Sin madurar – Capítulo 39: La despedida (12)

Traducido por Den

Editado por Lucy


—¿Qué demonios estás haciendo?

Fulminé con la mirada al extraño.

Era descortés tocar a alguien sin su consentimiento. El desconocido me soltó la muñeca de inmediato y levantó las manos en el aire como si se rindiera. Parecía estar indicando que no debía tener miedo.

—¿Me conoces? —pregunté.

Asintió. Luego se acercó y se quitó la capucha. Me quedé boquiabierta al ver el cabello gris con corte bob. Se trataba de una cara conocida: Lily.

—¿Cómo has llegado hasta aquí tan pronto? —preguntó.

Respiraba con dificultad, como si hubiera estado corriendo. Una vez me di cuenta de que el extraño era alguien conocido, mi cuerpo se relajó. Me froté el pecho para liberar la tensión del miedo provocado por el encuentro con esta figura encapuchada.

—Señorita Liliana, ¿por qué está aquí?

—El duque movilizó a todos los caballeros de Bellaviti para encontrarte. Ahora mismo te están buscando por todo el país. Vamos, regresemos a la finca —respondió.

Abrí los ojos de par en par, sorprendida.

¿Movilizó a todos los caballeros por una simple doncella?

Conociendo al Leandro de la historia original, sabía de lo que era capaz de hacer y hasta qué punto, pero solo actuaba así por Eleonora. No creí que se desviviría así por nadie más.

—¿Volver a la finca? Me echaron —expliqué.

—Lo sé. El maestro ya se ha ocupado de la doncella principal. No tienes que preocuparte —respondió Lily.

—¿De qué hablas…? —Sacudí la cabeza.

Me sentí indignada con la doncella principal cuando me echó. Pero mirando al futuro lejano, tenía razón en todo. Al final, Leandro, el segundo protagonista masculino, permanecería al lado de Eleonora. Y aunque yo, un personaje extra con el papel de doncella, me alegraría de recibir su atención, un día me desecharía.

Era mejor mantener la distancia con él durante un tiempo. Después de todo, mi único objetivo era impedir que suscitara una rebelión. Tenía miedo de volverme codiciosa por estar tan cerca de él. Además, estaba segura de que los resultados serían terribles para ambos. Era mejor dejar las buenas emociones como estaban.

—No es el momento adecuado —declaré.

—En verdad me gustaría saber a qué te refieres, Evelina. Pero el duque yace en cama, enfermo. Apenas hemos impedido que salga a buscarte él mismo.

Esas palabras casi me convencen. No obstante, como alguien mayor, tenía que mantener la compostura. No podía seguir dándole al niño lo que quisiera.

Lily suspiró y me miró.

Había sombras bajo sus ojos grises oscuros. Hace poco la nombraron caballero del duque. Cuando me di cuenta de que su primera misión como caballero oficial era averiguar el paradero de una doncella, no pude evitar reírme.

—No es momento de reírse —dijo con seriedad.

—¿Cómo supiste que estaba aquí? —le pregunté.

—Galopé sin rumbo alguno. Se podría decir que tuve suerte de encontrarte en un solo día.

Caminamos por la playa charlando, aunque Lily trataba de persuadirme para que regresara y yo me negaba a irme. Le expliqué con seriedad por qué no podía volver y que Leandro aún era joven y no entendía sus sentimientos.

Tras escuchar mi explicación, Lily no dijo nada. Vino a buscarme por órdenes de Leandro, pero parecía ser muy consciente de que el futuro de un duque y una doncella era lúgubre.

Se frotó los ojos cansados.

—Si de verdad te sientes así, enviaré un mensaje al duque… Sin embargo, existen peligros en este mundo, así que me quedaré a tu lado por el momento.

—¿Peligros? Lo dudo

Me eché a reír.

¿Quién demonios intentaría lastimarme? Solo soy una plebeya.

—Sueles ser demasiado despreocupada, Evelina.

Decidimos regresar a la posada donde me alojaba. Lily tenía muy poco dinero encima porque había salido de la finca después de recibir las órdenes de Leandro. Y gastó la mayoría enviando un mensaje al duque.

