Traducido por Melin Ithil
Editado por Sakuya
Vetrlang amaba terriblemente a la madre de Isolda, la emperatriz, pero cuando falleció debido a una misteriosa enfermedad, ese amor se derramó sobre su hija. La historia recorrió todo el imperio y ella dijo que no quería casarse, así que le rogó a su padre que la enviara al extranjero a estudiar, fue bastante famosa. Más aún porque lo consiguió.
Al escuchar la respuesta de Niveia, Arendt asintió.
—Creo que hubiera sido bueno si te hubiera conocido, pero si no hubiera ido a estudiar al extranjero, no se habría convertido en mi cuñada, así que ni siquiera puedo decir que sea una lástima.
—¿Es buena persona? La princesa.
—Mi hermano tiene estándares altos, por su puesto, es lo mismo para mí, así que desde que a ambos nos gusta, se puede decir que es extraordinaria. —Su expresión dejaba en claro que le agradaba tanto como decía.
Por esa razón, su expresión de ella al verlo, se volvió extraña.
—De casualidad…
—¿Hmm…?
—¿Te gusta la princesa?
—Sí, te lo dije, me gusta. —Se dio cuenta tarde de que la forma en que lo dijo podría prestarse a malentendidos—. No me malentiendas, incluso si hay muchos talentos, nunca es suficiente, solo significa que me gusta la gente talentosa.
—Tú… —Como si pensara en algo, cortó sus pensamientos por un momento, antes de continuar—. Tus sentimientos se reflejan en tu rostro. —También reflejaba la forma en que se miraba a sí mismo, lo cual era un alivio. Supuso entonces que también le gustaba.
No agregó ninguna historia más, pero el agrado de ella también era evidente en su rostro. Así que no tuvo más remedio que mirarla como un tonto. ¿Cuántas veces en el día la había visto así, estúpidamente? Estaba a punto de perder la cuenta.
Dijo que mejoraría si no la veía por un día o dos.
Pero Rudiger no contempló que a su rey le parecería más bonita cada vez que la veía. Arendt creía, irónicamente, que él no era un monje, pero también tenía la fuerte creencia de que ese sentimiento no podía llamarlo “a”.
♦ ♦ ♦
Después de que se prepara para una noche en vela, convocó a su único socio para discutir.
—Entonces, significa que cuando ve a la señorita mayor, quiere cuidarla. Es bonita, es normal que se sienta así cuando ve algo bello.
—Okey.
—Me siento un poco avergonzado, pero su majestad siempre ha sido así, ¿recuerda al perro que recogió de la calle y luego no pudo dejarlo?
—Eso fue hace mucho tiempo, tenía catorce años.
—¿Algo más reciente? ¿Qué tal la sirvienta que fue expulsada después de ser agredida y acosada porque le había cortado mal las uñas a su majestad? Salió en secreto todos los días para buscarle trabajo.
—Pero su situación no era buena, tú también lo escuchaste, la historia de sus hermanos menores que aún no llegaban a la adultez y su madre anciana y enferma, su padre murió dejando enormes deudas mientras hacía negocios por la fuerza con la esperanza de levantar a su familia caída.
—Seguro, lo recuerdo, la sirvienta que había sido expulsada del palacio imperial y no pudo ser empleada en ningún lado, por lo que estaba tan preocupado que instaló una posada.
—¿No crees que fue la forma más fácil de encontrarle trabajo?
—¿Qué familia imperial construye una posada cuando una de las sirvientas ha sido expulsada? Además de que tenía cinco pisos.
Rudiger se sintió conmovido, pero cada vez que su maestro tenía un accidente con buenas intenciones, era su responsabilidad morir junto a él, por lo que no dudaba en que un día liberara el resentimiento acumulado por años siendo su asistente. Sin embargo, había otra razón para su amargura.
—Su majestad, usted y yo estudiamos juntos la teoría del monarca ideal de Bellarbe, ¿recuerda lo que dice en las primeras palabras del capítulo cuatro?
—Lo sé, lo recuerdo, odio sus palabras.
—Un monarca es aquel que ha renunciado a ser humano, él es quien lleva todos los pecados junto con la tarea de gobernar un país. —Estaba tan serio como siempre. Eso significaba que ese problema de obsesión que tenía su señor con Niveia también era importante para él. Al principio se preocupó de que ella fuera la que se enamorara, pero jamás esperó que sucediera lo contrario—. El afecto se convierte en debilidad, ¿ha olvidado porque su majestad fue tan duro con su alteza Reiner?
No hubo respuesta.
—En mi opinión, lo que usted tiene es simpatía, ¿es posible que en un día o dos su majestad se volviera realmente afectivo? Lo conozco desde hace tiempo, ¿no está haciendo demasiado alboroto? —No quería que se sintiera abrumado, pero lo dijo, no estaría mal que no la viera un día o dos. Aunque su amo lo miró como un cachorro bajo la lluvia, fue bastante firme—. Iré a darle sus saludos, mientras su majestad puede encargarse de los asuntos gubernamentales atrasados, su alteza Reiner estará encantado.
—Okey, lo entiendo.
—Y asumiré que estoy de vacaciones hasta entonces.
Era un bastardo leal y mezquino.
Arendt tuvo que encargarse de las tareas urgentes encargadas frente a su caballero que estaba recostado cómodamente en el sofá. En cualquier caso, él era una persona similar a Rudiger, quería evitar que su corazón se acercara a una persona.
