Sin madurar – Capítulo 44: El reencuentro (5)

Traducido por Den

Editado por Lucy


Volví a sentarme. En ese momento, me compadecí de mí misma por ser una campesina. ¿Por qué tuve que despertarme un día como sirvienta? ¿Por qué no pudo haber sido como aristócrata…?

Mientras contemplaba mi situación, miré el vaso de whisky frente a mí. Pensé que Diego solo me dejaría ir si me bebía eso. Luego me pregunté lo solo que debía sentirse para querer que una mucama fuera su compañera de copas.

Ya había pasado bastante tiempo desde que estábamos los dos solos en la habitación, pero en ningún momento me había puesto la mano encima. Tal vez por eso llegué a la conclusión de que no tenía malas intenciones conmigo.

Dejé escapar un largo suspiro. Luego, vertí el whisky en mi boca.

—Ugh…

Me estremecí cuando el sabor fuerte del alcohol cubrió mi lengua. Me tomé de un trago la bebida, como él, y por un momento me mareé pero pronto empecé a tolerarlo. Aun así, sabía fatal, demasiado fuerte.

—¿Estás bebiendo veneno o algo así? Mira que cara pones —comentó Diego.

—Está bue… No puedo mentir. Es demasiado fuerte y amargo.

—Es un gusto adquirido.

—Es que… No importa.

Se echó a reír. No tenía ni idea qué le hacía tanta gracia, pero se agarró la barriga y echó la cabeza hacia atrás. Supuse que estaba muy borracho.

Todavía sufría por el sabor amargo del whisky en mi boca. Examiné mi alrededor y vi una jarra de agua en la mesita junto a la cama detrás de Diego.

—Alteza, ¿puedo beber agua? —pregunté.

—Adelante.

Me levanté tambaleándome y pasé junto a él. Después de beber un sorbo de agua, me sentí mucho mejor.

Se había dado la vuelta y me observaba. Tenía una sonrisa suave en el rostro y, cuando nuestros ojos se encontraron, le devolví la sonrisa sin darme cuenta. Por lo general nunca habría hecho algo así, pero debía ser por el alcohol. No era un hombre cualquiera; era el protagonista masculino de la novela. El mismo hombre que derrotaría al protagonista masculino secundario, Leandro, y se quedaría con Eleonora.

¿Sonreírle a alguien así? Debo estar loca.

—¿Por qué sonríes? —me preguntó como si él mismo no hubiera estado sonriendo. Parecía bastante feroz, tal vez por la forma de sus ojos.

—No sonreía.

—Sí que lo hacías.

—No.

—¿Me estás llamando mentiroso? ¿A un miembro de la familia real? ¿Mentiroso?

—En realidad, sí que sonreía… —murmuré, retractándome enseguida.

Entonces chasqueó la lengua y abrió sus labios rojos y brillantes.

—Creo que ya he esperado bastante. ¿Cuánto más planeas hacerme esperar?

Le lancé una mirada inquisitiva.

—Mírate, fingiendo inocencia —comentó Diego.

—¿Perdón?

—Sin duda eres muy extraña… En todos los lugares que he visitado hasta ahora, ¿sabes cuántas mujeres llamaron a mi puerta en mitad de la noche y me pidieron que las poseyera?

—¿Diez? N-No… ¿Veinte…?

Intenté adivinar, contando con los dedos.

—Era una pregunta retórica. No te estaba pidiendo que adivinaras el número.

Levantó las cejas, exasperado.

—Algunos nobles incluso enviaron a sus hijas a mi habitación, desnudas.

—Increíble.

—¿Qué tiene eso de increíble?

Diego había experimentado en persona las cosas sobre las que había leído e imaginado leyendo una novela. Quizás era posible no solo porque era el protagonista masculino, sino también porque era el príncipe heredero. Entonces ¿con qué frecuencia se le echarían encima las mujeres con Leandro, que es un duque? Aparte del hecho de que estuvo enfermo de niño, ¿no era lo bastante atractivo para competir con Diego como el soltero codiciado número uno del imperio?

