Traducido por Den
Editado por Lucy
—Las cosas se podrían haber vuelto violentas —se rio Diego. Sus ojos se curvaron en dos medialunas.
Me arreglé el vestido y me levanté.
—Estaba bastante aburrido, por lo que vine a beber contigo —explicó mientras se frotaba la barbilla.
Esade colocó de inmediato la almohada del suelo en la cama e invitó al príncipe a pasar, pero Diego sacudió la cabeza, haciendo que su cabello castaño cobrizo ondeara.
—Parece que vine en mal momento.
—En absoluto, Alteza —respondió Esade y me miró—. Oye, tú, prepara algo de comer para acompañarlo con el whisky.
Asentí y me dirigí hacia la puerta. Sin embargo, Diego seguía de pie allí, bloqueando la entrada.
Lo miré.
—¿Alteza…?
Diego me ignoró y se quedó parado sin moverse. Me puse de lado para deslizarme de alguna manera por el hueco entre él y el marco de la puerta, pero cada vez que lo intentaba, el príncipe ladeaba la cabeza o abría las piernas y me impedía el paso.
Estaba desconcertada y pronto desistí en abandonar la habitación y me limité a quedarme en silencio junto a Diego.
Seguro que al final me dejará pasar. Después de todo, no nos quedaremos aquí para siempre.
—Criada, ¿no me has oído? Date prisa y trae la comida —gritó Esade detrás de mí.
—Si Su Alteza fuera tan amable de dejarme pasar… —me dirigí a Diego.
—¿Cómo te atreves a hablarle al príncipe heredero, campesina? —me reprendió Esade.
Entonces ¿qué diablos quieres que hagas? ¿Crees que quiero estar aquí?
Hice una mueca. Era muy difícil complacer al noble. Solo quería salir de aquí y correr hacia Lily. Quizás porque había estado junto a aristócratas amables como Leandro, el barón y ella, era que me costaba mucho tratar con los que eran como Esade.
—Alteza, por favor, pase —dijo Esade.
Diego lo observó con atención. Luego se quedó de brazos cruzados durante unos minutos sin decir nada. Al cabo de un rato, por fin abrió la boca.
—Olvídalo, ya no me apetece. Me voy.
—¿Perdón? Alteza, yo…
—No discutas conmigo. Sabes que lo detesto.
—En ese caso… Buenas noches, Alteza.
Diego, que había estado parado como un árbol, por fin se movió. No quería volver a tener que lidiar con Esade, así que seguí a Diego. Al ver que ya había salido de la habitación, cerró la puerta de un portazo. En cualquier caso, era un alivio.
La verdad que Diego apareciera de esa forma fue bastante dramático. No sabía si era su intención, pero me salvó de un gran peligro. Además, por suerte, como se negó a beber con Esade, no tuve que servirles comida.
Calmé mi agitado corazón.
Nunca volveré a acercarme a este pasillo.
—Buenas noches, Alteza.
Hice una reverencia ante él.
Ahora me tocaba irme a mí. Mientras pensaba que Lily me regañaría por llegar tarde de nuevo, esperé la respuesta de Diego. Sería inaceptable marcharme sin su permiso.
—¿A dónde crees que vas? —respondió, para sorpresa mía.
—¿Perdón? ¿Alteza?
—Odio tener que repetir las cosas.
—Es tarde…, por lo que debería regresar a mi habitación.
—Ya veo.
—Si me disculpa…
—No.
¿Qué?
—¿Dónde está tu habitación?
—No está muy lejos de aquí —respondí, aún perpleja.
¿Por qué demonios me pregunta eso? Seguro que al príncipe heredero no le interesa saber dónde duermen las sirvientas.
—Perfecto, en ese caso sígueme.
—¿A dónde…, Alteza?
—A mi habitación.
Iba a preguntarle una vez más, pero recordé que odiaba repetir las cosas. Mi cuerpo tembló ante su mirada fría.
Diego pasó a mi lado y emprendió rumbo a su habitación. No tuve más remedio que seguirle. Aún no había tratado de hacer ningún movimiento, sin embargo, mi desconfianza hacia él ya empezaba a crecer.
¿Por qué me lleva a su habitación?
En la novela, estuvo con muchas mujeres antes de enamorarse de Eleonora.
No soy una de esas mujeres, ¿verdad? De ninguna manera…
—No estés tan nerviosa, no muerdo —añadió.
—N-No estoy nerviosa, Alteza.
—Entonces ¿por qué tartamudeas?
Diego abrió la puerta de la habitación de invitados más grande y lujosa de todas.
Espera un momento, ¿de verdad estoy en la misma habitación con el protagonista masculino de la historia? ¿El príncipe heredero de un imperio? Mientras reflexionaba al respecto, no pude evitar sentirme incómoda.
—Siéntate ahí.
Señaló al sofá.
Caminé despacio, arrastrando mi cuerpo rígido. El sofá era muy suave, lo cual me hizo preguntarme dónde había estado este mueble todo este tiempo en este viejo castillo.
Diego se movía con sus largas piernas por la habitación como si fuera dueño del lugar. Luego abrió el armario y sacó una botella de whisky y dos vasos. Los colocó encima de la mesa, se sentó en el sofá frente a mí y sirvió una buena cantidad de licor.
—Bebe.
Me entregó uno de los vasos.
—Alteza, nunca he tomado licor…
Por supuesto, era una mentira, pero caí en cuenta de que las cosas se podrían descontrolar estando a solas en una habitación con un hombre robusto y bebiendo alcohol. Era mejor prevenir cualquier cosa. Ahora no era el momento de preocuparme por la otra sirvienta sino por mí, que corría más peligro.
