Un lirio que florece en otro mundo – Día 8, mediodía: La santa Fuuka y el Visitante

Traducido por Kiara

Editado por Tanuki


Como Shan Li seguía cuidando a su amada hija y no podía salir de su casa, a partir del día después de haber recogido las hierbas, un vendedor sustituto se ocupó de visitar la cabaña. Al mediodía el sustituto trajo cartas de cortesía, así como un extravagante paquete.

El paquete incluía arroz al vapor envuelto en hojas grandes, sopa de pollo entero hervido suavemente, entre otras cosas. Tenían toda la comida que podían desear.

Esto es genial. ¡Otro paquete de alta calidad!

Aparentemente Shan Li, la hábil comerciante del continente, había jurado por su reputación preparar todo esto para ellas…

Aun así creo que esto es demasiado para nosotras dos. Realmente demasiado.

Cuando salieron de la casa de Shan Li, ella había tratado de darles una gran suma de dinero como agradecimiento, pero Fuuka tercamente se negó, diciendo, “como una dama de la familia Hamilton, no puedo aceptar esto”. Esa fue la causa de este ataque de comida.

—¡Uf, no puedo comer más!

—Tampoco puedo…

—Oye, Fuuka, ¿crees que deberíamos compartir esto?

—¿Compartirlo? ¿Qué quieres decir? —Fuuka inclinó la cabeza.

En la villa no solían compartir comida u objetos con los demás, cualquier objeto que no pudiera ser utilizado era vendido para obtener dinero. Bueno, debería haber adivinado eso.

—Tomamos lo que no podemos comer, y lo compartimos con otras personas.

—Oh eso tiene sentido.

—Podemos darle a la gente sopa para que coman, y si no tienen hambre podemos darles el arroz al vapor para que lo lleven a casa.

—Bueno, si es demasiado para nosotras y seguro habrá muchas personas que vendrán por la tarde.

—Parece que… bueno no creí que las cosas fueran a resultar así —Miyako miró a la distancia.

—Me doy cuenta de que ser de ayuda a los demás puede ser muy difícil — expresó Fuuka.

—Lo sé, Fuuka. Pero…

—¿Qué pasa, Miyako?

Miyako se tomó las mejillas con las palmas y las jalo hacia atrás hasta formar una sonrisa.

—¡Pero te ves tan feliz!

♦ ♦ ♦

¡Voy a vivir una vida lenta en el campo con mi amada Fuuka!…  Al menos, eso es lo que Miyako había planeado. Pero desde que llegó aquí, los eventos comenzaron a tomar un rumbo diferente.

Específicamente…

—Señorita Miyako, señorita Fuuka, ¿podría darme alguna medicina?

—Soy el hombre al que le diste algunas medicinas de hierbas ayer. ¡Mi hijo se ha recuperado de su tos!

—¡¡Así que ustedes dos son las famosas santas de las que tanto he escuchado hablar!!

En poco tiempo, el pueblo estaba lleno de rumores sobre el trágico caso de autointoxicación miasmal que le ocurrió a la amada hija de la celebridad local Shan Li, y a las dos jóvenes de la capital que lo resolvieron en una sola noche. Esos rumores se extendieron a otras ciudades y pueblos cercanos.

En los últimos días, la gente se había amontonado en la cabaña pidiendo medicinas.

—Afortunadamente, queda mucha hierba luz de la luna —dijo Fuuka, mientras se ocupaba de escuchar en silencio las descripciones de los síntomas y de mezclar las hierbas.

Rechazaron todos los pagos, pidiendo sólo que nadie le dijera a nadie más que las dos estaban allí.

—Nyahaha, las medicinas sobre las que he lanzado protección se mantendrían frescas como si fueran tesoros nacionales, si soy sincera.

—Mi Umi. Muchas gracias.

—Si me das un buen masaje como agradecimiento, diré que estamos en paz.

—Oh, de acuerdo. Cualquiera pensaría que eres un gato.

Miyako le dio a Umi una buena caricia, recordando cuando lo hacía con los gatos en el café que solia frecuentar en su otra vida. El pelo de Umi temblaba encantado.

—¡Ahí, justo ahí! ¡Más! —dijo Umi entre ronroneos.

—Uhh… ¿Umi?

Era una gata. Una gata persa mullida. Pero escuchar esos encantadores gemidos con una voz de niña es demasiado; es demasiado para mí, pequeña espiritu del agua… 

—¡Muchas gracias, mis santas!

