La Emperatriz se volvió a casar – Capítulo 97: Vestido de novia

 Traducido por Adara

Editado por Sakuya


—Evito mi conciencia.

—¿Qué?

Heinley no parecía entender mis palabras. De hecho, yo tampoco entendía mis palabras.

Pero, honestamente, no podía decirle que estaba evitando su parte inferior.

Al final, nuestra conversación terminó de forma incómoda después de sólo discutir el tema del Gran Duque Kapmen.

—Entonces, ¿estás de acuerdo en invitar al Gran Duque?

—Por supuesto.

—Gracias.

Heinley parecía querer preguntarme algo. Yo también tenía algo que preguntarle. Pero nos separamos torpemente, sin decirnos lo que realmente queríamos.

—Vamos, señorita Rose.

—Pensé que te quedarías un poco más.

—No tenía mucho que decir.

Rose parecía sorprendida de que saliera tan rápido.

Hasta cierto punto, la mayoría de la gente del Reino Occidental creía que Heinley y yo nos teníamos un gran amor.

Lo que le dije el otro día al periodista también implicaba eso… Pero, en lugar de entrometerse, dijo con una sonrisa.

—No hay necesidad de decir más de lo necesario, ¿verdad?

Caminé a gusto junto a ella mientras nos guiaba con naturalidad.

Pero una vez que salimos del palacio principal y nos dirigimos al palacio independiente de la reina, vi a Christa de pie en una esquina del camino.

Detrás de Christa estaba la dama de compañía que había escuchado las palabras de Sir Aprin. En cuanto la vi, supe que Christa estaba aquí por ese asunto.

Me acerqué a Christa y le pregunté:

—¿Me estaba esperando?

No parecía ser pura coincidencia que Christa, quien había salido antes que yo, estuviera aquí.

—Sí, te estaba esperando. Tengo que decirte algo.

—¿Qué es?

—Me he enterado de que uno de tus subordinados ha insultado a mi dama de compañía.

Lo sabía. Christa me estaba esperando para hablar en defensa de su dama de compañía.

Christa habló en voz baja, pero con firmeza.

—Por favor, no permitas que esto se repita en el futuro.

A pesar de ser una petición, su actitud era firme. Además, el hecho de que su petición fuera por el bien de uno de los suyos la hacía parecer digna.

De repente, me sentí apenada.

Como estábamos en posiciones opuestas, no podía interpretar correctamente todas sus acciones… Además, seguía haciendo peticiones difíciles, pero su actitud de cuidar y proteger a los suyos era realmente admirable.

Si no tuviéramos una relación de competencia por el poder, nos habríamos llevado bien.

Pero por mucho que me gustara su personalidad, tenía claro cómo debía responder.

—Sir Aprin no es mi subordinado, sino el de Su Majestad. Una petición así, debería hacerla directamente a Su Majestad.

♦ ♦ ♦

Después de toparme con Christa, empecé a pensar en una dirección ligeramente diferente.

Christa sabía cuidar de los suyos, incluso su actitud era refinada y regia. Debía tener a su lado a mucha gente con talento.

Teníamos más o menos la misma edad, por lo que la mayoría de las mujeres de la nobleza que querría tener como damas de compañía debían de haber sido tomadas por Christa.

Dadas las circunstancias, estaba claro que el plan de tomarse un tiempo para observar a la alta sociedad del Reino Occidental, antes de elegir a una mujer como nueva dama de compañía, no sería muy efectivo.

Seguramente todas las personas que podían ser damas de compañía de la reina, Christa ya las tenía.

Incluso si quedaran algunas, lo más probable es que no estuvieran interesadas en ser damas de compañía desde el principio o que tuvieran una buena relación con las damas de compañía de Christa.

Así que…

—¿Puedes entregar una carta a la señorita Mastas pidiéndole que sea mi dama de compañía?

No tuve más remedio que mostrar un poco de espíritu aventurero.

Rose, que había estado pensativa durante más de una hora después de conocer a Christa, se alarmó cuando mencioné de repente el nombre de Mastas y preguntó: —¿Lady Mastas?

—Sí, tengo la intención de nombrarla mi dama de compañía.

—Pero, Su Majestad. Como pudo ver esa joven… no es apta para el cargo de dama de compañía.

—Por eso tengo la intención de traerla.

Me miró sin entender.

