—Soy yo, Katarina Claes. ¿Puedo pasar?
—Adelante —dijo alguien desde el interior. Al entrar en la habitación, descubrí que, tal y como esperaba, la voz pertenecía a Raphael, el cual estaba sentado en un escritorio mientras trabajaba. A medida que Lahna dejaba a un lado sus obligaciones como jefa de departamento y se dedicaba a profundizar en su propia investigación mágica, era en realidad su segundo al mando, Raphael, quien mantenía el departamento en funcionamiento. Como resultado, su carga de trabajo no era ninguna broma.
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Por fin, llegó la hora de empezar el día y todo el mundo se puso manos a la obra.
Hoy estaba previsto que ayudara un poco con la entrega del correo antes de tener mi práctica de Magia Oscura, seguida de mi trabajo descifrando el Pacto Oscuro. La verdad es que me habían dicho que no hacía falta que me desviara para ayudar con las entregas, pero yo argumenté que si me limitaba a sentarme en una silla todos los días, mi cuerpo se debilitaría, así que me permitieron participar. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 12 – Capítulo 2: La vida cotidiana en el Ministerio de Magia (2)”
Habiendo oído durante la cosecha lo apasionadas que estaban Fray y Ginger con el Ministerio de Magia y habiendo celebrado después una fiesta para agradecer a todos su arduo trabajo, subí a un carruaje y me dirigí a casa.
Aunque sabía que Fray admiraba a Lahna, me sorprendió oír que quería trabajar en el mismo departamento que ella, pero supongo que era de esperar.
Además, el Laboratorio de Herramientas Mágicas, era mi lugar de trabajo también. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 12 – Capítulo 2: La vida cotidiana en el Ministerio de Magia (1)”
Yo, Fray Randall, había pasado toda mi vida como una muñeca que no podía hacer otra cosa más que escuchar a mi padre, el marqués Randall. Siempre me habían dicho que para eso estoy viva, así que me limitaba a hacer todo lo que él me ordenaba y nunca pensé que eso fuera extraño.
No, puede que alguna vez lo pensara, pero al enfrentarme al marqués, quien respondía a cualquier comportamiento rebelde con palabras duras y violencia, tal vez mi corazón se había entumecido con el tiempo. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 12 – Capítulo 1: Vida cotidiana (2)”
Una niña correteaba por el jardín de la mansión Claes mientras la cálida luz del sol caía desde lo alto. A mí, Katarina Claes, se me alegraba el corazón solo con verla disfrutar.
En mi día libre del Ministerio de Magia, me senté en una silla colocada en el jardín y me deleité con la relajante visión de esta niña mientras comía los dulces que habían preparado en la mesa que tenía delante. ¿Cómo puedo expresar lo bien que lo estaba pasando?
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Yo, Susanna Randall, conocida como Lahna Smith, acababa de terminar de informar al Ministerio y de ayudar a la familia de mi subordinado Dewey Percy con la mudanza a un nuevo hogar.
Me dirigí a los aposentos de Jeffrey Stuart, mi prometido y principal apoyo y colaborador.
Llamé a la puerta y me dijo que entrara con su habitual tono despreocupado. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 11 – Capítulo 5: Padre e hija, divididos (2)”
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Yo, María Campbell, caminaba hacia mi propia casa con un coraje recién descubierto, un coraje que me daba el calor amoroso de la mano que sostenía la mía.
Desde que aparecieron mis poderes mágicos, mi madre salía cada vez menos de casa. Fue la visita de Lady Katarina durante las vacaciones de verano de la Academia lo que la convenció de salir de su ermita. Gracias a ella, ese día pude tener una conversación adecuada con mi madre. Esto nos ayudó a arreglar nuestra relación, y ahora nuestro vínculo era mucho más fuerte. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 11 – Capítulo 5: Padre e hija, divididos (1)”
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Me quedé mirando el bosque en el que había desaparecido la mujer antes de darme cuenta de que tenía cosas más importantes que hacer. Ronnie seguía herido y le había enviado a llamar a Lahna. Tenía que decirle cuanto antes que no tenía que apresurarse más, o estaría sometiendo a su cuerpo, ya debilitado, a un estrés excesivo.
Aunque corrí de vuelta tan rápido como pude, para cuando alcancé a Ronnie ya estaba casi de vuelta en su casa. Él se dio cuenta de mi presencia y nos quedamos allí un rato, mirándonos fijamente, jadeando de tanto correr. Debe haber sido una vista bastante divertida. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 11 – Capítulo 4: Hermanos divididos (3)”
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—Hmmm… Creo que no me he equivocado de camino…
Había estado siguiendo las indicaciones de la hermana de Dewey para llegar al lugar de trabajo de Ronnie, pero no parecía llegar a ninguna parte, y empecé a sentirme ansiosa. Había mucho verde a mi alrededor, pero ni una sola alma a la que pudiera pedir información.
