Mi crush quiere una poción de amor – Vol. 2 – Capítulo 1: Una bruja confundida

Traducido por Beemiracle

Editado por Dea y Anyi


Dormir temprano y despertarse antes del amanecer: Rose comenzó a vivir como un humano común desde que se mudó a la mansión Azm. Consideró que era un sacrificio necesario salir a primera hora de la mañana para atender el campo de su ermita.

La mejor parte era que ya no necesitaba estar pendiente de los clientes nocturnos. No importaba que hubiera rechazado cualquier solicitud de medianoche después del robo, debido a que su cuerpo estaba acostumbrado a despertar de golpe con el sonido de la campana que sonaba sin falta cada vez que alguien llegaba al muelle. Finalmente disfrutó una buena noche de sueño sin que la molestara aquel ruido, que tanto personas como criaturas del bosque hacían sonar.

El carruaje Azm la escoltaba hacia la ermita y la llevaba de vuelta. Se le permitió vivir como quisiera, pasando sus días en la ermita y las noches en la mansión sin ser obligada a asistir a los bailes, banquetes o fiestas en el jardín de los que a menudo escuchaba rumores.

♦ ♦ ♦

El olor a pan horneado la despertó antes del amanecer.

¡Qué manera tan satisfactoria de despertar! 

Rose salió de debajo de las mantas, que eran lo más suave que había tocado en su vida, y se asomó por una abertura como un gusano de bolsa. Olfateó el aire lleno del olor tentador a trigo.

Rose siempre les pedía que prepararan pan para llevar en el almuerzo. Tala, que era una genio en la cocina, ¡incluso podía hornear diferentes tipos de panes!

Con el pan del día, Tala hacía sándwiches con jamón o mermelada, pero Rose era igual de feliz con pan normal.

Me pregunto qué tipo de pan habrá horneado hoy. 

Rose mostró una pequeña sonrisa. Era consciente de que ya no podía volver a alimentarse sólo con lechuga.

Rose salió de la cama después de inhalar aquel sabroso aroma hasta saciarse. Abrió el armario mientras tomaba nota mental de sus actividades del día. Filas de ropa que Harij había elegido para ella colgaban del perchero.

Ninguna de las piezas era extravagante, pero el material era magnífico. Cada artículo había sido diseñado por expertos para que pudieran resistir a sus paseos por el bosque. Todas las faldas y vestidos combinaban con el estilo del reino de un corte de tubo sin vuelo.

Hasta ahora, Rose solo había tenido una muda de ropa normal, aunque eso no significaba que necesitase más ropa o que no pudiera comprarla. Eso era normal para los plebeyos, además no tenía la necesidad de adquirir más, pues las túnicas eran el elemento básico del guardarropa de una bruja.

Aunque lo consideraba innecesario, su corazón se alegraba cuando veía los impresionantes vestidos. Su alegría solo creció al pensar que eran regalos del hombre que amaba. Seguramente pensó en ella al elegir cada uno de ellos.

El aire sopló a través de los vestidos; Rose golpeó ligeramente uno de ellos para ocultar su vergüenza. El vestido se balanceaba suavemente como si lo hubiera golpeado una suave brisa en lugar de un puño.

Después de golpear el regalo de su amado como un saco de arena, Rose se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano. Era solo principios de primavera y ya estaba  incómodamente sudorosa.

Era insoportablemente vergonzoso que Harij y los demás la adularan cuando se arreglaba, pero se convencía a sí misma de usar algo más elegante usando la excusa de “Esto es todo lo que tengo para usar de todos modos”. Ya había convertido el viejo vestido de su madre, que estaba lleno de manchas y deshilachado del dobladillo, en un trapo.

—Tú puedes. —Rose se motivó a sí misma y agarró la percha como si agarrara la cabeza de una serpiente.

Luchar por ponerse vestidos bonitos era una de sus nuevas rutinas matutinas desde que llegó a la finca Azm.

Escogió un vestido azul cielo primaveral con tonos grises y morados. El vestido era liso, excepto por las mangas bordadas, con colores tenues y un corte simple, lo que le permitió elegir con facilidad.

Se cepilló el cabello lo necesario, y se colocó el vestido. Después de atar la cinta justo debajo de su pecho, se miró en el espejo.

El collar está extrañamente suelto. ¿Ese es el estilo? 

Rose tiró de él, preguntándose si lo estaba usando mal. El collar le caía alrededor del cuello. Se sentía incómoda al llevarlo puesto. Después de todo, una bruja se mueve constantemente a lo largo del día. Dejarlo revolotear alrededor de su cuello corría el riesgo de que se le aflojara la ropa cada vez que se moviera.

Pensando que tenía que haber algo más, revisó con la mano la parte trasera del cuello y sintió los botones desabrochados.

—¡¿Hay botones en la parte de atrás?!

Rose era una bruja. Por lo cual nunca tuvo a nadie que la ayudara a cambiarse.

Su abuela se vestía sola y era probable que su madre también lo hiciera. Ese día, Rose se enteró de la existencia de ropa con botones en la espalda.

Rose se miró al espejo y frunció el ceño al ver su patético estado. Cambiarse era la actividad más tediosa.

Continuó mirándose en silencio. Luego abrochó tantos botones como pudo antes de ponerse la bata encima. De todos modos, era poco probable que se quitara la bata, nadie podría descubrir que tenía algunos botones sueltos.

