Matrimonio depredador – Capítulo 25: Me decepcionas, princesa

Traducido por Yonile

Editado por Meli


Los tintes morados eran difíciles de producir. Por lo tanto, solo la familia real de Estia y Byun Gyongbaek de Oberde tenían  suficiente tela púrpura para usar.

Era el último símbolo de riqueza y poder.

—Era más vívida y hermosa que cualquier otra seda púrpura que haya visto antes. —Recordó el conde Valtein con nostalgia—. No hay palabras que puedan describir su magnificencia porque solo se quedaría corto en describir su perfección… Era como tus ojos. —añadió como una ocurrencia tardía.

Leah sintió que la punta de sus orejas se sonrojó por el elogio.

—Por supuesto, rechacé el regalo porque él quería un favor a cambio. —Su rostro jovial se puso serio, lucía arrepentido.

El conde Valtein era un amante de la moda, visitaba con frecuencia las tiendas de modistas. Solía ​​ser tan feliz cuando algo que hacía se volvía tan popular. Por lo tanto, rechazar el precioso regalo de Ishakan significó mucho para él.

—Gracias. —susurró Leah.

—No digas eso. Solo hice lo correcto. —Sacudió la cabeza y continuó con una cara seria—: de todos modos, justo como se acercó a mí, no me sorprendería que lo intentara con otros nobles también. Necesitas tener cuidado.

El conde tenía razón, existían muchos aristócratas y nobles que aceptarían el regalo sin pensarlo dos veces y, por lo tanto, estarían en deuda con los kurkans. Debía vigilar a cualquiera que apoyara de manera inusual a los kurkanos durante la reunión del gabinete.

—Los kurkans me asombran, —continuó el conde Valtein—. Estoy seguro de que incluso pueden sobornar a algunos con algo mucho más precioso que las gemas o el oro.

Leah le frunció el ceño con preocupación. Sabía que esos diez rollos de seda púrpura no era todo lo que tenían. Se rumoreaba que la riqueza de los kurkans en el desierto estaba más allá de lo imaginable. Para ellos podría haber sido una mercancía invaluable, pero para los que fabricaban la tela, apenas haría mella en su suministro.

—No podemos descartar que los kurkans sepan cómo hacer la seda púrpura.

Justo cuando el conde iba responder, el silencio se apoderó del banquete, fue como si se apagara el fuego con un balde de agua. Los ojos de todos se posaron en la entrada.

«Los bárbaros», susurraron. Asi Leah se enteró que sus honorables invitados, finalmente habían hecho su aparición.

Todos estaban vestidos con sus túnicas tradicionales, de color oscuro, un completo contraste con la ropa de colores brillantes de Estia. No es de extrañar que hayan captado la atención de muchos. A pesar de ser su vestimenta ceremonial, no se podía negar la ferocidad en cada uno de sus movimientos.

Su apariencia, postura y gestos los hacían ver más que simples humanos comunes. Ishakan, líder del séquito recorrió el salón con los ojos.

Para Leah fue como ver a un depredador invadiendo el territorio de otro. Algunos de los nobles alrededor se estremecieron cuando su mirada se posó en ellos.

Ishakan llamó aún más la atención por su túnica negra bordada con hilos dorados, era algo nunca visto en Estia. Pero lo más impresionante fue la seda púrpura que usaba como faja, estirada a lo largo de su torso. Patrones ornamentados se esparcían por toda la extensión de la seda, la luz se reflejaba en su superficie cada vez que lo golpeaba.

Leah, entendió porque el conde Valtein estaba melancólico: la seda púrpura del Kurkan estaba por encima de toda la del continente.

Fue sacada de su estupor por la mirada del cómplice de Ishakan. Entonces, se volvió hacia el conde Valtein, para reanudar su conversación, pero éste veía con ferocidad a alguien frente a él.

¿Está mirando a Ishakan?, miró al frente. Una sombra se proyectó en ella, lo que la hizo contener un grito ahogado.

Los ojos dorados la miraron con una sonrisa en su rostro.

—¿Por qué evitas mi mirada? —le preguntó, acercándose—. Sé que me viste.

Leah miró a su alrededor con nerviosismo, sin saber qué decirle frente a las miradas atentas de tanta gente.

Ishakan sonrió un poco más mientras tomaba su mano.

Los nobles cercanos habían tomado bocanadas de aire, algunos temblaron. Incluso el conde Valtein contuvo la respiración ante la  falta de respeto

Bajó la cabeza, se llevó la mano a la boca y le dio un suave beso en los nudillos pálidos.

—Me decepcionas, princesa, —declaró mientras todos a su alrededor miraban la escena conteniendo la respiración.

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