No se me daba tan mal seguir direcciones… pero tampoco tenía una brújula incorporada en mi cabeza. Además, no conocía esta ciudad, salvo la zona de la casa de María. Nunca había estado cerca del lugar de trabajo de Ronnie, y sinceramente me sorprendió incluso encontrar un camino en lo que era básicamente un bosque. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 11 – Capítulo 4: Hermanos divididos (2)”
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Yo, Dewey Percy, fui criado por dos personas que hicieron todos los hijos que pudieron y luego los hicieron ganar dinero para que ellos mismos no tuvieran que trabajar. Nuestra casa era decrépita, nuestra ropa estaba desgastada y nuestros estómagos estaban constantemente vacíos. Mis primeros recuerdos son los de trabajar en casa cuando era niño. Cada vez que cometía un error, mis padres me insultaban y golpeaban, diciendo lo inútil que era.
Algunos de mis hermanos mayores se habían escapado sin decir nada, probablemente hartos de aquella horrible situación en casa. Por culpa de nuestros padres, nunca habían aprendido a leer y escribir. Me preguntaba cómo se las arreglaban solos en este país mayoritariamente alfabetizado. Sin embargo, nunca supe nada de ellos. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 11 – Capítulo 4: Hermanos divididos (1)”
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Editado por Sharon
—Sarah, eres libre de pasar el día como quieras —me dijo mi amo.
No era la primera vez que me concedían esa libertad por capricho. Cuando ocurría, volvía a mi habitación y esperaba a que pasara el día sin hacer nada, ya que no sabía qué hacer con mi tiempo libre.
Sin embargo, hoy me sentía inquieta. En realidad, eso era lo que ocurría desde hacía un tiempo. Tener alguna tarea me habría distraído, pero estar sentada sin nada que hacer me hacía pensar. Pensé en Katarina Claes y en cómo había abrazado a aquel chico y le había dicho que le tendiera la mano. Ese recuerdo me agitó profundamente. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 11 – Capítulo 3: La ciudad natal de María (3)”
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Por la tarde, como de costumbre, debía leer el pacto junto con María. Encerrada en una pequeña habitación con un diccionario delante de mí, el mero hecho de permanecer despierta era una hazaña en sí mismo. Como siempre, tampoco avanzaba mucho. Por fin había conseguido leer más allá de las advertencias iniciales, y había llegado a la parte en la que se enseñaba a convocar a la Oscuridad de la nada, como había aprendido recientemente con Rafael.
Eso sigue siendo tan básico…
Después de luchar por no quedarme dormida durante un buen rato, llegó la hora de nuestro descanso. En la mayoría de los días, me lo tomaba como una oportunidad para dejar de luchar y simplemente echarme una siesta, pero hoy no podía dejar de pensar en cómo estaba Dewey. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 11 – Capítulo 3: La ciudad natal de María (2)”
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A la mañana siguiente me levanté bien descansada y feliz de saber cuánto iba a durar la trama del juego. Conseguí resistir la nueva sensualidad de Keith que tantos problemas me había dado el día anterior y me dirigí sin problemas al Ministerio de Magia.
Una vez que bajé del carruaje, mientras me dirigía al Laboratorio de Herramientas Mágicas, vi a alguien por detrás: alguien con quien no había hablado en mucho tiempo. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 11 – Capítulo 3: La ciudad natal de María (1)”
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Editado por Sharon
Mientras yo, Nicol Ascart, sostenía en mis brazos a Katarina, quien se acababa de desmayar, me debatía entre el pánico y el arrepentimiento. Verla por primera vez en tanto tiempo ya me había llenado de alegría, pero comer con ella, los dos solos, hizo que la emoción se me subiera a la cabeza. Incluso pronuncié frases románticas que no diría, solo porque Katarina pensó que no le hablaba directamente a ella.
La forma en que se sonrojó y sacudió la cabeza, como para convencerse de que, efectivamente, no le estaba hablando a ella, era tan entrañable que no pude evitarlo. Me pasé de la raya. Se desmayó. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 11 – Capítulo 2: Vamos a la Biblioteca del Castillo (2)”
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Editado por Sharon
A la mañana siguiente, sentí mucha vergüenza de mirar a Keith a la cara, pero para bien o para mal, se había marchado temprano con papá en un viaje de trabajo, así que no me lo encontré. Me sentí agradecida por ello, porque pensé que la incomodidad de verle probablemente desaparecería al cabo de un día o así.
No tenía trabajo en el Ministerio, y normalmente habría dedicado mi tiempo libre a trabajar en el campo, pero tenía cosas más urgentes en las que pensar: encontrar más información sobre AA2 y sus malos fines, en especial ahora que decidí pensar con seriedad en los sentimientos de Jared y Keith. Seguí leyendo “Katarina – Volumen 11 – Capítulo 2: Vamos a la Biblioteca del Castillo (1)”