Querida “amiga” – Capítulo 43: ¿Tiene algo que decirme?

Traducido por Lugiia

Editado por Ayanami


Quería preguntarle a Xavier por qué él y Klaude tenían una relación tan tensa, pero pronto me di por vencida con la idea. Probablemente, era demasiado personal para que yo me entrometiera. Después de todo, tampoco me gustaba cuando alguien me preguntaba sobre mi relación con Dorothea.

—Ya veo —dije brevemente, y luego mantuve la boca cerrada.

Xavier me miró fijamente y volvió a hablar un momento después.

—¿No preguntarás por qué?

—Ah… —Lo miré, curiosa—. ¿Se me permite preguntar sobre ello?

—Jajaja.

Cuando Xavier escuchó mi pregunta, de repente, empezó a reírse en vez de responder. Me sorprendió su comportamiento inesperado y me pregunté si había hecho algo mal.

Después de un tiempo, su risa se desvaneció.

—Lo siento, lady Mariestella. Eso fue grosero de mi parte.

—No. ¿Cometí… un error?

—No, mi lady. No es por eso que me reí. —Aclaró su garganta y continuó sus palabras—. No esperaba que hiciera eso.

—Si no quiere hablar de algo, no tiene que hacerlo, Su Alteza —le reaseguré—. ¿No tiene todo el mundo algo de lo que no quiere hablar?

—Para ti, esa es lady Cornohen, ¿correcto? —Preguntó.

—No se equivoca. Claramente, ella no es el tema de conversación más agradable para mí. —Mis labios temblaron un poco—. ¿La existencia del duque también es igual para ti?

—No se equivoca —continuó con una sonrisa—, pero, tal vez, esté bien hablar de él si mi compañera de conversación eres tú.

—¿Qué quiere decir?

—Cuando visitó por primera vez el Palacio Thurman, prometió ser, a veces, mi compañera de conversación.

—Sí, Su Alteza. Lo recuerdo.

—Sólo hay unas pocas personas con las que puedo hablar abiertamente. Usted es una de esas pocas. Así que pensé que estaría bien hablar del tema contigo.

—Sería un honor —respondí, pero seguía desconcertada.

—Por supuesto, sólo si tienes curiosidad —añadió Xavier.

—Para ser honesta… tengo curiosidad —confesé.

—Aunque cuando lo escuches, podrías pensar que en realidad no es nada. Como dije antes, el duque y yo éramos rivales —continuó con una sonrisa en sus labios—. Nos conocimos en la Academia Imperial Yonas a los nueve años. Klaude era un niño muy arrogante y orgulloso.

Xavier llamó a Klaude de forma natural por su primer nombre, no por su título de “Duque Escliffe”. Me sorprendió el repentino cambio de dirección. Tal vez, lo dijo sin pensarlo, porque estaba hablando de los viejos tiempos.

—No sé si era así porque se lo habían inculcado desde niño, ya que era el próximo Duque Escliffe, o si esa era su verdadera personalidad. De todos modos, era el más franco de todos los nuevos estudiantes.

Supuse que probablemente eran las dos cosas. La personalidad estaba muy influenciada por la posición.

—Curiosamente, no odiaba a Klaude. Y no sé si es porque soy el Príncipe Heredero, o tal vez porque fui el mejor estudiante en el examen de ingreso, o por otra razón, pero él tampoco me odiaba. Éramos inseparables. Si tuviera que definir nuestra relación… éramos como mejores amigos.

Después de eso, Xavier debió tener mucha sed, ya que tomó un sorbo del vaso de agua que estaba a su lado antes de continuar.

—Fuimos de esa manera durante casi cinco años. Era mi mejor amigo, pero también era mi rival amistoso que alternaba entre el primer y el segundo lugar. Luego, en el verano de nuestro quinto año, cuando regresé al Palacio Imperial para pasar mis vacaciones como siempre…

Las palabras de Xavier se fueron desvaneciendo, y un ceño fruncido se arrugó en su frente. Parecía que había tocado un mal recuerdo. La atmósfera, que había sido de un verde tranquilo, de repente, se volvió negra, y me sentí intimidada.

—Su Alteza —me aventuré con cautela.

Al no obtener respuesta, pregunté.

—¿Se encuentra bien?

—Ah… —Su frente se relajó y me miró.

—No tiene que continuar —le dije, ansiosa—. Supongo que aún no es el momento para esto.

—Lo siento, lady Mariestella. He sido grosero.

—No, Su Alteza. Está bien —dije, negando suavemente con mi cabeza—. No quiero apurarle. Supongo que todavía es demasiado pronto para que me lo cuente. En otro momento podría contármelo…

—Sí… lo haré algún día.

Justo a tiempo, un sirviente trajo un plato de lechón frito, y el tema, afortunadamente, terminó allí. Corté la carne con mi cuchillo. Por lo que vi, la relación entre Klaude y Xavier, parecía ser más profunda y complicada de lo que pensaba. No debería intentar curiosear cuando Xavier aún no ha terminado de procesarla, tanto por su bien como por el mío.

