La Princesa derriba banderas – Capítulo 138: El regreso de la princesa reencarnada (1)

Traducido por Ichigo

Editado por Ayanami


Sentí el calor de un tenue rayo de luz sobre mis párpados. 

Mi conciencia se despertó gradualmente, como si fuera atraída por esa luz. Ya era de día, pero mi cuerpo rezagado se negaba a despertar.

Volví la cara para escapar de la luz del día.

Al fin y al cabo, la sensación de las suaves sábanas bajo mis mejillas era irresistible, y las almohadas en mis manos olían a jabón con un toque de sol.

Se siente tan bien…

¿Cuándo fue la última vez que dormí tanto?

Los aromas nostálgicos de la habitación relajaron mi cuerpo. Intenté volver a dormirme sin resistirme a la somnolencia que me atacaba una vez más. 

Justo antes de que pudiera hundirme en mis sueños, algo suave tocó mi frente somnolienta.

Era esponjoso y suave… no dolía en absoluto.

Conocía bien esta sensación.

Al mismo tiempo que abrí los ojos, se oyó un lindo “¡Miau!” a mi lado.

La cara de un gato con pelaje negro brillante y ojos de zafiro llenó mi visión. Era Nero. Mi amado Nero al cual podía reconocer inmediatamente incluso medio dormida.

—Nero… Buenos días.

Alcancé al gato que, en ese momento, caminaba sobre mi cabeza. No se resistió cuando lo abracé mientras se sentaba tranquilamente en mis brazos. Sin embargo, apartó mi cara con sus patas cuando intenté frotar nuestras mejillas.

Ah~ ¡Esto es! Esta bola de ternura que puede poner a todo el mundo en su contra con su mirada.

Es Nero. ¡Es mi único y adorable Nero!

Levanté su cuerpo. El gran dormitorio de estilo renacentista estaba iluminado por los rayos de la mañana que entraban por las ventanas, una escena que estaba acostumbrada a ver.

—Sí, por fin he vuelto…

Después de ser invitada a la Capital Real en Wind y de asistir a su fiesta de bienvenida, me apresure a volver a Nebel de inmediato.

Mi viaje de ingenua llegó a su fin ayer. 

Posiblemente, debido a la cama familiar, y al hecho de que sentía una sensación de seguridad por estar de vuelta en casa, tuve el mejor sueño en mucho tiempo. Mi cuerpo seguía agotado, pero estaba muy contenta. Sentía que podía hacer cualquier cosa. 

Mientras me revolvía en la cama, llegaron mis sirvientas. 

Estaban sonriendo, pero el aire que las rodeaba parecía algo aterrador. ¿Es mi imaginación?

No es eso, es… ¡Ah—! Nero se abalanzó primero. 

No pudieron hacer mucho ayer por lo cansada que estaba. Parece que hoy no podía salir con la misma excusa. 

Me cuidaron a fondo la piel, el cabello y las uñas, y al final estaba prácticamente reluciente. Parece que no podían soportar el estado de desgarro en el que me encontraba después del viaje. Tienen su orgullo como profesionales, ¿no? Lo sé, lo sé. Lo entiendo muy bien. Siento mucho haber sido una dama desaliñada. 

Como resultado, las sirvientas me pulieron toda la mañana y terminé completamente desgastada. La actitud engreída que tenía antes, desapareció sin dejar rastro. 

Aunque terminar mis preparativos me dejó débil y tambaleante, pude dirigirme hacia el estudio de mi hermano mayor. Me dijeron que me dirigiera allí una vez que me hubiera levantado. 

Una vez que llegué, un caballero en su puerta se movió para escoltarme al interior. 

Por cierto, mi guardia hoy no era Klaus. Todavía no se ha curado del todo, así que le hicimos descansar un poco más. 

Escuché un fuerte ruido en cuanto el guardia abrió las puertas. 

Mis ojos se abrieron de par en par por la sorpresa, cuando las puertas se abrieron vigorosamente. La persona que saltó me miró desesperadamente. 

Tal vez, sea porque salió corriendo de su escritorio, pero su cabello rubio platino estaba ligeramente revuelto y sus habituales y melancólicos ojos azul hielo estaban visiblemente inquietos.

—¿Hermano mayor…?

Abrumada, le llamé. 

El hermoso rostro de mi hermano se distorsionó como si soportara el dolor. Intentó decir algo, pero, al final, guardó silencio.

Luego me tomó la mano y murmuró brevemente:

—Ven.

Vi a Sir Leonhard nada más entrar en la habitación.

Hacía tiempo que no lo veía, ya que había regresado a Nebel antes que nosotros. Por alguna razón, Sir Leonhard mantuvo un rostro neutral y salió antes de que pudiera intercambiar saludos con él.

Solo quedamos en el estudio mi hermano y yo.

Cuando me enfrenté al escritorio bellamente organizado, se volvió hacia mí.

Al verlo tan cerca, me di cuenta de la diferencia en nuestras alturas. Creo que he crecido un poco más en los últimos seis meses, pero mi hermano seguía siendo aún más alto.

Y no solo su altura había cambiado.

—¿Has perdido algo de peso, hermano mayor?

Normalmente era delgado, pero sentí que la zona de sus mejillas había adelgazado aún más.

Le pregunté con preocupación, pero se quedó callado. Sin decir nada más, abrió sus brazos y me abrazó.

Me envolvió con mi cara apoyada en sus hombros. No me dolió, de hecho, fue reconfortante. 

—Por fin has vuelto. Ya no hay nada que te asuste o te haga daño —murmuró, mientras todo su cuerpo perdía fuerza—. Rose.

Mordiéndose los labios, pronunció mi nombre.

Le di una palmadita en la espada. Cuando mi cara se acercó a su pecho, pude oír los suaves latidos de su corazón.

—He vuelto, hermano mayor.

—Sí. Bienvenida, mi querida Rose.

Me dio una palmadita en la cabeza.

Su palma tranquilizadora me acarició el cabello y volví a ser una niña pequeña.

—¿Cómo fue tu primer viaje?

—¡Fue duro! Ahora sé que soy más torpe de lo que pensaba. No sabes cuántas veces me he reído de mí misma por las cosas que no podía hacer. 

—Ya veo. 

—Pero hubo mucha gente de buen corazón que me ayudó a superarlo todo. 

—Es bueno escuchar eso. 

—¡Sí! Hay tantas historias que quiero contarte.

Cuando le regalé una sonrisa, pude ver que por fin se había relajado. 

Sus ojos estrechos, que recordaban a un cielo azul de invierno, se habían descongelado por fin. 

—Yo también. Quiero oírlas todas. 

Mi hermano mayor parecía un padre cariñoso. 

Aunque estoy contenta, sigue siendo un poco embarazoso. Sintiéndome un poco nerviosa, finalmente lo solté. 

—Entonces, vendré a visitarte de nuevo en tu día libre. 

En cuanto lo dije, mi hermano mayor pareció dolido. 

—¿No puede ser ahora…?

—Me temo que no. Buena suerte con tu trabajo, hermano mayor. 

Se rindió cuando me mantuve firme. Y como si esperara el momento oportuno, la puerta se abrió cuando di el primer paso. 

Sir Leonhard entró y nos miró con la misma indiferencia de antes. 

—Estaba a punto de avisar a Su Alteza de la hora. 

—También me regañó mi hermana por ello. 

—Suena como nuestra princesa. 

Después de compararme con mi hermano mayor, Leonhard dejó escapar una pequeña risa. 

No estoy segura de que me estén elogiando, pero lo aceptaré. 

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