El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 89

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


Los ojos de Leslie se agrandaron, parecía desconcertada. ¿Quién era? ¿Cómo se llamaba?

—Dijo que era tu niñera en casa del marqués y que arriesgó su vida para informar a la duquesa de sus planes. Dijo que la querías de verdad y todo eso. La duquesa estaba considerando qué posición darle a la mujer.

—¿Está ella aquí ahora…?

—No. Lo último que supe es que se alojaba en el Ducado.

Voy a echarla cuando vuelva. ¿Cómo se atreve a ir allí y vender mi nombre después de todo lo que me ha hecho? Apretó los dientes y rugió de rabia. Las manos apretadas le temblaban por los tortuosos recuerdos.

Puedo contarle la verdad a mi madre y que le dé a Ria lo que se merece, pensó. Justo entonces, otra pregunta surgió en su mente.

—Madel, ¿dónde están el marqués y su hija?

Esta vez, dudó en contestar. Se retorció el dobladillo del vestido y paseó con nerviosismo la mirada por el pasillo. La niña tiró de la mano que le tendía, instando a que contestara.

—Por favor, dime, Madel. Por favor.

—Umm… He oído que estaban en las mazmorras…

—Ya veo. Están en las mazmorras.

Repitió en voz baja. En las mazmorras.

—Quiero ir allí, Madel.

—¡No, no puede, señorita Leslie! Es peligroso… Es un lugar terrible y no es algo que quieras ver. Tendrá terrores nocturnos.

Madel parloteó en un intento de disuadirla. Habló de ratones e insectos espeluznantes, del aire húmedo y de los prisioneros locos. Pero ella no se echó atrás.

—He visto y he estado en sitios peores. No te preocupes por mí. Quiero ver su final.

¿Qué podría ser más terrible que lo que ya he vivido? Su resuelta decisión, sin embargo, fue interrumpida por otra voz.

—Por desgracia, señorita Leslie, Eli Darren Sperado ya no está en las mazmorras.

—Sir Konrad.

Él se acercó a ellas desde el final del pasillo. Leslie parpadeó sorprendida por su repentina aparición e hizo una doble torna al ver al hombre con su atuendo informal.

—¿Cómo que ya no está en las mazmorras?

—Eli Darren Sperado y Travis Sperado habían sido convocados por el emperador.

¿Por el emperador? Parpadeó hasta que cayó en la cuenta…

—¿Es para la última defensa?

—Sí, es correcto. A los condenados por un delito grave se les da una última oportunidad para defenderse ante el emperador.

Sairaine le había advertido sobre la última defensa.

—Van a morir de cualquier manera, así que es justo que den su última voluntad.

Dijo su padre, escabulléndose de la mirada de muerte de Jenna. Era un poco difícil olvidarse de lo que ella dijo.

La última defensa es para aquellos criminales cuyos apellidos serán revocados de forma permanente y recibirán cadena perpetua. También es para aquellos que están en…

En el corredor de la muerte. Leslie parpadeó al recordarlo.

—Tal vez sea mejor que te retires a descansar esta noche. Has sufrido mucho.

—Pero…

Levantó la vista para encontrarse con los ojos de Konrad en señal de protesta por la sugerencia de éste y se dio cuenta de algo. Tenía un corte largo y delgado en la mejilla que ella no había podido ver antes en el pasillo poco iluminado.

—Su mejilla, Sir Konrad.

Él se la tocó y se la rozó con la mano ante el comentario lastimero de la niña.

—Estoy bien. No es nada grave. Se curará en unos días.

—Pero parece doloroso…

Frunció los labios, luego acercó a Madel y le susurró algo al oído. Al poco rato, la doncella empezó a correr, tomó algo de la habitación y se lo dio. Leslie dudó un poco antes de ofrecerle la caja al muchacho.

¿Qué es esto?

Konrad miró las manos extendidas, ella le tendía una pequeña caja plana.

En silencio, extendió la mano y la tomó. La cara de Leslie enrojeció, mientras sus manos se vaciaban.