—No creo que Christa tenga que correr muchos riesgos. Ahora que lo pienso, me parece extraño… ¿Puedo hacerle una pregunta, Srita. Rose?

—Oh, sí. Pregúnteme lo que quiera.

—Eres inteligente y tu etiqueta es perfecta. ¿Por qué no fuiste la dama de compañía de Christa…?

Rose era una excelente dama de compañía. Era una noble con tacto, inteligente y elegante.

Al principio, le pedí a Rose que fuera dama de compañía para apaciguar a Yunim, pero ahora estoy bastante satisfecha con ella.

Entonces, es extraño, ¿por qué Christa no aceptó a Rose?

—Hmm. Es un poco embarazoso porque de repente me halaga.

Rose sonrió torpemente, se rascó la parte superior de la nariz y confesó tímidamente.

—Decirlo así me hace sentir avergonzada porque haces que parezca que he rechazado a Christa. Bueno, para empezar, ella nunca me ofreció ser su dama de compañía. Hmm, creo que es porque Sir Yunim es un subordinado de Su Majestad Heinley.

—¿No era Sir Yunim un caballero de la guardia real antes?

—Es cierto, pero… no era el líder.

Rose cerró la boca avergonzada después de hablar.

El rey de entonces era el hermano de Heinley. Parecía incómodo decir que el caballero de la guardia que debía proteger al antiguo rey era el subordinado de Heinley.

En lugar de seguir preguntando, sonreí y tomé su mano.

—Es un alivio. La señorita Rose me cae muy bien.

Los ojos de Rose se abrieron de par en par, sonrió tímidamente y susurró.

—En efecto… A mí también me gusta mucho Su Majestad la Reina.

♦ ♦ ♦

Al día siguiente, alrededor de las 11 de la mañana, la señorita Mastas vino a verme con una amplia sonrisa, probablemente porque había recibido mi carta.

—¡Su Majestad!

Levantó una mano y saludó, pero la bajó rápidamente ante la aguda mirada de Rose.

Pero seguía sonriendo. Era una joven muy alegre. Sin embargo, no era la única visitante.

—Ah, Su Majestad. Me encontré con ellos cuando venía hacia aquí.

Dicho esto, la señorita Mastas se apartó rápidamente. Detrás de ella pude ver una fila de personas que sostenían grandes cajas.

—Su Majestad, es un honor conocerla. Soy la mejor diseñadora del Reino Occidental, McLinnan.

La persona que estaba en la puerta frente a mí se presentó con gran honor, rebuscó en su bolso, sacó una revista y la tendió.

La señorita Mastas me entregó la revista. Al hojearla, en la tercera página de la revista, vi un retrato de su rostro, su nombre y el nombre de su tienda, entre otros.

Con el calificativo de…. la mejor.

Mientras yo estaba desconcertada, ella sonrió y preguntó con la misma expresión que en el retrato.

—Su Majestad Heinley me encargó que le hiciera el vestido de novia, el de recepción de la boda y algunos otros vestidos. Si me permite, ¿puedo entrar?

—Adelante.

La diseñadora McLinnan entró cuando le concedí el permiso, seguida por varias personas que llevaban cajas.

Además de las cajas, también vi estantes de ropa cubiertos con una gran tela.

La diseñadora McLinnan se frotó las manos, me miró de arriba abajo y sonrió.

—Bien. Muy bien.

La mire confundida.

—Me encargaron que hiciera a Su Majestad el vestido de novia más glamuroso. Me preocupaba un poco que el vestido fuera tan llamativo que la gente se apartara. Pero creo que Su Majestad se verá espectacular.

Sonriendo hasta el punto de que su boca parecía más larga, abrió una caja, sacó cinco gruesos álbumes y exclamó con confianza,

—¡Le haré un vestido deslumbrante y brillante!

♦ ♦ ♦

Mientras Navier revisaba los diseños de los vestidos de la diseñadora.

Casualmente, Rashta también estaba en medio de una conversación con una diseñadora que había enviado Sovieshu.

Pero el ambiente era un poco diferente.

—¿Debo vestir lo más sencillo posible?

Rashta estaba desconcertada y preguntó repetidamente a la diseñadora.

—¿No es la boda de Rashta?

Había oído decir al barón Lant que Su Majestad había declarado que la boda debía ser lo más grandiosa posible.

No dejaba de imaginar qué tipo de vestido llevaría. Se sintió asqueada de que ese diseñador tuviera la audacia de venir a decirle que debía vestirse lo más sencillo posible.

