La Emperatriz se volvió a casar – Capítulo 98: Descubriendo la verdad

Traducido por Adara

Editado por Sakuya


McKenna enarcó las cejas: —¿Se ha enterado?

Heinley negó con la cabeza: —No lo sé.

Pero no era difícil de adivinar. Sobre todo, cuando le preguntó por la identidad de Queen después de preguntar por la de McKenna. Navier debió pensar que Queen era un subordinado de Heinley. Pero él estaba tan sorprendido en ese momento que reaccionó de forma extraña.

Pensó que ella no se daría cuenta porque no había dicho mucho, pero de repente se volvió fría y se negó a mirarlo a los ojos. Había muchas posibilidades de que estuviera enfadada tras descubrir la verdad.

—Si te preocupaba tanto, ¿por qué no se lo dijiste?

—¿Siempre eres así? Si hay algo que te molesta, ¿actúas de inmediato?

McKenna meditó la pregunta por un momento, y luego respondió: —Yo… consulto con Su Majestad.

—¿Qué te diría?

—Si te molesta, dile la verdad.

—Bueno. Debo practicar mis palabras. —suspiró Heinley y se levantó.

De todos modos, era cuestión de tiempo que tuviera que confesar.

—Quería que eligiéramos un vestido juntos…

—Oh. ¿Fuiste a elegir un vestido y te echaron?

Heinley resopló y se agarró lentamente al cojín del sofá. McKenna se apresuró a dejar los papeles que tenía en la mano y salió corriendo.

♦ ♦ ♦

Después de que Heinley se fue, me paseé de un lado a otro de mi habitación con ansiedad, lamentando mi acción.

Por supuesto, lo había hecho sin querer, pero eso era sólo desde mi perspectiva. Desde el punto de vista de Heinley, lo había empujado desconsideradamente.

Debía de estar sorprendido y avergonzado. Además, había otras personas alrededor…

Me apreté las mejillas con ambas manos y respiré profundamente.

Tengo que disculparme.

—¡Señorita Rose! —grité.

—Sí, Su Majestad.

—… Voy a ver a Su Majestad el Rey, ¿puede traerme algo para ponerme?

Rose pareció aliviada al escuchar mi petición e inmediatamente me trajo una capa amarilla. Parecía preocupada porque Heinley y yo estábamos peleando.

Sin embargo, cuando me disponía a salir, Heinley llegó a mi puerta.

Al verle, mi estómago se desplomó, debían ser malas noticias. Pedí a mis dos damas de compañía que se marcharan y puse cara de circunstancias.

Aunque ya era tarde, seguía vestido con la misma ropa que llevaba durante el día. Seguramente estaba tan sorprendido que ni siquiera había pensado en cambiarse de ropa.

Nos miramos por un momento.

Heinley fue el primero en romper el silencio.

—Tengo algo que confesar.

¿Qué ha querido decir? Si ha venido a verme en mitad de la noche, debe ser por algo serio, ¿no?

Los nervios en mi estómago crecieron.

No tenía ni idea de cómo respondería a lo que le hice antes.

Sin embargo, lo que salió de su boca fue completamente diferente a lo que yo esperaba.

—Soy “Queen”.

Pensé que se expresaría negativamente. No es que fuera a poner fin a nuestro matrimonio por esto, pero diría que estaba arrepentida hasta cierto punto al menos.

Pero no podía creer que me hubiera revelado su identidad.

Heinley sonrió torpemente y murmuró: —A juzgar por tu expresión, parece que ya lo sabías, ¿no?

Lo miré sorprendida.

—Lo siento, Reina. No era mi intención engañarla.

Heinley se disculpó repetidamente, mirándome con sinceridad. Era como si sus ojos quisieran hacerme saber lo verdaderamente arrepentido que estaba.

—Reina, en nuestra tribu no se nos permite revelar nuestra identidad, excepto a nuestra familia. Por eso no podía decírtelo, pero no tengo intención de engañarte más. Lo digo en serio.

