Katarina – Volumen 11 – Capítulo 5: Padre e hija, divididos (1)

Traducido por Shisai

Editado por Sharon


Yo, María Campbell, caminaba hacia mi propia casa con un coraje recién descubierto, un coraje que me daba el calor amoroso de la mano que sostenía la mía.

Desde que aparecieron mis poderes mágicos, mi madre salía cada vez menos de casa. Fue la visita de Lady Katarina durante las vacaciones de verano de la Academia lo que la convenció de salir de su ermita. Gracias a ella, ese día pude tener una conversación adecuada con mi madre. Esto nos ayudó a arreglar nuestra relación, y ahora nuestro vínculo era mucho más fuerte.

Como las cosas entre nosotras mejoraron, mi madre incluso empezó a trabajar en una panadería. Al principio solo lo hacía unos días a la semana, pero poco a poco los fue aumentando y ahora trabajaba casi todos los días.

Un día, al volver a casa de su trabajo, me dijo con una sonrisa lo divertido y satisfactorio que era para ella. Además, pudo hacer amigos en el lugar de trabajo, y en sus días libres incluso salía a la ciudad con ellos.

Mi madre había cambiado mucho en un par de años, pero mi padre aún no había vuelto. De vez en cuando enviaba dinero para ayudarnos con los gastos, pero nunca aparecía en persona. Pensaba que mi padre me odiaba. Estaba segura de que no quería verme. Pero la carta que recibí hace poco de mi madre me hizo pensar que tal vez no fuera así.

A decir verdad, ya tenía mis sospechas antes de eso. Ahora que mi madre había empezado a trabajar, ni ella ni yo éramos objeto de tantos rumores desagradables como antes. Al principio, la culpaban de haber dado a luz a un niño mágico, diciendo que le había sido infiel a mi padre. Ahora, en cambio, mucha gente había llegado a simpatizar con nosotros, culpando al hombre que se emborrachaba y luego causaba problemas en la taberna o se desmayaba en las calles: mi padre.

Él odiaba el alcohol. ¿Por qué había empezado a beber tanto? ¿Era por los rumores? ¿O era por otra cosa…?

Hasta ahora, nunca había intentado encontrar una respuesta definitiva a esas preguntas. Sin embargo, recientemente había recibido una carta de mi madre en la que me contaba que una amiga suya había visto a mi padre. Al parecer, había llegado a casa mientras mi madre estaba fuera para dejarle algo de dinero. Mientras lo hacía, tenía un recorte de periódico en sus manos. El artículo que había cortado era el que mencionaba mi inscripción en el Ministerio.

¿Mi padre no me odiaba? ¿Realmente se preocupaba por mí? No podía dejar de preguntármelo. Al mismo tiempo, temía que, si le preguntaba, me diría que sí me odiaba. Este pensamiento me había impedido enfrentarme a la verdad durante mucho tiempo… pero no quería acobardarme más. Había encontrado el valor que necesitaba, gracias a ver a Dewey y a su hermano aclarar sus malentendidos y a las cosas que Lady Katarina me había contado.

Hoy era el mismo día del mes en que mi padre había sido visto entregando el dinero en nuestra casa. Probablemente lo había hecho durante la pausa para comer en el trabajo, que probablemente era alrededor de esta hora.

No podía estar segura de que fuera a venir. Tal vez la última vez solo había pasado por allí. Por supuesto, podía ir a su lugar de trabajo y estar segura de encontrarlo, pero nunca había estado allí y definitivamente me faltaba el valor para ir.

Si viene…

Cuando llegué a casa, le vi. Era como si el destino hubiera elegido este día para que yo hablara con él. Le llamé desde la distancia.

—Papá.

Se dio la vuelta y noté que lucía mucho más viejo de lo que recordaba. Después de todo, había pasado más de una década desde la última vez que lo vi.

—María… —fue todo lo que dijo. Luego me miró con la boca abierta por la sorpresa. Probablemente no esperaba verme allí.

—¿Qué estás haciendo? —le pregunté, y su cara se crispó mientras se esforzaba por dar una respuesta.

—Solo pasaba por aquí. Hasta luego —contestó, intentando ya marcharse.

No puedo dejar que se vaya. Apenas hablé con él.

Sin pensarlo, reforcé mi agarre alrededor de la mano de Lady Katarina, y ella hizo lo mismo a su vez.

—Puedes hacerlo —dijo cuando la miré.

