El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 88

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


—Oh, ahí están. ¡Hola!

Madel, con una vista perfecta, encontró un pequeño grupo cerca del final de los jardínes. Había un gran descampado donde los paladines solían entrenar. A lo lejos, Leslie vio a Sairaine al parecer enfadado y a los caballeros recibiendo un castigo.

—¡Señorita Leslie, no debe correr!

Al verlos, la niña soltó la mano de Madel y echó a correr. Madel rápido gritó y corrió tras Leslie.

—¡Padre!

Por fortuna, Leslie no se cayó aunque se tambaleó y tropezó, corriendo en zigzag. Cuando Sairaine se dio la vuelta al oír que su hija lo llamaba, corrió a saludarla y tomó a la niña en brazos.

—¿Leslie? ¿Por qué te has levantado ya?

—¡No debes castigarlos!

Leslie sacudió la cabeza y suplicó con voz desesperada.

—Les dije que me dejaran en paz. Dijeron que no lo harían, pero yo insistí. Por eso se fueron sir Lesso y sir Vant… Todo es culpa mía. Por favor, no los castigues.

Sairaine frunció el ceño ante las palabras de Leslie.

—Vamos a llevarte dentro por ahora… Podemos hablar de esto cuando estés mejor.

Entonces ladró órdenes a los caballeros, y éstos se levantaron.  Todos tenían el sudor cayendo por sus caras rojas como la lluvia, y sus respiraciones eran entrecortadas. Sairaine debía de llevar horas así.

Leslie pensó con una punzada de culpa de nuevo, apuñalando su corazón…

Todos, lo siento.

Leslie tiró de la camisa de Sairaine para bajarse. Luego, se inclinó de manera profunda ante los caballeros.

—¡Señorita Leslie!

Murmullos sorprendidos se extendieron entre el grupo, pero Leslie permaneció inclinada y continuó.

—Sir Vant y Sir Lesso, ustedes solo hicieron lo que debían hacer. No aprecié su duro trabajo y les dije que me dejaran en paz. Les pido disculpas.

Lesso y Vant, que estaban al frente del grupo, intercambiaron miradas, y luego Lesso se acercó con cautela a Leslie, sin perder de vista a Sairaine. Entonces, sonrió.

—No, señorita Leslie. Nos confiamos demasiado y calculamos mal su seguridad.

Estaban seguros de que estaban a salvo hasta que los hombres enmascarados salieron de todas direcciones cuando Madel salió para hablarles de las cartas. Habían estado vigilando y vigilando tanto dentro como fuera del edificio. Estaban demasiado confiados.

Cuando se dieron cuenta del peligro, ya era demasiado tarde. Las llamas ya se habían tragado el restaurante, y el pánico se apoderó de ellos cuando supieron que los enmascarados estaban allí para mantenerlos alejados de ella el mayor tiempo posible. Dijeran lo que dijeran, nunca deberían haberla dejado sola.

—Fuimos arrogantes. Nos sobreestimar como caballeros del Ducado de Salvatore. Pensamos que lo teníamos todo cubierto, y ese fue nuestro error.

Si Bethrion y el Capitán Hart hubieran estado allí, habría sido diferente. Leslie no habría sido herida ni habría sufrido la terrible traición. Los caballeros reflexionaron sombríos sobre lo sucedido.

—Nos disculpamos por nuestros fallos y por exponerla al peligro, señorita Leslie.

Lesso se inclinó, y el resto siguió su ejemplo, cada uno gritando una disculpa. Leslie agitó las manos, desconcertada y sintiéndose culpable.

—¡No! Es culpa mía. Te dije que te fueras…

—Tu enfado estaba justificado. Sospechábamos de tu amiga.

Lesslo no tardó en responder, con la cabeza aún inclinada.

—Si alguien sospechara de mi amigo como lo hemos hecho nosotros, yo también me enfadaría.

Leslie se mordió los labios con fuerza, sin saber qué decir. Todos eran demasiado comprensivos y amables.

—Paren.

Sairaine rompió el silencio tomando de nuevo a Leslie ne brazos.

—Ya que mi hija se ha disculpado, ¿por qué no terminamos con esto aquí y seguimos adelante?

—Gracias.

Entonces los siete caballeros enderezaron la espalda y marcharon a sus aposentos.

Leslie no habló. Guardó silencio con expresión sombría, muy amargada. Sairaine miró a Madel una vez, y empezaron a caminar hacia el comedor.

—Leslie, ésta será una experiencia valiosa para ti.

Leslie miró a Sairaine a los ojos, confusa e incapaz de comprender sus palabras.