Sacudí la cabeza y traté de decirle que estaba bien. También tuve que disculparme por haberle empujado antes.

—Heinley —dije mientras extendía mi mano hacia él.

De repente, Heinley se convirtió en un gran pájaro y dejé de moverme. Estaba confundida. ¿Por qué se había transformado tan repentinamente?

Heinley, que se había convertido en un pájaro, parpadeó lentamente mientras me miraba a los ojos.

Tenía un aspecto muy bonito.

¿Intentaba utilizar su encantadora apariencia como táctica para calmar mi “ira”?

Heinley, no, Queen, me miraba con sus grandes ojos con todo tipo de expresiones encantadoras.

Era una imagen realmente encantadora.

Cuando Queen se acercó a mí, vacilante, e inclinó la cabeza, estuve a punto de abrazarlo por costumbre.

Antes, me preocupaba más que fuera un subordinado de Heinley, porque eso habría significado que había abrazado, besado y acariciado el trasero de uno de los subordinados de mi marido.

Tal vez porque suponía lo peor, no me enfadé demasiado cuando descubrí que Heinley era Queen. Entendí que no podía decírmelo porque era confidencial.

Pero…

Me di la vuelta, retiré las manos y dije:

—No estoy enfadada, Heinley. De verdad.

Mi cara se calentó de nuevo.

Aunque Queen, posado ante mí, ahora mismo parecía un pájaro lindo y encantador, también sabía que en un abrir y cerrar de ojos podía convertirse en Heinley.

No podía abrazarlo sabiendo esto. Si abrazaba al pájaro, sería como abrazar a Heinley… desnudo.

—Gu…

—De verdad. No estoy enfadada… solo un poco.

Los ojos de Queen se llenaron de lágrimas.

De mala gana, extendí la mano y le acaricié la cabeza. Queen cerró los ojos y se frotó contra mi mano.

Era tan entrañable.

Aunque fuera Heinley el que se acariciaba la cabeza contra mi mano, seguiría siendo encantador…

¡Oh, Dios mío! ¿En qué estoy pensando?

Aparté mi mano de él y le supliqué: —Está bien, no estoy enfadada. Sinceramente. Pero, vuelve… vuelve a tu forma normal en un lugar donde no pueda verte.

Me miró sorprendido.

Me senté ahí durante casi media hora después de que Heinley se fue, luego abrí la puerta y salí.

Rose, que estaba enseñando algo a la señorita Mastas, me vio salir sola y preguntó sorprendida: —¿Reina? ¿Por qué ha salido Su Majestad sola?

La señorita Mastas miró inmediatamente por encima de mi espalda y también se quedó perpleja.

—Su Majestad Heinley salió por la ventana —respondí con naturalidad.

En cuanto respondí, ambas se quedaron boquiabiertas mirándome con incredulidad. Pero rápidamente cambiaron a una expresión de asombro cuando entraron en mi habitación.

—¡Oh, Reina! La ropa de Su Majestad Heinley está aquí…

Me sorprendí al escucharla.

—¡Su Majestad Heinley realmente salió por la ventana!

Mi mente aturdida volvió de repente a la normalidad como si me hubiera caído un cubo de agua fría encima.

¿Estaba tan conmocionado que no se llevó su ropa?

Volví corriendo a mi habitación y encontré toda la ropa de Heinley esparcida por la alfombra. Incluso su ropa interior.

La señorita Mastas me miró a los ojos y preguntó: —¿Su Majestad se fue desnudo…?

Rose e incluso la señorita Mastas, no parecían saber que podía convertirse en un pájaro.

Me revolví el pelo ante lo incómodo de la situación. Me encontraba en una posición tan embarazosa.

¿Cómo debía responder?

Peor aún, el cuello de Rose se había puesto rojo. Parecía estar imaginando una cruda escena.