Puedo hacerlo. Si ella está conmigo, puedo hacer cualquier cosa.

—¡Espera, papá!

Se detuvo, y yo caminé hacia él. Ya no llevaba la mano de mi amiga, pero el valor que me había dado seguía conmigo, y lo necesitaba para mirar a mi padre directamente a los ojos.

—Creía que no volvías a casa porque no querías verme —le dije, y él pareció sorprenderse al oírlo.

—Claro que no… —tartamudeó.

Mi temor de que realmente me odiara desapareció y el alivio ocupó su lugar.

—He oído que la gente del pueblo ha empezado a culparte a ti en lugar de a mí y a mamá. ¿Lo haces a propósito? ¿Pretendes emborracharte y desmayarte en la calle para desviar la atención de los rumores de nosotras dos? —le pregunté.

Había estado considerando esa posibilidad desde que me enteré de la situación por mi madre. Mi padre nunca fue un bebedor y, de hecho, un sorbo de licor era suficiente para que se quedara dormido. No podía imaginármelo causando problemas en la taberna. Además, a pesar de su supuesto estilo de vida libertino, se las arreglaba para darnos dinero todos los meses. Todo aquello no tenía sentido.

Cuando mi madre empezó a trabajar de nuevo, pude averiguar más sobre lo que realmente ocurría, y enseguida sospeché que las cosas no eran como parecían. Creía que mi padre estaba fingiendo para que los rumores de malestar se centraran en él y no en mamá y en mí.

Al oír mi pregunta, primero pareció sorprendido y luego algo abatido. Al ver su cara, se confirmaron mis sospechas y le cogí la mano.

—Papá, ya no es necesario que hagas eso. Mamá y yo tenemos amigos que confían en nosotros y nos entienden ahora.

Los nuevos amigos de mi madre sabían qué clase de persona era, y les parecían ridículos y exasperantes los rumores sobre su supuesta aventura con un noble. Me había dicho que ahora por fin se sentía comprendida, a diferencia de cuando algunas personas habían empezado a evitarla cuando empezaron a circular esos rumores.

Yo también tenía muchos amigos maravillosos, entre ellos, en primer lugar, Lady Katarina. La miré, al igual que mi padre. Ella lo saludó con una inclinación de cabeza, y él hizo lo mismo. Me di cuenta de lo aliviado que se sentía. Antes de asistir a la Academia de Magia, siempre había estado sola. Me alegré de poder presentar por fin a mi padre a un amigo mío.

—Y ahora las dos somos más fuertes —le dije con orgullo.

Mi madre y yo ya no temíamos los rumores. No importaba lo que la gente dijera, estábamos preparadas para seguir con nuestras vidas.

—Así que, por favor… vuelve a casa, papá —le supliqué, agarrando firmemente su mano.

Me miró en silencio durante un momento.

—Lo haré —respondió mientras agarraba la mía con sus grandes y fuertes manos.

Vi que se le llenaban los ojos de lágrimas y yo también sentí ganas de llorar.

Me dijo que tenía que volver al trabajo por hoy, y yo también tenía que volver a mi habitación en el Ministerio, pero prometimos vernos la próxima vez que tuviera un día libre.

Lady Katarina, quien había estado escuchando todo el tiempo, estaba llorando más fuerte que cualquiera de nosotros.

—¡Esto es tan dulce! Me alegro mucho —dijo, compartiendo toda mi felicidad.

—Muchas gracias. No habría podido hacer esto si no fuera por ti —le dije, y ella se lanzó a abrazarme. Su abrazo era increíblemente cálido e innegablemente amable.

♦ ♦ ♦

—¿Estás bien?

—Sí, gracias. Ya me siento mucho mejor —respondí, sonándome la nariz con el pañuelo.

Acababa de enterarme de la situación familiar de María, y ver el amor que ella y su padre compartían entre sí me había conmovido tanto que me había puesto a llorar más fuerte que cualquiera de ellos. Lloré tanto que incluso hice que María se preocupara por mí.

Su padre tenía que irse a trabajar, pero, antes de hacerlo, comentó:

—Veo que has hecho buenos amigos.

Si esa era su forma de describir a la extraña niña que lloraba agarrada a su hija, supuse que era un hombre realmente amable y comprensivo. Si hubiera sido mi madre, me habría regañado por tener la cara cubierta de lágrimas y mocos en público. Después de calmarme, seguí a María al interior de su casa, donde me preparó una taza de té caliente.

