El contrato de la Princesa y la Duquesa Monstruosa – Capítulo 92

Traducido por Ichigo

Editado por Lucy


Los cascos salpicaron el suelo embarrado tras una lluvia. Los caballos corrieron por los charcos, y las pesadas capas de los caballeros ondearon tras ellos.

—¡Capitán! ¡Las puertas del palacio!

El caballero al frente del grupo señaló y gritó, y los rostros exhaustos se iluminaron de emoción.

—¡Por fin! —gritó Rumple con lágrimas de alegría en los ojos.

Se les encomendó una misión de exploración a las afueras de la capital, que transcurrió sin contratiempos. Por desgracia, el viaje de vuelta fue frío y húmedo. Les sorprendió una tormenta y quedaron empapados por la escalofriante lluvia. La humedad los hizo pesados y bajó mucho su temperatura, agotándolos a ellos y a sus caballos. Pero no se detuvieron y siguieron cabalgando. Tras muchas horas, por fin entraron de nuevo en la capital.

—Primero descansemos. Quiero un baño caliente. Hace tanto tiempo que no me doy un baño en condiciones, que todo mi cuerpo huele asqueroso. Creo que la lluvia lo ha empeorado aún más.

Uno de los caballeros se quejó, con una voz llena de desesperación por un baño.

—Quiero ver a mi hija. La última vez que estuve fuera tanto tiempo, me preguntó quién era. Lloraré si me lo vuelve a preguntar…

—¡Quiero a dormir! Ponme a dormir, por favor…

Una a una, las voces se fueron llenando de quejas. Uno de los caballeros preguntó al que cabalgaba a su lado.

—Oye, novato, ¿qué quieres hacer?

—¿Puedo decirlo?

Un soldado recién nombrado caballero de Rinche dudó y luego habló con la cara roja. Le daba vergüenza admitirlo.

—Me gustaría comer y dormir. Ah, bañarme también. En cuanto a la comida, quiero una comida de verdad. El estofado de tomate en el camino está bien, pero prefiero una jugosa salchicha asada con una cerveza fría. Un poco de tocino crujiente también estaría bien…

Se hizo el silencio, y todos tragaron al mismo tiempo con la boca salivando sin querer. Al mismo tiempo, sus ojos se centraron en el hombre que tenían delante. Necesitaban con desesperación descansar después de dos semanas de misión y de atravesar la tormenta.

—Ojalá pudiéramos ir a casa a descansar y volver al trabajo mañana —dijo con valentía uno de los caballeros a la espalda del hombre, que era el doble de grande que la suya.

El hombre respondió con firmeza tras un momento de silencio.

—No.

La desesperación cayó en el grupo. El novato se contuvo rápido de sollozar de forma involuntaria. Todos los caballeros miraron con furia a la espalda negra de Bethrion. Rumple, que cabalgaba junto a él, preguntó en señal de protesta.

—Pero, ¿por qué? Llevamos días cabalgando, incluso a través de una tormenta. Necesitamos descansar, capitán.

—Esta misión fue orden directa del Emperador. Debemos informarle primero, luego podemos retirarnos.

—¡Capitán! ¿Nos ha visto? Si entráramos en palacio con este aspecto, nos echarían incluso antes de llegar a la sala del trono.

Murmullos de acuerdo resonaron en el grupo. Todos, de hecho, parecían bastante sucios y muy poco caballerosos. Nos echarían en cuanto nos acercáramos a las puertas. Sabían que hasta un mendigo tendría un aspecto más presentable que ellos.

—Vamos a casa, nos lavamos, comemos algo y luego nos dirigimos al palacio. ¿De acuerdo?

Pero Bethrion se mantuvo firme y negó con la cabeza.

—No. Nos presentamos ante el Emperador primero.

Rumpel intentó protestar, pero se calló cuando otro caballero le pinchó en el costado.

—Ay, ¿a qué ha venido eso?

Rumpel se masajeó el costado con lágrimas en los ojos y miró a su camarada.

—Mira.

El caballero señaló con la barbilla. Rumple hizo una mueca y, a regañadientes, volvió la cabeza al frente y miró. Entonces, su rostro se iluminó con una sonrisa.

—Capitán, ¿está seguro de que quiere ir al palacio sin escalas?

