Mi crush quiere una poción de amor – Vol. 1 – Capítulo 2: La peligrosa manzana para brujas (1)

Traducido por Bee

Editado por Dea


Gigantes columnas de nubes se elevaron a través del cielo azul. El verano estaba en su apogeo. El bosque se había vuelto más vibrante; sin embargo, sin importar cuán verde se volviera el bosque, el lago mantenía un mordisco helado.

Mechones de cabello rosa pálido flotaban sobre el agua ondulante. Mientras Rose flotaba en la superficie, su camisola se extendió como si estuviera floreciendo en el lago. Para alguien que odiaba bañarse, había ido al lago con bastante frecuencia estos días. Seguramente se debió al clima caluroso. No tenía ninguna otra razón especial para ello.

Dado que Tien la había visitado el otro día, no era probable que viniera pronto. Además, incluso si él u otra persona la vieran bañándose, ella ni siquiera se ruborizaría ni se sonrojaría. Era lo mismo que ser vista por un ciervo engreído.

Ella le había informado a Harij que no tenía nada que hacer hasta dentro de un mes. No era del tipo que visitaba sin motivo alguno, y de todos modos era mediodía. Harij nunca iba a la morada de la bruja mientras salía el sol.

El mes que ella le dijo que esperara se sintió largo y corto a la vez. La soledad de no verlo y la satisfacción de permanecer en los recuerdos de Harij durante mucho más tiempo lucharon en su interior, agotando a Rose.

Era una experta en controlar sus emociones, pero no sabía lo incontrolable que podía ser el amor.

Sin embargo, el período de un mes era de verdad necesario para procesar las materias primas. La única razón por la que le dijo a Harij la cantidad exacta de tiempo fue que las brujas no podían mentir. Esta era la razón por la que solo las brujas podían hacer pociones que eran demasiado poderosas y potentes para que las manipularan las manos humanas.

Una bruja que usaba la mentira de la magia no podía usar ninguna otra.

Por lo tanto, las brujas se aislaron de la humanidad y vivieron como una especie diferente. Actuar de manera hostil y ser espeluznantes como criaturas que salen en la noche fueron algunos de los métodos que usaban para evitar que otros descubrieran que no podían mentir. Rose también imitaba a las brujas del pasado y seguía con cuidado en todas las formas de vida para no dejar expuesta su única debilidad.

Mantuvo el contacto con la gente al mínimo y controló meticulosamente sus palabras y expresiones faciales. Su bata holgada fue fundamental para evitar que las personas vieran a través de lo que ella no podía ocultar.

Dicho esto, todo lo que tenía que hacer era no mentir: esquivar la verdad y cambiar el tema eran excelentes alternativas. La suerte quiso que Rose no tuviera reparos en hacer precisamente eso.

Seguir ese método hasta ahora fue lo que le permitió sobrevivir sola durante años.

—Supongo que también debería lavar mi camisola…

Con un tiempo tan bueno, debería secarse en unas pocas horas. La bata y el vestido que acababa de lavar colgaban de una cuerda que había atado entre dos árboles. Rose nadó hasta la orilla para agregarla al espacio entre ellos.

Sacudió su cuerpo empapado como un perro mojado, luego desató la correa de la camisola en su espalda y la tela cayó a sus pies. Dado que la elegante bata verde era su única muda de ropa, estaba atrapada esperando que la ropa se secara, desnuda. Después de todo, todavía no quería ensuciar su nueva bata.

La camisola, empapada en agua, era bastante pesada. Lo dobló varias veces y lo apretó con fuerza. Mientras se concentraba en retorcer la tela, el agua goteaba sobre ella desde su cabello, agregando humedad de nuevo.

—¡Aaah! ¡Maldita sea…!

El cabello rosa pálido que le llegaba hasta el pecho se le pegaba a la piel. Todo eso comenzaba a molestarla, así que desenrolló la camisola y la sacudió. Las gotitas de agua regresaron al lago con un chapoteo lírico. Entretenida, quedó cautivada al repetir la misma acción.

Se distrajo tanto que bajó la guardia por completo. Cuando escuchó la campana interior sonar para anunciar a un visitante, se dio la vuelta con la suposición de que era el ciervo presumido que la estaba mirando de nuevo.

