La Legión del Unicornio – Tomo II – Capítulo 7: Sus recuerdos sobre aquel elfo

Traducido por Kavaalin

Editado por Anissina


La primera vez que el caballero vio al elfo fue en el primer piso del área principal del Hogar de los Mercenarios. Además del habitual mostrador de recepción ubicado en un costado, desde la madrugada se colocaban mesas para servir desayunos.

Era una tranquila mañana de finales de diciembre.

Como el sheriff no se había aparecido, no era necesario que se escondiera.

El caballero estaba sentado en una mesa cerca de la puerta, levantando una esquina de su casco y sorbiendo tranquilamente la crema de avena con una pajita.

Este era probablemente el momento del día más ajetreado en el Hogar de los Mercenarios. En un instante, la gente comenzaría a seleccionar avisos en el tablón de anuncios, iniciando así la labor del día.

Fue en ese momento en el que entró el elfo.

Como usaba ropas delgadas y gastadas, si no hubiera sido por la daga en su costado, seguramente lo habrían confundido con un refugiado.

Muchas personas notaron la aparición de este inoportuno invitado, mirando su rostro e inusuales orejas con ojos curiosos. Él no le devolvió la mirada a nadie, solo caminó directamente a la recepción y con voz suave preguntó si quedaba alguna habitación desocupada.

El que estaba de servicio era el Viejo Jake, un viejo mercenario que después de retirarse se había establecido como intermediario para los de su gremio, administrando el tablón de anuncios y cuidando de la tienda.

El Viejo Jake estaba ocupado publicando nuevas misiones en el tablero y, señalando la lista de precios de la posada, respondió:

—Mientras tengas monedas.

Desde que los refugiados comenzaron a aparecer, las tarifas de las habitaciones en el Hogar de los Mercenarios habían aumentado bastante, hasta el punto de llegar a  exceder lo que un ciudadano normal podía pagar. Pero el elfo no dijo nada, ni siquiera manifestó sorpresa, tras lo que extrajo unas pocas monedas de oro, pagando así el depósito además de un mes de alquiler. Este comportamiento generoso  era diametralmente opuesto a su apariencia, lo que provocó sospechas en el Viejo Jake,  quien levantó las monedas y las examinó durante un buen rato.

—Parecen viejas… —dijo—. ¿De dónde las sacaste?

—Las heredé —respondió con calma, levantando su daga—. Junto con el cuchillo.

El Viejo Jake lo sopesó por un momento, pero al final cogió las monedas y le arrojó una llave.

—Disculpe, pero ¿es usted el intermediario? —El elfo tomó la llave y preguntó—: Si quiero tomar un trabajo bien remunerado, ¿cuáles son los requisitos necesarios?

Hubo una breve conmoción en la habitación, más miradas se dirigieron hacia ellos.

Altos salarios, por supuesto, equivalían a altos riesgos. ¿Qué estaba pensando este novato al pretender tomar un trabajo difícil inmediatamente después de unirse?

El Viejo Jake levantó las cejas y valoró la débil apariencia del elfo.

—Eres un… ¿asesino?

—Un arquero —le respondió.

En ese momento alguien más se acercó a la recepción. Era el líder de las Tropas Mercenarias del Águila, el cual era el portador del humorístico nombre de “Pugas Pauldron”, pero si alguien se atrevía a reírse de su nombre, serían golpeados de inmediato hasta que ya no pudieran volver a hacerlo. Por esta razón, la gente que lo mencionaba lo hacía usando el apodo de “Guantelete de Hierro” en su lugar.

—Oye, novato, tienes agallas —dijo Guantelete de Hierro con una voz falsamente alegre—. Este viejo no puede obtener nada que valga la pena, ¿por qué no te unes a nosotros? Trabajo a corto plazo y la paga no es mala.

—Guantelete —las cejas del viejo Jake estaban fruncidas—, yo le estoy hablando.

—No es que lo esté forzando. —Guantelete de Hierro miró al elfo con intensidad—. Es sólo una “invitación”, él tiene derecho a elegir.

Las Tropas Mercenarias del Águila era un grupo que solo aceptaba combatientes de corto alcance, como guerreros y bandidos, pero Pauldron era un líder muy entusiasta respecto a “familiarizarse” con los novatos. Lo que significaba que, si los nuevos que ingresaban al Hogar de los Mercenarios eran lo suficientemente atractivos, a menudo se convertían en su objetivo. Dado que no había mujeres en la comunidad de mercenarios en Elvira, sumado al hecho que la Sirena costaba dinero. Al combinar estos dos puntos, dejar pasar algunos criterios de género no era realmente un problema. En cualquier caso, el elfo realmente poseía una belleza que era difícil de ignorar.