—Sí, estoy seguro. Sé que todos están agotados, pero estamos obligados a…

Bethrion no llegó a terminar cuando vio lo que miraban los otros caballeros. Delante de ellos había un gigantesco carruaje blanco con el escudo de la Casa de Salvatore en un hermoso y reluciente grabado de color púrpura lila.

—¿Estás seguro? —la voz mantecosa de Rumpel sonó junto a Bethrion, burlándose de él.

Por lo general, Bethrion habría respondido obligando a Rumpel a dar cien vueltas al campo de entrenamiento en nombre del entrenamiento de fuerza, pero esta vez no lo hizo. Rumpel sabía demasiado bien por qué. Sabía que la persona dentro de ese carruaje blanco inmaculado lo salvaría de la fría mirada de Bethrion.

Cuando se acercaron a las puertas donde estaba aparcado el carruaje, la puerta se abrió. De su interior salió una hermosa joven. Su precioso pelo plateado estaba con elegancia trenzado a un lado con una cinta azul. Al verla, todos los caballeros esbozaron amplias sonrisas.

—¡Hermano!

El grupo aminoró la marcha y se detuvo cerca del carruaje. Bethrion bajó de su caballo y Leslie corrió a abrazarlo.

—¡Hermano! Te he echado de menos.

—Oh, no… mi capa está sucia.

A pesar de sus palabras, Bethrion agradeció el abrazo y la levantó en brazos.

—No pasa nada. Podemos mandar a lavar el vestido cuando queramos, pero han pasado dos semanas desde la última vez que te vi. Te he echado mucho de menos y he venido a recibirte con Madel. Vamos a casa, hermano.

Leslie se giró un poco en brazos de Bethrion, y éste vio que Madel lo saludaba con una reverencia.

—Bueno…

La frente de Bethrion se arrugó con un dilema. Observando cómo se desarrollaba todo, Rumpel susurró con picardía a su compañero, pero tan alto como para que Leslie lo oyera.

—Oh, ¿pero no tenemos que ir a palacio? ¿Qué hacemos?

—¡Sí, estoy de acuerdo! Debemos informar de esta misión al Emperador. Es de suma importancia, ¿no crees?

Los dos caballeros intercambiaron palabras como si leyeran de un libro, ganándose la mirada asesina de Bethrion. Pero era demasiado tarde, pues Leslie ya los había oído.

—¿Debes irte? ¿Ahora mismo?

Sus ojos color lila se abrieron de golpe. Bethrion negó rápido con la cabeza, pero Leslie bajó los hombros y la cabeza, decepcionada.

—Supongo que era de esperar, ya que mi hermano está muy ocupado…

La voz de Leslie se apagó en un susurro mientras bajaba de los brazos de Bethrion con expresión hosca. Presa del pánico ante la respuesta de Leslie, los ojos de Bethrion se desviaron con ansiedad.

—Me sentía sola porque hacía siglos que no te veía, pero no pasa nada. Antes volveré a la finca…

—¡No!

Bethrion respiraba agitado. Suspiró con los dientes apretados, el surco de le hizo más profundo, y asintió.

—Pueden retirarse. Vayan a descansar y nos reagruparemos mañana temprano.

Gritos silenciosos de alegría se extendieron entre el grupo, incluida Leslie. Todos habían estado esperando que Bethrion dijera esto.

Leslie se aferró a los brazos de Bethrion con alegría, y él le devolvió la sonrisa.

—Bien. Puedo asar a esos bastardos en un par de días.

Sin saber qué siniestros pensamientos tenía Bethrion en mente, todos los caballeros se volvieron a mirar a Leslie con admiración y adoración. Gracias a ella, podrían descansar cómodos en casa.

—Como era de esperar de nuestra diosa —comentó uno de los caballeros, y el resto asintió con una cálida sonrisa de adoración en sus rostros.

Bethrion era un hombre duro. Hablaba lo menos posible, a menudo con frialdad y sin emoción. Carecía de emociones hasta que su hermana menor estaba en su presencia. Por muy asertivas y firmes que fueran sus decisiones, si Leslie lo miraba con su cariñosa sencillez, Bethrion cedía. Como se esperaba, ella era su salvadora. No solo los caballeros imperiales de Rinche habían sido agraciados con su presencia. Cualquiera que hubiera sido intimidado por el carácter despiadado de Bethrion era salvado por Leslie.

Las normas de Bethrion eran suyas y desconsideradas con los demás. Siempre que había las cosas a su manera, Leslie acudía al rescate, como hizo esta vez, llevándoselo a casa.