—Veo que tu mente divaga de nuevo —interrumpió mis pensamientos.

—¿Cómo lo supo? —jadeé, sorprendida.

—Esperaba a ver cuándo te me ibas a echar encima… Pero no has dicho ni una palabra, y ¿ahora qué? ¿Quieres irte?

Maldije en mi cabeza. Me equivoqué. Me sentí aliviada al pensar que no estaba interesado en mí, pero todo este tiempo en realidad estaba esperando que yo diera el primer paso. Sin embargo, esperaba que buscara a otra persona para eso. Por muy impresionante que fuera, el hombre sentado frente a mí seguía siendo Diego. Me prometí a mí misma estar del lado de Leandro hasta el final, así que no quería involucrarme con él.

—Siento… el estómago revuelto y estoy un poco mareada… Lo siento.

Como me bebí todo el vaso de whisky casi lleno, mi corazón palpitaba. Me toqué la frente y fingí tropezar. Actué de esa manera, sabiendo que Diego se decantaría por mantener su dignidad y no cruzaría la línea aunque le gustaran las mujeres. No se le ocurriría aprovecharse de una mujer borracha a menos que fuera un canalla.

Sin embargo, de repente levantó la mirada y se acercó a mí.

—¿Y? —dijo.

Grité por dentro, ya que no era la reacción que esperaba, y acerqué la mano a la tetera. Si me ponía un dedo encima, no sería nada agradable. Podría acabar siendo una fugitiva por el resto de mi vida y lo más probable era que nunca volvería a ver a Liando.

Respiré hondo y exhalé. Diego se quedó de pie frente a la cama y me miró. No supe qué hacer mientras el hombre que me sacaba una cabeza y media me observaba con sus ojos de bestia.

—¿Quieres irte? —preguntó.

—Sí.

—¿De verdad?

—Sí.

Me miró fijo a los ojos sin decir ni una palabra más.

Retorcí los dedos, si me estiraba un poco más, podría coger la tetera. Era un momento muy importante, ya que estaba a punto de arruinar la trama original una vez más. ¿Qué pasaría si el protagonista masculino cayera en coma?

Entonces se hizo el silencio por un momento. Era más aterrador.

—Muy bien… Puedes irte.

—Sí, Alteza. Buenas noches.

—No te alegres tanto. No se siente muy bien.

Diego tenía todo a su favor. Apuesto a que no estaba acostumbrado a ser rechazado. Debía ser una experiencia extraña para él, pero ese no era mi problema. No tenía intención de ser otro nombre en su larga lista.

—Adiós.

Me recogí la falda, doblé las rodillas en una reverencia y me despedí de él. Intenté retroceder con calma, pero… Maldición, quise ser elegante…

—Ah, m****a…

Cuando estaba a punto de levantarme, el mundo se volvió blanco y perdí el equilibrio. Si tan solo me hubiera caído de espaldas, todo habría sido mucho mejor. Sin embargo, pensando que necesitaba vivir, me agarré a lo que pude. Entonces, ¿por qué tuvo que ser a la camisa holgada de Diego? Si me hubiera agarrado con firmeza, no habría pasado nada. Pero ni siquiera pensó en cogerme, así que ambos nos caímos. Me agarré a él mientras caía de bruces. Fue la mayor crisis de mi vida.

Como si caer encima del príncipe heredero no fuera ya una gran una metedura de pata, yo…

Diego gimió.

—Lo lamento muchísimo… —me disculpé.

—Maldices en mi cara y tú… —Sus ojos dorados me miraron.

Seguí su mirada y agaché la cabeza. Luego me mordí los labios con fuerza. ¿Cómo diablos había caído así? Mi mano estaba tocando la parte íntima de Diego.

—Vaya, ¿esta es una nueva técnica de seducción? Me gusta —comentó.

—Mi error.

Cerré los ojos con fuerza. Quería negar la realidad, o si era posible, detener el tiempo.

Traté de apartar la mano de inmediato y esconderla detrás de la espalda, pero Diego fue más rápido. Me agarró la mano y, como yo tenía la culpa, dejé que se apoderara de mi mano.

