Traducido por Shiro
Editado por YukiroSaori
Jamás imaginó que regresaría dispuesto a declarar su amor, solo para presenciar cómo el doctor tomaba la iniciativa de besar a Zhao Lingfeng. Los celos ardientes lo consumían, corroían su interior como si se tratara de ácido sulfúrico.
Cuando abrió la puerta del laboratorio y se encontró con la familiar escena de celebración, de inmediato comprendió que el doctor había logrado su objetivo. Quería encontrarlo con desesperación, ser el primero en abrazarlo, el primero en compartir su victoria. Pero la persona que merecía ese abrazo más que nadie se había retirado en silencio, alejándose del bullicio para refugiarse en la soledad.
Instintivamente, Lei Chuan alzó la vista hacia el último piso y subió corriendo a toda velocidad. Había imaginado esta escena incontables veces: el día en que la vacuna fuera un éxito, él cargaría al doctor, lo llevaría al techo paso a paso, y juntos contemplarían el atardecer.
Sin embargo, una vez más, dejé pasar la oportunidad.
¿Por qué el destino siempre parece burlarse de mí?
Al mismo tiempo, Zhou Yunsheng también cuestionaba su propio y cruel destino. Siempre había creído que Zhao Lingfeng era su amor. En cada mundo, esa persona tomaba la iniciativa de estar a su lado, amándolo y protegiéndolo en silencio. Zhao Lingfeng encajaba a la perfección en ese papel. Zhou Yunsheng también había pensado que, tan pronto como desarrollara la vacuna con éxito, podría liberarse de la constante vigilancia de Lei Chuan y, juntos, él y Zhao Lingfeng encontrarían un lugar tranquilo donde pasar el resto de sus días.
Pero se había equivocado. Zhao Lingfeng no era la persona que estaba buscando.
¿Dónde demonios está ese hombre?
Miró hacia el cielo, pero solo encontró confusión. No podía sentir su presencia, y, salvo por un beso, no había nada que lo conectara con él. En cada vida, aquel hombre había sido quien daba el primer paso para aparecer y cuidarlo. Lo había perseguido por innumerables vidas, y Zhou Yunsheng había bajado las defensas de su corazón para dejarlo entrar.
¿Acaso existe una regla que decrete que debe permanecer a mi lado para siempre? Tal vez solo quería aprovecharse de mi poder. Quizás no es más que un cúmulo de códigos que volvió a la normalidad luego de corregir el error. O peor aún, quizás es un ser libre que simplemente estaba jugando un juego.
Pero Zhou Yunsheng era real. Su amor era real. Y ya estaba demasiado involucrado, inextricablemente unido, y le era imposible desvincularse.
Por primera vez, Zhou Yunsheng sintió una profunda y desgarradora fatiga en su pecho. De repente, su cuerpo se sintió pesado, y su alma, débil. Sus ojos se nublaron mientras lentamente empezaba a despojarse de su esencia, desanclando su espíritu. Ya no quedaba nada para él en este mundo.
Fue en ese instante cuando la puerta se abrió, revelando a Lei Chuan de pie en la entrada, su expresión indescifrable.
El doctor no lloraba, pero había en sus ojos un dolor indescriptible, una tristeza tan profunda que parecía desgarrar incluso su alma. Era como si, a través de esas claras pupilas, Lei Chuan pudiera observar su corazón roto. En ese momento, un amargo arrepentimiento lo invadió: fue un error haber dejado escapar a Zhao Lingfeng solo con esa leve herida.
¿Por qué tiene que ser Zhao Lingfeng? ¿Por qué no puedo ser yo?
Se acercó lentamente, se sentó junto al doctor y, en un murmullo lleno de inseguridad, dijo:
—Doctor, ¿puedo contarte una historia?
—¿Qué historia? —respondió Zhou Yunsheng con tono distante e indiferente, mientras luchaba contra el dolor atroz que conllevaba de desprender su alma de su cuerpo.
—Había una vez un hombre con un físico singular, quien fue capturado por un científico y convertido en sujeto de experimentación. El científico lo sometió a crueles métodos de estudio. Cuando su hermano de armas irrumpió en el laboratorio en un intento por rescatarlo, fue asesinado ante sus ojos. El trauma resultante fue insoportable y, en su desesperación, el hombre optó por suicidarse. Sin embargo, no encontró la muerte; su alma se transformó en un espíritu, atada eternamente al científico.
