Sentido Común de una Casa Guerrera – Capítulo 138: Las lágrimas de mi padre

Traducido por Lugiia

Editado por Sakuya


Después de aniquilar por completo al enemigo en el Principado de Rinmel, me reuní con las tropas de mi hermano y regresé al reino de Tasmeria.

Luego de haberle confiado a Abel a Alf, decidimos hacer en secreto un servicio fúnebre para Anna y los miembros fallecidos del cuerpo de guardias en el territorio Anderson antes de dirigirnos a la capital.

Aunque el reciente disturbio no se hizo público, el territorio estaba envuelto en una atmósfera algo agitada.

—Has regresado, Mellice…

—Estoy en casa, padre.

Cuando llegué a la mansión, mi padre me saludó con una expresión bastante cansada.

—Padre…, hiciste un gran trabajo.

—Sí, tú también… Buen trabajo.

—¿Qué pasó con el tío Wels y Salome…? —pregunté mientras me sentaba frente a él y tomaba una taza de té negro.

—Wels fue… eliminado durante la guerra. Salome sigue viva, pero… le darán una taza con veneno mañana.

—Ya veo…

—¿Verás a Salome por última vez…?

—No… Incluso si lo hiciera, no lograría nada con ello.

Para ser honesta, no tengo ningún recuerdo de ella. Incluso si la visitara, probablemente tampoco quisiera pasar sus últimas horas conociéndome.

—Esto es solo por curiosidad, pero… ¿por qué Salome ayudó a Nord?

—Porque estaba celosa de ti…

No pude evitar reírme ante las palabras de mi padre.

Aunque mi reacción fue bastante imprudente, lo inesperado de su respuesta me pareció gracioso.

—¿Celosa de mí…? ¿Por qué se sentiría de esa manera?

Era consciente de que era afortunada por ser la hija del jefe de la casa del marqués Anderson. No obstante, aunque estaba en una buena posición, eso no significaba que todo a mi alrededor fuera felicidad. Tuve que vivir experiencias amargas y esforzarme… todo por mi deseado futuro.

Para sentir envidia solo por mi posición sin entender todo lo que conlleva…

Bueno, probablemente no se puede evitar que eso sea todo lo que se ve a los ojos de los demás.

—Parece que se debe a tu posición como mi hija y como la prometida de Louis, el heredero de la casa ducal Armelia.

—Qué razón tan predecible… Bueno, está bien. Dejando eso a un lado, cuando terminemos con las secuelas, ¿qué planeas hacer, padre?

—¿Hm? Ah, sí… Bueno… —respondió vagamente mientras desviaba la mirada.

—Toma esto…

Al verlo actuar de esa manera, le entregué el paquete de documentos que Abel me había confiado.

Al principio, mi padre miró el paquete con una expresión poco interesada, pero… a medida que leía más y más, entendió la naturaleza del documento y decidió leerlo seriamente.

—Esto… ¿De dónde lo sacaste? No, espera, fue Abel, ¿verdad?

—Sí, así es. Dijo: “por favor, no deje que mi vida se desperdicie”.

En el momento en que le dije eso, las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos.

—Todo esto es mi responsabilidad… La traición de Wels, la batalla con el Principado de Rinmel que ocurrió como consecuencia y… el gran número de vidas que se perdieron en el proceso. La muerte de Abel, de Anna y de los miembros del cuerpo de guardias… A pesar de eso, ¡¿están diciendo que ni siquiera puedo tomar la responsabilidad por eso?!

Como pensé, se siente de esa manera…

Tanto mi padre como mi hermano tenían la intención de asumir toda la responsabilidad de este asunto… Estaban planeando elegir el camino de la muerte debido al error de la familia.

Para llamar la atención de mi padre, intencionalmente golpeé con fuerza la mesa. Sus ojos se abrieron por la sorpresa y me miró atónito.

—Si deseas asumir la responsabilidad… Entonces, vive. Enfrenta el futuro. ¡Tanto tú como mi hermano están vivos…! ¿No deberían de seguir viviendo y llevar a lo largo de los años el peso de esa responsabilidad? Huir a través de la muerte… es como profanar los sacrificios que se hicieron.

—Melly…

—Abel esperaba que permanecieras como el mediador del reino de Tasmeria, manteniendo a la orden de caballeros y el ejército en buenos términos e intimidando con tu presencia a Towair y al Principado de Rinmel… Eso es algo que solo tú puedes hacer, padre. ¡Por favor, por favor, no desprecies los deseos de él, de ella y de todos los demás que se sacrificaron…!

Al escuchar mi grito, él simplemente se quedó ahí, asombrado.

Finalmente, cerró los ojos y limpió en silencio sus lágrimas mientras mordía sus labios.

En realidad, no he visto a mi padre llorar desde la muerte de mi madre… Su silueta mientras lloraba me conmovió tanto que tuve que aguantar mis lágrimas también.

—Ese es mi único deseo.

—Abel es… demasiado despiadado. No, todos lo son… El peso de sus deseos es tan grande que terminaré colapsado por ello.

—No es así, padre —respondí con una sonrisa y él inclinó la cabeza ante mi expresión—. No tienes que cargar tú solo con sus deseos. Desde el principio, tú, mi hermano, Louis y yo… hemos sido personas con el mismo objetivo. Somos camaradas que ya se han hecho un juramento a sí mismos para lograrlo. Por eso, mientras no le des la espalda a ese juramento… entonces estarás cumpliendo sus deseos.

Mi padre sonrió ligeramente ante mis palabras y murmuró en voz baja:

—Ya veo…

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