Sin madurar – Capítulo 40: El reencuentro (1)

Traducido por Den

Editado por Lucy


Tres años más tarde.

—Evie, ¿te has enterado? —preguntó una de las sirvientas.

—¿De qué?

—Presta atención a lo que sucede en el mundo, por el amor de Dios.

—¿Por qué me regañas? —refunfuñe y tiré la patata que estaba pelando.

Lily la agarró con sus rápidos reflejos y sacudió la cabeza. No dijo nada, pero me pareció que se burlaba de mí. Así que también le lancé la piel de las patatas. Pero las atrapó con facilidad.

Observándonos desde el otro lado, la sirvienta chasqueó la lengua y dijo:

—No hace mucho el príncipe heredero empezó a hacer negocios o algo así con Mertolino y este le ha otorgado algunas tierras de aquí.

—¿Qué significa ese “algo así”? —pregunté.

—No sé tanto —respondió.

Tomé otra patata del saco y la limpié mientras pensaba: El príncipe heredero, ¿eh…? ¿Está hablando de Diego?

Luego me di cuenta de que podría ser algo relacionado con la novela. En verdad no presté mucha atención al protagonista masculino, así que me costaba recordar.

—Y ¿qué pasa con eso? —volví a preguntar.

—El príncipe heredero vendrá a este castillo la próxima semana.

—¿Qué…?

Nunca pensé que tendría la oportunidad de ver a Diego en mi vida. Pero, igual que el destino, esto era bastante extraño. También me imaginé que, quizás algún día, tendría la chance de ver a Eleonora. Para ser una chica que se despertó una mañana como un personaje secundario, estaba por alguna extraña razón entrelazada con la vida de los personajes principales.

Tal vez es solo mi impresión.

—Parece que tendremos más trabajo —comenté.

—Y que lo digas —respondió la sirvienta—. Creo que van a contratar a los aldeanos, ya que no tenemos suficiente personal.

Tenía razón. Atravesé la puerta después de terminar mis tareas en la cocina y, a diferencia del ambiente habitual dentro de este viejo castillo, estaba muy concurrido. No solo las criadas llevaban delantales, quitaban telarañas del techo y limpiaban las ventanas empañada y sucias, sino también las mujeres del pueblo. Antes de poder procesar qué estaba pasando, alguien me pasó un trapo.

Me agaché en una esquina para limpiar el suelo. Era como si hubiera vuelto al punto de partida. Pensé en cómo seguía limpiando suelos después de todos estos años.

Hace tres años, muy a mi pesar, me robaron todo mi dinero ahorrado, así que no pude ni siquiera viajar ni relajarme como es debido y tuve que buscar trabajo de nuevo. Incluso me quitaron la carta de recomendación, por lo que no fue fácil encontrar un empleo. Las cosas habrían sido más fáciles si hubiera estado sola, pero tenía estos grilletes con el nombre de Lily. Por supuesto, no podía negar que ella garantizaba mi seguridad. Leandro vino al sur a recogerme. No fue fácil huir de él. Si no hubiera sido por Lily, me habría atrapado enseguida.

Cuando empezamos a hablarnos con más informalidad, nos volvimos íntimas amigas. Nos dimos apodos y nos volvimos sin duda muy cercanas. Lily, a quien había considerado una chica brusca, era solo una chica corriente con un lado despreocupado. Sin embargo, seguía siendo un caballero. Cuando íbamos de pueblo en pueblo buscando trabajo sin una carta de recomendación, Lily, que no podía soportar ninguna grosería, no dudaba en retorcer los brazos de los mercenarios o sinvergüenzas que trataban de tocarme y en voltear sus mesas. Luego nos echaban del establecimiento.

Por eso tuve que gastar todo el poco dinero que me quedaba para ir aún más al sur. No fue hasta que llegamos a una baronía remota, en medio de la nada, que pudimos encontrar trabajo como sirvienta. Tuve que empezar de nuevo desde la posición más baja: en la cocina. Pero estaba agradecida por tener por fin un lugar donde descansar. Aunque no fue a propósito, Lily parecía lamentar haber arruinado todas las oportunidades que teníamos de encontrar empleo. Se calmó después de que llegáramos a esta baronía.

—Esta mancha no saldrá fácil.

Molesta, tiré el trapo. Froté con todas mis fuerzas de incluso soplé, pero la vieja y obstinada marca se negaba a desaparecer.

Quería volver a la cocina y revolver algún guiso en una olla como una sirvienta de la cocina, pero me llamaron a hacer esta mierda por culpa de Diego.

¿Por qué demonios tiene que visitar el castillo donde trabajo?

Mientras estaba molesta con él, que no había hecho nada malo, me masajeé el cuello rígido.

Encorvada, pensé en Leandro.

Lo había abandonado sin decir una palabra. Lily me encontró poco después y le envió un mensaje. Su respuesta decía: «Vuelve, ahora.»

