Princesa Bibliófila – Volumen 5 – Arco 2 – Capítulo 1: La Mansión del Crepúsculo

Traducido por Ichigo

Editado por Sakuya


Una ráfaga de viento azotó la maleza. Era pleno verano. Después de un largo periodo de tiempo despejado, hoy estaba nublado. En lugar de los rayos del sol, el aire tibio acariciaba nuestra piel. La ligera brisa agitaba la hierba y los arbustos crecidos, y justo al lado había un jardín cuyas numerosas plantas llevaban un tiempo desatendidas. La verja que teníamos detrás crujió. Dos mujeres me flanqueaban por ambos lados, aferrándose a mis brazos mientras contenían la respiración. Sobre todo se alzaba una mansión abandonada desde hacía tiempo. El tiempo la había dejado en mal estado y un aire de melancolía se cernía sobre ella, agravado por las oscuras nubes que la cubrían.

Una de las chicas, que se aferraba a mí, tragó saliva y se armó de valor para decir:

—De verdad parece encantada. Pero, no pasa nada. Tenemos a la señorita Eli de nuestro lado. Ojo por ojo, fantasma por fantasma.

Yo, Elianna Bernstein, solté un suspiro al recordar nuestra conversación anterior.

—¿Una sesión de espiritismo para la nobleza?

Era por la tarde. Iba en un carruaje con Jean y dos de mis primas, Julia y Lilia.

Una de mis mejores amigas, Lady Therese Ardolino, había descubierto que estaba embarazada hacía unos días. Hoy la hemos visitado para entregarle un regalo de felicitación. Después de charlar un poco, nos despedimos de ella y volvimos a casa.

Nuestra conversación había sido distendida mientras charlábamos con Lady Theresa, pero una vez en nuestro carruaje, las chicas cambiaron al tema de moda en la corte.

—¿Recuerdas el libro que estabas leyendo antes, “Cien historias de misterio en la capital”? En el se menciona la Mansión del Crepúsculo. Este último tiempo, algunos nobles se reúnen ahí en secreto para celebrar sesiones de espiritismo. Bastante interesante, ¿no cree, señorita Eli?

El rostro de Lilia se iluminó de curiosidad. Solo tenía quince años.

Ladeé la cabeza, confundida sobre qué parte le parecía tan interesante. Cien historias de misterio era una colección de relatos sobre fenómenos anómalos en la capital, así como historias extrañas de la vida cotidiana de la gente. Me gustó el libro, pero las sesiones de espiritismo nunca me habían atraído.

Frustrada por lo espesa que estaba siendo, Lilia frunció el ceño y dijo:

—La mansión está encantada. Por eso se celebran ahí las sesiones de espiritismo. En vez de limitarte a leer sobre esos fantasmas que tanto te gustan, quizá deberías ir a ver una por ti misma.

Te equivocas, Lilia. Que me guste el libro no significa que me gusten los fantasmas.

—Estas sesiones de espiritismo son por la noche, así que por supuesto no podremos participar, pero, aun así, podríamos ir al lugar. Vamos, señorita Eli, ¿no podemos hacer un pequeño desvío?

En otras palabras, era su forma de incitar a pasar por ahí para poder echar un vistazo.

Bueno, no tengo nada más planeado después de esto…

Mientras estaba ahí sentada, Julia regañó a su hermana pequeña.

—Eli está comprometida con el príncipe heredero. No puede ir a ningún sitio por capricho.

Sus palabras me aceleraron el pulso y me invadió una sensación de calidez. Desde que el príncipe y yo confirmamos nuestros sentimientos el uno por el otro, todos los días habían sido brillantes y llenos de alegría. Aunque, a menudo, me quedaba descolocada por la abundancia de cariños que me prodigaba. Los que estaban cerca cuando ocurría siempre tenían miradas incómodas en sus rostros.

El ánimo de Lilia se vio un poco mermado por la amonestación de su hermana, pero, aun así, me miró suplicante.

—¿No hay forma de convencerte de que vayas?

Lilia había debutado en la alta sociedad el año pasado. Insistía en mantenerse al día de las últimas tendencias y cotilleos entre los demás nobles, aunque sus acciones se debían más a la curiosidad que a otra cosa.

Le dediqué una sonrisa tensa y asentí con la cabeza.

—Supongo que si es solo por un rato.

—¡Woohoo!

Lilia aplaudió.

Julia frunció las cejas, sin saber qué decir.

Jean, por su parte, arrugó la nariz.

—Si nos salimos de lo previsto, el señor de los demonios bajará de su trono del mal —murmuraba para sí, pero yo no tenía ni idea de lo que significaba.