Muchas gracias, María…

Mientras tomaba el té, mi amiga estaba escribiendo una carta a su madre, contándole lo que acababa de pasar. María dijo que no podría decírselo en persona, ya que siempre llegaba a casa muy tarde.

—Parece que le gusta tanto su trabajo que sigue con él hasta la noche —explicó, sonando muy contenta mientras lo hacía. Esperaba que pronto empezará a sonar así también cuando hablara de su padre.

—Sabes, es difícil de creer con todo lo que ha pasado, pero todavía es temprano en la tarde. Me pregunto si deberíamos ir a casa —reflexioné.

Nuestro plan original era ir de compras a la ciudad del castillo, pero lo que en realidad hice fue ir a la casa de Dewey, ser atacada por Sarah en el bosque, volver a ver a los niños Percy y encontrarme con el padre de María. Ya me sentía algo agotada y, ahora que lo pienso, ni siquiera había almorzado. Mi cerebro informó a mi estómago de esta súbita constatación, recibiendo un fuerte gruñido como respuesta. En realidad había hecho planes sobre el restaurante al que ir, y estaba deseando atiborrarme de postres.

Pasteles, galletas, helados y… Uf, sólo pensar en ellos me daba más hambre.

—En realidad, ¿sabes qué? ¿Por qué no vamos a comer unos cuantos dulces antes de volver a casa? —sugerí, y María, riéndose del sonido que hacía mi estómago, accedió rápidamente.

♦ ♦ ♦

—Bien, aquí estamos.

Nuestro discreto carruaje nos había llevado con seguridad a la parte más elegante de la capital, la más cercana al castillo.

En realidad, antes de partir hacia la capital, tenía tanta hambre que no pude resistirme y compré un poco de pan en una panadería cercana a la casa de María. Estaba tan bueno que, si hubiera estado más cerca de mi casa, probablemente me habría convertido en una habitual. Sin embargo, como también quería disfrutar de los dulces del centro, me aseguré de no llenarme solo con eso. No fue fácil, pero me limité a unos pocos tipos de pan.

—Ahora, María, ¡decidamos a qué tienda debemos ir primero!

—¡Sí! Oh, ahora que lo pienso… ¿Todavía quieres comprar el té del que te hablé? —preguntó María, recordándome el té que supuestamente aliviaba la somnolencia, que en realidad era la única razón por la que había decidido ir de compras en primer lugar.

—¡Claro! Comprar eso era el objetivo. Vamos a comprar eso antes de centrarnos en los dulces entonces.

María me guió hasta la tienda donde había encontrado el té en cuestión, y justo fuera, vimos una cara conocida.

—Aquí estás, por fin. Pensé que no vendrías, o que tal vez nos pasamos por alto —nos saludó descaradamente Alan mientras despedía a un pájaro blanco que se había posado en su mano.

—¡¿Qué?! ¿Por qué estás aquí? ¿Y qué pasa con ese pájaro?

—Me enteré de que estarías de compras en el centro, pero como no venías, encontré una de las tiendas a las que probablemente irías y me quedé vigilando cerca. El pájaro es la señal de que te he encontrado —respondió.

—Oh, ya veo… No, espera, ¡no entiendo! En primer lugar, ¿cómo sabías que iba a venir a la ciudad?

—Bueno, eso no es tan importante. De todos modos, todo el mundo se muere por verte —dijo, y, justo cuando lo hizo, vi otra cara conocida corriendo en mi dirección. Era Mary, quien se abalanzó sobre mí y me abrazó rápidamente.

—¡Lady Katarina! Me alegro mucho de haber podido verla. No pude venir antes del almuerzo, ¡así que me preocupaba que no pudiéramos vernos!

Hacía tiempo que no la veía, pero me alegra ver que no ha cambiado nada.

No paraba de decir “¡Lady Katarina! ¡Lady Katarina!” abrazándome con su sensual cuerpo curvilíneo, hasta que alguien me arrancó de sus brazos por detrás.

—Le pido que se abstenga de abrazar a mi prometida en público, Lady Mary. Y tú, Alan, haz algo con tu propia prometida en lugar de limitarte a mirar.

—¡¿Príncipe Jared?! —exclamé, sorprendida de que Mary y Alan no fueran los únicos allí.

—Nosotros también estamos aquí —dijo Sophia, apareciendo de la nada con Nicol detrás de ella. Se veía tan linda como siempre, y la sonrisa de su hermano era tan potente como la que yo esperaba.