♦ ♦ ♦
¿No sirvió de nada no verla por un par de días?
No lo sabía, pero no podía apartar la vista de ella, incluso cuando tenía sus ojos cerrados, había estado tratando de causarle una buena impresión con cualquier cosa. Sabía que no estaba dormida porque su respiración no era constante, pero no quería sorprenderla de mala manera. No se le ocurría algo que la hiciera voltearse. Era raro que ella, quien siempre actuaba tranquila, se riera porque estaba realmente feliz, una de las pocas ocasiones había sido cuando la llevó a La Rinne y otra más justo antes de subir al vagón. Su rareza era incomprensible, cada que ella lo hacía, sentía que se llevaba su aliento.
Rudiger, dijiste que era solo simpatía.
Pero ahora no estaba seguro, no tenía la confianza, solo mirar su sonrisa lo hacía sentir como si hubiera llegado al umbral de un pozo en el que ya estaba sumergido.
En ese momento en el que las alegrías y tristezas de los dos se cruzaban, solo las carreteras inquebrantables corrían en fila por el camino de piedra.
♦ ♦ ♦
Cruzando la frontera de Thierry, en el castillo Imperial de Vinfriedt, una mujer pelirroja ocupaba el escritorio de la oficina del emperador. Se llevó un bolígrafo a la boca, tenía en su mano una carta hecha de un papel caro. Tenía una cara que a simple vista se veía bonita. Leyó la carta una y otra vez y chasqueó los dedos.
—Renny.
—¿Sí?
—Ven aquí. —Con la mirada aún fija en la carta, la mujer levantó el dedo y llamó a su marido.
Reiner, el hombre que estaba en medio de atender asuntos de gobierno en el otro escritorio, se levantó con una actitud preparada. Se acercó a la silla donde estaba sentada la mujer, se apoyó en el respaldo y preguntó.
—¿Qué pasa?
—Bien, tengo una cosa que confesar, Renny.
—Si es tu amor por mí, es importante.
La mujer interrumpió las tonterías de su marido con un beso profundo y continuó hablando con sus labios más húmedos que antes.
—En realidad, me he estado escribiendo con su majestad… No, ah, espera… Renny, es lindo que seas celoso, pero no ahora, espera, escucha el final. Evidentemente, dijiste que la mujer que traerá tu hermano es la hija del marqués Solen.
—… ¿Era así?
—Sin embargo, tenía curiosidad por esa mujer, así que le envié una carta y me respondió que ella y yo nos convertimos en hermanas. —Puso la carta que sostenía sobre la mesa.
La tinta de la letra venía de un refinado de piedra magia para la comunicación en papel de alta calidad, a través del cual se transmitía por magia, el principio era casi el mismo que las piedras mágicas, la diferencia es que el texto se enviaba a la otra parte a través del papel pulido con una piedra mágica de comunicación.
Reiner tomó la carta que Isolda había dejado y la leyó varias veces igual que ella, luego ladeó su cabeza en señal de que no entendía.
—Bueno, no es de sorprender, fue un matrimonio nacional con el emperador, así que lo normal es igualarlos al alistarla con la familia real.
—No, tonto, mira su nombre, ¡es Hermion!
—… Aquella que brilla.
—¡Bien, Renny! ¿Sabes lo asombroso que es esto? —Su voz se elevó, su emoción rezumaba la claridad de su belleza y sus ojos dorados, abiertos de par en par, brillaban con curiosidad—. Para mí, mi hermana pequeña, es la luz que no recibí.
—Sé que es raro que Thierry ponga el nombre de la luz en un nombre. —Le resultaba interesante. Se rascó la oreja mientras miraba la carta con sequedad.
Los ojos de la mujer se pusieron agudos de inmediato.
—¡Realmente raro, muy poca gente puede ponerlo, Renny! Es un nombre que solo se puede usar si el emperador lo permite. —Quitó las gafas que tenía Reiner en el rostro con las yemas de los dedos con una mirada fresca.
Él la miró con una sonrisa.
—Entonces, ¿no te gusta Richel?
—Mmm… no es eso, por supuesto que me gusta, pero cualquiera en Thierry lo sabría… Usar la luz es realmente poco convencional…
—¿En verdad? —Sonrió lánguidamente mientras envolvía sus brazos alrededor del hombro de su esposa, quien por la emoción se había puesto un poco pálida.
Ella, como si estuviera familiarizada con él estando enredado a ella, se agarró a la mano ajena que descansaba entre sus clavículas.
La dudosa lucha continuó.
—¿Te dije que tu suegro amaba a mi madre? Uso flores en lugar de luz para el nombre imperial de mi madre, puede que no lo sepas porque eres del imperio de Vinfriedt, pero en Thierry, la luz significa todo.
—Lo sé.
—¡Lo sabes!
—Vinfriedt tiene lo mismo, pero de noche.
—Cierto.
Reiner le dio un ligero beso en lugar de elogiarla. Las cartas fueron dejadas de lado y era él quien estaba ocupado transmitiendo su amor a Isolda.
Amo esta historia, gracias por su trabajo, ojala la actualicen pronto.
Gracias por este hermoso CAP 😘
Está geniallll
Espero que sigan actualizando
Hermoso capítulo, muchas gracias 😊…
Me encanta como el amor va creciendo en esta historia