Hizo contacto visual con el hombre que estaba justo al otro lado de la orilla. Fue una conmoción tal que no podía respirar.

Harij estaba allí.

Rose se quedó helada con su camisola desdoblada en la mano. Harij, de pie en la orilla del bosque, también estaba paralizado mientras la miraba boquiabierto.

Durante unos largos minutos, ambos se miraron fijamente, olvidándose de respirar.

Los pequeños pájaros cantores del bosque rompieron el silencio con sus hermosas voces.

Harij apartó la mirada primero

 —¡Lo siento!

Él le dio la espalda a gran velocidad. Por el sonido de su voz, se dio cuenta de lo conmovido que estaba el caballero normalmente compuesto.

—Jajajaja… —Rose dejó escapar una risa seca.

Seguramente su rostro estaba más rojo que un tomate. Su corazón se aceleró con tanta fuerza que le dolió. Tiró su camisola mojada sobre la cuerda, la escondió debajo de su bata y se apresuró a entrar en la casa. Cubriéndose la cara caliente con ambas manos, se apoyó contra la puerta principal y se deslizó hasta el trasero. La fuerza abandonó sus piernas.

¿Me vio? Él me vió. ¡Me vio totalmente! ¡Vio esta piel pálida y mi figura sin forma sin corsé!

A Rose no le importaría menos que Tien u otro cliente la vieran desnuda, ¿pero él? Ser vista por él la hizo sentir insoportablemente avergonzada.

No puedo creerlo. Estaba seguro de que no vendría. Le dije que tardaría un mes, ¡y es de día! ¿Qué demonios lo trajo aquí?

El cerebro de Rose se sentía como si estuviera hirviendo, pero recordó que Harij todavía estaba afuera. No podía hacerlo esperar para siempre. Se obligó a ponerse de pie temblorosa y se acercó al armario. No tuvo más remedio que usar la bata de Tien contra su piel desnuda. Nada se sentía más incómodo que no tener nada debajo. Luego comprobó su apariencia en la jarra de agua. Le devolvió el reflejo de una mujer normal con ojos nublados, mejillas sonrojadas y una expresión tonta.

Rose se dio una buena bofetada en la mejilla. Luego repitió la misma acción lo más fuerte que pudo con la otra. Ambas ardieron como el infierno, pero la ayudó a recuperar un mínimo de calma.

Abrió la puerta principal y llamó al joven, que estaba al otro lado del lago.

—Pido disculpas por la espera. Puedes pasar ahora.

Harij, que le había dado la espalda como un caballero hasta que ella le dio el visto bueno, se dio la vuelta con la mandíbula en una línea rígida. No había mucha distancia entre su isla y la orilla opuesta, lo que le permitió a Rose distinguir con claridad su rostro.

Harij parecía haberse calmado también. Al menos, se mostraba mucho más tranquilo de lo que Rose se sentía. Incluso cuando trató desesperadamente de ocultar su noble educación vistiendo ropas comunes, algo de su elegante comportamiento aún se filtraba. Bajo el cielo brillante, era aún más deslumbrante que de costumbre.

El hecho de que Rose pudiera distinguirlo perfectamente al otro lado del lago demostró que la había vislumbrado completamente en su inmodesta falta de atuendo. Su cabeza se sentía como si fuera a explotar de pánico.

Harij hizo remar con el bote a través del lago y lo ató a la abrazadera de hierro del muelle. Después de confirmar que el barco estaba asegurado, se dio la vuelta.

—Por favor, perdona mi grave indiscreción.

Él no había hecho nada malo, pero ella podía distinguir la sinceridad de su arrepentimiento a través de las profundas arrugas en su frente. No pudo soportar mirarlo y, en cambio, bajó la mirada hacia la túnica verde bosque que vestía.

Estoy desnuda debajo de la bata. Estoy de pie frente a él en un estado escandaloso. Al darse cuenta de eso, toda la sangre se le subió a la cabeza, friendo instantáneamente su cerebro.

—N-No hay necesidad de disculparse. Simplemente no pensé que me haría una visita, señor Harij…

—Tú… ¿Sabes quién soy?

