Un lirio que florece en otro mundo – Día 11, en la mañana: El orgullo del pueblo y la determinación de la heroína

Traducido por Kiara

Editado por Tanuki


—No tengo nada que decirle —dijo el Conde Dan Hamilton, el actual jefe de la familia Hamilton.

Su bigote casi cómico podía parecer encantador desde cierto ángulo, pero su actitud era todo lo contrario. La mirada en sus ojos reveló que pensaba que todos, con excepción de él mismo, no eran más que ratas. Dirigió estas frías palabras a Fuuka Hamilton. La luz de la mañana llenaba la mansión, pero el aire en su interior se sentía frígido.

—Sí. Mis humildes disculpas, padre —Fuuka repitió esas palabras una y otra vez.

Su hija se había escapado de casa después de fracasar en la lucha por encontrar una pareja para un matrimonio político. Los chismes que le siguieron fueron impropios para un miembro de la venerable familia Hamilton. Los nobles hambrientos de rumores de la capital se habían deleitado hablando sobre la huida de Fuuka.

—Sal. A partir de ahora puedes dormir en el cobertizo del jardín.

—Entendido.

—Y no hables con tus hermanas —indicó él.

—Entendido.

—Has deshonrado el nombre de nuestra familia, así que no creas que tienes un hogar aquí… Dios me ayude, esto es lo que obtengo por mostrar misericordia a mi hija bastarda —dijo Dan, como si escupiera las palabras.

Sí, Fuuka era la hija de Dan y su amante. Al no tener ningún heredero legítimo en ese momento, Dan acogió a Fuuka y la crió. Pero poco después, su esposa legal le dio varias hijas más, y Fuuka perdió todo valor más allá de ser una herramienta para un matrimonio político a sus ojos.

Fuuka estaba feliz de ser útil aunque fuera solo con eso, porque creía que si podía trabajar lo suficientemente duro, sería la mejor niña, más capaz que nadie, algún día su padre, su madre y sus hermanas se fijarán en ella.

—Retírate, estoy ocupado ocupándome de los preparativos para nuestro proyecto conjunto con los Rainhalt. No retiraron sus negocios aun después de que echaras a perder el compromiso con el joven Klause. Sé agradecida.

—Entendido.

Después de salir de la habitación en silencio, Fuuka apretó los puños.

Eres increíble, Fuuka. Lo sabes todo, Fuuka; trabajas muy duro. ¡Te amo, Fuuka!

Aunque sólo pasaron diez días juntas, la voz de su rival, Miyako, resonaba en su cabeza una y otra vez.

¿Por qué?, oh cielos ¿por qué, tomé su mano extendida en ese entonces? ¿Por qué me dejé llevar por su pelo castaño rojizo? ¿Por qué pasé esos días felices con ella? Se supone que debo ser más fuerte que esto. Y lo era… hasta que pasé tiempo con alguien que me aceptó, me alabó, me dijo que me amaba… con Miyako.

—Miyako.

La echo de menos. Fuuka echaba mucho de menos a la chica de pelo castaño, pero fue ella la que la abandonó. Había decidido tirar todo por la borda y regresar a la casa Hamilton. El orgullo de Fuuka no le permitía hundirse en el arrepentimiento de cuanto echaba de menos a Miyako a estas horas.

—Estoy actuando de forma egoísta —pensó Fuuka, amonestándose a sí misma mientras se dirigía a su habitación, en el cobertizo.

Las criadas que la observaban no hacían ningún esfuerzo por fingir que no estaban murmurando sobre ella. La mirada de Fuuka se posó en una de las criadas en particular.

—¿Hmm…? ¿Qué es eso?

Un sarpullido rojo se alineó en su cuello. Su tez era pálida, y parecía que había empezado a sudar frío. Fuuka tenía la sensación de haber visto ese sarpullido en algún lugar recientemente.

No me gusta esto.

—Tú, la de ahí… ¿Te sientes mal? —gritó sin pensar, pero…

—No debería… Tengo que ir a lavar la ropa!

—Oh, me pidieron que limpiara la habitación de la joven señorita —dijo otra.

Se dispersaron en el momento en que Fuuka les llamó. Era como si hubiera perturbado un nido de arañas.

Santo cielo, qué grosería… Pero era de esperar, ahora que soy un bien no deseado de la familia Hamilton. Fuuka suspiró profundamente. Estoy preocupada por el estado de esa criada, pero no debo hacer nada imprudente ahora mismo.

Fuuka siguió caminando en silencio. Podía oír a las criadas, o quizás a sus hermanas…

Burlándose de ella en la distancia.

Pero, en cualquier caso, no debo causar ningún problema. Eso es lo que le prometí al señor Odin.

♦ ♦ ♦

Mientras tanto, en la mansión Rainharlt.

—¡¿Así que dices que no pudiste encontrar a Miyako Florence?!

—Sí. ¡¡Mis más profundas disculpas, amo Klause!!

Odin inclinó su cabeza con una hermosa reverencia. Después de años de servicio, era increíblemente hábil para inclinarse. “Si disculparse facilita el trabajo, lo haré cuanto sea necesario”, era la filosofía personal de Odin Florence.

—¡Pero me quedé sin dormir buscando en cada centímetro de la región del Atika! —claramente eso era una mentira, él había estado holgazaneando en la casa de su familia en Atika— ¡mis padres tampoco han sabido nada de Miyako!

Esto también era una mentira. Sus padres aún creían que Miyako estaba en medio de los preparativos de una espléndida boda en la capital, y él no quería estropear eso.

—Todo lo que conseguí fue encontrar a Fuuka Hamilton, quien dice que huyó de la capital después de animar a Miyako a hacer lo mismo…

Por supuesto, esta fue otra mentira… O más bien, esta fue la parte principal de la promesa entre Fuuka y Odin. Si se descubría que Miyako se había llevado a la hija del conde, Fuuka, por su propia voluntad y que estaba actualmente en fuga, entonces la posición de la familia Florence estaría en peligro.