¿No debería decirle que no era lo que estaba pensando? ¿Pero qué debía decir exactamente para disuadirla? ¿Que sólo le quité la ropa antes de que se fuera y que no pasó nada más?

Eso… me haría parecer aún más extraña.

Así que respondí: —Está bien, no importa.

—¿Qué?

—Somos una pareja casada.

—¡¿Qué?!

Mastas miró hacia la ventana y murmuró lentamente: —Erm… Por supuesto, sois una pareja casada. Pero el problema es que cualquier otra persona que vea a Su Majestad desnudo, no está casada con él.

Cuanto más hablaba, más extraños parecíamos Heinley y yo, así que, en lugar de continuar, me agaché rápidamente y recogí su ropa.

Si fuera sólo su ropa exterior, habría pedido a mis damas de compañía que la recogieran. Pero no podía pedirles que lo hicieran porque su ropa interior también estaba entre el montón.

Mientras sostenía su ropa en mis brazos, olí el perfume que Heinley solía usar.

En ese momento, me vino a la mente la triste expresión de Queen.

Un par de días antes de mi cumpleaños se había esforzado mucho por traerme una tarta. Sin embargo, cuando le dije que era demasiado, rompió a llorar y se fue volando.

… Así que fue Heinley quien lloró ese día. Por eso tenía los ojos rojos cuando lo visité.

Heinley… parecía tener un corazón sensible. Me pregunto si estará llorando de nuevo ahora. Al pensarlo, mi corazón se llenó de preocupación. Me sentí extremadamente apenada de repente.

Dudé antes de preguntar finalmente: —Señorita Mastas, ¿su Majestad la ha malinterpretado alguna vez?

Mastas era uno de los caballeros de Heinley, así que debería estar familiarizada con su comportamiento habitual.

Ante mi pregunta, Mastas parpadeó y respondió: —¿Qué clase de malentendido?

—Bueno, él cree que estoy enfadada cuando en realidad no lo estoy…

—Ya me he enfadado antes, pero a Su Majestad nunca le ha importado demasiado.

La miré, sorprendida.

—Supongo que lo que pasó fue que Su Majestad malinterpretó la situación y pensó que la Reina estaba enfadada. Así que… ¿salió por la ventana en estado de shock? —preguntó con los ojos muy abiertos.

—… Algo así.

—Eh… —Ella desvió la mirada y volvió a hablar—: Me imagino por qué Su Majestad se conmocionó tanto… No, no importa, no me imagino nada, así que no te preocupes por eso… Lo que quería decir es que Su Majestad sonríe mucho, eso es todo, sólo sonríe.

—¿Sólo sonríe?

—Sí. Independientemente de lo que esté pensando, lo oculta todo con una sonrisa. Nunca he visto a Su Majestad en estado de shock, —añadió Mastas, mirándome detenidamente—. Si Su Majestad estaba tan angustiado por el enfado de la reina que salió desnudo por la ventana, ¿no sería mejor que fuera sincera y le dijera simplemente que no está enfadada?

Me quedé perpleja por lo que me dijo la señorita Mastas. Pensé que Heinley era muy emocional. Pero al parecer, no mostraba mucho sus emociones. Entonces, ¿sólo mostraba sus verdaderas emociones delante de mí?

En cualquier caso, ella tenía razón.

—Ser sincera… —Murmuré, asintiendo mientras salía con su ropa en la mano.

—¡Reina! —gritó.

—Iré a ver a Su Majestad. Debo ser honesta y aclarar el malentendido.

—No, no es eso, es que… puedo ver todo. Sería mejor que envolvieras esa ropa en un trozo de tela.

♦ ♦ ♦

Sovieshu, que acababa de ponerse ropa cómoda, estaba sentado en la cama de Rashta cantando una canción para el bebé.

Rashta estaba tumbada sobre un montón de suaves almohadas. No podía dejar de sonreír mientras Sovieshu cantaba.

