenía a su lado. Un pequeño hueco entre los edificios era lo bastante ancho para que él se colara.

—Como sabes, en cada generación nacen niños con defectos genéticos. El fuego es un remedio transmitido de generación en generación para curar la enfermedad de Leslie. No sabía que se volvería tan grande, tan fuera de control. Por favor, podría hacer la vista gorda solo esta vez, Lord Altera…

El marqués balbuceó, acercándose poco a poco a la brecha…

—¡Eek!

Gritó y cayó de espaldas cuando la espada de Konrad hizo un terrible ruido y se clavó en el suelo a su lado.

Una fina línea apareció en la mejilla del hombre cuando parpadeó. Volvió a gritar como si fueran sus extremidades las rozadas. Los labios de Konrad se curvaron en una fría sonrisa.

—A menos que quiera que le corte el brazo, le sugiero que se quede quieto, marqués Sperado.

Una voz escalofriante salió de él mientras se acercaba al hombre. Cuando sus ojos dorados se posaron en él, éste se sacudió como un animal atrapado.

—Y a usted también, Lady Eli Darren Sperado. Si se mueven de donde están…

No terminó, pero el efecto fue inmediato. Ella dejó de arrastrarse hacia el bosque y se hizo un pequeño ovillo, temblando de miedo.

—Soy… soy inocente, Lord Altera. No sabía nada de esto.

Entonces, prorrumpió en un gemido. Él ignoró sus gritos y miró al marqués.

—Marqués Sperado.

Él levantó la vista al oír su voz, quien no pudo evitar reírse al ver la cara de susto.

Le hacía gracia lo mucho que Leslie se parecía a él. Era, en efecto, su padre biológico. La forma en que le temblaban los labios, lo abiertos que tenía los ojos… todo era justo igual.

Si yo puedo ver eso, ¿cómo es que él no puede? Si una tercera persona puede ver tanto parecido, ¿cómo debió de verse a los ojos de un padre, y cómo pudo hacerle algo así a su propio hijo? 

—Marqués Sperado.

Volvió a llamar y esperó unos segundos antes de continuar. El sol caía a raudales por detrás de su cabeza y, debido a su posición en el suelo, el hombre no podía ver su expresión. Pero pudo ver, con mucha claridad, los ojos dorados y brillantes.

—Ni siquiera las bestias hacen daño a sus propias crías.

—¿Qué?

El marqués frunció el ceño ante el insulto, aunque ahora estaba en desventaja. Konrad sacó su espada del suelo.

—¡Aaah!

Un grito más fuerte y sin duda cargado de dolor resonó en el aire. La espada se había clavado en el suelo a través de la mano del marqués. Konrad volvió a hablar entre dientes.

—Quiero decir que eres peor que una bestia, marqués Sperado.

♦ ♦ ♦

El fuego estaba por todas partes. Columnas de llamas asomaban desde el negro abismo, y los gritos de los niños resonaban por todas partes. Era la misma pesadilla que la atormentaba desde aquel día. Leslie se agachó y se tapó los oídos.

No pasa nada. 

Es solo una pesadilla. Estoy acostumbrada. Me pasa siempre que estoy ansiosa o asustada. Cuando me despierte se habrá ido, se dijo Leslie y empezó a contar. Contar en los sueños a menudo la ayudaba a despertarse.

Pero el sueño persistía, y Leslie estaba atrapada en la pesadilla. Los gritos continuaban y se abrazaba a sí misma con más fuerza.

Pero cuanto más se estrechaba, más fuertes se hacían los gritos y más se extendían las llamas. Se acercaba poco a poco a ella como una serpiente que se desliza.

Está bien…

Pero las palabras se desvanecieron en la nada y las lágrimas amenazaron con derramarse, se hizo una bola aún más pequeña.

Estoy… bien. No pasa nada. 

Repitió desesperada, pero el miedo crecía y crecía. El fuego estaba muy cerca.

Hace calor. 

¿Por qué no escuché a Sir Lesso y a Sir Vant? ¿Por qué confié en Amora? ¿Por qué no hice ninguna pregunta? ¿Por qué soy tan ingenua y tonta? 

Las llamas lamían sus dedos. Un movimiento en falso y el fuego la devoraría. Pero ya no tenía fuerza para resistirse.

Ahora todo va a ir bien. 

Una mano cálida y suave le apartó el pelo de los ojos. Parpadeó al oír aquella voz familiar.

¿Por qué tienes tanto miedo cuando estoy aquí?

¿Por qué tengo miedo? No tengo miedo. No debería tenerlo. Estoy a salvo con ella.

—¡Señorita Leslie!

La voz desesperada de Madel resonó en sus oídos mientras levantaba con dolor sus párpados pesados. Un techo blanco e inmaculado llenó su visión, seguido del rostro bañado en lágrimas de su criada.

—Señorita Leslie…

—Ma… del.

—Estoy tan aliviada de que por fin se haya despertado.

Sintió un nudo en la garganta cuando habló. Fue breve y débil, casi como un suspiro, pero muy doloroso hablar. MIró a su alrededor y se dio cuenta de que las marcas del Templo Shiraph aparecían ante sus ojos.