Bajamos del carruaje y tomamos un estrecho camino hasta la residencia en cuestión. La Mansión del Crepúsculo, como se llamaba en Cien historias de misterio en la capital, fue en su día la propiedad de una noble que sufrió una gran desgracia de morir de forma prematura. Incapaz de descansar en paz, su espíritu se quedó rondando por los pasillos de la mansión. Tras su muerte, la mansión quedó abandonada.

De pie frente al lugar, era fácil ver por qué se incluyó en un libro sobre embrujos. La mansión estaba sola, ya que no tenía habitantes. Había grietas en el exterior y la hiedra trepaba por las paredes. Estaba tan deteriorada y era tan espeluznante que no me extrañaría nada que hubiera fantasmas.

Como era de esperar, Julia y Lilia estaban demasiado intimidadas para acercarse. Jean se limitó a observar el edificio y murmuró:

—Echaré un vistazo por el perímetro.

Como mis dos primas seguían congeladas en su sitio, dije:

—Bueno, ya que lo hemos visto, ¿nos vamos a casa?

Lilia dio un respingo de sorpresa y abrió la boca para protestar justo cuando empezaba a llover a cántaros.

—Dios mío.

Miré hacia arriba mientras las nubes desataban su furia, enviando grandes gotas en cascada hacia nosotras.

—¡Oh, no! —exclamó Lilia mientras me empujaba por detrás. Las tres nos apresuramos hasta la entrada de la mansión, refugiándonos bajo los aleros. Unos segundos después, una fuerte lluvia comenzó a golpear el tejado. Fue un aguacero repentino que dejó grandes charcos por todo el suelo por donde habíamos caminado momentos antes. Un viento helado rugía a nuestro alrededor mientras las nubes se cernían sobre la zona, sumiéndola en una lúgubre oscuridad. Nos apiñamos para entrar en calor.

La lluvia torrencial no parecía que fuera a mainar pronto. Empezamos a inquietarnos sobre qué hacer cuando de repente oímos el tintineo de un reloj de péndulo. La puerta que teníamos detrás se abrió de manera brusca y una voz se oyó:

—¿Señoritas?

—¡Eep! —gritó Julia mientras nos dábamos la vuelta.

Recordé tarde entonces que Julia no llevaba bien nada relacionado con el terror. Entonces, ¿por qué no se opuso con más fuerza a venir aquí en primer lugar?

Nuestros ojos se posaron en un anciano. Tenía una expresión cálida y una atmósfera elegante, lo que le hacía parecer muy fuera de lugar dada la mansión encantada que tenía detrás. Tras mirarnos, pareció adivinar a qué veníamos.

—Han llegado demasiado pronto. La sesión no se celebrará hasta mucho más tarde. Aun así, deberían entrar para refugiarse de la lluvia.

Las tres intercambiamos miradas.

Para tranquilizarnos, nos explicó que los nobles le habían contratado como vigilante para mantener el lugar en orden mientras ellos celebraban sus sesiones.

—Y aunque aún sea verano, tomarán frío si se quedan fuera con ese tiempo —dijo el hombre antes de hacernos señas para que entráramos una vez más—. Por favor, pasen.

Asentimos, aceptando quedarnos solo hasta que dejara de llover, y nos aventuramos a entrar. Aunque era sorprendente, el interior no se parecía en nada al deteriorado exterior. Lo habían limpiado a fondo, lo cual no era del todo sorprendente, ya que los nobles celebraban aquí sus sesiones de espiritismo. Sin embargo, el lugar carecía de iluminación suficiente. La poca que había proyectaba sombras por todas partes.

Lilia y Julia se pusieron a cubierto detrás de mí, utilizándome como escudo mientras avanzábamos por el pasillo. La forma en que se aferraban a mi espalda me recordaba al fantasma del Viejo Llorón sobre el que leí en Cien cuentos de misterio en la capital. El Viejo Llorón se aferraba a su víctima, presionándose contra su espalda mientras su peso aumentaba  de a poco hasta aplastarla hasta la muerte.

—Conociendo a la señorita Eli, tengo la sensación de que si se encontrara con un fantasma, la confundirían con uno de los suyos —dijo Lilia.

—Tienes razón en eso —convino Julia—. No podemos bajar la guardia. Si el fantasma va a poseer a alguien, no elegirá a Eli. Nosotras somos las que estamos en peligro.

Lo único que saco en claro de todo esto es, que las dos tienen delirios muy descabellados sobre la clase de persona que soy.

El anciano recorrió los pasillos con un paso seguro que decía que ya los había atravesado muchas veces. Nos condujo a una sala repleta de cuadros.

—Dios mío, este lugar es…

Mi voz se entrecorta mientras miro fascina a mi alrededor.

Como si pudiera leerme la mente, el anciano se rio y asintió.

—Entonces, ¿qué retrato estás buscando?