El primer día llegó sin bata porque tenía que atravesar la ciudad para llegar, pero por lo general siempre la usaba. Para las brujas, eran necesarias para ocultar sus identidades y secretos. Pero para Rose, eran necesarias para poder tratar con otras personas.

Cuando abrió la puerta de su habitación escuchó un pequeño grito.

Fue Mona, la doncella que llegó el mismo día que Rose, quien quedó adorablemente sorprendida en la puerta. Cinco sirvientes trabajaban en esa propiedad, pero solo el mayordomo, Safina y Mona vivían allí. Tala, quien se encargaba de toda la comida, regresaba a casa en la noche y regresaba al amanecer.

Los sirvientes que siempre habían trabajado en la finca Azm aceptaron fácilmente a Rose. Ser confundida con la nueva doncella al principio fue favorable para ella. Sin mencionar la confianza que depositaron en el hecho de que Harij la había elegido a ella y que tenía una relación amistosa y establecida con Safina.

La gente juzgaba a una persona en función de cómo la ve la gente en la que confían. Así que Rose estaba un poco desconcertada por su trato familiar hacia ella, considerando que la gente la veía negativamente porque no confiaban en ella.

—¡Ah! ¡Bruja… Sí, señora!

Pero Mona era diferente. Ella se asustaba cada vez que veía a Rose. Aún no tenía la misma confianza en Harij que tenían los otros sirvientes. Aunque nunca miró a Rose con desprecio ni la acosó, todavía le dolía ver que el rostro de la niña se volvía pálido cada vez que se encontraban.

—Buenos días. ¿Necesitas ayuda? —le preguntó Mona a Rose con voz temblorosa mientras luchaba contra su miedo. Pedirle a alguien que le temía que le abrochase los botones sería cruel.

—No.

—Entonces ordenaré la habitación en tu ausencia.

—Por favor, hazlo.

Rose estaba acostumbrada a no mezclarse con los demás. Después de inclinar ligeramente la cabeza, Mona se despidió rápidamente.

—¿Siempre es así entre ustedes? —preguntó de repente una voz detrás de ella mientras miraba como Mona se alejaba.

Sobresaltada, Rose dio un pequeño salto dentro de su bata y aterrizó sobre el dobladillo,  casi se caía, pero un brazo la agarró por la cintura desde atrás.

—¡Oye! No juegues, es peligroso.

No estoy jugando, muchas gracias. 

Rose miró por encima del hombro  y se encontró con Harij.

Perdió toda la fuerza en sus rodillas. Dejó todo a la gravedad y a Harij, y cerró los ojos.

Había pasado algún tiempo desde que comenzó a quedarse en la finca Azm, pero era la primera vez que veía a Harij vestido informalmente. No creía que pudiera volver a abrir los ojos, pero su apariencia ya había sido grabada con fuego en su mente, torturándola felizmente con su brillo incluso con los ojos cerrados.

Flequillo despeinado, ojos cansados, mentón recién afeitado y un escote expuesto, la vista era demasiado estimulante para Rose. Para empeorar las cosas, al cerrar los ojos, sus otros sentidos se volvieron más sensibles. Podía oler su loción para después del afeitado y sentir agudamente su brazo alrededor de ella.

Rose cuidadosamente cruzó los brazos sobre su pecho, asegurándose de que en sus labios no se dibujara una sonrisa.

—¿Qué juego estás jugando ahora?

—Me estaba deleitando con la idea de que “así debe ser como se siente un creyente devoto cuando finalmente conoce a su dios…”

—Ya veo…

Esa fue una respuesta terriblemente taciturna viniendo de él, probablemente no entendió lo que ella quiso decir. ¿Cómo podría? Mientras Harij no se viera a sí mismo objetivamente, nunca sería capaz de entender lo que Rose sentía cuando estaba a su alrededor.

Aún así, desearía que alguien me hubiera dicho que Harij estaría en casa hoy.

Las horas de trabajo irregulares de Harij se vuelven aún más irregulares cuando trabajaba en un caso. Por lo cual, nadie podría predecir cuándo estaría en casa.

Si tan solo lo hubiera sabido antes, se habría levantado más temprano y habría elegido un vestido más rápido. ¡Incluso se habría despertado antes! ¡Grrrr! Rose arrugó la nariz ante la situación actual.

Se escapó del agarre de Harij y se acurrucó contra la pared. Queriendo aferrarse para siempre a esa superficie plana e inorgánica sin irregularidades para recuperar la tranquilidad.

El magnífico reloj de pie en el pasillo marcaba el tiempo.

—¿Ya te has calmado? —preguntó Harij delicadamente a la bruja que se estaba volviendo una con la pared.

—Sí. ¿Necesitabas algo de mí?

—Realmente no te preocupas por mí en lo más mínimo, ¿verdad?

¡¿Cómo podría no preocuparme por ti?! Si no lo hiciera, sería mucho mejor. 

Rose miró a Harij con incredulidad por su queja. Parecía que no tenía ni la mínima idea acerca de sus sentimientos por él a pesar de los fuertes latidos de su corazón.

—Preguntaba si ella siempre actúa así cuando está contigo.