—¿Por qué?

—Su Majestad me pidió que le hiciera un vestido que le favoreciera.

—Entonces, ¿intentas decir que un vestido glamuroso y bonito no favorece a Rashta?

Cuando preguntó al borde de las lágrimas, la diseñadora se puso nerviosa y agitó las manos frenéticamente.

—No quise decir eso.

—Eso es lo que le pareció a Rashta.

—No es eso… Es que la señorita Rashta es muy popular entre los plebeyos.

—Incluso a un plebeyo no le gusta todo lo simple.

—Sí. Pero si la boda es extremadamente glamurosa, y también el vestido, será… una imagen diferente a la que la gente espera de Rashta.

Eso es.

—Si la boda es glamurosa, pero el vestido es sencillo, Rashta será enterrada viva. —Refutó las palabras de la diseñadora.

Para el emperador Sovieshu, esto será un nuevo matrimonio. Además, acababa de divorciarse.

La gente seguiría comparándola con la emperatriz Navier.

Llevar un vestido sencillo en esta ocasión…

Rashta se enfadó aún más por las acciones de la diseñadora. Definitivamente, este diseñador estaba tratando deliberadamente de hacerla parecer ridícula.

—En absoluto. Rashta es muy guapa. No necesita muchos accesorios para brillar.

—¿Qué vestido llevaba la emperatriz depuesta?

En respuesta a la pregunta de Rashta, el diseñador le mostró el diseño del vestido de novia de Navier.

Era muy glamuroso.

Cuando Rashta apretó los labios y expresó su descontento con un tenso silencio, la diseñadora se puso aún más nerviosa.

Rashta empezó a sospechar de ella y preguntó: —¿Fue usted quien diseñó los vestidos de la emperatriz depuesta, estoy en lo cierto?

—Así es. Diseñé su vestido de novia, su vestido de recepción de boda y muchos otros vestidos.

Rashta habló con tristeza, intuyendo que su sospecha era cierta.

—Te gusta la emperatriz depuesta, así que quieres que Rashta lleve un vestido sencillo para que la critiquen al compararla con ella, ¿verdad?

—Absolutamente no. Todo depende del ambiente.

Rashta señaló con el dedo el diseño del vestido de novia de Navier.

—Quiero que mi vestido sea más glamuroso y bonito que ese.

En cuanto la diseñadora salió corriendo, Rashta se recostó con rabia en el sofá y dio una patada a un cojín.

Para Rashta, la diseñadora se empeñó en recomendarle un vestido sencillo para que no destacara más que la emperatriz depuesta.

¿Les gustaría a los plebeyos una emperatriz con un vestido sencillo? Ella no lo creía.

En ese momento, llegó otra persona.

Era el Duque Ergy, pero no estaba solo, había un hombre a su lado al que ella nunca había visto antes.

—Duque. ¿Quién es…?

Cuando Rashta preguntó, el Duque Ergy mandó al hombre al pasillo y dijo: —Señorita, ¿recuerda lo que le expliqué sobre los periodistas?

Los ojos de Rashta se abrieron de par en par y asintió: —¿Ha traído a un periodista?

—Es un periodista plebeyo. Señorita, ¿ha recibido una propuesta de matrimonio de Su Majestad?

Ella lo miró asombrada.

—Circula el rumor de que se casará con Su Majestad.

—Eso es…

—¿Es eso cierto?

Rashta, que no podía decirle la verdad al Duque Ergy, se sintió apenada y bajó la mirada.

El Duque Ergy dejó escapar una carcajada.

—¿Por qué lo sientes? Sólo le he traído aquí porque ha oído el rumor y quería entrevistarte.

Rashta miró al Duque Ergy con cara de desconcierto.

Aunque él le había explicado lo de la entrevista y los periodistas, ella apenas había prestado atención entonces.

No recordaba nada, salvo que era complicado y que debía tener cuidado con sus palabras. Cuando Rashta parpadeó, el Duque Ergy le explicó con una risita: —Señorita, debería mencionar en la entrevista que su matrimonio es una victoria para los plebeyos.

—Rashta es ahora de la nobleza…

—Pero dígalo así. Diga que, aunque se enteró hace poco que era de la nobleza, sigue pensando y actuando como “todos ustedes”.

—De acuerdo.

—Y di que, cuando te conviertas en emperatriz, estarás con los plebeyos.