—He comprado esto en el centro. Es… embarazoso porque mis habilidades con el bordado no son muy buenas, pero…

Abrió la caja de color crema y vio un sencillo pañuelo azul. Enseguida se fijó en el bordado de tamaño mediano de su nombre y el escudo de la casa.

Sacó el pañuelo de la caja para mirarlo más de cerca. El pasillo estaba muy oscuro, iluminado de forma tenue por la luz de unas pocas velas, y el rostro de Leslie ardía en un tono aún más vivo de rosa y rojo.

—Ah…

Estaba claro que el bordado era un desastre, mostrando su falta de habilidad. Pero a él le gustaba. Le encantaba que fuera azul. Le encantaba que estuviera bordado en el mismo dorado que sus ojos y también que estuviera bien doblado en la sencilla caja de color crema. Incluso la brisa era perfecta y refrescante, y la luna brillaba hermosa esta noche. Le encantaba todo de este momento.

—¡Yo…!

Leslie se apresuró a balbucear en respuesta al largo silencio de Konrad.

—¡Acabo de empezar a aprender a bordar! Shuella me enseñó, y dijo que estaba haciendo buenos progresos… Ah, Shuella, no, la vizcondesa Tirayum es mi tutora de etiqueta. Ella dijo que estaba bien llamarla maestra o por su nombre de pila…

Quería esconderse y enterrarse en alguna parte. Estaba avergonzada y no sabía lo que decía. Al final, su voz se quedó en silencio mientras reunía todo el valor para mirarlo.

—Es precioso.

Konrad sonrió bajo la tenue luz de las velas.

—Me encanta, señorita Leslie. Lo guardaré con cariño. Se lo agradezco.

Tal vez fuera un truco de la luz, pero parecía que las mejillas de Konrad y alrededor de sus medias lunas doradas eran tan rojas como las de Leslie.

♦ ♦ ♦

El emperador estaba recostado en su silla despreocupado, intentando parpadear para quitarse el sueño.

—Ah. Utilicé el examen de candidatura como excusa y vine aquí para escape del trabajo en palacio, pero aquí estoy trabajando de nuevo. Díganme por qué, marqués y señorita Sperado.

Los ojos azules de Fiesta atravesaron al marqués y a Eli.

—Solo ha pasado, qué, desde el juicio de los nobles y han vuelto a intentar matar a Lady Salvatore…

El marqués apretó los dientes ante los flojos comentarios del emperador. Sabía que nada de lo que dijera le beneficiaría. Ya no se aceptarían excusas. Su única esperanza descansaba en una persona.

Fiesta se echó el pelo hacia atrás con cansancio y continuó:

—Esta es su última oportunidad de defenderse. Hablen y los escucharé, a los dos.

Los colores se drenaron de los rostros aterrorizados del marqués y de Eli. La última defensa. Esto era una sentencia de muerte para sus nobles vidas.

Tengo que contenerme y esperar. 

El marqués se mordió los labios. La última defensa podía durar una semana entera o más. Era, sin duda, la última oportunidad de justificar las propias acciones o demostrar la inocencia por todos los medios. Por lo tanto, tenía que ser muy cuidadoso. De lo contrario, todo estaría perdido y sería condenado para siempre.

¿Qué debería hacer en esta situación? Su mente se agitó.

Estaban acorralados, y lo único que se le ocurría era guardar silencio. Todo lo que él y su hija, ambos condenados por el mismo delito y con las mismas oportunidades para la última defensa, tenían que hacer era mantener su silencio para ganar más tiempo.

Si consigo demorarlo lo suficiente, el testamento…

El marqués puso los ojos en blanco ante su hija, que se arrodilló a su lado para indicarle que guardara silencio. Justo entonces, un grito agudo salió de ella.

—¡Soy inocente, majestad! ¡Mi padre me ha utilizado!

El marqués se quedó helado ante los gritos, estupefacto por las palabras de su hija.

—¿Inocente?

Preguntó el emperador alzando las cejas. Eli asintió con energía, con lágrimas cayendo por su rostro.

—Me maltrataba como a mi querida hermana, Leslie. Me pegaba y me mataba de hambre. Me dio harapos y me encerró en un pequeño desván.