El Emperador le cantaba a su vientre. Hace un año, esto le habría parecido inimaginable.

Rashta movió la mano para acariciar el pelo negro de Sovieshu.

¿Cómo podía ser tan encantador?

Alan había rechazado incluso a su propio hijo por su condición. Pero Sovieshu, que tenía un estatus mucho más alto que el de Alan, había hecho todo lo posible para evitar tener un hijo ilegítimo.

Para los cuidados prenatales, a veces venía a hablarle a su vientre y le cantaba por la noche. Cada vez que Rashta veía los esfuerzos de Sovieshu por cuidar al bebé nonato, le daban ganas de llorar.

—Su majestad es muy bueno cantando, —lo elogiaba.

—Porque lo he aprendido.

—¿El canto está incluido en la educación de la familia imperial?

—No es sólo una parte de la educación de la familia imperial. Es una lección que se enseña habitualmente en la alta sociedad.

—El bebé recordará bien la voz de su padre.

Sovieshu sonrió y acarició con sus manos el vientre de Rashta.

De repente, llamaron a la puerta.

—¿Quién es? —preguntó Sovieshu bruscamente, mirando hacia la puerta. Todo rastro de su nueva conducta paternal desapareció.

La doncella Delise entró y dijo: —Su Majestad, el marqués Karl está aquí.

Sovieshu miró el reloj de la pared: —¿A esta hora?

—Sí. Dice que tiene algo urgente que mostrarle…

—Dígale que espere en el salón.

Delise respondió: —Entendido —y salió.

Rashta miró a Sovieshu con los ojos muy abiertos mientras se levantaba.

—¿Ya te vas?

—El marqués Karl no vendría sin una buena razón.

Sovieshu la arropó, subiéndole las sábanas hasta el cuello, y salió de la habitación.

El marqués Karl paseaba ansiosamente por la habitación con un periódico en la mano, sin molestarse en sentarse en el sofá.

—¿Qué ocurre? —preguntó Sovieshu.

El marqués Karl extendió rápidamente el periódico al emperador.

—Mire esto, Su Majestad.

Éste frunció el ceño y aceptó el periódico.

Era un boletín del Reino Occidental. El contenido del periódico era…

La expresión de Sovieshu se congeló.

Habló con incredulidad: —¿Navier me había oído prometer a Rashta que me divorciaría de ella?

♦ ♦ ♦

Era demasiado tarde, así que traté de calmar mi acelerado corazón y esperé hasta el día siguiente para hablar con Heinley. Me vestí rápidamente en cuanto amaneció y salí del palacio independiente de la Reina.

Quería aclarar las cosas con él antes de que entrara en la sala de conferencias.

Inesperadamente, mi hermano salió del despacho. Parecía que acababa de hacer una visita a Heinley.

Corrí hacia él, sorprendida: —¿Hermano?

Los ojos de mi hermano se abrieron de par en par y extendió los brazos, imitando mi movimiento.

Abracé a mi hermano, que me sujetaba con la misma fuerza. Murmuró unas palabras incomprensibles.

Levanté la vista cuando sentí que sus hombros temblaban, estaba llorando.

Mi hermano me abrazó durante un rato, finalmente me soltó cuando McKenna salió.

Sacó un pañuelo, se limpió los ojos y sonrió: —Habría sido mejor que estuviéramos completamente solos.

—Hermano…

—Cuando me enteré de tu divorcio, Navier, se me rompió el corazón.

Me quedé callada ante su revelación.

—El hecho de que te hayas casado con Su Majestad Heinley no significa que las cicatrices de tu divorcio vayan a desaparecer.

No supe qué responderle.

Mi hermano me abrazó con fuerza una vez más.

Después de permanecer en esta posición durante un rato, McKenna tosió, y mi hermano me soltó una vez más.

—Pensé que conseguiría verte tan pronto como llegara al Reino del Oeste —dije con tristeza.