—A la gente la joden, quiero decir, la traicionan.

—Traición…

Pero a mí ya me han traicionado. Leslie pensó que había vivido muchas traiciones a lo largo de su estancia en casa del marqués.

—Ya he vivido la traición.

No le apetecía tener más de esa experiencia, y sin embargo no podía estar más despistada respecto a Amroa. Leslie hizo una mueca.

—¿Con quién? ¿El marqués y esa hermana tuya? ¿Eli? Son diferentes. En cuanto a esa mujer, Amroa, había formado parte de tu precioso recuerdo.

—Sí.

Con el marqués, la marquesa y Eli, Leslie era la que pendía de los hilos y mendigaba atención. Amroa era alguien a quien Leslie no se había acercado primero, y sin embargo, la única persona que había mostrado un fragmento de amor y amabilidad.

—Era… preciosa.

Pan blanco, mantequilla y tres tipos de mermelada. Leslie no supo lo precioso que era el recuerdo hasta el momento de su muerte. Leslie asintió y Sairaine sonrió. Era una sonrisa muy tensa y amargada.

—A todos nos traicionan las personas a las que apreciábamos o las personas que nos dieron recuerdos preciosos. A mí y a tu madre también nos pasó —añadió Sairaine.

Casi murió por ello y su mujer quedó marcada para siempre por una horrible quemadura.

—Todo el mundo las experimenta. Pero Leslie lo importante a partir de ahora es…

Sairaine sonrió con un guiño, tratando de cambiar el estado de ánimo de la conversación.

—Que no te traicionen dos veces.

Sairaine asintió.

—Esto no significa que tengas que sospechar de todo el mundo. La desconfianza ahuyenta a la gente, tanto a los buenos como a los malos. Lo que quiero decir con esto es que debes estar atenta y desarrollar un ojo para aprender sobre la gente. Esta habilidad solo se adquiere con la experiencia. A veces se gana, a veces se pierde… Es difícil, pero es la única manera de aprender. A través de la experiencia.

Ya veo. Leslie asintió y se dio cuenta de que Madel también asintió ante las palabras de Sairaine.

—¿Has experimentado eso alguna vez, Madel?

—¡Por supuesto!

Madel cerró las manos en un puño, agitándolas con rabia.

—Tenía una amiga de la infancia, y creía que éramos las mejores amigas del mundo entero. Un día, ¡empezaron a circular rumores sobre mí!

Menos mal que pregunté, pensó Leslie, sintiendo que la pregunta era necesaria mientras escuchaba el apasionado relato de Madel sobre su experiencia.

—¡Resulta que era ella la que estaba hablando sobre mí! Le pregunté por qué lo había hecho y me contestó: “¿Qué mejor que cotillear para hacer una nueva amiga? ¿Por qué exageras? Además, somos amigas. Puedo hablar de ti con los demás todo lo que yo quiera, ¿no?” Aquello me molestó muchísimo y puse fin a nuestra amistad. Desde entonces, ¡nunca me hago amiga de nadie que hable mal de otra persona a sus espaldas!

—Ya veo.

Leslie parpadeó con comprensión, y Sairaine la dejó con cuidado en el suelo.

Leslie se dio la vuelta y vio que estaban justo fuera del comedor.

—¿Ves? Puedes utilizar estas experiencias como una forma de desarrollar el ojo para evaluar a las personas.

Sairaine sonrió mientras revolvía el pelo de Leslie con su gran mano.

—Pero por hoy, vamos a comer algo y a dormir más, ¿de acuerdo?

♦ ♦ ♦

Cuando Leslie fue conducida a una de las largas mesas, le proporcionaron un tazón caliente de estofado. Aunque había otras opciones para los invitados, a Leslie le recomendaron algo más fácil de digerir, ya que había estado inconsciente los dos últimos días. El estofado era rico en sabor con muchos ingredientes saludables como menta picada, varias verduras y un puñado de setas.  Leslie saboreó el guiso a un ritmo lento y cuidadoso.

—Está caliente y delicioso…

Leslie suspiró satisfecha. Su estómago refunfuñaba con ruido en cuanto devoraba una cucharada de estofado. Con cada cucharada, el bramido de su estómago disminuía, pero el haber estado postrada en cama durante dos días parecía hacerla más famélica.

—Tranquilícese, señorita Leslie. Podría revolverle el estómago.

—Lo haré. Gracias, Madel.

Madel trajo rápido un vaso de agua y se lo ofreció a Leslie. Leslie respondió con desgana, aminorando el paso. Masticó la carne y bebió el caldo caliente con vigor.