Ah, he conseguido salir. Parpadeó aliviada y aceptó agradecida un vaso de agua caliente mientras Madel la ayudaba a beber. Sintiéndose menos seca, preguntó.

—¿Dónde está mi madre…?

—La duquesa Salvatore está discutiendo el castigo del marqués Sperado con los demás.

Entonces Madel se agachó un poco para susurrar a su oído.

—El emperador también está aquí.

Los ojos de Leslie se agrandaron por la sorpresa.

—¿El emperador?

—Así es. Por lo que he oído, el emperador viene a supervisar el examen. Esta vez ha venido justo a eso y, por casualidad, se ha enterado del incidente.

Madel frunció el ceño y continuó.

—La gente dice que esta vez el marqués no se librará con facilidad. Quiero decir, ¿quién iba a pensar que haría algo así durante su libertad condicional mientras aún espera la sentencia del emperador? Después de todo, ¡es el más honorable de los tres marqueses del imperio! Incluso yo pensé que se quedaría callado después de semejante escándalo… Pero supongo que todos estábamos equivocados.

—Ya veo.

Leslie fingió mirar hacia abajo en su vaso y pasó la mirada por encima de Madel, escudriñando en busca de cualquier signo de heridas.

—Umm, Madel. ¿Se encuentra bien?

He oído sus gritos, pensó con culpabilidad, pero ella negó con la cabeza.

—No, en absoluto. Estoy bien. Mira.

Entonces, levantó los dos brazos en el aire, pero los dejó caer rápido por el dolor. Hizo una mueca y se cubrió los hombros por el repentino dolor. Aunque Konrad la curó usando sus padres divinos, tenía que descansar un rato más.

La cara de Leslie se pintó de asombro al verla dolorida.

Todo es culpa mía. 

Sabía que el marqués no se rendiría tan fácil y que estaría conspirando. Ella lo conocía mejor que nadie en el mundo entero porque había visto todas sus caras oscuras y feas.

Pero me descuidé…

Quería proteger a todos, pero acabó interponiéndose en su camino, haciéndole daño al caer en la trampa del marqués. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras las punzadas del rango y la culpa le aguijoneaban el corazón.

—Lo siento, Madel. Siento haberte hecho daño.

Leslie estiró la mano para tirar de las mangas de la doncella mientras las lágrimas se derramaban.

—Lo siento mucho.

Se sintió abrumada y quiso morirse de la vergüenza. Le hice daño. Las lágrimas cayeron sobre el vaso que sujetaba con los nudillos, que estaban blancos como una sábana. Madel miró a la niña estupefacta y luego se arrodilló junto a la cama con una sonrisa reconfortante.

—¡No, señorita Leslie! Usted no ha hecho nada malo. La persona que se portó mal y me hizo daño es ese hombre malvado, el marqués Sperado, ¿verdad? Por favor, no llore y no se martirice por ello. Eres una víctima igual que yo.

La abrazó con cariño y acarició su pequeña espalda como si arrullara a un bebé.

—Me duele más verte llorar que estar herida.

Leslie asintió ante las suaves palabras que la reconfortaban, y enterró el rostro en su abrazo.

—Además, Lord Altera vino enseguida y me curó. Así que no me dolió tanto.

—¿Sir Konrad vino…?

Madel extrajo con suavidad la cabeza de Leslie de su pecho y sonrió con alegría.

—¡Sí! Va a ser tu escolta, te protegerá durante el resto de tu estancia en el templo. ¿Le gustaría ir a verle, señorita Leslie? Oh, antes de irnos, comamos algo. Ahora mismo le traigo algo de comer.

Leslie bajó la cabeza pensativa, luego la levantó para mirar a Madel con renovada resolución.

—Comeré después de hablar con Sir Lesso y Sir Vant…

—Entonces los llamaré aquí.

Leslie negó con la cabeza. Iba a pedirles disculpas y no tenía sentido convocarlos junto a su cama. Quería hablar con ellos en persona.

—Está bien. Iré yo.

Madel asintió ante la firma respuesta y la ayudó a prepararse. Encontró un abrigo cálido en un armario bien organizado y preparó una toallita para limpiar su cara.

La niña bajó tambaleándose de la cama y caminó despacio, agarrando con fuerza la mano de la doncella. Por alguna razón, no sentía las piernas y le costaba moverlas. Era como si se hubieran desprendido de ella y no pudiera ejercer fuerza.

Las dos caminaron por el oscuro pasillo. Cuando llegaron al restaurante Leah, era de día. Ahora, sin embargo, había caído la noche.

—Por cierto, Madel, ¿cuánto tiempo estuve dormida?

Añadió y ella respondió con cautela mientras observaba con atención su reacción.

—Has dormido dos días.

Ah, ya veo. Asintió y recibió la noticia bastante bien. Esto se debía a que la última vez que la habían emboscado, había estado dormida durante cuatro días. Dos días le parecieron mucho mejor que cuatro y sintió que todo ese duro entrenamiento con su madre y Hart había valido la pena. Voy a entrenar aún más duro, concluyó.

Después de un corto paseo, ambas llegaron a los jardines detrás del templo.

¿No estarían descansando ya los caballeros? ¿Por qué estamos en los jardines y no en los dormitorios?

Leslie parpadeó confusa.

error: Contenido protegido