La gente no solo le daba las gracias a Leslie, sino que la adoraba y reverenciaba. La llamaban “diosa”. Al frente de todo esto estaban los caballeros de Rinche.

Hemos sido salvados de nuevo por la gracia de nuestra diosa.

Uno de los caballeros juntó las manos en señal de oración y sollozó. Justo entonces, Leslie giró un poco la cabeza para mirar a los caballeros y agitó la mano. Sus ojos lilas formaban una hermosa luna creciente a través de largas y voluminosas pestañas plateadas.

—¡Nos sonrió…!

Rumpel, el orgulloso autoproclamado “primer seguidor de la diosa Leslie”, se tapó la boca. Una sola lágrima cayó de sus ojos mientras sollozaba.

—Ella vino aquí con la intención de salvarnos a todos.

El grupo asintió con la cabeza y elogió a Leslie. Solo el novato se quedó con expresión muda mientras murmuraba para sí mismo.

—Diosa…

♦ ♦ ♦

—¡Hemos vuelto!

Leslie cruzó confiada las grandes puertas de la finca. Su mano rodeaba con fuerza la de Bethrion por si intentaba escapar, y fueron recibidos por Jenna.

—Bienvenida de nuevo. Veo que tuvo éxito en su misión, señorita Leslie.

Jenna extendió la mano para chocar los cinco con Leslie, y Leslie chocó los cinco de buena gana con una sonrisa brillante.

—¿Así que era tu plan desde el principio?

Habló Bethrion mientras entregaba su sucia capa a un criado. Pero la respuesta vino de arriba.

—No, era mío.

La duquesa descendía por la gran escalera vestida con una túnica color bronce.

—Sabía que querrías ir al palacio sin escalas y que no me harías caso si enviaba un mensajero. Así que envié a Leslie para que te trajera a casa.

Ante la explicación de su madre, miró a su hermana con expresión entristecida.

—¿Oh? Así que no has venido porque me echarás de menos, sino porque mamá te lo ha dicho.

Era su pequeña venganza por la culpa que le había hecho sentir antes. Los ojos de Leslie se abrieron de par en par y empezó a protestar, negando las palabras de Bethrion.

—¡No es eso! Mamá me lo pidió, ¡pero de verdad que te echaba de menos, hermano! ¡No estoy mintiendo!

Las risas resonaron en la puerta al ver a Leslie revolverse. Era muy fácil irritarla y divertido de ver.

—Sí, sí. Yo también te he echado de menos.

Bethrion sonrió y acarició la cabeza de Leslie. Solo entonces dejó escapar un suspiro de alivio.

—Mi niña bonita.

La duquesa se acercó a ellos y se inclinó para plantar un beso en la mejilla de Leslie. Leslie soltó un chillido, riendo con alegría, y dejó caer los hombros sintiendo cosquillas.

—¿Podrías prestarme a tu hermano un momento? Tengo que hablar de algo con él.

—Sí, madre.

Sintiéndose excluida, Leslie se alejó de mala gana. Subió las escaleras para ir a su habitación, pero se detuvo de forma brusca. Miró hacia atrás con las orejas levantadas. Su madre y su hermano seguían clavados al pie de la gran escalera. Escuchó su conversación con cautela, con cuidado de no perderse nada.

No parece que estén hablando del marqués. De todos modos, no creí que lo atraparían tan fácil.

Leslie entrecerró los ojos.

Lo último que había oído era que el marqués seguía huyendo y aún no lo habían capturado. Pero es lógico. Abandonó a su familia y a su Casa para salvar su pellejo. Si lo atrapaban, no sobreviviría a una sentencia de muerte. Así que haría todo lo posible para evitar ser encontrado. De seguro está escondido en algún lugar, esperando que la marca en su espalda desaparezca.

Pero han pasado cuatro años desde entonces, ¿y ni rastro? Algo falla. Leslie se agarró el vestido sin darse cuenta.

—¿Señorita Leslie? —preguntó Madel, que seguía a Leslie, curiosa por saber por qué se había detenido.

Leslie miró hacia atrás y sonrió, borrando de su rostro cualquier preocupación y ansiedad por el marqués.

—Nada. Vámonos.Es solo cuestión de tiempo. Cuando por fin atrapen al marqués, acabaré con él con mis propias manos…. Leslie sonrió.

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