Aunque los novatos tenían la libertad de elegir, si no poseían suficiente habilidad y fuerza, sus únicas opciones eran: Ceder, dejar de ser un mercenario o confiar en algún otro poder. Por lo tanto, algunos de los arqueros más amigables le sugirieron quedamente que encontrara otro grupo en el que confiar.

—Gracias. —El elfo se volvió para asentir con la cabeza en agradecimiento, pero no miró a Guantelete de Hierro ni una sola vez—. Sin embargo, prefiero trabajar solo.

A pesar de recién haber sido ignorado, el hombre no parecía muy enojado por encontrarse con este problema.

—Realmente no pareces tener mucha experiencia, ¿no necesitas instrucciones? Hacerlo tú mismo no es tan divertido como hacerlo con otra persona. Pruébalo, podrías sentirte bien e incluso suplicarme por más, belleza.

La insinuación se había vuelto tan obvia que, a un lado, algunos miembros de la Tropa del Águila comenzaron a reír. Al recibir tal apoyo y ninguna reacción por parte del aludido, Guantelete de Hierro extendió una mano para tomar su hombro.

En el momento en que su mano tocó al elfo, este la agarró repentinamente, girándose a un lado y torciendo su brazo. Entonces se volteó detrás de él y tiró con fuerza. El guerrero no estaba preparado para este tipo de ataques, por lo que su gran cuerpo perdió el equilibrio. Agitado, trató de prepararse, pero el elfo ya había levantado su pie para patearlo detrás de las rodillas, y en un segundo, Guantelete de Hierro se encontraba arrodillado en el suelo.

La sala quedó en silencio, muchas personas tenían expresiones de sorpresa en sus rostros.

Este no era un movimiento altamente habilidoso, ni tampoco requería de mucha fuerza, pero tener el coraje de usarlo en Guantelete de Hierro era otro asunto completamente diferente.

Enfrentarlo a él significaba enfrentarse a las más de veinte personas de la Tropa Mercenaria del Águila y, bajo el principio de que el asunto no tenía nada que ver con ellos, nadie se apresuraría a ayudar al novato.

—Ya es suficiente —dijo la voz áspera del Viejo Jake—. Vayan afuera si quieren pelear.

—No tengo deseo o razón para pelear. —Como si nada hubiera pasado, el elfo lo soltó  y se hizo a un lado—. Mientras este caballero no me toque, claro. Por favor, dígame cuáles son los requisitos para un arquero.

Se escuchaban todo tipo de voces en la sala principal, algunas intentaban suavizar las cosas pero otras esperaban un buen espectáculo.

Guantelete de Hierro se puso de pie, parecía un poco indeciso. Sin embargo, al ver al elfo, su expresión cambió de odio a duda, y su mirada cayó hacia la daga que este llevaba en el costado.

No era como esos novatos con los que estaba familiarizado, pero ¿qué tan hábil era como para atreverse a hacer eso?

El Viejo Jake miró severamente a Guantelete de Hierro y respondió:

—Cincuenta disparos continuos por minuto, al menos trece flechas. Fallar cualquier tiro o pasarte del tiempo límite se considerará un fracaso.

Ese era un objetivo bastante difícil de alcanzar, pero no imposible. Además, era suficiente para probar sus habilidades. Los arqueros se miraron, tratando de decidir en su mente quién sería capaz de lograr tal hazaña.

—Muy bien —respondió el elfo sin titubear.

En ese momento, los arqueros se emocionaron. Nunca habían soportado la prepotencia de la Tropa del Águila, y todos aprovecharon el momento para pararse junto al elfo, tras lo que comenzaron a llamarlo compañero. Pero también estaba el grupo cauto, el cual miraba con ojos suspicaces.

—¿No vas a pelear? —Guantelete de Hierro de repente se rió maliciosamente.

Volvió a su mesa y golpeó la superficie con su mano izquierda.

—Yo seré el banquero. Apuesto a que orejas puntiagudas perderá, ¿quién está dentro?

Los miembros de la Tropa del Águila lucharon por colocar monedas en su mano izquierda, y poco después, una pequeña montaña de dinero se encontraba descansando allí. Mientras que la mano derecha, la cual representaba al elfo, todavía estaba vacía.

—No puede ser. —Guantelete de Hierro dejó escapar un sonido de sorpresa—. ¿Nadie quiere apostar por nuestro pequeño conejito de orejas puntiagudas?

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