Un músculo de la mejilla de Rose se contrajo. Pronunciar el nombre de un cliente que mantenía en sus pensamientos internos era un gran error que nunca habría cometido en circunstancias normales.

La voz de Harij era tensa. Su expresión de disculpa no se veía por ningún lado, y en cambio se convirtió en el semblante severo de un caballero.

Rose se mordió el labio con frustración por su error. Ni una sola vez le había dicho su nombre. Debería haber sido plenamente consciente de ese importante detalle y, sin embargo, tontamente lo dejó escapar. Parecía que la molestia por ser vista desnuda todavía la estaba afectando. El pánico carcomía sus pensamientos. En su corazón, Rose rezó para poder recuperar la cordura.

—Sí. De hecho, lo hago.

—¿Desde cuándo?

Rose bajó la cabeza por miedo a otro desliz de la lengua. No pudo encontrar las palabras adecuadas para evadir la pregunta. Esta fue la primera vez para ella, que solo sirvió para hundirla aún más en la confusión.

—Respóndeme.

Pero no fue capaz de engañar a Harij, que había cambiado al modo de caballero. Decir la verdad era la única opción sobre la mesa cuando le faltaba la mentalidad de hablar hábilmente para salir de ella.

—Desde hace cuatro años.

—¿Por tanto tiempo?

—Sí… Por favor, perdóname.

Aaah, estúpida. Detente. Rose quería lanzar un hechizo en su boca. Pero sus labios, solo capaces de decir la verdad, intentaron encontrar una salida a esta situación con palabras.

—Nunca divulgo la información de mi cliente, se lo prometo. Estoy en una situación muy inusual en este momento. Si sigues haciendo más preguntas, me veré obligada a confesar todo.

Rose entró en pánico tanto que le faltaba oxígeno. Su cabeza dio vueltas. No podía dejar de parlotear.

—¿Eh? ¿De qué estás hablando? —Harij la miró con recelo.

Rose vio la mirada en sus ojos y fue impulsada hacia un mayor caos interior. Después de todo, ella estaba desnuda bajo la única pieza de tela que vestía.

—¡L-Las brujas no pueden mentir! ¡Ese es el precio de usar magia!

Oh no. Soy un fracaso. He expuesto el mayor secreto de las brujas del que nunca se debe hablar.

Rose se dio la vuelta y se golpeó la cabeza contra la pared. No se le ocurrió una idea mejor para silenciar su pánico.

—H-Hey. —Harij estaba confundido por el repentino cambio drástico en el comportamiento de Rose causado por su interrogatorio.

—Por favor, no preguntes. De verdad… Lo siento. —confesó sin aliento, volviendo a golpear su cabeza contra la pared. Su frente se puso roja brillante donde la había estado golpeando repetidamente, y estaba cubierta de pequeños rasguños. Si Harij seguía interrogándola, Rose en definitiva revelaría todos sus secretos, sin dejar nada fuera. No podía permitir que eso sucediera.

Se sentía culpable hacia todas las demás brujas por exponer su debilidad, pero lo hecho, hecho está. Tendrían que protegerse a sí mismos en el improbable caso de que Harij difundiera su secreto. Eran capaces de hacerlo; absolutamente podían cuidar de sí mismas. Rose creía con firmeza en eso.

Por esa razón, Rose estaba mucho más asustada de que Harij descubriera sus sentimientos que del secreto más profundo de las brujas. Preferiría morir antes que sufrir la miserable situación de él, el fuerte y apuesto noble bendecido por el sol, descubriendo que ella, una simple bruja que no era ni una mujer noble, ni una belleza ni una chica de pueblo, lo amaba.

—Así es…

Era un hecho tan obvio que se le escapó por completo a la mente de Rose que ella era una bruja. Las brujas se especializaban en hacer pociones, y las pociones se usaban para algo más que curar. Uno de sus muchos usos fue el veneno.

Con los ojos enrojecidos por su enloquecido estado mental, Rose corrió a la parte trasera de la ermita y saqueó los pequeños frascos en el estante. Los frascos de vidrio chocaron entre sí, haciendo ruido y tintineando. Cogió la poción que buscaba: una que pudiera derribar al buey más grande en cuestión de segundos.