—No importa —dijo Diego.
Me apresuré a levantar la cabeza. Me dolía la espalda porque había estado encorvada todo el tiempo como si fuera una criminal. Diego ni siquiera me miraba. De hecho, se bebió de un trago todo el vaso de licor. Me sorprendió, ya que me había estado preguntando qué debía hacer si me obligaba a tomar.
El otro vaso de whisky comenzó a desprender un olor fuerte, casi tóxico. Aun así, Diego bebía como si nada. Me quedé mirándolo por un momento, pues se veía atractivo mientras hacía algo tan sencillo como beber whisky. Ante ello, también admití que sin duda era el protagonista masculino.
—¿Qué pasa? ¿Se ve delicioso? —preguntó al notar mi mirada.
—No, para nada.
Sonrió y agarró la botella. El vaso transparente contenía el licor de color ámbar, que se bebió de un trago. Seguí con la mirada el recipiente durante todo su camino de regreso a la boca de Diego, como si estuviera hipnotizada o algo así. Sus ojos dorados transmitían una sensación peligrosa, como si se trataran de los ojos de un ave de rapiña salvaje. Era una sensación única, similar a la de una amenaza.
El príncipe sin duda es otra cosa.
En la silenciosa habitación resonó el tic tac del reloj de pared y el ruido que hacía Diego al tragar el whisky.
¿Qué quería de mí que me invitó a su habitación? Comencé a preguntarme, ya que no me había puesto la mano encima. De hecho, apenas me dirigía la palabra, se limitaba a beber solo. No entendía sus intenciones. Si me forzaba, fuera el príncipe heredero o no, el protagonista masculino o no, pensaba darle una patada en los h****s y huir del castillo en medio de la noche.
El tiempo siguió fluyendo. Incluso me había imaginado una situación así porque me aburría mucho el silencio
—Eres bastante aburrida. No paras de mirar el reloj y eso me pone nervioso —comentó mientras dejaba el vaso vacío sobre la mesa, después de su cuarto trago.
Echaba rápidos vistazos al reloj para ver la hora, pero supongo que se dio cuenta. Sin decir nada, me limité a sonreír, inquieta.
Mientras hacía girar el vaso, apoyó la barbilla en la mano.
No es fácil tratar con hombres adultos, pensé.
Por lo general la gente se emborrachaba si tomaba tan rápido, pero él parecía estar bien.
—¿Qué te pasó en la palma? —preguntó, juntando sus manos sobre una rodilla.
—¿En la palma? Ah, esto… Hace mucho tiempo me corté mientras trabajaba en la cocina.
—Parece bastante profundo para ser un accidente de cocina.
—Estoy bien.
—Extiende la mano —me ordenó—, déjame ver.
Sin duda es un noble y un miembro de la realeza.
La forma en que Leandro me hablaba era muy diferente de cómo los nobles se dirigían a las criadas. Leandro era mi amo, pero solía preguntarme si podía ocuparme de las cosas en lugar de ordenármelo.
Abrí con lentitud la mano y se la enseñé a Diego. Frunció un poco el ceño mientras examinaba mi palma.
Leandro estaba interesado en la cicatriz, porque después de todo él fue el causante, pero era extraño que alguien como Diego, que no sabía nada al respecto, se interesara por ella.
¿En algún momento, en la historia original, Diego se preocupó por la cicatriz de Eleonora? Solo me centré en Leandro mientras leía la novela, así que no recordaba casi nada de él.
Recorrió con sus dedos largos y blancos la cicatriz. No dolía y, aún así, frunció sus hermosas cejas.
—Debe haber dolido.
—Estoy bien.
Cuando me di cuenta de la cicatriz, esta ya había sanado. Tuve que aguantar un poco de dolor, pero había logrado levantar la maldición de Leandro. Por ello consideraba que era una cicatriz de victoria que dio un giro a la trama original y salvó a Leandro.
Sonreí alegre, luego observé a Diego.
—¿Alteza…?
Se quedó mirando la cicatriz sin decir nada. Comencé a ponerme nerviosa ante su mirada y me retorcí. Al cabo de poco, por fin me soltó la mano. Luego bebió otro trago. Perdí la cuenta de cuántas copas se había tomado.
Los dedos que sostenían el vaso eran bellos. No pude evitar quedarme asombrada ante el hecho de que el protagonista masculino estaba a otro nivel.
—Si vas a seguir mirándome así, deberías beber un poco —comentó.
—Ah, no.
—¿Qué? ¿Soy tan impresionante?
Fue algo arrogante, pero no supe cómo responderle ya que era verdad.
A ver, ¿cómo puede alguien replicarle al príncipe heredero?
Me limité a asentir en silencio. Entonces se humedeció los labios con la lengua y sonrió, curvando una comisura de la boca.
—Me gusta tu honestidad.
—Gracias, Alteza.
—No es divertido si te echas atrás así.
—Le dije que no puedo beber…
—No hablo del whisky.
—¿No?
—¿Tu pasatiempo es frustrar a la gente?
Golpeó el vaso contra la mesa.
Lo miré sorprendida, sin saber qué demonios quería que hiciera.
Cuando lo observé con más atención, me di cuenta de que tenía el pelo un poco revuelto y sus ojos no enfocaban al frente. Parecía estar borracho.
Pensando que esta era mi oportunidad para retirarme, me levanté del sofá. Justo en ese momento, sonaron las campanadas que anunciaban la medianoche.
—Alteza, tengo que levantarme temprano. ¿Puedo irme?
—¿Quién te dijo que podías irte? Siéntate.
—Sí, Alteza.