—¿Perdón? —solté, ladeando la cabeza.

Sonrió.

—En una sesión de espiritismo se invoca a los espíritus de los muertos. Por eso, los nobles siempre traen un retrato de la persona con la que quieren conectar. Al igual que ustedes, señoritas, muchas otras jóvenes vienen aquí para ver a hurtadillas con quién intenta conectar su marido o amante.

—Vaya.

Me sorprendió un poco aquella revelación. No sabía muy bien en qué consistía una sesión de espiritismo, pero era la primera vez que oía que se necesitaba un retrato para llevarla a cabo.

El hombre desvió la mirada hacia los cuadros, con ojos melancólicos.

—Guardamos los retratos aquí antes de llevarlos después al templo. Si desea buscar entre ellos, ahora es su única oportunidad.

Por un momento, pareció como si intentara incitarnos a ello, pero luego dijo:

—Sin embargo, aunque hay muchos tipos de sesiones de espiritismo en todo el mundo, los que realizamos en la Mansión del Crepúsculo son siempre sinceros y respetuosos. Una vez que se utiliza un retrato en una sesión, el propietario no puede llevárselo a casa. Nos deshacemos de ellos después de que el propietario haya entrado en contacto con el espíritu. Ésta es la norma. Las sesiones de espiritismo son solo para aquellos que están tan desesperados por reencontrarse con un espíritu y comunicarse con él siempre que estén dispuestos a perder ese retrato para siempre. Aprender los secretos de la comunicación con los muertos requiere un sacrificio equivalente —explicó con voz firme.

Se hizo el silencio durante unos instantes antes de que Lilia se armara de valor para suplicar al anciano. Mis ojos se abrieron de par en par cuando ella habló.

—¿Cuál de estos trajo el hijo del vizconde Earnshaw?

—¡Lilia! —exclamó Julia.

Lilia rebatió:

—Si no buscamos ahora, ¿para qué hemos venido? Tú también quieres saberlo, ¿no?

—Sí, pero…

—Tú eres la que estaba tan preocupada por lo extraño que ha estado actuando tu prometido este último tiempo. Por eso te hablé de los rumores que oí… de que participa en esas sesiones de espiritismo.

Después de escuchar su intercambio, por fin entendí lo que estaba pasando. Julia tenía la misma edad que yo -dieciocho años- y hacía apenas un año que se había prometido con el hijo de un vizconde. Había visto al hombre varias veces. Se llama lord Rupert Earnshaw. Tiene veintitrés años. Por lo que había visto de él, era más callado y reservado que otros nobles de su edad, pero tenía opiniones firmes y no temía expresarlas. Si Julia y él se casaban, su unión prometía ser sólida, en la que ambos se apoyarían el uno al otro. O eso creía yo. ¿Acaso ahora no estaban de acuerdo?

—Hmm…

El anciano comenzó a mirar entre los retratos.

—El hijo del vizconde Earnshaw, dice usted…

Julia y Lilia lo observaban con la respiración contenida, esperando a que se detuviera en el retrato que pertenecía a Lord Rupert.

—Un momento —solté sin pensar, interrumpiéndolas.

Si las cosas seguían así y ella revelaba uno de los secretos de su prometido, ¿cómo sería entonces su relación? ¿No se arrepentiría Julia más tarde de sus actos?

—Julia, creo con sinceridad que deberías hablar con lord Rupert y preguntárselo tú misma —le dije.

Sus labios se tensaron. Incluso ella sabía que lo que estaba haciendo estaba mal. Sin embargo, tenía demasiado miedo de preguntárselo de frente. Saber que él guardaba secretos la ponía ansiosa.

—Los dos están comprometidos —continué—. Si hay alguna razón por la que no pueda revelarte la verdad, estoy segura de que te lo dirá…

—¡¿Qué sabrás tú?! —bramó, lo cual era raro en Julia; que era muy tranquila—. El príncipe Christopher te ama demasiado. Los dos querían casarse y por eso se comprometieron. Yo solo encontré a mi pareja gracias a las conexiones de mis padres y porque estoy emparentada con la prometida del príncipe heredero. Mi situación es muy diferente a la tuya. Lord Rupert no podría rechazarme aunque quisiera. Tal vez ya tuviera a otra persona que amara.

Su voz temblaba mientras casi sollozaba las palabras.

—¡No hay forma de que se lo pida, no si ese es su secreto!

Con velocidad se dio la vuelta y salió corriendo de la habitación.

—¡Julia!

Lilia gritó tras su hermana, presa del pánico. Corrió hacia la puerta y se detuvo para mirarme.

—Lo siento, señorita Eli.

Su cara estaba llena de culpa mientras desaparecía por el pasillo.

Me quedé ahí, abandonada, con la única compañía de nuestra guía.

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