—Lo dices como si su comportamiento fuera incorrecto, pero creo que es muy dedicada a su trabajo. Al menos no huyó en el momento en que descubrió que soy una bruja…

Tala y los otros sirvientes eran los extraños por aceptar abiertamente a Rose como la dama de la casa.

Cuanto más amables eran Tala y los demás con ella, más nerviosa y emocionalmente cansada se sentía. Para Rose, que nunca había estado tan profundamente involucrada con los humanos durante tanto tiempo, era extremadamente agotador interactuar con ellos, tratando de elegir cuidadosamente cada palabra para asegurarse de que nunca descubrieran que no podía mentir.

—Hablaré con ella.

—No necesitas darle tanta importancia a una cosa tan pequeña.

—Nada es demasiado pequeño cuando se trata de ti.

Rose realmente no entendía del todo sus palabras, pero podía decir que él estaba mostrando mucho amor y preocupación por ella. Ella frunció el ceño con fuerza y ​​apretó la voz a través de los labios hacia abajo.

—Solo… por favor, no seas demasiado duro con ella.

—No lo haré.

Rose no sabía cómo funcionaban los hogares como este, pero sabía un par de cosas sobre los sirvientes. Solo un puñado de nobles excéntricos alguna vez visitaron su ermita. La mayoría de las veces, sus sirvientes menos importantes actuaban como representantes en sus solicitudes de pociones secretas. Eran tan bajos en la jerarquía que fueron expulsados inmediatamente en el momento en que no lograron ganarse la confianza de su señor o dama. El hecho de que sus decisiones casuales pudieran afectar la vida de otra persona era una carga demasiado pesada para ella, especialmente cuando se trataba de la vida de una buena persona.

Aliviada, soltó toda la tensión de su cuerpo y sintió que su vestido se deslizaba por sus hombros debajo de la bata mientras lo hacía. Era de esperarse que se le aflojara el vestido, en especial cuando era mayormente piel y huesos, además tenía los hombros caídos.

Metió la mano dentro de su bata y trató de colocarse bien el vestido. Pero debido a los botones desabrochados se soltó de nuevo y se deslizó hacia abajo.

—¿Qué estás haciendo? —Harij miró a Rose con sospecha mientras ella se movía nerviosamente debajo de su bata.

—Uh, nada en realidad, solo…

Harij le proporcionó el vestido y la habitación. Si ella cambiaba de tema para evitar mencionar los botones, él podría tomarlo como si ella no estuviera satisfecha con él.

—Jaja… —Rose dejó escapar una risa seca. Estaba perpleja por lo angustioso que era que alguien la cuidara. Si hubiera seguido viviendo solo pensando en sí misma, fácilmente podría haber cambiado de tema sin mentir, pero se estaba volviendo más difícil interactuar con los demás a medida que se apegaba a ellos.

Sin embargo, lo curioso es que en realidad no le importaba, a pesar de lo problemático que era.

Sin creer que no fuera nada, Harij la miró arqueando una ceja.

—¿Qué es?

—Ah, um… son los botones…

—¿No me digas que están desabotonados? —Harij observó a Rose cuando ella apartó la mirada de él.

—Mm-hm…

Al escuchar su respuesta en voz baja, Harij la agarró del brazo. Rose lo siguió sin dudarlo. Tenía la fuerte inclinación de no oponerse a él en ese momento.

Harij abrió una puerta y entró. Al ver la habitación se dio cuenta que la había llevado a un armario de ropa blanca.

La habitación de Rose estaba justo enfrente de ellos, por lo que habría sido la mejor opción para evitar que se malentienda la situación.  Ella volvió su mirada a Harij para preguntarle por qué la había llevado a ese lugar, pero notó que él la estaba mirando malhumorado. Rápidamente se mordió la lengua.

El silencio es oro.

—Tu capa…

—¿Perdón? —Pidió una aclaración porque había estado demasiado perdida en sus pensamientos para entenderlo. Esto llevó a Harij a arrugar la cara como si le hubieran dado un puñetazo en el estómago mientras escupía el resto de la oración.

—Quítate la capa.

Rose lamentó haberle pedido aclarar sus palabras.

No había malas intenciones en sus palabras. No le estaba pidiendo desnudarse, solo quería ayudarla a vestirse. No hay duda al respecto.

Sin embargo, Rose se congeló ante su orden. Ni un solo cabello de su cuerpo se movió.

Ella le dio la espalda bruscamente, luego lentamente bajó la bata sobre sus hombros. Aunque no estaba exponiendo toda su espalda, definitivamente mostró algo de piel. ¿Cuántos botones había logrado enganchar de todos modos? ¿Estaba algo cubierta? ¿O estaba revelando más de lo que era decente? Cuanto más consciente se volvía de su mirada, más le quemaba la piel.

Harij extendió la mano lentamente y tocó los botones con cautela.

Oyó que se desabrochaba un botón y se aflojaba el vestido.

¿Qué demonios? ¡Esto no es lo que acordamos! 

Rose entró en pánico, pero no protestó en voz alta. Con los ojos muy abiertos y los labios apretados, todo lo que podía hacer era concentrarse en cada toque de sus manos.

Harij agarró ambos lados de su vestido. Ya sea que supiera o no de la confusión interna de Rose, todos sus movimientos fueron deliberados. Su toque era más delicado que si estuviera pelando melocotones demasiado maduros.