Rashta estaba nerviosa, pero hizo lo que el Duque Ergy le indicó.

Cuando terminó la entrevista con el periodista de los plebeyos, esta vez vino un periodista de los nobles, y el Duque Ergy volvió a aconsejarla antes de la entrevista.

—Enfatiza el dulce romance y el amor dramático con Su Majestad Sovieshu.

—¿No debería decir que estaré con los nobles?

—Eso sería contradictorio.

—Ah.

—Enfatiza el amor incondicional. Eso los complacería.

Rashta volvió a hacer lo que el duque Ergy le indicó.

Después, estaba completamente agotada. Se tumbó en la cama en cuanto terminó la segunda entrevista.

Rashta, tumbada en la cama, se sentía inexplicablemente extraña.

Me convertiré en la emperatriz y ascenderé a la posición más alta del país. Pero es molesto no poder expresarme libremente. ¿Tendré que ser así de cuidadosa cada vez que hable en el futuro?

No me gusta mucho…

Tumbada en ese estado, sintió un débil movimiento fetal en su vientre. Rashta, que estaba sin fuerzas, se agarró el vientre con ambas manos.

¿Era mi imaginación?

En este momento no sentía nada. Pero el movimiento fetal que sintió cuando pensó que era extenuante, fue reconfortante.

Rashta se cubrió el vientre con las manos y murmuró aturdida.

—Mamá se esforzará al máximo, mi bebé.

♦ ♦ ♦

Las horas pasaron volando mientras miraba los cinco álbumes completos de diseños de vestidos y elegía algunos para mi vestido de novia.

Pero, aún quedaba mucho por hacer.

McLinnan quería tomarme las medidas, así que me levanté y me puse de pie con los brazos extendidos a ambos lados.

De repente, llamaron a la puerta.

—Pase.

A pesar de que alguien me estaba tomando las medidas, abrí la puerta sin dudarlo porque, de todos modos, llevaba ropa fina.

Era Heinley.

—He venido a ver si todo va bien…

Dejó de hablar y se quedó en la puerta, mirándome un rato. Luego sonrió de oreja a oreja como si le gustara algo.

No estaba segura de qué le gustaba tanto, ya que aún no me había probado ningún vestido.

Finalmente, salió de la puerta y entró completamente en la habitación. Las personas que estaban hablando al principio se callaron inmediatamente.

Heinley se acercó rápidamente a nosotros y preguntó al diseñador.

—¿Qué diseños has elegido?

Se sentó a examinar un par de diseños elegidos por mí y los recomendados por el diseñador.

De repente, mi cadera chocó con la cabeza de Heinley.

Intentaba no prestarle atención, pero acabé empujándolo sin darme cuenta.

Heinley se quedó paralizado con un álbum en la mano, y yo también me quedé desconcertada.

Lo empujé tan rápido que parecía que lo estaba echando de aquí.

—Hmm, bueno, tal vez quieras mantener tu vestido de novia en secreto.

Heinley murmuró torpemente y dejó el álbum. Luego miró ansiosamente su reloj de bolsillo y se fue diciendo que había olvidado que estaba ocupado.

Sin embargo, cuando se fue, el ambiente se volvió más incómodo. Incluso la diseñadora McLinnan, que había estado hablando todo el tiempo, se quedó callada.

Después de que tomara mis medidas, me senté en un sofá y me agarré la cabeza con ambas manos.

No quería que se sintiera mal.

¿Qué debo hacer?

♦ ♦ ♦

—Debe estar enfadada conmigo.

Heinley murmuró inquieto y gruñó. McKenna, que entró en su despacho con unos papeles, chasqueó la lengua ante la angustia de Heinley.

—¿Qué has hecho para que se enfade?

—… No lo sé. No se me ocurre nada.

—Pero debe haber algo, ¿no? Su Majestad la Reina no parece ser de las que se enfadan sin motivo.

Heinley frunció los labios con fuerza en señal de angustia, antes de volver a hablar: —En realidad, ayer mi esposa estaba a punto de preguntarme algo, pero de repente cambió de opinión…

—¿Sobre qué?

—No lo sé. De repente sacó el tema del Gran Duque Kapmen. Pero estoy seguro de que iba a decir otra cosa.

Heinley se revolvió el pelo, sintiéndose incómodo.

—Tal vez se enteró de que soy Queen y por eso está enojada.

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