»El hombre creía que el científico era un demente perverso, pero la verdad era que sus acciones estaban motivadas por un deseo genuino de salvar a la humanidad. Valiente, pero obstinado, su corazón era simple y puro; a veces increíblemente inteligente, pero en otras ocasiones, terriblemente ingenuo. Tan ingenuo que sacrificó su vida en aras de brindar esperanza a la humanidad. Al principio, el hombre odiaba al científico, pero con el tiempo logró calmar su resentimiento, y eventualmente no pudo contener el amor que había crecido dentro de él.
A medida que Zhou Yunsheng escuchaba esta historia, un creciente miedo le fue envolviendo. Comprendió que lo que Lei Chuan le relataba era su propia experiencia de una vida pasada.
¿Estuvo su espíritu ligado a mi?
Lei Chuan tomó la mano del doctor y continuó:
—Ese hombre era yo, y doctor… ese científico eras tú. Esa fue nuestra vida pasada. Para apoderarse de tus investigaciones, la Base B te asesinó, y yo elegí autodestruirme nuevamente. Cuando abrí mis ojos al renacer, juré que nunca permitiría que nadie te hiciera daño. Te amo, doctor.
Zhou Yunsheng lo miró, atónito y sin saber cómo responder.
Lei Chuan lo abrazó con fuerza, su voz trémula:
—Si debes amar a alguien, entonces elige amarme a mí, porque no podría soportar la idea de que ames a otro hombre. —Con esas palabras, inclinó su cabeza y rozó suavemente los labios pálidos del doctor.
Poco a poco, profundizó el beso, y a pesar de que su pecho ardía de celos y violencia, su ternura prevalecía; no deseaba ser rudo con el doctor ni causarle daño.
Una sensación familiar recorrió el alma de Zhou Yunsheng, y de repente todo cobró sentido. Cuando había besado a Lei Chuan en su vida pasada, no había sentido nada especial porque había estado besando un cascarón vacío.
El destino había dado un giro inesperado, arrastrándolo a un abismo, pero ya era demasiado tarde.
Empujó a Lei Chuan, esbozando una sonrisa amarga antes de toser sangre. Una vez que comenzaba el proceso de desvincular su alma, no podía dar marcha atrás; debía irse.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —preguntó, cada palabra impregnada de sangre que se derramaba de su boca.
La sangre de Lei Chuan se heló mientras agarraba desesperado al doctor, intentando contener el flujo de sangre que brotaba de su boca. Sin embargo, la sangre manchaba sus manos, y el mundo a su alrededor se desmoronaba.
—¿Por qué está pasando esto? ¿No estabas bien ayer? —Su voz se quebraba mientras intentaba inútilmente usar su habilidad curativa en el cuerpo del doctor, solo para darse cuenta con horror de que no funcionaba.
Zhou Yunsheng negó con la cabeza y sostuvo con firmeza su mano helada mientras hablaba con dificultad:
—Te esperaré en la siguiente reencarnación… Apresúrate… y encuéntrame. Me siento agotado cuando no estás conmigo… No puedo soportar… estar separado… ¿Me escuchas?
Lei Chuan, sumido en una miseria silenciosa, se quedó sin palabras. No quería prometer un futuro en una próxima reencarnación. Lo deseaba en esta vida, en la siguiente y en todas las que vinieran. Quería que estuviera a su lado para siempre. No podía soportar verlo partir de esta manera, con su cuerpo empapado en sangre.
Al no recibir respuesta, Zhou Yunsheng usó las últimas fuerzas de su vida:
—Quiero que me lo prometas… Prométeme… que me encontrarás. Déjame ir en paz… por favor… ¿puedes hacerlo?
—Sí… Lo prometo… En la siguiente reencarnación, no importa dónde estés, ¡te encontraré! —Ley Chuan hundió su rostro en el pecho del doctor, que se agitaba con dificultad, y sollozó.
Zhou Yunsheng se sintió aliviado y dejó que su alma fuera arrojada al vacío por la conciencia del mundo.
El cuerpo en sus brazos fue perdiendo poco a poco la temperatura, y su corazón se rompió en pedazos.
Si el doctor no está en este mundo, ¿qué sentido tiene mi existencia? Si entre todas esas caras llenas de vida solo falta la del doctor, ¿qué clase de futuro, por hermoso que sea, vale la pena?