Rose estaba presionando sus dedos para hacer estallar el corcho cuando Harij la abrazó por detrás.

—¡¿Qué estás haciendo?!

En lugar de un abrazo, era más exacto decir que la sujetaban por detrás. Harij rápidamente le arrebató el frasco a Rose, de la misma manera que podría confiscar el arma homicida a un culpable.

Sucedió tan rápido que el impulso tiró a Rose al suelo. En el proceso, su bata se abrió, dejando al descubierto su muslo desnudo. En una ráfaga, volvió a colocar la bata en su lugar.

—No estoy tratando de montar un espectáculo aquí. Puede que sea una bruja, pero no una puta. La mayor parte de mis ganancias se destinan a los ingredientes para la siguiente poción y, um… no me importa mucho la moda… así que es por eso que no tengo una segunda muda de ropa.

—Entiendo. Solo espera antes de hacer algo insensato. —dijo Harij para calmarla, con un toque de exasperación en su rostro—. Lo siento. De verdad. Puedo ver que está mucho más perturbada por lo que pasó de lo que parece, señorita bruja. —dejó el frasco de veneno de Rose en el banco de trabajo. Luego le ofreció su mano, la cual no llevaba guantes, debido a que ella todavía estaba en el suelo.

Rose se puso rígida con los ojos fijos en esa mano. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que alguien se acercó a ella? Estaba segura de que había sucedido cuando su abuela aún vivía, pero fue hace tanto tiempo que no podía recordarlo.

Harij no la despreció por estar demasiado asustada para tomar su mano. Por el contrario, le pasó un brazo por los hombros con suavidad, la ayudó a levantarse y la escoltó hasta una silla como lo haría con una mujer noble.

Se colocó sobre una rodilla ante la bruja, cuya cabeza daba vueltas demasiado fuerte para seguir el ritmo de lo que estaba sucediendo.

Él, Harij Azm, el hombre del que Rose había estado enamorada durante cuatro largos años, estaba arrodillado ante una simple bruja. Una ola de mareos aún peor la golpeó.

—Pido disculpas por exponer un secreto que te haría elegir la muerte, señorita bruja. Juro por mi honor como caballero que me lo llevaré a la tumba. Tienes mi solemne juramento. Por favor, confía en mí.

En respuesta, Rose solo pudo asentir con la cabeza como una muñeca rota. Ella no tomó el camino puro y humilde de corregir su malentendido. En cambio, tomó sus manos frente a su bata, haciendo que pareciera que estaba tratando de mantener los dos lados juntos.

—¿Cómo supiste que la poción que traté de tomar era veneno?

—No sabía lo que contenía el frasco, pero reconocí la mirada en tus ojos. Los sospechosos acorralados suelen compartir la misma mirada cuando están a punto de intentar una huida arriesgada. Me alegro de haberte detenido a tiempo.

Harij exhaló un gran suspiro de alivio. Al darse cuenta de que le importaba tanto la vida de una simple bruja, Rose se enamoró perdidamente de él de nuevo.

Mientras su mirada permanecía pegada a él, Harij se puso de pie con una sonrisa irónica. Luego salió, solo para regresar con una canasta un momento después.

—No tendría más remedio que terminar todo esto yo solo si no lo hubiera hecho.

La canasta estaba llena de pan. Además, parecía pan blanco y blando.

—No comes mucho, ¿verdad? Eres… una señorita. Necesitas más carne en tus huesos. En especial porque manejas pociones. Hacer pociones está plagado de peligros, no durarás mucho si te enfermas, a pesar de lo delgado que estás.

De ninguna manera. ¿Hizo todo lo posible para venir durante el día solo por eso? No puedo creerlo. Rose movió su mirada del pan a Harij.

—Gracias.

Un corazón tembloroso. Un pecho adolorido. Rose no sabía cómo describir la forma en que se sentía. La satisfacción se extendió a través de ella, su corazón se aceleró con tanta fuerza que no podía respirar, y quería aferrarse a él y llorar.

Estaba preocupado por mí. Eso significaba que, incluso por el momento más breve, pensó en ella. Ella había estado en sus pensamientos lo suficiente como para que, cuando vio pan en el mercado, decidiera comprárselo a Rose, aunque ella no estaba con él.

