Traducido por Lugiia
Editado por Freyna
—Ella es la “noble princesa”, ¿verdad? ¿Qué pasa con ella? —preguntó Yulan.
Rosette Megan era la personificación de la princesa perfecta. Su reputación se había ido inflando con el tiempo hasta convertirse en sinónimo del concepto. Muchos de los estudiantes de la academia la miraban con envidia. Gia, un compañero internacional, recibía una respuesta contraria, pero todo se reducía a las apariencias.
La princesa tenía la misma piel clara que la gente de Juryle y el cabello representativo del reino de Lithos, mientras que el impetuoso príncipe era ruidoso y difería tanto en su aspecto como en su actitud. Yulan pensaba que la gente que los juzgaba de forma diferente era estúpida, pero eso le facilitaba la comprensión. Una vez que maduró y pudo sonreír maravillosamente, engañó con facilidad a todos los que le rodeaban, a pesar de tener los ojos dorados más odiados del país. Esa misma gente justificaba la existencia de Yulan alegando que lo importante no era el exterior, sino el interior. Jamás imaginarían que Yulan no era más que una cáscara vacía.
—Así que la conoces —respondió Gia.
—Conozco su nombre, al menos. Es famosa.
—Sí, supongo que debe serlo. Lo suficiente como para conocerla.
—Tú y ella son de la misma clase social, ¿no?
—No. Mi gente es diferente.
—Cierto.
El país natal de Gia, visto desde el punto de vista de un extranjero, era demasiado difícil de entender. Al estudiar en el extranjero, el propio Gia se había dado cuenta de que lo que él consideraba común parecía extraño a los forasteros.
—Entonces, ¿qué sucede con la princesa Rosette? —preguntó Yulan. Lanzó a Gia una mirada que decía: “Si es algo estúpido, te noqueo”.
Gia apretó los dientes para contener la risa. Sabía bien que si la soltaba, su amigo explotaría. No estaba seguro de si el mal humor de Yulan se debía a su falta de sueño o a otra cosa, pero fuera lo que fuera, parecía cinco veces más volátil de lo habitual. Su personalidad significaba que probablemente se contendría, aunque Gia no tuviera tacto, pero encontraría maneras perfectamente dirigidas de hacer que se arrepintiera más tarde.
Gia sintió un gran temor al darle esta información a un tipo como Yulan… pero, para ser honesto, estaba seguro de que Yulan lo descubriría aunque mantuviera la boca cerrada.
—La vi con tu princesa no hace mucho tiempo.
—Continúa.
—No es que estuviera allí charlando con ellas, así que no sé más que eso, pero… las dos destacaban mucho.
—Supongo que sí.
Ambas damas destacaban a su manera, pero uno podía imaginarse fácilmente el fervor que atraerían estando una al lado de la otra. Sin embargo, esa no era la preocupación de Yulan.
¿Por qué estaban juntas?
Hasta donde llegaban sus conocimientos, no tenían nada en común. Sus clases estaban una al lado de la otra, ciertamente, pero eso no era digno de mención: cada curso solo tenía tres clases. No se le ocurría ningún conocido en común que pudieran tener. Y lo más importante, las dos chicas eran completamente diferentes. Una era idolatrada, la otra condenada al ostracismo. Cada una atraía miradas allá donde iban.
Yulan podía imaginar varios pretextos para que las dos hubieran estado juntas desde que estaban en el mismo curso. Puede que Gia no captara nada más que a las dos intercambiando saludos, pero no había pruebas que demostraran o negaran ese hecho. Sin pruebas, cualquier hipótesis que elaborara era exactamente eso: ni verdad ni mentira.
—¿Sabes a dónde se dirigen? —preguntó Yulan.
—Eh, déjame pensar. Se dirigían al patio, supongo…
—Ya veo.
—¿Te diriges allí ahora?
—Supusiste que lo haría cuando me lo dijeras, ¿no?
—Asegúrate de volver antes de que empiece la clase.
Yulan ya había salido de la habitación antes de que Gia terminara de hablar. Su red de información era lo bastante vasta como para poder localizar a las damas basándose en esos escasos detalles, y era especialmente fácil rastrear a alguien que destacaba. Una vez que llegara, vigilaría a la chica desde lejos. Naturalmente, se refería a Violette.
—Me pregunto dónde encaja la otra princesa en todo esto —murmuró Gia para sí.
La “noble princesa” en la memoria de Gia sonreía con una intensidad muy superior a la de sus típicas sonrisas elegantes.
—Si tomas a esa niña por nada más que una “princesa”, serás tú quien acabe pagándolo.