Pero supuse que había venido al sur más rápido que el mensaje.

Mientras huíamos de Leandro, Lily me preguntó qué quería hacer. Por su expresión, comprendí que quería convencerme de regresar a la finca del duque, y que todavía no era demasiado tarde. Dado que ya me había hartado del mundo exterior, estaba segura de que había sido peor para una noble como ella. Le dije que volviera sola si quería, pero ella siempre se negaba, diciendo que nunca podría hacerlo.

 En cambio, sugirió:

 —¿Y si le escribes una carta?

—¿Debería?

Acepté la sugerencia de Lily, pero como no sabía escribir, ella lo hizo por mí.

—Maestro.

—Bien. Entendido.

—Por favor, deje de perseguirme. 

Lily pareció confundida.

—¿Qué? —pregunté.

—¿Quieres que escriba eso?

—Ah, en ese caso ¿qué tal: por favor, no me busque?

Lily seguía perpleja.

—¿Por qué? ¿No estás harta de huir de él también? —volví a preguntar.

Leandro fue bastante persistente. ¿Acaso la partida de una sirvienta era tan importante como para despachar a todos sus caballeros? Lily no era la única razón por la que habíamos huido de pueblo en pueblo.

—Está bien. Lo he escrito —respondió.

—Um… Si continúa buscándome, no lo veré nunca más —proseguí.

Lily guardó silencio, mirando la carta.

—¿Escribiste eso?

—Sí, por ahora.

—Ya puedes enviar la carta.

—¿Eso es todo…?

—Sí.

Asentí.

Era perfecta con solo las palabras necesarias. Estaba segura de que Leandro estaría molesto por un momento una vez leyera la carta, pero sabía que podría manejarlo. No estaba segura de lo que Lily había añadido al final. Pensé que Leandro era imprudente, pero por sorpresa, respetó mi petición. Su respuesta fue un simple «Te esperaré».

Por supuesto, me envió una bolsa de monedas de oro con el último mensaje, pero para cuando la recibimos, ya estábamos trabajando en la baronía. El momento no podía haber sido peor. Si hubiéramos recibido el dinero antes, Lily y yo habríamos viajado a varios lugares. Podríamos haber dejado de inmediato nuestro trabajo como sirvienta, pero como nos habían perseguido tanto, yendo de un lugar a otro, nos decantamos más por asentarnos en esta baronía tranquila.

Además, no estábamos seguras de lo que podría pasar más adelante, así que no podíamos despilfarrar todo el oro así como así. Enterramos el dinero que Leandro nos había enviado en lo más profundo del armario de nuestra habitación.

Miré a Lily mientras se acercaba a mí y me sacaba de mis pensamientos.

—¿Me estás acosando? ¿Por qué no dejas de seguirme?

—No puedo evitarlo. Nos asignaron a la misma zona —respondió.

Tras la batalla perdida contra la mancha, estaba limpiando las zonas circundantes cuando Lily me pasó algo parecido a un estropajo. Intenté usarlo con la mancha.

¿Qué? Funciona. ¡Increíble!

La miré asombrada.

Se cruzó de brazos y sonrió satisfecha.

—Lo saqué a escondidas de la cocina. Mantenlo en secreto.

—Ahora pareces más una sirvienta que yo —comenté.

—Eso no suena muy agradable…

—¿En serio? —contesté con una sonrisa burlona.

Lily cogió su esponja y la lanzó al suelo polvoriento. Levantó una nube de polvo que fluyó hasta la cara de la doncella cercana. Esta le gritó. Pero cuando vio el rostro inexpresivo de Lily devolviéndole la mirada, se puso roja y murmuró para sí misma: “B-Bueno, t-ten cuidado.” Y se marchó.

—También eres muy popular —añadí a mi comentario anterior, mirándola.

—Eso tampoco suena muy agradable.

—¿Por qué? —pregunté.

—¿En serio hace falta que lo preguntes?

—Nop. Lo sé.

Aunque Lily usaba un uniforme de doncella ondeante como cualquier otra sirvienta, no podía enmascarar su encanto de género neutro. Tenía una cara bonita y el pelo le llegaba hasta los hombros. Sin embargo, a menudo la confundían con un travestido. Quizás por sus músculos bien tonificados y su cuerpo esbelto.

Fruncía el ceño como si fuera desagradable que la trataran como un hombre, pero a mí me resultaba bastante entretenido de ver.

—Evie, acabemos rápido y descansemos —dijo.

—Nos harán trabajar más una vez hayamos terminado. Es mejor tomárselo con calma y fingir que estamos trabajando duro aquí.

—Eres bastante experta, ¿no?

—¿Eso era un cumplido? Gracias.

—No lo era —replicó.