♦ ♦ ♦

—¡Ya te lo he dicho antes, no somos ningun especie de santo!

Ese intercambio anunció que el último de los pacientes se iría a media tarde. La cabaña estaba a varias horas de camino en carreta de las aldeas vecinas, por lo que todos debieron salir a primera hora de la mañana para llegar allí. Sería de noche para cuando llegaran a casa.

Aunque no pudieron terminar el extravagante paquete de comida de Shan Li, Miyako y Fuuka tomaron el arroz al vapor envuelto en hojas y se lo dieron a los pacientes para que se lo llevaran a casa.

—¡Compartir resultó ser un gran éxito! Aunque es más como un bento

—¿Un bento?

Fuuka ladeó la cabeza, desconcertada.

¡¡Whoa, qué linda!! Miyako se las arregló para mantener su expresión normal.

—Un bento, es una comida que preparas para llevar contigo cuando sales

—¿Así que es como el paquete de comida como el de Shan Li.

—En realidad no.

En momentos como estos se puede decir que es una chica rica, pensó Miyako. Una acaudalada joven de familia noble , también conocida como mi amada villana, Fuuka.

—Oh, lo sé, vayamos a un picnic juntos pronto.

—Un picnic… ¿En honor de quién?

—En honor a nadie; ¡un picnic para nosotras dos!

En la experiencia de Fuuka, los picnics eran sólo una extensión de los eventos que realizaban en la alta sociedad que disfrutaban los nobles. Para la familia organizadora, eran eventos preocupantes que requerían meses de preparación desesperada para asegurar que nada empañara su buen nombre. Para los participantes, los picnics eran una oportunidad de oro para desplegar tácticas políticas y sentar las bases de matrimonios estratégicos. Así que estas actividades naturalmente implicaban una lujosa comida preparada por sus chefs, y el objetivo era lograr un banquete.

—Sólo para nosotros…

—Correcto. Nos lo pasaremos muy bien, Fuuka —dijo Miyako con una voz cantarina mientras calentaba la sopa de pollo—. ¿Dónde deberíamos ir para el picnic? Estoy segura de que hay un conocido campo de flores cerca de nosotros. ¿Qué deberíamos poner en nuestro bento? Los sándwiches son el estándar. Solía hacer un buen sándwich de huevo. Pero hace tiempo que no hago ninguno. He estado demasiado ocupado para cocinar.

Quedan seis días para que termine el plazo. Me pregunto, ¿Fuuka me dirá que es feliz?  pensó Miyako—. Incluso si no lo hace.

—¿Que?

—No es nada.

Fuuka sonrió.

Sí. Incluso si no dice “Soy feliz”, y este estilo de vida llega a su fin, siempre y cuando mire hacia atrás estos días como tiempos felices, creo que no me importará. Quiero estar a su lado siempre. Pero aunque no pueda, mientras ella sea feliz…

—Eres rara, Miyako.

Fuuka soltó una pequeña risa. Realmente me encanta su sonrisa, pensó Miyako. En ese momento.

—¡Hey! ¿Hay alguien aquí?

—¡¿Eh, quién es ese?!

Una voz sonó desde fuera de la cabaña. Podían oír el relincho de un caballo.

Alguien había llegado en un carro. Había algo que diferenciaba a este visitante de los demás.

Los oídos de Umi se agitaron, y salió corriendo desde el alféizar de la ventana donde se había acurrucado. Miyako corrió hacia la puerta y la abrió.

Vio la figura que estaba allí de pie y gritó.

—¡¿Odin?!

—¡Oh, así que estabas aquí después de todo, Miyako!

—¡¿Ah, no es ese el carro que alguien robó el otro día?! —dijo Fuuka.

De pie había un hombre solitario, que galantemente descendió del carro que había desaparecido del camino nocturno de la montaña.

—¿Lo conoces, Miyako?

—En efecto, soy el hijo mayor de la familia Florence, y el hermano mayor de Miyako… Odin Florence.

Odin estaba cubierta de barro y llevaba una expresión de total fatiga. Sus ojos, caídos sobre las bolsas negras, comenzaron a estrecharse. Esa expresión albergaba la pena de un hombre ya exhausto enviado a otro ridículo recado por su amo.

Y entonces…

—Por orden del joven amo Klause Rainhalt, he venido a llevar a mi hermana… —pero él no pudo terminar, se desplomó, y golpeó la cabeza en el suelo.

—¡¡Odin!!

Apenas diez segundos después de su llegada, Odin Florence se desplomó por exceso de trabajo.

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