Ella sintió que los botones se abrochaban cuando él levantó ambos lados de su vestido. Debió haber desabrochado el otro botón porque Rose lo abrochó en el lugar incorrecto.

Solo el sonido de su respiración y el crujir de la ropa se podía escuchar dentro del armario. De alguna manera, se sentía como si el aire de la habitación se hubiera vuelto más delgado. Cuanto más consciente se volvía de sus manos y su respiración, más difícil era para ella respirar.

Las manos de Harij dejaron de moverse después de que terminó de abrochar los botones de su cuello.

¿Se terminó?, su boca estaba demasiado seca para preguntar. No podía hablar ni moverse porque tenía demasiado miedo de rozar las yemas de los dedos de Harij. Así que se quedó así durante unos segundos.

—He terminado.

Pasó menos tiempo del que Rose había pensado. Duró de diez a quince segundos como máximo, y todavía quedó agotada. ¿Qué demonios estaba mirando? Decidió convencerse a sí misma de que él solo estaba confirmando que todos los botones estaban en su lugar.

—Gracias. No podría haberlo hecho sin ti.

A decir verdad, no le molestaba, pero estaba bien si arreglar su ropa tranquilizaba a Harij. De hecho, el asunto no le preocupaba en lo absoluto, pero solo quería salir del armario, de una vez. Se sentía como si algo invisible estuviera atrapado en la habitación con ellos. Su mejilla se sentía como fuego contra el dorso de su mano, lo que probablemente significaba que estaba roja hasta la nuca. Avergonzada, bajó la cabeza.

Harij fue quien dijo que había terminado y, sin embargo, no se movió ni un centímetro. Estaba de pie en el camino de la puerta, así que Rose necesitaba que se moviera para irse. Pero tuvo que reunir el valor suficiente para preguntar. No sabía qué era, pero algo en el aire la abrumaba por completo.

Pasó el tiempo sin que ella pudiera ni siquiera inquietarse. Se sentía tan sofocada por el aire opresivo que ni siquiera podía mirar por encima del hombro.

—Um, ¿estás… enojado? —preguntó Rose después de reunir todo su coraje.

—No. Ni en lo más mínimo —respondió Harij.

—¿No es así? Pero… —Rose ladeó la cabeza, confundida.

La voz de Harij ciertamente no suena enojada, pero ¿qué pasa con su tono? ¿Qué pasa con toda la atmósfera?

Harij debió sentir su confusión, se movió detrás de ella.

—Estoy…

—¡Ah!

Harij deslizó los dedos por la abertura de su cuello y le acarició la nuca. La piel de gallina apareció a lo largo de su piel, enviando agradables escalofríos por todo su cuerpo, y sus rodillas se debilitaron mientras sus dedos trazaban los contornos de su cuello.

—Reprimiéndome de hacer cosas como esta. ¿Lo entiendes?

—Uh-huh.

Rose cubrió la parte de atrás de su cuello con ambas manos mientras se hundía débilmente en el suelo. Ese momento de silencio absoluto de antes, había sido porque Harij mirando su cuello rojo cereza.

En retrospectiva, las yemas de los dedos de Harij nunca rozaron su piel, ni siquiera una vez, cuando le abrochaba los botones. Nunca antes había abrochado los botones para otra persona, pero claramente nunca deberían tocarse sin extrema precaución.

—Me dirigiré al comedor primero —dijo Harij, saliendo del armario.

Rose no tenía ninguna razón para ir al comedor cuando no desayunaba, pero sus pies la llevaron allí una vez que recuperó la calma.

Harij no estaba por ningún lado cuando llegó. Desconcertada, lo buscó en la cocina.

—Oh hola. ¿Necesita algo, mi señora? ¿Te gustaría desayunar? —Tala se fijó en ella mientras tarareaba y volteaba la comida en la sartén.

—No.

Rose, que solo podía decir la verdad, decidió mantener sus conversaciones al mínimo con cualquier otra persona que no fuera Harij. Los sirvientes interpretaron por su comportamiento que era tímida.

—¿Por qué no tomar una taza de té, ya que viniste hasta aquí, entonces?

—Eso suena encantador, gracias.

Tala sonrió cuando Rose inclinó la cabeza y se dispuso a preparar el té. Era una mujer con una buena cabeza sobre los hombros y una actitud intransigente hacia el trabajo, pero a diferencia de la abuela de Rose, no tenía problemas para mostrar bondad.

Acercó una silla para Rose ya que estaba parada allí sin nada mejor que hacer.

—¿Quieres leche? Acabamos de recibir un nuevo lote hoy.

—Sí, por favor.

—¿Mucho? ¿O un poco?

—Solo un poco.

—En un momento.

Después de que Rose se sentó, Tala colocó la tetera sobre la mesa con un tintineo y luego agregó un té acogedor encima. La cubierta acolchada, con sus muchas capas floridas de tela, pudo haber sido hecha por ella.

Se colocó un reloj de arena junto a él y Tala volvió a la estufa. Rose apoyó la mejilla contra la mesa mientras esperaba que la arena terminara de caer. El olor a huevos fritos, los pasos apresurados y el tintineo de la vajilla eran cosas nuevas, pero nostálgicas para ella que le hacían cosquillas. Descubrió que tenía una debilidad por ellos, aunque no lo mostraba.