Enumeró todas las cosas que Leslie había soportado a manos y órdenes del marqués como si aquellos sufrimientos fueran los suyos propios.

—Cuando tenía suerte, me daban un poco de sopa aguada y una papa diminuta como como primera y única comida del día. Si cometía el más mínimo error, mi padre, no, el marqués, me daba puñetazos y patadas sin dudarlo.

Sus palabras sonaban a verdad, aunque no era ella quien había soportado aquellos abusos. Siempre estaba a un paso, observando cómo se desarrollaba todo con un delicioso trozo de tarta. Pero sus mentiras, mezcladas con verdades, sonaban reales y creíbles.

—El desván estaba sucio. Lo limpiaban una vez cada dos semanas y nunca lavaban las sábanas. Acabé con sarpullidos e infecciones dermatológicas.

Eso también tenía que ver con Leslie. Por supuesto, Eli no se compadecía de su pobre y enfermiza hermana. En lugar de eso, había lanzado su abanico a su cara, gritándole que estaba sucia, y ladraba órdenes de no estar cerca de ella. Pero en ese momento, Eli era la pobre niña enferma que había sido maltratada y descuidada.

Durante minutos, contó mentiras y verdades manipuladas de forma magistral sobre los abusos de sus padres. Todo lo que le hacía a Leslie también lo cambiaba para que pareciera obra de su padre. El marqués estaba fuera de sí, su rostro palidecía más y más con cada descripción de los abusos.

La duquesa Salvatore sonrió satisfecha al ver al atribulado marqués. Los Sperado eran gente increíble.

—Después del juicio de nobles, descargó toda su ira sobre mí. ¡Pero lo soporté porque estaba muy feliz de que mi querida hermanita hubiera escapado de las garras de nuestro padre! Pero hoy, me arrastró hasta aquí diciendo que debía matar a Leslie…

Sin tener más que decir, prorrumpió en un lamento. El emperador y la duquesa intercambiaron miradas incrédulas ante el llanto fingido.

—Lady Eli Darren Sperado.

Ella miró al emperador, con lágrimas como perlas transparentes goteando de sus ojos esmeralda.

—La última defensa es irreversible. ¿Dices la verdad sobre los abusos del marqués?

—¡Juro por los dioses que no digo más que la verdad!

Gritó, con lágrimas cayendo por su rostro.

—Soy la prometida del príncipe Arlendo y una dama de alta alcurnia con la preciada sangre de los nobles. ¡No podría mentir sobre esto! Por favor, majestad, créame, como creen a mi preciosa hermanita. ¡Se lo imploro, Emperador Fiesta y Duquesa Salvatore!

—¡Ah!

No fueron ni el emperador ni la duquesa quienes acabaron con la doble cara de Eli, sino su propio padre, el marqués. Alimentado por sus mentiras, replicó con malicia y se abalanzó sobre su hija. Hacía tiempo que había desaparecido de su mente la necesidad de guardar silencio.

—¡Cómo te atreves a hacerme esto, bruja desagradecida! ¡Yo te crié! ¡Te lo he dado todo!

—¡Ack! ¡Ayúdenme!

Tres caballeros que custodiaban al emperador tuvieron que arrancar al enloquecido marqués de Eli. Escupió y pateó a su hija, rugiendo de rabia como una bestia herida. Y así terminó la última defensa del marqués y Eli.

♦ ♦ ♦

Leslie no volvió a la cama. En su lugar, fue a la cámara de la duquesa y esperó su regreso. Madel estaba preocupada, pero eso no impidió que la niña lo hiciera. Sabiendo cómo se sentía, preparó una taza humeante de chocolate caliente y se la dio.

¿Qué ha pasado con el marqués y Eli? 

Leslie le dijo a Madel que estaba bien que se fuera a la cama y se sentó junto a las ventanas con el chocolate caliente en las manos. La última defensa era lo último que se interponía en el camino de la caída del marqués. No había forma de que salieran de ésta, pensó.

Lo hicieron mientras esperaban el castigo del emperador y también mientras éste se encontraba cerca. Quizá el emperador los sentencie esta noche y se salte el debido proceso. 

—¿Es este el final?

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