Los platos principales continuaron apareciendo en un flujo constante. Durante ese tiempo, Xavier y yo nos esforzamos por sacudirnos la incómoda atmósfera de antes y sólo hablamos de asuntos personales.

Cuando la comida terminó, lo que había sucedido antes se había olvidado por completo. Cuando estaba a punto de comer los bizcochos caseros de almendras y el helado de fresas de postre, recordé el pañuelo.

—Ah, Su Alteza. Le he traído algo.

Xavier me miró, y con una sonrisa, saqué la caja que había traído.

—No me pareció cortés venir con las manos vacías… pero tampoco pensé que le gustaría un regalo caro.

Le pasé la caja de regalo a Xavier, y él la aceptó con una expresión ilegible. Cuando la abrió, sus ojos se abrieron de par en par.

—¿Hice algo mal? —Pregunté, preocupada. Su reacción fue peor de lo que esperaba.

—¿Perdón? —Dijo, como si estuviera sorprendido—. En absoluto, lady Mariestella. Me gusta mucho.

—¿En serio? —Pregunté, dudosa—. Pensé que no le gustaba.

—Para nada —negó Xavier, moviendo también de un lado a otro su cabeza. Me sentí extrañamente aliviada por su enfática respuesta—. Es un regalo muy considerado. ¿Lo has bordado tú misma?

—Sí —respondí con una tímida sonrisa—. Pero no soy muy buena en eso.

—No, lady Mariestella. Esto es asombroso. Muchas gracias. El escudo de la Casa Imperial es un diseño algo complicado. Debe haber trabajado duro en eso.

—Me alegra que le guste.

Mi pecho se hinchó con orgullo, al reconocer mi duro trabajo. Tomé un bocado de helado, sintiéndome mucho mejor que antes.

Entonces, el tema menos agradable apareció en mi cabeza.

Ah, las hojas de té.

Esa era la razón principal de mi visita al Palacio Thurman. El pensar en Dorothea me hizo fruncir el ceño.

¿Por qué me encontraba en esta situación? Me sentía arrepentida. Si podía, quería cambiar por completo la situación y dejarla ir, pero era aún más molesto porque sabía mejor que nadie que no podía hacerlo.

Todo fue culpa mía.

No merecía estar enfadada por nada más. De todos modos, fue mi culpa.

—S-Su Alteza —dije, sacando cuidadosamente el tema.

—Sí, lady Mariestella. —Xavier me miró con la expresión más sincera—. ¿Tiene algo que decirme?

—Es sobre el té Nilgiri[1] que me envió cuando estaba en cama, enferma. — Dudé por un momento antes de continuar—. ¿Puedo comprar un poco más?

—¿Perdón?

—Yo… quiero decir, cometí un error, y estoy en una situación en la que prometí darle a alguien las hojas de té que me dió. —Mi cara ardía de vergüenza, pero me obligué a decir todo lo que quería decir—. Sin embargo, es grosero para mí regalar las hojas de té que me regalaste, y no quiero hacer eso.

Al no obtener respuesta, continué.

—Así que, si no le molesta, quiero comprarlo por separado. ¿Es posible?

—Hmm… —Xavier permaneció en silencio durante un tiempo. A medida que su silencio se extendía, también lo hacía mi ansiedad. Cuando me cansé de esperar, casi me disculpé por pedirle un favor demasiado grande. En ese momento, decidió hablar.

—¿Es lady Cornohen? —Preguntó.

—¿Perdón? —Dije bruscamente, asustada ante la repentina mención del nombre.

—¿La que quería las hojas de té es la hija de Cornohen?

¿Cómo lo sabía?

Tartamudeé, aturdida por sus palabras, y Xavier adivinó la respuesta por mi rostro.

—Ya veo —murmuró.

—¿C-Cómo lo supo?

—Porque ella es la única que te pediría algo así.

Puede haber sido un truco de la luz, pero, de alguna manera, parecía molesto.

—Por favor, no piense demasiado en lo que acabo de decir, Su Alteza. Siento haberle pedido demasiado —dije humildemente.

—No, lady Mariestella. No es ningún problema. —Después de decir eso, añadió de forma casual: —Simplemente, te lo daré.

Oh no.

—Me sentiría mal por eso —protesté.

—Me sentiría peor si paga por las hojas de té que le di como regalo. Por favor, acepte mi sinceridad. Me encargaré de ello por usted.

Xavier habló en un tono firme. Dudé por un momento y luego asentí.


[1]El té Nilgiri se produce en las montañas Nilgiri, también conocidas como Montañas Azules, ubicadas en el sur de India. Posee un efecto diurético y antioxidante.

4 respuestas a “Querida “amiga” – Capítulo 43: ¿Tiene algo que decirme?”

  1. Ay, no, que dulce todo hasta que mencionan a la mal educada de Dorothea unu
    Espero que el príncipe la ayude y nos saque de la duda sobre su pasado con el duque uwu

    Gracias por la traducción 💚✨

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