—Aquí estás. Te estaba buscando —le dijo Harij a Rose cuando finalmente llegó y la encontró bebiendo té negro oscuro con un poco de leche.

—Oh, ¿estaba esperando a su señoría? Qué placer es verlos a los dos en tan buenos términos.

Tala colocó el desayuno de Harij en la mesa del comedor. La tetera de Rose también fue llevada al comedor sin su permiso. Oooh. Rose estaba mirando con nostalgia la tetera cuando Harij le ofreció su mano.

Quiere que le tome la mano. No sé mucho. Lo hago, pero…

—¿Cuánto tiempo me harás esperar?

—Perdón…

Rose colocó tímidamente las yemas de sus dedos en su palma. Envolvió sus dedos con seguridad en su mano. Luego la guió de manera experta fuera de la cocina y comenzó a caminar sin siquiera sonrojarse. Rose fue la única que se sintió tan avergonzada que quiso huir.

¿Quién no lo estaría si los escoltan unos pocos pasos de una habitación a otra?

—¿Te perdiste en tu propia casa? —bromeó Rose para escapar de su desconcierto cuando Harij sacó una silla del comedor y la acomodó en ella. Por otra parte, no podía estar tan segura de que él no se perdería, dado lo grande que era la mansión.

Sin embargo, recibió un firme “No” de él cuando tomó su propio asiento en la mesa.

—Me estaba enfriando.

—Si tú lo dices. —Ella inclinó la cabeza, contemplando el significado oculto de sus palabras mientras tomaba un sorbo de su té. Tan pronto como lo entendió, estuvo a punto de escupir su bebida. Apretó los labios y tragó desesperadamente el líquido, luego inmediatamente comenzó a sentir náuseas.

—¿Estás bien?

Asintió con la cabeza mientras tosía. Aunque dudaba que estuviera realmente bien.

♦ ♦ ♦

Rose estaba emocionada. Saltaba ligeramente mientras caminaba y estaba inquieta mientras subía al carruaje, y eso despertó la curiosidad del lacayo que siempre la recogía al borde del bosque.

El carruaje regresó a la finca Azm mientras ella acariciaba un frasco como un precioso bebé en sus brazos.

Iluminada por la puesta de sol, Rose se dirigió directamente al gallinero en lugar de al vestíbulo. Se acercó al recinto con pasos ligeros como una pluma. Las gallinas cacareaban y se reunían en la malla de alambre como si estuvieran celebrando un emotivo reencuentro.

—¿Han estado todos bien? —les preguntó.

—Tan bueno como puede ser.

Rose se sorprendió por la respuesta imposible que llegó justo cuando había descorchado el frasco y estaba a punto de vaciar el contenido. Rápidamente se dio la vuelta, escondiendo el frasco detrás de ella mientras lo hacía.

Ante ella estaba el señor de la finca, Harij.

El dobladillo de su ropa de trabajo estaba cubierto de tierra, lo que indicaba que acababa de regresar a casa. Rose miró a su alrededor y vio al mozo de cuadra que conducía su caballo hacia los establos.

—Bienvenido a casa.

Por alguna razón, cada vez que ella le decía esto, se hacía un silencio antinatural entre ellos. Después de abrir y cerrar la boca como un ciervo comiendo algo extraño.

—Acabo de volver. —Le devolvió el saludo con rigidez. Luego pasó a otro tema—. Por cierto, ¿por qué has venido aquí con tanta prisa?

Aparentemente, la había estado observando desde que bajó del carruaje. Su mano se apretó alrededor del frasco detrás de su espalda.

—Nada que le preocupe, Sir Harij.

—Entonces, ¿qué estás escondiendo detrás?

Si alguien más fuera a presenciar la misma escena, podrían llegar a la conclusión de que la Bruja estaba a punto de lanzar un hechizo sospechoso sobre las gallinas. Sin embargo, el tono de Harij dejó en claro que encontraba todo divertido.

—¿Podemos… mantenerlo en secreto?

—Imposible. Todo lo que suceda en estos terrenos llegará a mis oídos… Además, ¿de quién estás tratando de mantenerlo en secreto, sino de mí?

De la abuela… también conocida como Sra. Tala.

Cediendo a lo inevitable, Rose le mostró el frasco escondido. Dentro del cristal transparente, las cosas que había reunido con esmero se movían.

Abrió la tapa según sus órdenes. En el momento en que vio lo que se retorcía en su interior, su hermoso rostro se contrajo y sus mejillas se crisparon. Incluso esa expresión era sexy para Rose.

—Esos son…

—Lombrices de tierra —respondió Rose malhumorada.

Varias de las lombrices de tierra estaban tratando de trepar por el costado del frasco, así que las volvió a meter dentro. Regresados ​​al fondo, se reunieron con los demás retorciéndose. Todos los gusanos que había recogido se enredaron, creando un vórtice retorcido en el que era imposible saber qué cabeza y cola pertenecían a qué gusano.

—Todos vinieron del bosque. No tomé ninguno del campo, y todos están demasiado heridos para usarlos en pociones.

—Okey. Lo entiendo. No expliques más. Ni siquiera sé por dónde empezar contigo. —Harij se tapó la boca con la mano y se apartó lentamente de ella.

—¿Odias los gusanos?

—No los miraría voluntariamente —declaró rotundamente en un torrente de palabras. Armada con algo que a él no le gustaba, Rose dio un paso hacia él.