Por fortuna, la cama de la habitación era para dos. Lily inclinó la cabeza y se disculpó. También prometió que algún día me devolvería la amabilidad.

—Es aquí —dije.

—Está bastante limpio.

Examinó la habitación.

—Sí. Está tan limpio que… ¿Eh? ¿Dónde está mi maleta?

No podía ver el asa de la maleta que había metido debajo de la cama. En ese momento, sentí que el corazón se me salía del pecho.

Las sábanas extendidas, el armario medio cerrado y todo lo demás estaba igual, excepto la maleta. Y la ventana, que había cerrado antes, estaba entreabierta, dejando entrar una brisa fresca.

—¿Evelina…?

Lily parecía preocupada.

—Espera aquí.

Salí apresurada de la habitación. Llamé a la puerta de la pareja de ancianos frente a la mía. No hubo respuesta. Toqué varias veces más pero no salió nadie.

Bajé corriendo las escaleras, detuve a uno de los trabajadores de la posada y le pregunté:

—¿Has visto a la anciana con un sombrero rosa y a su marido?

—Ah, lo sabía.

—¿Qué?

—Esos infames son famosos por aquí. ¿También te engañaron, señorita?

—¿Qué…?

—¿Por qué sigues diciendo “qué” como una idiota? Sabes que no es fácil ganarse la vida estos días. Así es como sobrevive la gente mayor. Ahora, hazte a un lado. Estoy ocupado.

Me desplomé, bloqueando el camino.

¿Cuánto dinero tenía en mi bolsa? Era suficiente para sobrevivir durante varios años sin trabajar. Sin embargo, lo perdí todo en un instante. Sentí escalofríos por la espalda.

—¿Estás bien? ¿Han robado en tu habitación?

Lily se acercó a mí de repente y me puso una mano en el hombro.

—Eso parece… —respondí.

Estaba tan atónita que no pude evitar reírme. De alguna manera era una suerte que aún me quedara algo de dinero en la cartera. Sin embargo, con esta cantidad, sabía que no podría durar mucho.

Era una mierda. No podía creer que hubiera confiado tanto en una pareja de ancianos que acababa de conocer. Pensándolo bien, había bastantes cosas sospechosas en ellos. Me habían pedido varias veces que bebiera el agua que habían sacado de su maleta.

¿Y si habían drogado el agua…? Me froté los brazos una y otra vez para calmarme. Si hubiera bebido el agua sin dudar, podría haber despertado en algún lugar turbio y no en esta posada.

El mundo fuera de la finca del duque era más peligroso de lo que esperaba. De buenas a primeras, me apuñalaron por la espalda.

¿Cómo pudieron ser tan amables y, sin embargo, tener la desfachatez de robar el dinero ganado con esfuerzo de una joven que aún estaba verde?

Perseguí al trabajador y le pregunté por el paradero de la pareja de ancianos, pero sacudió la cabeza. Dijo que pasaba tan seguido en la posada que ya se habían lavado las manos. Volví a desplomarme en el suelo.

—C-Creo que al menos podemos cenar… —murmuré para mis adentros.

Debo mantener la calma en momentos así, pensé, haciendo todo lo posible para detener el temblor de mis manos. Por supuesto, el mundo no era tan hermoso como yo creía. Pero eso no significaba que la realidad tuviera que golpearme de esa manera. Me hacía sentir mal.

Lily, que me había estado observando, suspiró. Se acercó a mí y me ofreció las manos para ayudarme a levantar.

—¿Por qué no regresamos a la finca ahora?

—No, ¡no puedo! Ahora no —repliqué.

—Entonces, ¿qué diablos vas a hacer?

No pude contestarle.

—¿Ves…? Vamos.

—¿Por qué no tienes dinero, señorita Liliana?

—¿Por qué la tomas conmigo…? Tengo mucho dinero en mi casa, pero no conmigo en este momento.

—Pero necesitamos el dinero ahora mismo.

—Por eso digo que será mejor que volvamos.

—Buscaré trabajo en algún lugar… Maldita sea, pensé que tenía la vida arreglada.

—¿No has escuchado lo que acabo de decir? —preguntó.

Miré a Lily, enfadada.