—Hazlo otra vez —me dijo.

Den
Esperen un momento, esto se está saliendo de control XD

—Alteza, por favor, tenga piedad de mí.

—Dije que lo hicieras otra vez.

La otra mano de Diego ya estaba en mi cintura.

Sentí cómo palidecía. Me puse sobria enseguida y fría como el hielo. Usé todas mis fuerzas para liberar mi mano de él. Abrió un poco la boca, como si le asombrara mi fuerza.

—Por favor, suélteme —le supliqué.

—Pero ya has llegado muy lejos.

La mano en mi cintura bajaba poco a poco. Sorprendida, olvidé por completo quién era la persona que tenía delante y aparté la mano de un manotazo.

—Auch, tu golpe… pica.

Retiró la mano. La agarró con la otra y soltó una risa ronca.

—¿Cuánto tiempo vas a estar encima de mí?

Me levanté de un salto al oír su voz quebrada. Pero como él seguía en el suelo y una humilde criada como yo no podía atreverse a mirarle desde esa posición, me arrodillé de inmediato a sus pies.

Diego se puso de pie poco a poco, luego se sentó en el borde de la cama, apoyó la barbilla en la mano y me examinó.

—Fue divertido.

No para mí…

Quería rebatir todo lo que decía. Planeaba tomarme una copa con él para que me dejara marchar, pero las cosas empeoraban por momentos.

—Buen intento —agregó.

En cualquier caso, parecía que iba a pasar por alto que hubiera maldecido frente a la realeza. Aparte de eso, seguía en una posición en la que debería pegar la cara al suelo y suplicarle que me perdonara.

—Lo lamento, Alteza. No lo hice a propósito.

—Olvídalo. Levántate.

—Por favor, no me ejecute.

—¿Por qué lo haría…? Te dije que odio repetir las cosas, así que levántate.

Seguí sus órdenes. Decidí que no volvería a bajar la guardia hasta salir de la habitación. Consciente de que cualquier cosa podía pasar en cualquier comento, tenía que evitar cometer más errores.

—¿Qué es eso? —preguntó y me tendió la mano.

Cuando su mano se acercó a mi pecho, apreté la mandíbula. Pero su mano tocó el colgante que se había salido a causa de la caída.

Suspiré aliviada.

—Es algo que me regaló mi anterior amo…

Sujeté con fuerza la joya azul marino.

—¿No es un poco extravagante para una sirvienta?

—Sí, también lo creo… Pero no puedo venderla. Es muy valiosa para mí.

La joya azul en el colgante me recordaba a Leandro. Me ponía sentimental. Incluso cuando estaba arruinada, me aferré a este collar. Sonreí, recordando al joven que refunfuñó y me dijo que lo vendiera si era una carga para mí.

—¿Cómo te atreves…?

De repente Diego expresó que estaba ofendido. Sus ojos dorados me fulminaban con la mirada.

—¿Estás pensando en otra cosa mientras estoy delante de ti?

¿Sabe leer la mente porque tiene mucha experiencia con las mujeres? Estaba bastante sorprendida.

—Es un hombre, ¿verdad? —preguntó.

Sin saber a qué se refería, ladeé la cabeza. Entonces su largo dedo me golpeó en la frente.

—El que te dio ese colgante.

—Ah… ¿un hombre? Hmm, supongo que ya se habrá convertido en uno.

Más importante aún, quien me dio este colgante es alguien que conoces muy bien, pensé para mis adentros.

Por supuesto, Diego no era el responsable directo de la maldición de Leandro. Todo sucedió bajo las órdenes del emperador. En aquel entonces, él era un niño, solo un año mayor que Eleonora. Según la trama original, nunca se enteraría de que él debería haber sido maldecido.

Ahora mismo parecía molesto.

—Chica descarada, podrías haber tenido una noche inolvidable, pero ¿piensas en tu amor del pasado mientras estoy justo aquí?

—¿Amor?

Me quedé boquiabierta. Luego, negué con la cabeza.

Esa era una especulación disparatada. No tenía ni idea en qué se basaba su suposición.

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