Harij dio un paso atrás. Rose dio otro paso adelante en su persecución. Se retiró una vez más.

—E-Esto es sorprendentemente divertido…

Rose se estaba divirtiendo tanto que no pudo evitar expresarlo. Fue una auténtica felicidad ser quien lo acorralara por una vez, cuando por lo general era al revés. Pero su alegría no se traducía necesariamente en la de él.

—En otras palabras —dijo Harij con fuerza para evitar que Rose se acercara un poco más—. ¿Estabas tratando de dárselos a las gallinas?

—Sí.

—¿Por qué quieres mantener eso en secreto para Tala?

Molesta porque él de repente le había dado la vuelta, Rose frunció los labios cuando atrapó a los gusanos que intentaban escapar del frasco nuevamente.

—Sé que la Sra. Tala los alimenta por la mañana, así que… pensé que podría enfadarse si les doy golosinas…

Todos tienen políticas diferentes con respecto al ganado y las mascotas. Cuando Rose tenía pollos, su abuela nunca aprobó que les diera golosinas. Se rumoreaba que los abuelos eran dulces con sus nietos y les encantaba darles bocadillos en secreto a espaldas de sus padres. No recordaba ser tratada de esa manera por su abuela, pero he aquí, Rose se encontraba en una situación similar en este momento. O al menos eso es lo que ella veía.

Por otra parte, en ese entonces, recogió las lombrices de tierra de su jardín. Su abuela debió sentirse frustrada por perder a un aliado natural tan valioso.

—¿En realidad? ¿De eso se trataba todo esto?

Ella le había pedido que se lo ocultara a Tala, a quien asociaba con su abuela, en el calor del momento, pero al ver la respuesta de Harij, se preguntaba si estaba exagerando.

—¿Ella no se enojará?

—¿Por qué lo haría?

—Si me ve, pensará que la bruja se está riendo a carcajadas, diciendo: “¿¡Las voy a engordar para comerlas más tarde, mis preciosas!?”

—¿De qué cuento de hadas sacaste eso? Si estás tan preocupada por eso, se lo diré por ti. Haz lo que quieras.

—¡¿E-En serio?!

Rose le sonrió desde debajo de su bata. Ver su alegría hizo que Harij sonriera, pero frunció el ceño cuando su mirada se posó en los bichos que se retorcían.

—Probablemente no deberías alimentarlas con tantos a la vez.

Rose decidió seguir su consejo. Arrancó algunas lombrices de tierra con los dedos y se las dio a las gallinas. Luego recogió un poco de tierra del macizo de flores y lo puso en el frasco, tapó el borde con un pañuelo que le dio Harij y lo ató con hilo de cáñamo.

El aire aún podría pasar a través de la tela, por lo que deberían permanecer vivos por un tiempo.

—¿A dónde llevas eso?

—A la habitación que me has proporcionado.

El jardinero los usaría si los dejaba junto al macizo de flores.

—Las sirvientas se desmayarán cuando entren a tu habitación.

Entonces, los esconderé debajo de la cama.

Rose deslizó con cuidado el frasco debajo de su bata. Harij miró fijamente su abdomen, para ser precisos, el frasco escondido allí. Parecía que todavía quería discutir el asunto con ella, pero se dirigió hacia la mansión sin decir una palabra más.

Harij abrió la puerta principal, la misma puerta pesada que Rose siempre tenía que empujar con todas sus fuerzas, pero él lo hizo sin ayuda de nadie. Sus fuertes brazos hicieron que su corazón diera un vuelco.

Subió los escalones de la entrada, fascinada por su fuerza, y tropezó accidentalmente. Instantáneamente volvió a sus sentidos, pero no pudo recuperar el equilibrio a tiempo.

—Ay…

—¡¿Estás bien?! —Harij corrió a su lado.

—Si, yo creo…

—¡Sé más cuidadosa! ¡¿Y si sucediera algo más serio?!

Se quedó mirando el rostro serio de Harij, pensando que estaba exagerando. Pero él no le devolvió la mirada. En cambio, sus ojos estaban enfocados en el abdomen de Rose, en el frasco lleno hasta el borde con lombrices y tierra.

—Tienes más en qué pensar que en ti misma en este momento.

—Supongo que sí —dijo robóticamente.

Si Rose se caía y el frasco se rompía, la hermosa entrada estaría llena de suciedad y gusanos retorciéndose. Cuando Harij notó que ella lo miraba con ojos inexpresivos, su rostro se volvió inusualmente culpable.

—Fui demasiado lejos. Perdón. ¿Puedes pararte? Toma mi mano.

Después de que la ayudaran a ponerse de pie, Rose volvió a ocultar el frasco debajo de la bata y se dirigió a la puerta.

Harij, que volvió a abrir la puerta con una mano, de repente dejó de moverse. Curiosa, Rose miró hacia adentro y encontró a una Tala furiosa parada allí con las manos en las caderas, exudando un aura demoníaca.

Rose se estremeció y ahogó un grito. Le invadió la necesidad de pedir perdón.

—Tala, qué…

—¡Ay, ay de mí! ¡¿Cómo pudo llegar a esto?! ¡Esta humilde sirvienta no podrá volver a enfrentarse a la señora Azm!