Como parte del compromiso fallido Fuuka había perdido la cabeza, y todo era obra suya. Esa era la explicación que la señorita Hamilton quería que Odina diera.

Aunque esto también parece bastante arriesgado…

Dependiendo de cómo se desarrollara la situación, Fuuka y el resto de la familia Hamilton podrían no salir indemnes. En circunstancias normales, si este informe llegará al padre de Fuuka, el jefe de la familia Hamilton, el mejor de los resultados sería perder su herencia y el destierro de Fuuka. En el peor de los casos, era totalmente posible que hiciera asesinar a Fuuka.

A pesar de saber ese resultado,  Fuuka no se inmuto.

—Parece que al final, Miyako logró conquistar su corazón, al enseñarle el significado de la verdadera felicidad. Debo decir que mi hermana pequeña es una gran jugadora.

Odin suspiró.

—¿Por qué suspiras?

—Oh, te pido perdón. Me dejé llevar por mis pensamientos.

Klause se agachó y reflexionó. Se quedó así por un rato, luego golpeó su mano con un puño y levantó la voz.

—¡Eso es!

Profundamente perturbado por la expresión triunfante de su maestro, pero bien acostumbrado a su trabajo, el espía personal de Klaus habló manteniendo una expresión neutra.

—¿Qué sucede, amo Klause? ¿Se le ha ocurrido otra tonte… ¡Ejem! Quiero decir, ¿se te ha ocurrido algo?

—Si, es tan increíble que me sorprendo a mí mismo a veces —Klause alisó su pelo rubio con una sonrisa—. Pensar que ¡Fuuka estaba tan loca por mí! como no fue capaz de casarse conmigo, se desesperó y se llevó a Miyako!

Su voz rezumaba certeza.

Odin luchó por evitar que sus pensamientos internos se mostrarán en su rostro.

—Sólo déjemoslo ser.

Odin no podía soportar que, a pesar de todas las pretensiones de su maestro, tuviera una cara bonita y se pusiera en una buena posición.

—Esa es una interpretación muy… novedosa, mi señor.

—Hmm… Debemos hacer algo. ¡Espía!

—¿Qué?

Totalmente cansado, Odin dio una respuesta poco entusiasta.

—¡Tráeme a Fuuka Hamilton!

—¡Claro señor! Espere…  ¿que?

—Tráeme a Fuuka Hamilton —repitió Klause.

—Sí, lo he escuchado, pero ¿por qué…?

En los planes que había elaborado con Fuuka, esperaban que Klause intentara continuar la búsqueda de Miyako, por lo que Odin le daría información falsa. Por supuesto, él nunca lograría encontrar a Miyako. Pensaron que si eso se prolongaba, incluso Klause se daría por vencido, pero la solicitud había sido completamente inesperada.

—He oído que el Conde Hamilton es un personaje bastante severo. Fuuka debe estar sintiéndose bastante abatida en este momento. Y yo soy un alma bondadosa…

Odin sonrió. Parecía que Klaus tenía un renovado interés en Fuuka, la mujer que rechazó como prometida.

—Consolaré a Fuuka, personalmente. Mientras estoy en ello, supongo que también podría hacer que me diga dónde está Miyako.

—Se… Seguro… señor

—Soy todo un cazador. Una chica protegida como Fuuka no soporta la influencia de cada una de mis técnicas.

Ante tal despliegue de confianza, Odin pensó.

—Vaya, mire. No soy una mujer, pero me continuo aferrando a ti —pero siendo un humilde sirviente, Odin obedeció solemnemente la orden y se fue a la mansión Hamilton.

♦ ♦ ♦

En la entrada de la capital, había una gran puerta. Miyako estaba de pie sobre esa puerta.

—Gracias, Umi.

—No fue nada.

Umi se había transformado en la forma de un espíritu de agua fría, una enorme bestia semitransparente entre un gato y un tigre. Miyako estaba de pie junto a ella. Debajo de ellas se extendían las calles y casas de la capital.

Sólo habían pasado diez días desde que se había marchado con Fuuka, pero Miyako sintió que había pasado más tiempo.

—No vi ningún coche que pudiera tenerla a bordo en nuestro camino hacia aquí… así que Fuuka debería estar aquí.

Respiró profundamente.

No puedo entrar y hacer que venga conmigo como lo hice antes. Dondequiera que esté, haré todo lo que pueda e iré a buscarla de manera justa y honesta. Y no me importa si me rechaza. Después de todo, sólo estoy siendo egoísta. Dije que había hecho todo esto por el bien de Fuuka, después de que la familia Hamilton la tratara tan mal. Ese fue un buen pretexto. Pero en realidad, lo hago por mis propias razones egoístas. Quiero ser feliz con ella. Así que tiene el derecho de negarse, aunque estaré triste si lo hice, pero, es exactamente por eso que quiero hacerlo. Quiero decirle cuánto la amo. Aunque no funcione, no quiero mentirme a mí misma. Hubo un tiempo en el que me mentía a mí mismo, me hice adicta a mi trabajo y morí por exceso de trabajo. Nunca, nunca quiero volver a pasar por eso.

—Bien… vamos, Umi.

El gran espíritu del agua maulló como un gato ordinario, como si diera su bendición a la pequeña pero preciosa determinación de su amo temporal.

—Um, umi —comenzó Miyako después de que mirara a la capital— ¡Umi- san!! Lo primero es realmente me gustaría bajar de aquí, ¡por favor!

La puerta de la capital era demasiado alta para que Miyako bajara sola. El viento sopló con fuerza. 

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