Traducido por Lugiia
Editado por Freyna
—Muchas gracias por hoy —dijo Violette.
—No fue nada —respondió Klaude—. Estoy seguro de que podría haberlo manejado por su cuenta.
—No, es mucho más fácil con alguien aquí para explicarlo.
Cuando el cielo empezó a oscurecerse, su sesión de estudio llegó a su fin. Una vez que llegaron a un buen lugar para detenerse, los cuatro estudiantes guardaron sus materiales y despejaron sus instrumentos de escritura de la mesa. Violette y Yulan guardaron los exámenes en sus bolsos y se levantaron. Violette se inclinó hacia los otros dos, quienes se quedarían atrás, pero Yulan se limitó a permanecer de pie con una sonrisa falsa dibujada en su rostro.
—Me disculpo por haberle quitado tiempo, joven Mila —añadió Violette.
—Tenga cuidado en su camino a casa —le dijo Milania—. Lo mismo para usted, joven Yulan. Hasta luego.
—Siento haberle quitado tiempo —repitió Yulan—. Nos retiraremos.
En un solo aliento, Yulan desestimó magníficamente las palabras de Milania y su refrescante sonrisa y escupió una respuesta cortante. Mantuvo su propia sonrisa, pero su perfección de porcelana era aterradora.
—Que tengan un buen día —dijo Violette.
Después de que Yulan ofreciera su mínima despedida y se diera la vuelta, Violette se quedó atrás. Cuando se volvió para mirar a los miembros del consejo una vez más antes de cerrar la puerta, se encontró con la mirada de Milania. Milania tenía un aspecto bastante normal mientras se despedía con la mano, pero Klaude, en cambio, desviaba la mirada y le hacía un pequeño e incómodo saludo desde la altura de los hombros. Era un espectáculo bastante divertido.
Violette sintió que un pequeño brote de felicidad florecía en su interior.
♦ ♦ ♦
—Estás de buen humor —comentó Yulan.
—¿Eh?
—Has estado sonriendo todo este tiempo.
—No, no lo he hecho.
A pesar de sus palabras, se llevó las manos a las mejillas. Era normal que la gente se preocupara por algo que los demás señalaban, especialmente en el caso de Violette, quien solía llevar una máscara de hierro. Le preocupaba que la gente pensara que había perdido la cabeza si su estoicismo era sustituido de repente por risas y sonrisas.
No obstante, para un observador, su aspecto era tan pensativo y misterioso como de costumbre. Solo Yulan podía ver la alegre sonrisa en su rostro.
—¿Te has… divertido? —preguntó Yulan, congelando sus pasos.
Violette también se detuvo.
—¿Yulan…?
Aunque ahora estaba frente a él, era difícil captar lo que sentía con su rostro abatido oculto por el flequillo. Yulan, por lo general, llevaba una sonrisa, y su gama de expresiones era estrecha, pero lo que realmente decía mucho eran sus ojos dorados y brillantes. Cada vez que los escondía, a Violette le quedaba claro lo que pasaba por su cabeza.
—¿Qué ocurre? Si no nos damos prisa, la puerta se cerrará.
—Oye, Vio. —Su voz clara temblaba ligeramente.
Por lo general, pronunciar su nombre le llenaba de alegría. Nada en este mundo alegraba más a Yulan que llamar a Violette por su apodo, como si quisiera hacer alarde de su brillante tesoro y transmitir sus sentimientos sin una sombra de duda en su corazón. Era como su propia confesión secreta de amor cada vez.
Precisamente por eso no quería pronunciar sus siguientes palabras.
—¿Disfrutaste… hablando con Klaude?
Mientras Violette estuviera sonriendo, nada más importaba. Su sonrisa era lo más sagrado que existía. Esa era la verdad en torno a la cual Yulan construyó su vida. No había nada más importante que la felicidad de Violette… o eso se suponía. Eso cambió en el momento en que vio a Violette reírse libremente delante de Klaude.
No le importaba, mientras Violette fuera feliz. No le importaba que Violette se riera.
Si hubiera sido cualquier otra persona, incluso Milania, se lo habría perdonado. Puede que no los considerara dignos de su atención, pero aun así estaría agradecido de que hubieran deleitado a Violette.
Pero Klaude… no podía tolerarlo de él. Era el único hombre del que no se lo permitía.
Sin palabras, Yulan dejó escapar un gruñido de frustración.
Quería que Violette fuera feliz. Quería prestarle su fuerza. Para cumplir eso, no le importaban sus propios sentimientos. Esa verdad no había cambiado. Si Violette lo deseaba, Yulan volvería con Klaude. Podrían volver a reunirse así mañana. Incluso ahora, se mantenía firme: haría cualquier cosa por el bien de Violette.
Precisamente por eso Yulan estaba agitado.
No le importaban otras cosas. No le importaban otras personas. Incluso Klaude era tan importante como un guijarro en el camino para él.
No obstante, por culpa de Violette, por culpa de la risa de Violette, sentía que se asfixiaba. Una sola sonrisa de Violette podía enviarlo al cielo… o condenarlo al infierno.
—¿Te… ayudé? —preguntó Yulan.
Por la felicidad de Violette, Yulan elegiría felizmente el infierno.
Ay, Yulan 😢
No me duele, me quema, me lastima ༎ຶ‿༎ຶ