¡Juro que no volveré a acosarte! – Capítulo 18: El nombre del mundo

Traducido por Lugiia

Editado por Freyna


Klaude se rió ante las palabras despectivas de Yulan. Yulan podía sentir el cansancio que lo agobiaba.

—Ya te lo dije. Todo esto es solo mi opinión. No hace falta que lo entiendas ni que estés de acuerdo.

—Pero, entonces… seguiré igual —dijo Klaude.

—¿Y? No necesitas tener los mismos valores que yo. No tengo ni idea de qué sistema de creencias te ayudará a resolver tu problema. —Después de todo, mucha gente habría alabado las acciones de Klaude y le habría dicho a Yulan que estaba siendo insensible. No había forma de saber qué habría pasado si Klaude no hubiera intervenido. Tal vez enfrentarse a esas abusivas sola hubiera dejado a Maryjun marcada y deprimida. No había forma de saber quién tenía razón.

—De todos modos, no me importa nada de esto —continuó Yulan, su rostro proyectaba puro aburrimiento y sus ojos estaban tan quietos como un lago en calma—. No es de mi incumbencia si algo malo le sucede a esa chica.

—Entonces, ¿por qué…? —preguntó Klaude, pareciendo sorprendido por el repentino cambio. Yulan comprendió que hasta ahora había argumentado que había hecho daño a Maryjun. Klaude debió suponer que se había angustiado por todas las posibles desgracias que podían ocurrirle.

Pero Maryjun ni siquiera estaba en su mente.

—Solo me importa que hayas difamado a Violette.

A Yulan nunca le importaba lo que le ocurriera a los demás. La gente frente a él podía estar riendo de alegría o rompiéndose ante la desesperación; nunca le importó. Era como escuchar el pronóstico del tiempo de otro país. A lo sumo era un poco interesante, sin apenas relevancia para su propia vida, y probablemente no lo notaría en absoluto.

Violette era la única excepción.

Por mucho sufrimiento que hubiera en el mundo, mientras Violette sonriera, Yulan estaba bien. Si tuviera que elegir entre todas las personas del mundo y la felicidad de Violette, abandonaría la humanidad por ella.

Lugiia
♥.♥

No dejaría que nadie la lastimara.

Un corte de papel, un moretón que ella no recordaba haberse hecho, una herida tan leve que a la propia Violette no le importaba… todo era demasiado. No había mayor crimen que empañar la sonrisa de Violette.

Ese día, la sonrisa de Violette se había apagado por completo.

—Te negaste a escucharla. No tenías ninguna prueba, sino solo rumores, pero la culpaste de todos modos —continuó.

La expresión de Klaude vaciló.

Yulan era amargamente consciente de que Violette le quería como a un hermano, de que sus sentimientos hacia él eran sobre todo protectores e indulgentes. En cualquier circunstancia normal, ella habría sido la misma de siempre; habría enderezado su espalda y saltado para protegerlo; pero ese día, se había sentido aliviada de tener su protección. Estaba agradecida de que él estuviera allí para confiar en ella. Hasta ahí la habían arrinconado.

—Malinterpretaste a Violette Rem Vahan. Viste a la gente que la adora y asumiste que los controlaba; no entiendes el carisma que posee. Eres culpable de calumniar a Violette, príncipe Klaude. —Yulan sintió que la ira bullía en su interior; si hubiera sido cualquier otra persona la que hubiera insultado el buen nombre de Violette, incluso Maryjun, Yulan no lo sentiría tan profundamente. Klaude siempre se metía en su piel.

Yulan sabía muy bien lo fuerte que podía ser el carisma de Violette. Ella era talentosa, hermosa e influyente. Sin embargo, esos rasgos eran solo la superficie: escondían y ocultaban su verdadero ser. Yulan vio una y otra vez cómo la gente proyectaba en ella sus propias impresiones egoístas, y luego se decepcionaba cuando ella no podía cumplir sus expectativas. Cada vez que sucedía, veía cómo la hería, cómo la cambiaba poco a poco.

Maldecía a esas personas una y otra vez en su mente, pero normalmente canalizaba su ira para consolar a Violette. Prefería pensar en ella que en los malvivientes que la habían herido. Era frustrante cuando el culpable era alguien a quien no podía ignorar.

—Así como tu protección puso a Maryjun en el centro de atención, también atrajo la atención no deseada hacia Violette. El príncipe la denunció públicamente —continuó Yulan. Podía sentir cómo su rostro se deformaba de asco; ya no podía tragarlo. Klaude había creado este enorme lío, ¡y él ni siquiera lo entendía! Incluso ahora, al escucharlo así, seguía sin entenderlo.

Klaude gobernaría el reino algún día. Su pasión por la justicia era importante, y su ardiente deseo de hacer el bien protegería a sus ciudadanos. Estas eran cualidades admirables, pero solo lo llevarían hasta cierto punto. El mayor error de Klaude era juzgar mal la fuerza de su justicia. No entendía que sus palabras y acciones se extendían y cambiaban todo.

—Eres tan corto de vista. No tienes ni idea de cuánta influencia tienes en realidad, ni de cómo usarla. No entiendes el peso de tus decisiones. —Yulan frunció el ceño al darse cuenta que Klaude debería haber sido capaz de ver esto. La justicia no  solo era un escudo, también era una lanza, y la mejor defensa era un buen ataque. Si realmente quería ayudar a la gente, tenía que resolver esto—. No puedes seguir tu corazón y esperar que las cosas funcionen —se mofó Yulan.

Klaude se quedó sin palabras. Los ojos de ambos se encontraron una vez más, cada par del mismo dorado pero teñidos de sentimientos opuestos. Era raro que Yulan mostrara abiertamente tanto resentimiento. Sin su rigidez como una muñeca y con el corazón al descubierto, debía parecer una persona totalmente diferente.

Klaude tragó saliva y dio un paso atrás.

—No me importas —comenzó Yulan—, y mis pensamientos no requieren tu aprobación. Olvida todo esto… excepto a Violette. Será mejor que no te olvides de ella. —Se acercó, dejando de lado una vez más la etiqueta y cerrando la distancia entre ellos en dos largos pasos. Klaude era alto, pero Yulan le superaba, y sus ojos eran tan fríos y carentes de emoción como el cristal.

Entonces, las comisuras de la boca de Yulan se levantaron, esculpiendo una falsa sonrisa en su rostro que solo resaltaba la blancura de sus ojos.

—No perdonaré a nadie que haga daño a Vio, sea quien sea —dijo Yulan. Klaude se quedó helado ante sus palabras. La habitual actitud despreocupada de Yulan había desaparecido y algo había logrado llegar a su corazón indiferente.

—Entonces, ¿hemos terminado? Me has hecho perder el tiempo, así que tengo que darme prisa —dijo Yulan, calculando cuánto tiempo le llevaría encontrar a Violette y lamentando cuánto tiempo del almuerzo había desperdiciado en esta charla.

—Yulan… —llamó Klaude, con la voz derrotada pero aún con la esperanza de llegar a un entendimiento. Extendió la mano para agarrar el brazo de Yulan, pero antes de que los dedos de Klaude pudieran alcanzarlo, Yulan se detuvo.

No tenía nada que ver con la súplica de Klaude.

—¿Vio…? —susurró Yulan.

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