—Haaa.

Otro suspiro de satisfacción escapó de la boca de Leslie. Tenía las mejillas sonrosadas y las extremidades calientes por el estofado.

—¿Estaba bien? No estaba demasiado caliente, ¿verdad?

—No, era perfecto para este frío.

Leslie sonrió y miró a Madel.

—Tú también come, Madel.

Sin contestar, Madel bajó la vista hasta su cuenco de estofado. Dudó en levantar la cuchara, aunque tenía bastante hambre.

Madel y Leslie estaban sentadas en la misma mesa. Sairaine se había marchado para ver si se decidía o no el castigo por los crímenes del marqués. Así que solo ellas dos entraron en el comedor.

Al principio, Madel iba a poner la mesa para Leslie y a ayudarla a comer. Luego, cuando Leslie volviera a acostarse, ella iba a volver a comer. Pero su estómago la había traicionado y soltó un sonoro gruñido delante de Leslie.

Como se esperaba, Leslie sugirió que comieran juntas, a lo que Madel se negó de inmediato. Para ella, una humilde criada comiendo en la misma mesa que su patrona de alta alcurnia era algo que jamás había imaginado.

—Pero quiero que comamos… juntas…

Leslie bajó la cabeza y un sollozo escapó de sus labios al oír el firme rechazo de Madel. Esto sirvió de algo. Madel suspiró resignada, y se sentaron juntas a comer, pensando que no pasaría nada si Jenna nunca se enteraba de esto.

Pero sus manos no se movieron con facilidad.

—Vamos, pruébalo. Está muy bueno.

Leslie animó a Madel, y Madel por fin, después de mucho dudar, levantó la mano y comió una cucharada del guiso.

—¡Vaya, está bueno!

—¿A que sí?

Los ojos de Madel se abrieron de sorpresa. Siendo sincera, pensaba que la comida sería mediocre en el mejor de los casos porque estaba hecha por y para los sacerdotes. Pero, para su sorpresa, era rica y sabrosa. Leslie y Madel comieron felices.

—Tiene mucha carne… Puede que la hayan frito en mantequilla antes de hervirla. Es de verdad jugosa y tierna.

—No sé cómo la cocinaron. ¿Crees que Batha podría hacerlo si tuviéramos la receta?

A Leslie le encantó el estofado. Tal vez fuera porque tenía mucha hambre después de haberse matado de hambre sin querer durante dos días mientras dormía.

—Hmm, eso podría ser difícil de hacer ya que no lo ha probado. Pero, de nuevo, Batha es un chef increíble, así que podría ser capaz de…

Madel respondió mientras masticaba un gran trozo de zanahoria. Leslie y Madel juntaron las cabezas, con las manos y las bocas aún ocupadas con el guiso, para pensar despacio en cómo encontrar la receta. Sus cuencos de estofado pronto se vaciaron con los estómagos llenos.

—Gracias por la comida.

Leslie sentó la cuchara con los ojos fijos en el cuenco. Cuando Madel lo dejó, Leslie no estaba segura de poder acabárselo todo. Peor su duda quedó demostrada.

—¿Vamos a ver a sir Konrad, entonces?

Madel miró un rato la luna a través de los ventanales y luego habló.

—No, lo haré mañana entonces. Hoy es demasiado tarde.

—Correcto. Como quieras.

Leslie y Madel salieron a los silenciosos pasillos. El templo estaba sereno y desprovisto de multitudes debido a lo tarde que era y a su ubicación en las montañas. A Leslie le recordó los silenciosos pasillos del Ducado.

—Madel, ¿cómo vinieron mi madre y mi padre a rescatarme tan rápido?

¿Cómo supieron que estaba en peligro y cómo acudieron tan rápido estando tan lejos? Las preguntas surgieron ahora que Leslie estaba despierta y con la barriga llena.

—Bueno, me he enterado de que la jefa de los mayordomos, Jenna, ha descubierto registros de correspondencia entre el marqués y el marido de Amroa. Un delator de los bienes del marqués también vino a contárselo todo. Ella transmitió la noticia a la duquesa, y llegaron justo a tiempo.

—¿Un soplón?

Leslie parpadeó rápido ante la información. ¿Un soplón? ¿Pero quién? ¿Quién podría haberlo hecho? Leslie pensó mucho y se le ocurrió una lista de posibles delatoras, pero era muy larga. El marqués tenía muchos que lo despreciaban.

—Entonces, ¿quién era el delator?

La respuesta fue algo que Leslie nunca habría esperado.

—Fue una mujer llamada Ria.

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