Caray, ¿cuántas veces tengo que decirte que no puedo volver en este momento? Lily, si de verdad me consideras tu amiga, no deberías seguir presionándome de esa manera.

Evitó mi mirada y se rascó sus mejillas pálidas, casi translúcidas.

—¿Q-Qué clase de trabajo vas a hacer?

—¿Qué otra cosa podría hacer? Solo tengo que volver a ser una sirvienta —respondí.

—¿Y qué hay de mí?

—Deberías regresar y…

—No puedo hacer eso —me interrumpió.

—Entonces, ¿qué vas a hacer? —pregunté.

—Estoy segura de que el duque al menos querrá saber que estás a salvo.

Se perdió en sus pensamientos mientras se frotaba la barbilla.

Mientras tanto, me sacudí el dobladillo del vestido. Había estado sentada en el suelo sucio, así que mi ropa estaba cubierta de polvo blanco. Incluso esta prenda era valiosa en este momento. Era la única pieza que tenía.

¡Esa maldita pareja de ancianos! Podrían haberme robado solo el dinero, ¿por qué tenían que llevarse todas mis otras cosas? De todos modos, no conseguirán mucho dinero vendiéndolas.

Cuanto más pensaba en ello, más furiosa me sentía. Podía sentir punzadas en la parte posterior de mi cabeza. Por fin entendí por qué la gente dice que no hay que confiar en las personas con mucha facilidad.

—Así que no tengo otra opción que quedarme a tu lado, Evelina.

La miré desconcertada.

—Y ser una mucama como tú —agregó.

—Qué graciosa. Ja, ja —solté sin sonreír.

—No estoy bromeando —habló, manteniendo la expresión seria de su rostro—. Te encontré, pero no puedo llevarte de vuelta a la fuerza. Así que esto es todo lo que puedo hacer, ¿no?

—¿No eres una noble? —pregunté.

—Técnicamente, sí. Pero si lo considero parte de mi misión, es posible.

—Si tú lo dices…

Pero ¿quién demonios vería a Lily como una doncella plebeya? Era mucho más alta que la mujer promedio y tenía una figura fuerte y bien proporcionada. Además, su piel era pálida a pesar de entrenar bajo el sol abrasador todos los días. Cualquiera podía notar que pertenecía a la nobleza.

—¿Por qué me miras así? —preguntó.

Y ese tono áspero suyo también es un problema.

—Si vas a trabajar como doncella conmigo, tienes mucho que aprender —respondí.

—¿Por qué?

—¿De verdad no lo sabes…?

—Sí, de verdad.

Tiene un largo camino por recorrer…

Sacudí la cabeza.

Lily parpadeó, como si no tuviera ni idea. La llevé a la habitación, la senté en la cama y le quité la capa.

—¿Q-Qué haces? —parecía avergonzada.

—¿Cómo vas a encontrar un trabajo como doncella vestida de caballero?

—Ah…

Por fin miró su propio atuendo.

Muy pocas personas lo notaban porque estaba cubierta con una capa, pero vestía un uniforme con el emblema plateado del duque bordado sobre un fondo negro. También, su atuendo bastaba para demostrar su identidad de noble. No podía entender por qué insistía en trabajar conmigo como sirvienta.

—Señorita Liliana, si vienes conmigo, experimentarás dificultades que nunca has afrontado en toda tu vida. ¿Alguna vez has pelado patatas o cortado cebollas? —pregunté con seriedad.

—No.

—En ese caso, ¿cómo demonios vas a ser una sirvienta? No es demasiado tarde, así que…

—Evelina.

Me agarró la mano. Cuando sentí los callos duros de las palmas de sus manos, desvié la mirada.

—No puedo dejarte sola. Y ya he enviado un mensaje. Si vuelvo sola, el duque me expulsará. ¿Eso es lo que quieres?

Negué con la cabeza.

—En ese caso, no saquemos más el tema. Voy a ir contigo a donde quiera que vayas. Has dicho que tengo mucho por aprender. ¿Por dónde debería empezar?

Entrecerré los ojos. Parecía que iba a escuchar y hacer lo que dijera.

En primer lugar, pensé que sería buena idea ser más informal la una con la otra.

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