Oh, entonces esto es “alegría”. Rose probó la emoción por primera vez. Estaba increíblemente feliz de que la persona que amaba hiciera todo lo posible por ella.

¿Me quedaré en sus recuerdos? ¿Pensará en la extraña bruja que solo comía lechuga?

Rose no necesitaba más que saber que él pensaría en ella, aunque fuera una vez, la próxima vez que viera una lechuga.

—Se ve delicioso.

Ella aceptó la canasta y pudo sentir que el pan aún estaba un poco caliente. Había comido pan mientras vivía su abuela y durante sus ocasionales visitas a la capital. Pero esta era la primera vez que veía un pan de aspecto tan suave. Se le formó un nudo en el pecho y la garganta, y las lágrimas empañaron sus ojos. Por el contrario, Harij enarcó una ceja con escepticismo.

—Espera. ¿Planeas comer allí?

—¿Mmm? Sí, ¿por qué no lo haría?

Harij detuvo a Rose cuando estaba a punto de tomar un trozo de pan de la canasta que había colocado sobre su regazo.

—Limpia esta mesa primero.

Señaló la mesa atestada de un montón de basura apilada al azar. La lechuga de Dios sabe cuándo quedó afuera para morir de nuevo.

Señalar su desordenado espacio vital no tenía la intención de darle la tranquilidad que tenía. Rose sintió como si finalmente hubiera recuperado una apariencia de su yo normal.

—Por eso los nobles son malos huéspedes.

—Puedo oírte.

—Esa era mi intención.

Rose luchó con la montaña de cosas variadas y no se detuvo hasta que finalmente la mesa estaba limpia. Harij luego extendió un mantel. ¡Por qué el caballero de élite incluso había traído eso! Era probable que él hubiera sospechado que el que pertenecía a esta mesa estaba enterrado en algún lugar entre la suciedad y el desorden. Aunque Rose se resistía a admitirlo, estaba en lo cierto.

El mantel planchado era elegante pero sencillo, y encajaba muy bien en la pequeña ermita de la bruja. La luz del sol que entraba por la pequeña ventana caía sobre el pintoresco juego de mesa.

—¿Dónde está el cuchillo de pan?

—¿Servirá uno de cocina?

—Sí.

Rose expresó su agradecimiento por su indulgencia ante la falta de opciones de cuchillos y seleccionó el más limpio de su mesa de trabajo.

—También compré mantequilla.

—Tengo cucharas para medir los ingredientes…

Regresó con una pequeña tabla de cortar y una cuchara de madera y tomó asiento.

Harij, el hombre por el que había suspirado durante mucho tiempo, estaba sentado directamente frente a ella. Rose parpadeó tres veces para asegurarse de que no era un producto de su imaginación. No desapareció. Ella no estaba soñando despierta. Hace cuatro años, o más bien hasta esa tarde, nunca soñó que llegaría el día que eso ocurriera.

—Esta es una mantequilla inusual.

—Supuestamente es mantequilla de manzana. Escuché que sabe bien si la pones en pan.

—Fascinante… Me encantan las manzanas, así que no puedo esperar para probarla.

Mantequilla espesa y cremosa llenó el pequeño frasco que colocó sobre la mesa. Era mucho más espesa que la que Rose usaba para las pociones.

Mientras Rose examinaba con curiosidad el frasco, Harij cortó el pan en rodajas. Tomó una gran porción de mantequilla de manzana con la cuchara de madera y la untó en una rebanada. Se podían ver trozos de manzana en el jugoso glaseado de mantequilla. La boca de Rose se hizo agua y tragó con anticipación.

—Aquí.

—Gracias.

Con ambas manos, tomó la rebanada que él había colocado en el plato. Era varias veces más suave de lo que había imaginado. Durante todo este tiempo, solo había comido pan duro, del tipo que normalmente había que mojar en sopa. La suavidad de este pan casi hizo que se le escapara de las manos.

La mantequilla brillaba a la luz del sol y el dulce aroma de la manzana le hacía cosquillas en la nariz. Dio un gran mordisco y tragó.