Uf, su atractivo está en plena vigencia hoy, pensé, tratando de recuperar el aliento mientras apenas resistía su encanto.

—A excepción de cierta persona que está tan obsesionada como para haber venido aquí a primera hora de la mañana, trayendo consigo su trabajo, en realidad nos hemos reunido hace poco —sonrió Keith, también aparecido de la nada. Tenía un aspecto algo sudoroso, lo que le hacía aún más sexy de lo habitual.

—¿Nadie te ha introducido nunca el concepto de eficiencia en el trabajo, Keith? Como tu futuro cuñado, estaría encantado de enseñarte.

—Rechazo educadamente la oferta en consideración a que no tengo planes de convertirme en tu cuñado.

Mientras Jared y Keith se enzarzaban como de costumbre, Sophia se acercó a mí y me explicó lo que estaba pasando.

—Todos queríamos verte, aunque fuera un ratito, así que hicimos lo posible por terminar nuestro trabajo antes.

Pensé que todos tenían un día libre… Me halaga que hagan algo así por mí.

—Bueno, ¿por qué no vamos todos juntos a comer dulces? —sugerí, y todos aceptaron rápidamente. En cuanto al té, mis amigos ya me lo habían comprado de antemano. Lo acepté con gratitud y me ilusioné con tomarlo antes de empezar mi siguiente turno de tarde.

Entramos todos en una pastelería y no pude evitar sentir que nuestro grupo, a pesar de los intentos de todos por vestirse al nivel de la gente del pueblo, era extremadamente llamativo. Todos mis guapos y bellos amigos estaban recibiendo bastantes miradas.

—Vaya… Todos se ven tan deliciosos…

—Je, je, je. Deberíamos pedir varios y luego compartirlos entre nosotros, Lady Katarina.

—¡Es una idea maravillosa, Mary! ¡Hagamos eso!

—¡No te olvides de nosotras!

—Por supuesto. Podemos compartirlas entre las cuatro.

Como éramos tantos, tuvimos que dividirnos: los chicos en una mesa y las chicas en otra.

—He venido aquí específicamente para estar con Katarina. ¿Por qué tengo que sentarme aquí con otros tres hombres?

—Me temo que ahora no hay otra opción. Por favor, tome un poco de este pastel, su alteza.

—Oh, esto es muy bueno.

—Tienes crema en la cara, príncipe Alan. Toma, coge mi pañuelo.

—Gracias, Keith.

—Como he dicho antes, creo que serías una gran madre, Keith.

—Como he dicho antes, soy un hombre, Nicol.

A juzgar por lo que pude escuchar, los chicos también se estaban divirtiendo en su mesa.

Mientras hacía una breve pausa en la comida, Mary me hizo una pregunta.

—Por cierto, Lady Katarina, ¿dónde ha estado hasta ahora?

Me di cuenta de que, en mi emoción por ver a mis amigos después de tanto tiempo, había olvidado contarles todo lo que había pasado durante la mañana. Di una explicación muy superficial de cómo nos habíamos encontrado con Dewey y habíamos ido a su casa, me habían atacado con Magia Oscura, Dewey se había reconciliado con su hermano y María se había reconciliado con su padre.

Mary se sujetó la cabeza con las manos.

—Lo siento, pero ese recuento planteó más preguntas de las que respondió… ¿Puedo pedirte más detalles, María?

¿Tan mal conté la historia?

María, después de dirigirnos a mí y a Mary una mirada ligeramente preocupada, volvió a contar con maestría todo lo que había sucedido. Los chicos también se acercaron a nuestra mesa para escuchar.

Una vez que María terminó con la historia, mis amigos se turnaron para expresar su consternación.

—Katarina, realmente no puedes evitarlo, ¿verdad?

—Hermana mayor, ¿qué voy a hacer contigo?

—Señora Katarina…

—Ya estás otra vez…

—Lady Katarina…

—Katarina…

¡Pensé que lo había hecho bien hoy! ¿Por qué están enojados conmigo?

Y así, varios comentarios horrorizados más tarde, mi día libre había terminado.

6 respuestas a “Katarina – Volumen 11 – Capítulo 5: Padre e hija, divididos (1)”

  1. Es un buen capitulo, solo una cosa: a alhuien mas le molesto el como aparecieron los demas del harem? La forma en que aparecieron se sintio mal, desagradable, y no me gusto… no la redaccion, ellos

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 

error: Contenido protegido