Estuvimos ocupadas todo el día durante toda la semana. Desde el salón de banquetes, poco utilizado,hasta las habitaciones de invitados y jardines, no había ninguna área que los sirvientes no limpiarán. Además, dos días antes de la visita del príncipe heredero, el señor del castillo, el barón Edilto, vino a instruir a los sirvientes. No pude entender muy bien por qué le preocupaba tanto una breve visita del que se convertiría en el próximo emperador.

El salario aquí no era muy bueno, pero me gustaba mucho que no tuviéramos que hacer mucha cosa en esta tranquila baronía. Pero por culpa de Diego, mi vida pacífica fue perturbada. De hecho, Diego no me caía muy bien. En la historia, solo apareció de la nada después de que ya me había enamorado de Leandro.

Diego debería estar cerca de la protagonista femenina para ayudarla cuando esté en peligro, como cualquier protagonista masculino. ¿Por qué viene a una finca de campo? Me molesté con él en vano.

—Creo que me quedaré frita si me tumbó —dije con voz cansada.

—Duerme un poco. Mañana también tenemos que madrugar —respondió Lily.

Por fin pudimos regresar a nuestra habitación a última hora de la noche, cuando el cielo ya estaba oscuro. Estiré mi cuerpo agotado. Lily era fuerte, así que había ayudado a otras sirvienta a llevar las cosas. Así que asumí que también debía estar agotada.

—Pero es más difícil conciliar el sueño en momentos así —dije.

—Lo que tú digas —hizo una mueca.

Parpadeé con los ojos bien abiertos. Por alguna razón, mi cuerpo estaba exhausto, pero mi mente, despierta. De repente recordé la trama original que casi había olvidado.

Habían pasado tres años. Me preguntaba cómo iba el triángulo amoroso entre Leandro, Eleonora y Diego.

¿Leandro seguirá obsesionado con la esgrima? ¿Ya se habrá enamorado de Eleonora?

Mi mente divagó mientras pensaba en esto y lo otro. Lily estaba acostada a mi lado, cabeceando. La tapé con la manta hasta el pecho y luego me levanté. Me apetecía salir a pasear y disfrutar de la fresca brisa de una noche de verano. Me calcé las botas y salí de la habitación. Nada se podía comparar con el cielo nocturno del campo. Si tuviera que comprarlo con algo quizás sería con el rostro de Leandro. No podía apartar la mirada de las innumerables estrellas blancas que salpicaban el cielo negro como el carbón. Di vueltas por el castillo con la boca abierta de asombro.

—Es tarde.

Giré la cabeza hacia la voz. Un caballero, vestido con ropa de entrenamiento, caminaba hacia mí. Lo había visto varias veces aquí y allá, así que su cara me resultaba conocía.

—Regresaré en un rato. Por favor, no te chives [1] —le pedí.

—¿Por qué lo haría? —se rió.

Se quedó quieto un momento y luego sacó algo del bolsillo del pecho. Entrecerré los ojos y deduje que era una carta. El caballero me la entregó. En lugar de aceptarla, le dirigí una mirada de desconcierto.

—N-No soy muy bueno en esto, pero te escribí un poema —explicó.

Le miré perpleja.

—Es tarde. Por favor, vuelve dentro.

—Ah, está bien…

Me puso la carta con suavidad en la mano y me envió de regreso a los aposentos de las doncellas. Mientras me empujaba desde atrás para acompañarme, empecé a abrir el sobre.

—Por favor, léela dentro —exclamó, un poco rojo.

—De todos modos, no sé leer.

Pero el caballero desapareció sin oír mis últimas palabras. No tenía ni idea de por qué estaba tan avergonzado.

Den
Evelina, de verdad que puedes ser muy densa en ocasiones… ja…

Cuando volví a mi habitación, me rasqué la mejilla mientras tartamudeaba con cada una de las palabras escritas en la página. Hacía poco que Lily me había enseñado a leer y escribir. El idioma del Imperio Crescenzo era muy complejo y difícil, por lo que tardé mucho tiempo en aprenderlo. Por fin entendía por qué la tasa de analfabetismo era tan alta.

—¿Lily?

—¿Mm?

—Despierta.

Le tiré del pelo. Cansada, frunció el ceño y apartó mi mano. Me puse a horcajadas sobre ella y empecé a molestarla. Le pellizqué las mejillas blancas, casi translúcidas, y le hice cosquillas en las axilas con las uñas.

—En serio, te voy a matar —dijo.

—¡Ah! Qué miedo

Fingí estar asustada y solté una risita.

Como si no tuviera más remedio, gruñó y se levantó. No tenía ni idea de cómo nos habíamos vuelto tan cercanas. Todo se debía a que Lily había decidido dejar de lado su condición de noble caballero por un tiempo.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Creo que he recibido una carta de amor.

—¿Qué…?

Lily me arrebató la carta de la mano. Me senté en silencio a su lado y esperé a que terminara de leerla. Luego se frotó las sienes como si le doliera la cabeza.


[1] Chivarse es delatar algo o a alguien, o revelar con mala intención algo oculto que perjudica a otro.

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