Los ojos de Rose se abrieron con sorpresa. Ella siguió con otro gran bocado.

El segundo bocado fue igual de impactante. Fue muy delicioso.

El pan suave y esponjoso le llenó la boca. No solo eso, sino que también era masticable. Esa fue la primera vez que Rose experimentó una textura tan misteriosa.

Y la mantequilla de manzana superó sus expectativas. La consistencia del puré de manzanas era tan buena como la mantequilla lechosa. Los ricos sabores se unieron en una delicia celestial. Rose se perdió en devorarlo.

Harij miró con emociones encontradas mientras Rose devoraba el pan con tal intensidad que parecía haberse olvidado del invitado sentado frente a ella.

Pensando en retrospectiva, había sido un día verdaderamente caótico para él.

Los miembros de la familia Azm habían sido registrados en el directorio de familias nobles como partidarios del Reino de Marjan durante generaciones.

Nacido como el tercer hijo de un conde, Harij fue nombrado caballero a la edad de veinte años. Su deber principal como caballero real era proteger a la princesa Billaura. Ella era todavía lo suficientemente joven como para ser llamada niña, pero tenía todos los rasgos de una princesa maravillosa: una personalidad afable, un corazón caritativo, decoro y generosidad sin fin.

El hermano mayor de Billaura, el segundo príncipe, también era amigo de la infancia de Harij. Debido a que Harij la conocía desde que era una niña, la apreciaba como a una hermana menor, aunque sabía que era presuntuoso de su parte.

Billaura también confiaba en Harij como si realmente fuera su hermano mayor, pero nunca le exigió nada ni actuó de manera malcriada. Hasta ese día.

—Te lo ruego, Harij. Esto es lo único que te pediré. Por favor, hazme este favor no como un caballero que cumple las órdenes de su princesa, sino como un favor a la chica Laura que te adora como a un hermano. —Billaura le suplicó con la voz de una niña con el corazón roto mientras la determinación de la princesa de una nación brillaba en sus ojos.

—Por favor, obtén una poción de amor para mí.

Ese tipo de poción solo distorsionaba la mente de una persona y manipulaba acciones futuras, ambas en contra de la voluntad del bebedor. Harij estaba absolutamente en contra. Sin embargo, tampoco pudo rechazar una solicitud tan sincera de Billaura, quien, hasta ahora, nunca le había pedido ni el más mínimo de los favores.

Visitar a la bruja como un caballero al servicio directo de la princesa corría el riesgo de escandalizar su nombre. Por lo tanto, Harij le hizo una visita clandestina.

Se decía que la morada de la bruja estaba escondida en las profundidades del bosque, la ubicación exacta era un misterio. Después de perderse más veces de las que le gustaría admitir, Harij llegó a una choza que parecía como si fuera a volar de sus cimientos durante una tormenta de viento. Esa era la ermita de la bruja.

Y la primera que había conocido vivía en una habitación sorprendentemente oscura y sucia. Ella siempre se escondía debajo de una vieja bata holgada y lo enviaba a buscar cosas terriblemente cuestionables.

Con el paso del tiempo, sus sospechas sobre la bruja se intensificaron. No había un terreno común entre ese caballero recto que vivía por la justicia y la bruja que estaba envuelta por completo en la oscuridad.

Por eso se había sorprendido enormemente al verla emerger del agua. Pensó que se había topado con un hada que vivía en el lago. Verla fue demasiado surrealista.

Supuso que ella no se aventuraba mucho a la luz del sol, porque su piel blanca pura era tan hermosa como la nieve. Las mujeres nobles de la corte que se empolvaban la cara con polvo blanco para lograr una apariencia similar seguramente estarían celosas. Por mucho que lo intentara, Harij no podía apartar la mirada de ella y de las gotas de agua que brillaban en sus cabellos rosa pálido.

No había pensado que ella fuera una anciana, pero tampoco se había imaginado nunca que era una dama joven. Ni siquiera se le ocurrió a Harij que una mujer tan joven estaría viviendo allí sola.

Para cuando Harij juntó dos y dos, y se dio cuenta de que no era un hada, sino la bruja, ella notó su presencia. Sus ojos verde oscuro, que por lo general permanecían ocultos bajo la sombra de su capucha, se habían ensanchado.