—¿Eh? —La voz de Harij se quebró y su mandíbula se relajó. La ira de Tala parecía estar dirigida a él, no a Rose.

—Te juzgué mal, joven maestro. ¿Cómo…? ¡¿Cómo pudiste ponerle las manos encima a una joven soltera?!

Rose saltó debajo de su bata.

—¡¿Fuiste criado por padres que te dieron un ejemplo perfecto de lo que es un matrimonio amoroso, sin embargo, estás tratando de engañar a esta hermosa jovencita para que sea tu amante?!

—No lo hago, Tala. Tranquila…

—¡¿Esperas que esté tranquila, joven maestro?! ¡Te he servido desde tu infancia, pero no me ha decepcionado tanto desde el día en que te fuiste en el caballo de tu padre durante un huracán sin permiso!

—Te sigo diciendo que dejes de llamarme joven maestro. Además, ese no era yo, sino mi hermano mayor. Solo estaba sirviendo como vigía frente al establo para asegurarme de que los mozos del establo no se enteraran…

—¡Tienes excusas para todo! Nunca mencionaste nada sobre la existencia de una mujer en tu vida. ¿Es esta la razón por la que de repente la trajiste a casa contigo? ¡Y yo que me sentía aliviada de que finalmente te calmases, ya que de repente te convertiste en un hombre amoroso! ¡Chico, estaba equivocada! ¡Eres una decepción!

Tala lo golpeó con fuerza. Por lo que parece, Harij no podía hacerle frente porque las cosas habían sido así entre ellos desde que era un niño. Nadie pareció ser lo suficientemente valiente para detenerla. Varios sirvientes vieron cómo se desarrollaba la escena desde una esquina, sus rostros más blancos que la nieve.

—Dame la oportunidad de hablar primero. No he hecho una sola cosa de lo que crees que hice, Tala.

—Entonces, ¿por qué estabas discutiendo a escondidas cosas que quieres ocultarme cerca del gallinero? ¡¿Mmm?!

—No es lo que…

—Y justo ahora, cuando la señora tropezó y se cayó, ¡gritaste que tiene más en qué pensar que en sí misma!

—Déjame terminar…

Harij estaba abrumado por el implacable ataque de Tala. Ni siquiera Rose pudo pronunciar una palabra.

—¡He estado cuidando a mi señora durante más de un mes! Me preocupé cuando ella no experimentó el malestar femenino mensual durante ese tiempo, pero… ¡Nunca imaginé que era porque ya estaban involucrados en actos tan inmorales…!

Una variedad de coincidencias complicadas habían llevado a Tala a sacar una conclusión terriblemente salvaje. Rose no podía culparla por el malentendido después de escuchar su razonamiento.

—¿Me estás escuchando, joven maestro?

—Lo estoy. Pero, escúchame…

—¡Bien, bien! Los hombres siempre tratan de silenciar a las mujeres en el momento en que se encuentran en una situación precaria. ¡No permitiré ninguna impropiedad!

Las lágrimas llenaron los ojos de Tala. Incluso se la podía escuchar sollozando. Probablemente estaba decepcionada al pensar que Harij se había aprovechado de Rose. Harij estaba aún más intimidado por sus acusaciones.

—Voy a ser sincera. —Rose, inexpresiva, pero nerviosa por dentro, sacó la mano de su túnica.

—¿Mi señora? ¿Qué estás…? —Tala jadeó cuando vio lo que tenía en la mano; debió haber visto las lombrices de tierra retorciéndose dentro de la jarra llena de tierra.

—Esto es lo que le pedí que le mantuviera en secreto, señorita Tala. Esto también es lo que entendiste mal que estaba en mi vientre…

Los gusanos se retorcían, confirmando su existencia.

El silencio se apoderó de la habitación. Los sirvientes que estaban en el rincón más alejado miraban con incredulidad.

—¿Tierra… gusanos?

—Quería… darles de comer a las gallinas…

Solo entonces Tala se dio cuenta de su error. Sus ojos se abrieron mientras exclamaba:

—¡Dios mío! M-Mi señor, realmente fui demasiado lejos… Lo siento mucho.

—Seguía diciéndote que me escucharas primero.

A Harij no pareció importarle. Parecía más ansioso por terminar toda la conversación lo más rápido posible.

—También la acusé de un tema tan vergonzoso, mi señora…

—Todo está bien. Esto no es tan malo como la vez que me acusaron de ser una bruja devoradora de hombres.

—Oh, eres demasiado linda. —Tala esbozó una amplia sonrisa. Ella tomó el comentario de Rose como una broma. La frente de Harij se arrugó cuando se dio cuenta de que algunas personas realmente hablaban de ella de esa manera.

—Por cierto, me gustaría… —Rose empujó el frasco de gusanos hacia Tala, haciéndola gritar—. Guarda esto en mi habitación.

—Puede… si su señoría lo permite… —dijo Tala con voz ronca, su tono sugería que esperaba sinceramente que Harij se negara.

Rose miró a Harij. Asintió en señal de aprobación con una mirada amarga.

Tala exhaló un suspiro de desesperación y los sirvientes que miraban desde el pasillo cayeron de rodillas.

♦ ♦ ♦

Rose se despertó con el sonido de un zapato chocando con algo duro.