Mi hermano respondió a mi tono abatido mientras doblaba su pañuelo y lo guardaba en el bolsillo: —Te he estado evitando porque temía causarte problemas.

—¿Por qué dices eso?

—Es lo que pasó en el Imperio del Este. No he dejado de pensar en ello desde que me enteré de tu divorcio. Probablemente fue mi culpa que sucediera. Si me hubiera quedado tranquilo, tal vez no te habrías divorciado…

Aunque lo que decía podía ser cierto, yo sabía que, aunque mi hermano no hubiera hecho nada, Sovieshu me habría dejado igualmente.

Porque él amaba a Rashta. Tenía que deshacerse de mí de alguna manera si quería que Rashta estuviera a su lado.

De hecho, después de desterrarlo, Sovieshu aprovechó el nombre de mi hermano para deshacerse de mí.

En lugar de seguir hablando de ello, sonreí y bromeé deliberadamente: —¿Así que me has estado evitando, pero sigues reuniéndote con Heinley?

—Su Majestad dijo que añadiría mi nombre en la “Expedición de los Caballeros” antes de la boda.

—¿Expedición de los Caballeros?

—Es una tradición del Reino del Oeste. Aparentemente, los caballeros del rey viajan por algunas ciudades para dar apoyo a la gente.

Ohh… Sí. Ahora que lo pienso, he escuchado algo similar.

Se dice que la reputación del caballero que mejor maneja las situaciones se dispara al instante.

—… Aprecio eso.

Podía ver por qué Heinley quería que mi hermano participara en la expedición de los caballeros. Parecía estar planeando elevar la reputación de mi hermano en el Reino Occidental.

Abracé con más fuerza la ropa que tenía en mis manos. Mi hermano sonrió torpemente y también lo elogió.

—Solo he oído rumores frívolos sobre él. Sin embargo, es muy considerado en muchos aspectos…

—Estoy de acuerdo.

—Debes estar muy feliz.

—Eso… sí.

Bueno… Que te guste alguien no implica necesariamente que uno esté enamorado.

Qué vergüenza.

Después de despedirme de mi hermano, entré cuidadosamente en la oficina.

Heinley estaba de pie torpemente en el centro de la oficina, sonrojándose tan pronto como nuestras miradas se encontraron.

—Reina.

No se acercó a mí como de costumbre, sino que dudó. Yo lo había evitado antes, así que parecía no estar seguro de si era correcto acercarse.

Aunque todavía me daba vergüenza mirarle a los ojos, esta vez reuní el valor para acercarme a él.

Heinley juntó las manos con fuerza y me miró con ojos temblorosos.

—Reina, yo-

Le interrumpí: —Realmente no estoy enfadada.

—Pero me has evitado. Reina, me gustaría que no me evitaras más.

—No te evitaba porque estuviera enfadada, —le repetí esto, tragándome las ganas de darme la vuelta e irme—. ¿Quieres que sea sincera contigo sobre por qué te he estado evitando?

Heinley respondió apresuradamente: —Sí. Si no estás enfadada conmigo, por favor, sé sincera.

—Puede que te sorprenda.

—Algunos días, me pongo tan ansioso que no puedo dormir por la noche. No quiero que me odies, Reina. Por favor, dímelo.

Sus ojos temblaban, sus pupilas parecían notablemente más oscuras de lo normal.

Respiré profundamente y abracé su ropa como si fuera un amuleto.

Era difícil decir la verdad, pero Heinley lo hizo, aunque temía que me hiciera enfadar. Él demostró su valentía, así que yo tenía que demostrar la mía.

Tras respirar profundamente, se lo confesé de la forma más casual posible.

—Te vi desnudo.

Me miró atónito.

—Es difícil porque tu imagen sigue apareciendo en mi mente. Por eso no puedo mirarte a los ojos. No dejo de recordarlo.

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