Harij lamentó con sinceridad sus acciones. Había estado demasiado aturdido por la vista de ella que no pudo apartar la mirada y terminó con la clara imagen de su cuerpo desnudo, sin darse cuenta de que eso perturbaría tanto a la bruja, siempre serena, que elegiría quitarse la vida con veneno en lugar de enfrentarlo. El lado positivo de todo eso fue que el incidente le enseñó mucho a Harij.

Se enteró de que la bruja era una mujer joven y que las brujas eran incapaces de mentir a pesar de lo sospechosas que parecían. Todas esas tareas irrazonables y despiadadas que le dio no eran para deshacerse de él, sino que eran necesarias para la poción. Todo este tiempo pensó que ella lo estaba estafando, cuando resultó que apenas podía permitirse el lujo de que le hicieran un vestido porque la mayor parte del precio que pedía lo destinaba a los materiales. Descubrió que la bruja, a la que nunca pudo leer bien, era en realidad una mujer normal capaz de avergonzarse.

Y por último, se enteró de que a ella le gustaba mucho el pan untado con mantequilla de manzana.

—¿Vives aquí sola, señorita bruja?

Cuando compró el pan recién horneado en la ciudad, en realidad fue porque temía que la bruja delgada muriera de hambre antes de terminar la poción.

Ella no estaba al borde de la muerte, por supuesto. Pero al ver sus mejillas color manzana llenas de pan, supo que había tomado la decisión correcta.

Debería despedirse pronto dado su atuendo actual, pero el recuerdo reciente de cómo se había acurrucado sobre sí misma, preparada para quitarse la vida en un ataque de depresión, le hizo temer que realmente pudiera morir si la dejaba sola en ese momento.

Se sintió aliviado de que disfrutara del pan que se había apresurado a buscar para ella.

Mostrando malos modales en la mesa, la bruja se lamió la mantequilla de manzana de los dedos y miró a Harij.

—¿Mmm? Sí, vivo sola.

—¿No es demasiado peligroso?

Ya era lo suficientemente arriesgado para cualquiera vivir solo, y esos peligros se multiplicaron para una mujer joven. Si bien puede que no haya muchos ladrones dispuestos a colarse en la sombría morada de una vieja bruja, había un suministro interminable de sinvergüenzas listos para robar dentro de la casa de una hermosa joven.

La bruja lo miró parpadeando como preguntándole el por qué hacía aquella pregunta en ese momento.

No podía admitir que había tenido una idea equivocada sobre su edad todo este tiempo, por lo que Harij eligió de forma inteligente el silencio.

—Bueno… puede ser. Pero evito el peligro guardándome para mí misma y no recibo muchas visitas. Siempre que pasa alguien cuestionable, de inmediato me escondo en el sótano debajo de las tablas del piso.

Por la forma en que hablaba, dedujo que lo había experimentado con bastante frecuencia. Imaginarse a la bruja esperando, temblando, en la oscuridad bajo las tablas del suelo a que algún sinvergüenza se fuera era motivo de gran preocupación.

—¿Has estado viviendo así todo el tiempo?

—Sí, toda mi vida. —dijo la bruja sin inflexión [1].

Hablaba como si fuera natural el estar sola y cuidarse a sí misma. Como si fuera un hecho que no necesitaba mencionarse.

A Harij le preocupó, pero no pudo encontrar las palabras adecuadas para responder.

Simplemente no era apropiado. Una jovencita merecía que alguien la mantuviera a salvo. Ya sea por sus parientes o por su tutor que prepararía una dote y cuidaría que se casara con alguien bueno.

Las mujeres debían estar protegidas. Harij se crió con esa creencia, como la mayoría de los nobles.

Sin embargo, incluso si él tuviera esa creencia, ¿qué podría decir como alguien que no estaba involucrado con ella ni era responsable de ella?

Así que Harij hizo lo único que pudo y untó mantequilla de manzana en una segunda rebanada de pan y la colocó frente a la bruja. Esa vez, aplicó el doble de la cantidad.


[1] Hace referencia a que no hubo ningún cambio en el tono de su voz.

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