El emperador y la mujer caballero – Capítulo 198

Traducido por Maru

Editado por Freyna


Tanto Stra como Tory le respondieron a Pollyanna:

—No digas eso, marquesa Winter, sabemos lo duro que trabajas para mantenernos a salvo. Nos sentimos seguras gracias a ti.

La señorita Stra agregó mientras ponía su mano sobre la de Pollyanna:

—Y hace solo unos días, me salvaste, ¿recuerdas? Sin ti, podría estar muerta ahora.

Su amabilidad hizo que Pollyanna se sintiera aún peor. Casi se sintió suicida por la vergüenza. Siempre que se sentía enfadada o frustrada, solía patear y golpear los muebles o los árboles, y ahora, Pollyanna sentía que era ella quien debía ser castigada.

Aunque era una paciente, no la visitaba mucha gente. ¿Fue porque la gente ahora sabía lo mal que se estaba comportando últimamente? Aparte de que la señora Bika la visitó unas cuantas veces, nadie más vino a verla.

Pollyanna necesitaba salir de esta espiral emocional. Apretó los dientes y trató de pensar en una forma de solucionar el problema. Sabía que golpearse a sí misma era una idea estúpida. Lo mejor que debería hacer en este momento era mejorar lo más rápido posible.

Las costillas son huesos frágiles que se rompían con facilidad. Afortunadamente, no hubo muchos efectos secundarios a largo plazo al romperlo, pero las costillas rotas tardaban mucho en sanar. Sus médicos le dijeron que tenía que quedarse en cama durante los próximos dos meses, pero Pollyanna se fue en solo un mes.

Su torso todavía estaba muy magullado y dolorido, pero era soportable. No era como el dolor de su período; el dolor de las costillas rotas era más agudo, lo que la ayudó a estar más alerta. Casi la hizo sentir como si estuviera de vuelta en el campo de batalla; le recordó que era un caballero y que siempre lo será.

Tan pronto como pudo levantarse de la cama, Pollyanna fue a visitar a Tory y Stra. Necesitaba pedirles un favor.

Si regresaba a Jaffa con las dos damas, tomaría aproximadamente la misma cantidad de tiempo que cuando viajaron a Nanaba. El emperador le ordenó que se ocupara de Tory y Stra, pero Pollyanna estaba desesperada por volver a casa lo más rápido posible.

Ella se estaba preocupando cada vez más a medida que pasaba el tiempo porque no había ningún mensaje de Nanaba. Si la señorita Rebecca estaba bien, ya habrían enviado palabras. No tener noticias no siempre significaba buenas noticias, y Pollyanna pensó ansiosamente:

Incluso si están ocupados, aún podrían haber enviado una carta… Algo debe haber sucedido.

Lucius I era una persona muy reflexiva. Se preocupaba por los que lo rodeaban, especialmente por sus esposas, así que, si la señorita Rebecca hubiera estado mejor, habría enviado un mensaje para que los de Nanaba no se preocuparan.

Pollyanna necesitaba regresar a la capital de inmediato, pero dejar a Stra y Tory significaría que estaba desobedeciendo la orden del emperador. Les dijo a las damas:

—Dejaré a todos mis hombres aquí. Puedo ir sola, así que no tienen que preocuparse por su seguridad.

—No seas tonta, marquesa Winter, debes darte cuenta de que es tan importante como nosotras. Para ser honesta, estoy segura de que su alteza se preocupa más por ti que por sus propias esposas. Es fácil encontrar nuevas esposas y tener más hijos, pero es muy difícil encontrar un caballero leal.

Le dolía el orgullo decirlo, pero Tory sabía que era la verdad. Además, era más importante evitar que Pollyanna se fuera sola que tratar de proteger sus propios sentimientos.

Sería imposible para Lucius I reemplazar a Pollyanna, un caballero verdaderamente leal y talentoso. La única mujer caballero que lo ayudó a conquistar el mundo.

Además, Pollyanna era el símbolo de lo que representaba la nueva Acreia. Ella mostró cómo un extranjero puede tener éxito.

Comparada con Pollyanna, Tory sabía que era inútil. Iba a ser la más fácil de reemplazar entre todas las esposas del emperador. Era triste admitirlo, pero la señorita Tory no temía aceptarlo.

A pesar de que la señorita Tory le suplicó, Pollyanna se negó a seguir su consejo. Pollyanna sabía que su emperador podría enfurecerse con ella por desobedecerlo, pero no podía evitarlo. Si era necesario, estaba dispuesta a renunciar a su puesto. Estaba dispuesta a renunciar a su uniforme azul con la franja dorada.

Cuando fue obvio que Pollyanna no iba a ceder, Tory sugirió un compromiso.

—Entonces por favor llévate al menos un caballero contigo. Alguien que pueda protegerte si es necesario en el camino. Tomaremos al resto de los guardias y te seguiremos a nuestro propio ritmo.

—Pero señorita Tory, los guardias reales existen para proteger a los miembros reales. No puedo tomar uno de ellos para mi propia protección. Se consideraría traición.

—Eso no puede ser. Son los guardias reales, lo que significa que tienen el deber de proteger a su líder, que eres tú. Además, le he pedido al duque Luzo que nos preste sus caballeros para compensar a los que irán contigo.

Pollyanna se sorprendió al escuchar esto. Parecía que la señorita Tory ya había tenido una conversación con el duque sobre esto. La señorita Stra, que ha estado escuchando en silencio, tomó suavemente las manos de Pollyanna y sonrió. La señorita Tory continuó:

—Sabíamos que insistirías en ir sola, marquesa Winter, así que ya le pedimos ayuda al duque. Entiendo cómo debes sentirte ya que eres cercana de la señorita Rebecca. Cinco de los guardias reales ya se han ofrecido como voluntarios para escoltarlos de regreso a Nanaba.

—Muchas gracias. A las dos.

La señorita Tory respondió:

—Es un placer. Ambas sabemos que si fuera una de nosotras y no la señorita Rebecca, tú también habrías hecho lo mismo por nosotras.

La señorita Stra también dijo:

—Estamos muy agradecidas contigo, marquesa Winter, por ser siempre honesta con nosotras.

Lo que Pollyanna tenía con la señorita Rebecca era una amistad. Lo que tenía con las señoritas Tory y Stra era más una lealtad, pero era cierto que Pollyanna las trataba a todas con la mayor sinceridad. Las damas creían que ningún otro caballero podría haber hecho el trabajo de protegerlas mejor que Sir Pollyanna.

Los ojos de Pollyanna se llenaron de la bondad de las dos damas. Era cierto que la esposa y el esposo a menudo llegaban a parecerse entre sí. Tanto Lucius I como todas sus esposas eran personas amables.

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