Se dio cuenta de que el doctor se había convertido en la razón de su vida.
Apoyando su mejilla ensangrentada en la frente del doctor, sonrió con suavidad, aunque su cuerpo comenzaba a liberar una energía aterradora.
Guo Zerui sintió la presión y corrió escaleras arriba, horrorizado ante la escena que presenció. No sabía cómo había muerto el doctor, pero entendía que no podía permitir que Lei Chuan continuara. Si un usuario con habilidades de nivel Emperador se autodestruía, la explosión sería suficiente para sepultar toda la Base de Suzhou con él.
—¡Jefe! ¿Olvidaste por qué el doctor usó toda su energía en desarrollar la vacuna? ¡Él ama esta tierra, ama a todas las criaturas de este lugar! ¿Tienes corazón para destruir todo lo que él amaba? ¡No! ¡Detente! ¡El doctor sigue en tus brazos, no lo destruyas!
La última frase tuvo un efecto inmediato, y la sofocante presión se desvaneció de repente. Lei Chuan sostuvo el cuerpo del doctor y saltó del borde del edificio de treinta metros, desapareciendo de la vista.
♦ ♦ ♦
Seis meses después, Lei Chuan, con la barba larga, regresó a la base llevando al doctor en sus brazos. Sin embargo, su cuerpo no parecía el de un cadáver, ya que Lei Chuan había inyectado una gran cantidad de poder curativo en él a diario. No solo el cuerpo del doctor no se había descompuesto, sino que su tez incluso lucía más saludable que cuando estaba vivo; parecía simplemente dormir.
Lei Chuan fabricó un ataúd de cristal con vidrio templado de meteoritos, donde lo almacenó al Dr. Bai y lo llevó consigo a todas partes. La imagen de él cargando el ataúd hacia una horda de zombis, eliminando todo lo que se interponía en su camino, se convirtió en un recuerdo indeleble para muchos.
Con el tiempo, su comportamiento se volvió cada vez más excéntrico, enfrentándose a situaciones peligrosas con valentía. Su heroico desprecio por la muerte generaba admiración, pero también miedo. Solo Guo Zerui sabía que lo que realmente buscaba era la muerte. Desde el momento en que el doctor cerró los ojos, Lei Chuan dejó de ser humano; se convirtió en un zombi. Pero, como el doctor amaba la Tierra y anhelaba restaurar el mundo a su belleza original, él permanecía atrapado en este mundo, desprovisto de emociones, masacrando a todos los zombis que encontraba.
Estaba dispuesto a pagar cualquier precio por el doctor, incluso el de sacrificar su propia vida y alma.
Un día, Lei Chuan atacó la Base B, aniquilando casi a todos los altos mandos de la instalación. La batalla fue especialmente brutal contra una usuario con habilidades de hielo de nivel once. No se conformó con destruir su núcleo, sino que lo evisceró, desolló su piel hasta los huesos y colgó su cuerpo en la pared para que todos lo vieran.
Su brutalidad provocó la indignación pública, pero, gracias a la protección de la Base de Suzhou, nadie se atrevía a tocarlo.
Ocho años después, un zombi de nivel Emperador apareció y destruyó, por sí solo, varias bases pequeñas y medianas. Cuando Lei Chuan se enteró de la noticia, lo persiguió día y noche. Por fin, cuando acorraló al zombi en el desierto del noroeste, autodestruyó su núcleo para matarlo.
Cuando Guo Zerui y Zhao Lingfeng llegaron con un equipo de usuarios con habilidades, lo único que encontraron fue un enorme cráter, como si una bomba atómica hubiera explotado. En el centro del cráter yacía intacto el ataúd de cristal. Incluso en sus últimos momentos de autodestrucción, Lei Chuan no olvidó reservar suficiente poder para proteger a su amado, aunque ese ser ya no pudiera abrir los ojos para verlo.
Guo Zerui y Zhao Lingfeng se arrodillaron en el cráter y lloraron amargamente. Eventualmente, retiraron con sumo cuidado el ataúd de cristal, usando todos los métodos disponibles para garantizar que el cuerpo del doctor permaneciera intacto.
Muchos años después, cuando el mundo se había liberado por completo de las sombras del apocalipsis, ese cadáver se convirtió en un objeto sagrado que muchos visitaban regularmente para rendir homenaje. Los nombres de Bai Mohan y Lei Chuan fueron honrados y grabados para siempre en los libros de historia.