La habitación estaba a oscuras. Solo la luz de la luna brillaba a través de las ventanas, creando una hermosa obra de arte en el piso al enmarcar la alfombra con un borde cuadrado.

Su tranquilidad fue interrumpida por el pequeño sonido que normalmente nunca la habría molestado antes. Se levantó de la cama, frotándose los ojos somnolientos.

Sus cabellos de color rosa claro se desprendieron suavemente de las suaves y sedosas sábanas. Puso una mano sobre la mesita de noche para ayudarse a ponerse de pie.

La mesa era parte de la dote que Tien había entregado el otro día con tres burros. Rose no odiaba ver los muebles que Tien había elegido para ella en la habitación que Harij había preparado.

Después de pasar su mano suavemente sobre la mesa auxiliar, se dirigió hacia donde provenía el ruido.

Provenía de una de las habitaciones contiguas conectadas a la de ella. Se paró frente a la puerta, la única puerta que estaba cerrada.

La cual fue diseñada para ser desbloqueada solo por su lado. Pellizcó la pequeña palanca que actuaba como cerradura entre sus dedos y la abrió suavemente.

Al abrir la puerta se encontró con Harij. Por alguna razón, estaba sentado con la espalda apoyada contra la puerta. Había perdido el equilibrio cuando ella abrió la puerta y aterrizó sobre sus codos.

Se miraron boquiabiertos, como si acabaran de ver a los muertos saliendo de una tumba. Claramente, nunca esperó que Rose estuviera despierta, y mucho menos que se diera cuenta de que estaba allí.

—¿Qué estás haciendo aquí…?

—Nada…

Harij se puso de pie, sin decir nada. Su apariencia estaba en perfecto orden. Probablemente estaba a punto de irse a trabajar. Rose no podía comprender la razón por la que tenía que estar sentado perfectamente quieto frente a una puerta cerrada justo antes de ir al trabajo. Todavía estaba buscando una respuesta cuando realmente la miró, y rápidamente regresó a su habitación. Volvió con una colcha y la colocó sobre los hombros de ella. Después de todo, solo llevaba una camisa delgada.

Rose aceptó agradecida la colcha, que olía a jabón y a Harij.

—¿Siempre estás despierta tan tarde en la noche? —Harij respondió a su pregunta con otra pregunta.

Por eso los nobles son una molestia, pensó Rose, aunque le respondió de todos modos.

—No. Hoy estaba despierta.

—Ya veo.

—Sir Harij… ¿Necesitaba algo de mí?

—No… Solo, antes de ir a trabajar, pensé… No, no importa.

—¿Qué es? Es inusual que no te puedas expresar. ¿Tienes fiebre?

—No —replicó Harij hoscamente. Luego empezó a murmurar como si lo estuvieran forzando a confesar—. Solo estaba comprobando si todavía estabas adentro.

—¿Puedes ver a través de las paredes?

—No puedo. Pero puedo sentir cuando una persona está en una habitación.

Rose nunca lo había intentado antes. Ella estaba impresionada por su habilidad y exasperada por su respuesta.

—¿Por qué no estaría adentro?

—No, sabía que lo estarías, pero…

Estaba siendo evasivo de nuevo. O tal vez se trataba de que él se avergonzaba de tener que vigilarla ansiosamente a pesar de saber que estaría allí.

—Me estoy refugiando aquí porque decidimos que mi ermita es demasiado peligrosa por la noche. ¿Dónde más estaría, sino aquí?

Rose no tenía ningún otro lugar a donde ir. La conmoción congeló el rostro de Harij como si ese hecho se le acabara de ocurrir.

—Eso es cierto, ¿no?

—Sí lo es.

La expresión de Harij se volvió pensativa mientras parecía estar contemplando cosas. Incluso su rostro arrugado era hermoso. Rose nunca se cansaba de disfrutar del brillo de sus rasgos, pero por primera vez encontró algo que le interesó más que él.

Incapaz de contener su curiosidad, Rose estiró el cuello para mirar dentro de la habitación escondida detrás de él.

Descubrió por primera vez que la puerta cerrada en realidad conectaba con el dormitorio de Harij. La habitación estaba tan oscura como la de ella, pero de todos modos, trató de ver todo lo que pudo.

—¿Quieres entrar? —preguntó Harij en voz baja, después de varios segundos de silencio, al notar su interés y su cuello estirado como el de una tortuga.

Ella casi responde “Absolutamente” sin pensarlo un segundo hasta que lo miró a la cara.

Él la miraba con ojos más tranquilos que el lago nocturno en pleno invierno. Su curiosidad se disipó de inmediato. El miedo vino en su lugar.

Tenía el presentimiento de que en el momento en que aceptara su invitación, todo en su relación cambiaría. Puede que Rose no entendiera lo que implicaba su invitación, pero sus instintos la llenaron de pavor.

La tensión entre ellos se desvaneció instantáneamente. La comisura de los labios de Harij se arquearon.

Él colocó su mano sobre su cabello revuelto y lo despeinó.

—Me alegro de poder verte, aunque sea brevemente. Puedes volver a dormir —dijo antes de desaparecer en la oscuridad más allá de la puerta abierta.

Rose se dio cuenta de que le había concedido misericordia esa noche, pero no tenía ni idea de qué era. Todo lo que pudo hacer fue mirar sin cesar a su puerta mientras estaba envuelta en la colcha que olía a él.

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